lunes, 24 de junio de 2013

La muerte tenía un permiso

Milio Mariño

Viene de viejo que España es un país de picaros, golfos y gandules, en el que cada cual roba, defrauda o estafa con lo que tenga a mano. La idea, por si se nos había olvidado, nos la acaba de recordar ese directivo de la CEOE, que hizo alusión a los permisos por fallecimiento, insistiendo en lo que ya es vicio: decir que la ansiada recuperación económica se ve lastrada por las martingalas de los trabajadores que, viendo que no pueden hacerse ricos, sobre todo porque no tienen acceso a la caja, son capaces de casarse tres veces, para disfrutar quince días adicionales de vacaciones, de procurar que sus padres mueran entre semana, nunca en sábado o domingo, para no perder el correspondiente permiso o de dejar que sus hijos se rompan la crisma para luego llevarlos al hospital y pedir un justificante que les permita faltar al trabajo.

Si a eso sumamos que tampoco les importa coger frio y que les dé la gripe, que muchas veces se accidentan adrede o que las mujeres quedan embarazas no porque quieran tener un hijo sino para disfrutar del permiso por maternidad, parece lógico que los empresarios, que siempre se han distinguido por sufrir, en silencio, las consecuencias de una legislación laboral antigua y paternalista, se quejen y pidan auxilio.

Añadan a lo dicho que las fiestas de guardar, que el gobierno prometió quitar pero no quitó, disminuyen la jornada laboral hasta una media de 42 horas semanales, seis por debajo del tope máximo de la Comunidad Europea y cinco por encima de lo que tienen en Alemania o Francia.

Visto así, cualquiera puede pensar que, en materia de salarios y jornada, los empresarios están en una posición ventajosa con respecto a otros países de Europa pero no es suficiente. Todavía queda margen para apretar y acercarnos al norte de África. Y eso es lo que acaba de recomendarnos el Fondo Monetario Internacional.

Los empresarios no niegan que los salarios han disminuido, pero dicen que están lastrados por una antigualla de permisos retribuidos que se mantienen por tradición, sin que nadie se haya parado a estudiar si, realmente, son beneficiosos para los trabajadores. Llevan razón. Cualquiera que fuera capaz de despojarse de la carga emotiva, estaría de acuerdo en qué tomarse un par de horas, y no dos días, para enterrar a un familiar, ayuda a superar el trance, pues el trabajo y el contacto con los compañeros sirve para que el afectado se distraiga y lo lleve mucho mejor que si se mete en casa y pasa dos días llorando.

Con los permisos por matrimonio sucede otro tanto. En la práctica, quince días suponen prolongar la estancia, gastar dinero y que aparezcan los primeros conflictos en la pareja. Con una semana es suficiente. Además, justo es decirlo, nadie ha tenido en cuenta que los empresarios asumieron, sin rechistar, la herencia de Zapatero y el matrimonio gay les está suponiendo un desembolso que no estaba previsto.

Otra cosa en la que llevan razón es que el absentismo bajó con la crisis pero sigue habiendo muchos trabajadores que piden la baja sin ningún remordimiento y sin importarles que la competitividad y la productividad se vean afectadas. Por eso, no hace mucho, la CEOE propuso que no cobren los primeros quince días de incapacidad. Una medida que no solo constituye un incentivo para su recuperación sino que hace efectivo el viejo principio de que el trabajo es salud.


Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

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