domingo, 13 de mayo de 2018

La gasolina que viene

Milio Mariño

No sé si estarán siguiéndole la pista a cómo evoluciona el precio de la gasolina pero les aseguro que resulta apasionante. Yo había dejado de preocuparme, un poco por cansancio y un mucho por aburrimiento. Hacía lo que hacemos todos: Pedía que me echaran cincuenta euros y jugaba al acertijo de ver donde quedaba la aguja que marca el depósito. Cada vez más abajo, claro. Por eso volví al tema y traté de enterarme de qué estaba pasando.

Fue, por así decirlo, la curiosidad del ocioso. No esperaba grandes novedades, esperaba lo clásico. Que el petróleo es finito y se agotará dentro de no sé cuántos años, que ha subido el barril de Brent y que los países árabes se cabrean de vez en cuando y dicen hasta aquí hemos llegado. Lo único que me extrañaba era que los tres factores coincidieran en manifestarse en determinadas fechas como la Semana Santa, el puente de mayo o las vacaciones de agosto, pero las casualidades existen y también la Ley de Defensa de la Competencia que, según las autoridades, evita que las gasolineras se pongan de acuerdo en el precio. Así que podía estar tranquilo. La reciente subida se debía a la voracidad especulativa de un sector que sabe que en vacaciones la gente no deja de viajar porque la gasolina suba unos céntimos. El hecho de que los precios subieran, debía ser coyuntural.

A mi tranquilidad contribuía que los carburantes habían bajado durante la crisis, el euro estaba fuerte, la producción y venta de coches eléctricos iba en aumento, los transportes públicos y alternativos ganaban terreno en las grandes ciudades y el fracking hacía que la extracción de petróleo tuviera un costo cada vez más bajo. Así es que, en mi ingenuidad, no puedo decirles a cuanto me salía el litro porque el cálculo es complicado y más para mí que soy de letras, pero no andaría lejos de lo que pagan en los Emiratos Árabes, donde la gasolina está 0,50 euros. Pongan, si quieren, Estados Unidos. Allí es más cara pero, aun así, la pagan a 0,64.

Lo que les digo era una fantasía. Yo casi me conformaba con seguir echando cincuenta euros y que la aguja del depósito marcara lo mismo que antes de Semana Santa o el puente de mayo. Estaba convencido de que las gasolineras habían querido hacer caja y se conformaban con eso. Pero cuando uno se mete en el lio y quiere saber cómo están las cosas, suele acabar con la sensación amarga de que era mejor no saberlo.

Fue así como me enteré del gasolinazo. De que la gasolina había subido por capricho y seguirá subiendo por obra y gracia de Donald Trump, que ha roto el acuerdo nuclear con Irán y coloca a Europa, y en especial a España, en un escenario en el que se ha disparado el precio del petróleo con la consecuencia inmediata de que afectará, de forma muy seria, a la reactivación económica y, previsiblemente, al empleo. Pero ahí no acaban nuestras desgracias porque a lo que suba la gasolina, que será mucho, hay que sumar qué el Gobierno tiene previsto, en los Presupuestos Generales del Estado, incrementar en cuatro céntimos la fiscalidad de la gasolina en enero de 2019. De modo que pueden echarme la bronca si quieren por ponerles al tanto de algo que quizá fuera mejor no saberlo.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 7 de mayo de 2018

En política como en el fútbol

Milio Mariño

Los partidos políticos suelen presumir de primarias cuando la realidad demuestra que lo dicen con la boca pequeña. Al final, en política, sucede como en el fútbol, recurren a los fichajes y se olvidan de la cantera. La prueba es que a falta de un año para las elecciones, prácticamente, todos los partidos intentan reforzar sus candidaturas con figuras de renombre, que se convierten en fichajes estrella, en un intento por aprovechar su impacto mediático y atraer al mayor número de electores.

Tampoco es nuevo. Ya ocurrió otras veces con un resultado que no garantiza el éxito, pero insisten en esa fórmula. Ahí los tienen, rivalizando por fichar fenómenos como si fueran el Real Madrid o el F.C. Barcelona. El que más Ciudadanos, que no duda en recurrir a extranjeros disfrazándolos de oriundos, tal como hacían los clubes de fútbol en aquella época en la que no les permitían tener a más de dos futbolistas que no fueran españoles. Una medida que los clubes combatieron con la tradicional picaresca, dando lugar a numerosas anécdotas, como la de aquel jugador, fichado por el Osasuna, al que le dijeron: Así que su abuelo era navarro... Y él, advertido, seguramente, de que tuviera cuidado con los periodistas, respondió: No señor, mi abuelo no era navarro, era pamplono.

Por oriundo intentan colarnos a Manuel Valls, que es catalán de origen, fue primer ministro francés y ha sido invitado por Albert Rivera para que se presente por Ciudadanos a la Alcaldía de Barcelona. Un fichaje estrella que fue contrarrestado por el PSOE, anunciando conversaciones con Manuela Carmena. Pero ahí no acabó la cosa porque Ciudadanos contraatacó barajando el nombre de Vargas Llosa para Madrid. Otro oriundo que, a sus 82 años, es como si lo invitaran a jugar en una liga menor, pues cuando era más joven ya compitió en las elecciones de Perú, aunque acabó perdiéndolas.

Decíamos que la fórmula no es nueva porque todos los partidos han probado con fichajes de renombre por más que algunos apenas tuvieran repercusión ni salieran elegidos. En las pasadas elecciones, el PSOE fichó a la jueza y actual portavoz, Margarita Robles y a la capitana del ejército Zaida Cantera. Ciudadanos hizo lo mismo con el actor Toni Cantó y el humorista Felisuco. Vox fichó a Carmen Lomana y Pablo Iglesias hizo otro tanto con el general, ex jefe del Estado Mayor de la Defensa, Julio Rodríguez.

Como ven, siempre hubo y habrá fichajes. Tal vez por eso, Albert Rivera se curó en salud diciendo que abrirá las puertas al talento para que sus candidaturas se llenen de gente que pueda aportar aire fresco. Así es que no sé yo si la nueva política no consistirá en imitar lo que hacen en el fútbol. A lo mejor los partidos se dedican a fichar estrellas como hacen los equipos. Si la cosa va por ahí, quien sabe si en el PP no estarán pensando en Nicolás Sarkozy para sustituir a Rajoy. Es de derechas, ha jugado en la liga francesa y está sin equipo. Podría ser un fichaje sonado que resolvería el problema de la sucesión. En España no disponemos de muchos políticos que hayan hecho cosas como para que nos sintamos orgullosos. De modo que, quizá, no sea mala idea traerlos de fuera. Podríamos probar una temporada, quiero decir una legislatura. A poco que hicieran, mejorarían lo que tenemos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España