lunes, 30 de enero de 2023

Están mal del tanque

Milio Mariño

Desayunaba escuchando las noticias de Ucrania y se me ocurrió que los políticos deben estar mal del tanque, de la chola o de lo que sea que tengan ahí arriba. Era de los pocos a los que les parecía bien que Alemania se negara a ceder sus tanques. Sabía que podían acusarme de apoyar a los rusos, lo cual no es cierto, pero me daba igual. La postura del presidente Scholz me parecía la más coherente y sensata de todos los gobernantes de Europa. Imaginaba que se había encarado con Biden y le había dicho que se abstuviera de dar consejos y enviara sus propios tanques,  los famosos Abrams, que los tiene haciendo yincanas para que no se oxiden y la tripulación se entretenga y no se amodorre fumando porros y bebiendo cerveza.

Igual no lo dijo así, pero debió reprocharle que siga alentando una guerra cuyo escenario está a diez mil kilómetros de sus fronteras. Una guerra para la que insisten en pedir más tanques y más armas en vez de pedir un alto el fuego que ponga fin a las muertes y las atrocidades.

En esas estaba yo, pero el canciller alemán, al final, cedió. Lo cual no quita para que nos preguntemos a quien interesa esta guerra y como es que los americanos han pasado de considerar a los rusos aliados en potencia a enemigos por excelencia. Hace nada se esforzaban en convencernos de que los rusos ya no eran aquellos rojos con cuernos y rabo que creíamos, ni los comunistas que decían camarada y llevaban gorros con orejeras. Eran demócratas a su manera, a los que había que comprender y respetar. Prueba de ello es que la revista Times eligió a Putin, en 2007, personaje del año, destacando sus cualidades como gobernante y gran estadista.

Desconozco qué pudo pasar para que los rusos vuelvan a ser malos y Putin un oligarca chiflado que tiene problemas con la bebida y quiere aniquilarnos a todos. Hemos vuelto a la rusofobia y a las fantasías más disparatadas sobre la maldad rusa. Hemos pasado de la Guerra Fría a decir que los rusos son buena gente y de eso a esta guerra en la que llevamos gastados miles de millones de euros y lo que te rondaré morena porque a la petición de tanques cabe suponer que seguirá la de aviones de combate, ya que sin una mínima superioridad aérea una ofensiva con unidades acorazadas está condenada al fracaso.

El plan es mandar armas y más armas a Ucrania sin que, al parecer, nadie haya reparado en las consecuencias. En lo que puede pasar si Rusia se siente acorralada. Algo que todos saben y callan. Saben que los rusos irían a una guerra total que sería catastrófica para Europa, pues desbordaría las fronteras de Ucrania y entrañaría la posibilidad real de que utilicen armas nucleares. Es decir que el conflicto ya no estaría localizado en las dimensiones actuales sino que nosotros mismos, la población civil, podríamos acabar como acabaron en Hiroshima.

 No creo necesario que nos juguemos tanto ni considero democrático que dispongan de nuestras vidas sin consultarnos. Me parece irresponsable y muy peligroso que se empeñen en tensar la cuerda, incluida Margarita Robles, que también debe estar mal del tanque porque se ha puesto a reciclar chatarra para que España se sume a la fiesta y esté en el punto de mira.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 23 de enero de 2023

La fiebre y la sensatez

Milio Mariño

Vuelvo a la vida de diario después de empezar el año con lo que, en principio, era un virus inofensivo y acabó siendo una neumonía que me tuvo quince días en el San Agustín. Quince días con fiebre que, según Juanjo Millás, es purificadora pues nos aparta del delirio cotidiano y hace que veamos la realidad tal como es.

Chunga, porque cuando me dieron el alta y salí a la calle percibí el regusto amargo de un ambiente político enrarecido que ni siquiera la Navidad había conseguido endulzar. Por lo visto, no hubo tregua. Los políticos acabaron el año riñendo y lo empezaron igual.  Y, en realidad, no entiendo por qué. No parece que haya motivos para tanta bronca. España, pese a la pandemia y la guerra de Ucrania, está saliendo adelante de una forma más que aceptable y mejor incluso que algunos países de Europa con mayor poder económico. Podría influir, qué sé yo, el conflicto con los Jueces del Supremo y la aplicación de la “ley del sí es si”, pero no creo que la bronca venga de ahí. La bronca debe venir de que hay políticos y partidos que prescinden de cómo lo hagan sus adversarios, sobre todo si lo hacen bien, y pasan a considerarlos un enemigo satánico que encarna el mal y al que hay que combatir como sea.

Si fuera esa la explicación, que todo apunta que puede ser, convendría tener presente que en política, como en la vida misma, no vale todo. No es aplicable ese planteamiento, tan extendido en el fútbol, de que no importa jugar mal si al final se gana. Perseguir la victoria a cualquier precio puede llevar a la tentación de recurrir al juego sucio y convertir la actividad política en un terreno enfangado donde cada partido trata de sepultar a su adversario.

 Ahora mismo, el debate no existe. El debate que se plantea es: ellos o nosotros. Mala cosa porque para que la democracia sea efectiva y funcione se necesita un debate plural y abierto y no una visión dualista. El dualismo solo sirve para enconar las posturas. Y, si lo llevamos al terreno moral no digamos. A la vista está que quienes presumen, precisamente, de abanderar la hipermoralidad suelen ser los más amorales y los más tramposos. Los que intentan aprovecharse de que la sociedad no anda muy sobrada de valores. Sobre todo de ese valor imprescindible que nos inculcaron nuestros padres y nuestros abuelos y consistía en decir, siempre, la verdad. Lo cual, dicho sea de paso, casi nunca solía librarnos de sufrir algún castigo que llevábamos regular.

Tal vez sean los años, pero la sensación es que las relaciones humanas se han ido deteriorando y parece como si hubiéramos olvidado que los verdaderos vínculos que nos caracterizan son los afectivos. Es la bondad, la empatía, la tolerancia y el respeto por la verdad y los que piensan distinto.

Quienes asumen la responsabilidad de representarnos, creo que tienen la  obligación moral de fortalecer, con su comportamiento, esos principios. No lo están haciendo. Insisten en la bronca como único recurso. Es por eso que nunca desee mal a nadie pero, en este caso, lo mismo les vendría bien unos pocos días de esa fiebre purificadora que nos aparta del delirio cotidiano. Ya no es que lo diga Millás, también Hipócrates asegura que la fiebre cuece el humor descontrolado y hace que veamos las cosas con mayor sensatez.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

martes, 3 de enero de 2023

Gira el mundo, gira

Milio Mariño

Gira el mundo gira, en su espacio infinito, cantaba Jimmy Fontana a finales de los sesenta convirtiendo aquella canción en un éxito que aún se recuerda. Gira y sigue girando como hace millones de años. El pasado sábado completó otra vuelta y el domingo empezó de nuevo pero, al parecer, ya se está cansando. Dicen los científicos que la tendencia es que la Tierra gire cada vez más despacio. Lo que no quita para que, a veces, le dé un pronto y acelere la rotación cuando gira sobre sí misma. Sucedió en julio y agosto, meses en los que hubo dos días que duraron menos de 24 horas.

Me enteré hace poco. Creía que seguía vigente que la rotación de la Tierra era la referencia para medir la duración de un día y un año. Y, en realidad, así es, solo que los científicos ya habían avisado de que la rotación no es exacta y, más tarde o más temprano, sucedería que el tiempo marcado por el movimiento del planeta sería diferente al tiempo marcado por los relojes.

Hace un siglo no tendría importancia, pero ahora es diferente. Ahora la vida depende de la exactitud de un segundo. Ya no vale aquello de que cuando la Tierra completaba la rotación con 0,9 segundos de retraso se añadía un segundo y problema resuelto. Hoy, los sistemas de navegación por satélite y todos los sistemas digitales que usamos no están preparados para hacer saltos de un segundo cuando nos convenga. No vale ese apaño, de modo que quienes gobiernan como se mide el tiempo han propuesto que no se añada el segundo que se añadía para conciliar el tiempo humano con el astronómico.

La propuesta es qué, de aquí al año 2035, no se corrija nada y se aproveche para estudiar qué se hará en el futuro: si vamos a esperar a tener la diferencia de un minuto  o si seguimos como estamos y el desfase no sé corrige.

Los países, en su mayoría, están por establecer una escala del tiempo continua, pasar por alto el desfase y que si fuera necesario hacer algún retoque lo hagan dentro de uno o dos siglos. Decisión que supondrá, en la práctica, que el tiempo humano vaya por un lado y el astronómico por el suyo.

No creo que nos afecte mucho. Nuestra relación con el tiempo es que acaba de empezar otro año y otra vez volvemos a lamentarnos de que los años pasen volando. Pasan sin que sepamos qué es el tiempo más allá de lo que marcan los relojes y los calendarios.

Por más que haya avanzado la ciencia, el tiempo sigue siendo un misterio. Hay científicos que aseguran que es una invención humana, una percepción de nuestros sentidos. Según esa teoría, el pasado, el presente y el futuro existen simultáneamente. Lo cual traería consigo la imposibilidad del libre albedrio.

Quien sabe, lo mismo no sirve de nada que hagamos planes para este año que acaba de comenzar. Igual el mundo gira y sigue girando al margen de que decidamos ser mejores, más felices y más ricos. A lo mejor no depende de nosotros, es la causalidad quien toma las decisiones. Para Einstein era lo más probable. Decía que si fuera así, sería muy reconfortante porque protegería nuestro buen humor y haría que nos tomáramos menos en serio a nosotros mismos y al resto de los mortales.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España