lunes, 28 de diciembre de 2015

Mi gato, el mejor candidato

Milio Mariño

Cuando lo veo en el sofá, hecho un ovillo, me pregunto si mi gato estará al tanto de que hemos celebrado elecciones y nos hemos metido en un lío. Los gatos son muy listos y el mío, no es que lo diga yo, es que todos los vecinos coinciden en que le da cien vueltas al dueño. Por eso me dio por pensar que tal vez nadie mejor que él para protagonizar la propuesta que acaba de hacer Errejón. Eso de que quizá fuera bueno elegir a un Presidente de Gobierno que sea independiente y no esté ligado a ningún partido político.

Sorprendió a todos que un imberbe con gafas hiciera una propuesta como la que urdió, en su día, el General Armada con el pretexto de salvar a España del desgobierno. Aunque, claro, el fin puede ser el mismo pero los medios son radicalmente distintos. Por eso propongo a mí gato. Tengan en cuenta que si, como dicen los de Podemos, la solución a este lio pasa por poner un independiente al frente del Gobierno, los gatos, a independientes, no hay quien los gane. Siempre van a su bola. Así que mi gato cumpliría el requisito que dice Errejón y el del IBEX 35, que calla sus intenciones pero intriga lo suyo.

Lo del IBEX es para tenerlo en cuenta. Yo, nada más oír la propuesta, me acordé de Tommy Douglas, un político canadiense que explicaba con una fábula lo que el IBEX está intentando que no suceda en España.

Tommy Douglas fue un político socialdemócrata que en las elecciones de Canadá, de 1962, inició la campaña contando, en un mitin, la fábula de Mouseland. Una tierra de ratones en la que durante muchos años siempre que había elecciones elegían un gobierno de gatos. Al principio elegían gatos negros pero, como no quedaron satisfechos, cambiaron de parecer y eligieron gatos blancos. El cambio tampoco dio resultado, de modo que en las elecciones siguientes eligieron gatos pintos, mezcla de negros y blancos. Tampoco quedaron contentos. La cuestión fue que cuando se reunieron para ver qué hacían, alguien dijo que el problema no era el color de los gatos sino que los gatos gobernaban, siempre, para los gatos y no para los ratones. Lo que vino luego ya lo imaginan. En cuanto pudieron eligieron ratones. Pero se formó un lio tremendo porque la prensa, la radio, los poderes económicos… Todo el mundo se volvió contra ellos, acusándolos de irresponsables y comunistas.

Pueden ahorrarse el reproche, sé que mi gato gobernaría para los gatos, pero saldríamos del atolladero cumpliendo las dos condiciones: La que dice Podemos, tener un gobierno presidido por un independiente, y la del IBEX 35, que ya mandó recado advirtiendo de que un gobierno de ratones ni lo soñemos.

La propuesta es sincera. Sí piensan que propongo a mí gato por interés se equivocan. Lo quiero mucho pero, cuando se trata de mi país, antepongo el bien común a cualquier interés personal. Reflexiono, analizo las posibilidades reales y me fijo en antecedentes contrastados como el de ese pueblo de Alaska, Talkeetna, donde el gato Stubbs lleva 15 años de alcalde y no hay una queja; todos están contentos. Por ahí va mi propuesta. Quiero anticiparme, y proponer a mí gato, no vaya a ser que cualquiera proponga un perro y, al final, tengamos que abstenernos porque no hay más opciones.

Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 21 de diciembre de 2015

La bronca de nochebuena

Milio Mariño

Por más que suene a tópico, muchas familias habrán tomado, ya, precauciones para que la cena de Nochebuena no acabe en bronca. Muchas esposas, madres, suegras y abuelas, porque las mujeres son las que están en estas cosas, habrán dictado normas a propósito de lo que podrá, y no podrá, decirse en la mesa. No la armes que te conozco. No se te ocurra hablar de política, ni de fútbol, ni de la mierda de coche que compró tú cuñado, o lo que hiciste en tus años mozos. No vuelvas con eso de que los de derechas son unos fachas, ni cuentes la historia de que las libertades y el bienestar que tenemos se debe a lo que algunos luchasteis cuando erais jóvenes. No mires a los chicos y digas que, ahora, los jóvenes son bovinos y la universidad un páramo donde pastan en rebaño. Olvídate de lo tuyo y de ese conformismo que insistes en denunciar. Haz un esfuerzo y tengamos la fiesta en paz.

Consejos como estos, o muy parecidos, se habrán oído, ya, en muchos hogares y se oirán, más todavía, a medida que se acerque la fecha. Nadie quiere que la cena de Nochebuena acabe en bronca. Yo tampoco, pero pienso que la prevención, en este caso, no es efectiva. Las discusiones, a lo mejor, se evitan, pero el remedio es peor que la enfermedad. Obliga a que prescindamos de ser como somos y exige, incluso, que el tonto de la familia, que en todas las familias lo hay, sea menos tonto de lo que, en él, es habitual. Así que el esfuerzo será tan grande que provocará un incómodo fastidio y hará que la cena parezca una convención de estreñidos. Será como si todos acabaran de conocerse y no hubieran hablado nunca. De modo que la cena podrá estar riquísima pero, en cuanto alguien rompa el silencio con un cumplido, o una frase hecha, habrá codazos y atragantones, por aquello de lo mucho que cuesta tragar ciertas cosas.

El objetivo tal vez se cumpla, a lo mejor nadie discute, pero la realidad se habrá convertido en ficción. Nada será real. Quienes hayan dictado las normas sonreirán felices, pero estarán presidiendo la cena de una familia que no es la suya. Sus buenos propósitos habrán servido para que los presentes incuben un sufrimiento que no podrán aliviar ni frotándolo con alcohol.

Por ahí no vayas, cuidado con ese chiste, ojo con ese tema… Quizá evite que nos portemos como una familia de jabalíes, pero cenar así supone una penitencia que dispara el fuego gástrico y produce efectos indeseables. Lo contrario de lo que quieren los anfitriones, cuya ilusión es que seamos felices y quizá no reparen en que la felicidad no se logra alquilando una personalidad como quien alquila un traje para ir de fiesta. Cada uno tiene que ir con lo suyo: con sus obsesiones, fantasías, deseos y rencores. Con todo lo que lleva puesto porque una cosa es llevarlo con educación y otra dejarlo en el perchero antes de sentarse a cenar.

A mi marido le gustan las lentejas, dijo aquella señora mientras comía langostinos. Y los langostinos, que son muy suyos y no estaban advertidos, montaron la de dios es cristo. Así que ya les digo: por mucho que tomemos precauciones, al final puede liarse. Pero no pasada nada, la Nochebuena tiene estas cosas.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España



lunes, 14 de diciembre de 2015

Empeorar nosotros para que mejore el país

Milio Mariño

Hay gente rara, pero cuesta creer que alguien reforme su casa para dejarla peor que estaba. No parece sensato que alguien llame a un “ñapas” para decirle: Quite la ducha de hidromasaje y la mampara de vidrio y sustitúyalas por una pileta y unas cortinas de plástico. Le advierto que el baño quedará fatal. Lo sé pero, como además de feo será muy incómodo, mi familia se duchará menos y ahorraremos una pasta. De todas maneras, me temo que no será suficiente, así que cambie también la cisterna, por una de aquellas que se tiraba de la cadena, y sustituya el portarrollos por un clavo para colgar hojas de periódico, en vez de papel higiénico.

Eso mismo fue lo que hizo Rajoy con España. Bajó los salarios, redujo la indemnización por despido, aumentó la precariedad, recortó en sanidad y educación, quito derechos… Es decir, reformó lo que había para dejarlo peor. Y quedó contentísimo. Presume de qué fue un éxito. Dice que disfrutábamos de unas condiciones de vida y unos derechos que eran un lujo. Que lo sensato, lo que le convenía a España, era volver a lo de antes. Derribar lo construido y retroceder treinta o cuarenta años. Hacer que España se parezca cada vez menos al resto de Europa y empiece a parecerse al norte de África. Esa fue la solución de progreso que, según Rajoy, hizo que la economía mejore.

La idea, de que las cosas deben empeorar para que todo mejore, se la había oído yo a Alfred Pennyworth, que no es ningún economista famoso sino el mayordomo de Batman. Un viejo guasón que se mostraba asombrado por la candidez de Bruce y le decía que los villanos son todos muy simples y muy parecidos, pues siempre repiten la misma fórmula, tanto en el fondo como en la forma.

Tenía razón. Hemos vuelto a lo que contaba Cervantes en “El Retablo de las maravillas”. Un día aparecen unos estafadores y anuncian el espectáculo más asombroso que jamás se haya visto. Pero ponen una condición: Sólo podrán verlo quienes tengan un origen legítimo y no anden en tratos con el demonio. De modo que cuando irrumpe alguien que no participa en el delirio de la farsa y, por tanto, atestigua que no hay ningún espectáculo, que el escenario está vacío, el alcalde lo señala con un anatema que, en aquellos tiempos, significaba condenarlo a la hoguera: “¡Es de ellos, no ve nada!”

Así estamos. Los villanos ni siquiera se han molestado en cambiar una coma. El argumento es el mismo. Sólo fingiendo y creyendo ver lo que no existe podemos librarnos de que nos acusen de pertenecer a ese “ellos” infame. El hecho de ver la realidad, y contarla, convierte, a quien se atreve, en un apestado ignorante que debe ser condenado a la hoguera.

Oiga una cosa: ¿No había aquí un baño precioso? Sí que lo había pero acabo de reformarlo y tendrá que arreglarse con lo que hay. Y, más le digo: prepárese porque pienso reformar la cocina y no imagina como la voy a dejar.

Esa es la propuesta para los cuatro años que vienen, seguir haciendo reformas hasta que la vivienda sea inhabitable. Solo entonces empezarán las mejoras. Los hijos darán un puñetazo en la mesa y volverán a reformarlo todo para ponerlo como, en principio, lo tenían sus padres.

Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

viernes, 11 de diciembre de 2015

Cuidadín coles cenes d’empresa

La mio collaboración de los xueves nel programa de la RPA Noche tras Noche

El mi lio d'esta selmana ye d’avisu. Cuidadín coles cenes d'Empresa. Muncho cuidáu porque paecen inofensives pero son más peligroses que la gripe aviar. Por eso avisamos… Porque la xente de bona fe aveza a pensar que la cena añal colos compañeros y el Xefe ye como una cena colos amigos. Con xente cola que nun tien denguna rellación llaboral.

Esi ye'l problema, pensar que tamos colos nuestros, dicir qu'un día ye un día y facer lo que daveres nos apetez: comer y beber más qu’otres veces, cuntar chistes, gastar bromes, cantar Asturies Patria quería y acabar nuna discoteca tirándo-y el picáu a esa compañera que ta pa llamber y siempre nos paeció que miraba pidiendo guerra. Tou eso rematáu cola imprudencia de volver a casa, a les tantes, pasáu de copes y conduciendo'l to coche.

Dígolo faciendo referencia a los homes pero sobra dicir que lo que val pal home val pa la muyer porque nun nos estremamos en nada y menos a la hora de facer tontures.

El casu que, claro, igual vos estraña que, nun programa como esti, demos conseyos pa nun meter la pata nes cenes de navidá qu'organicen les empreses. A lo meyor pensáis que lo nueso sedría falar sobre les eleiciones. Pero yá tais viendo que nos importen los oyentes… Que nun quixéramos, por nada del mundu, que dalguién que nos escucha apaeciera nun videu cola camisa esgobetada, la corbata na cabeza y llamando zoquete al so xefe. Menudu desastre. A tomar pol sacu les Navidaes. Por eso pensamos que nun podemos llamanos a andana… Que falar pola radio incluí la obligación y el deber moral d'avisar cuando vemos un peligru que la xente, polo que sía, igual non lu alvierte.

Asina qu’atesteramos: Les cenes d’empresa son más peligroses q’una reciella de xabalís corriendo pola autopista. De mou que, pa los que tengan duldes de como vistise pa dir a la cena d’empresa, el conseyu ye que se vistan como quieran pero que nun se disfracen de hipster, nin de frikis, nin vayan como si fueren a la fiesta de graduación del colexu. Que nun se sienten a la vera del xefe a nun ser qu’esti lo pida, a lo menos, tres veces. Que se porten con naturalidá. Que nun tiren migayos de pan al otru llau de la mesa nin arbeyos faciendo catapulta cola cuyar. Que nun ye bona idea beber una botella vinu colos entrantes anque sía gratis y la pague la empresa. Que nun se ruempan la cabeza pensando si'l móvil se pon al llau del tenedor del pexe ol de la carne, porque lo meyor ya apágalo y dexalo guardáu en bolsu.

Conseyos podíemos dar milenta pero toos s’encierren en dos, como los mandamientos de la santa madre ilesia. En dicir que tou taba mui ricu y que tas encantáu cola empresa y col xefe y los compañeros que tíes. Depués una sorrisa, un apertón de manes, Feliz Navidá, un taxi y pa casa. Nun garantizamos qu’asciendas, pero vas tener más posibilidaes de que nun te despidan el 2 de xineru.

Milio Mariño

lunes, 7 de diciembre de 2015

El calentamiento de la derecha

Milio Mariño

Para la derecha no hay cambio climático. El mundo sigue igual de frio que hace un siglo y es mentira que se caliente. Y, si se calienta, no es problema suyo que la gente se ponga al sol o a la sombra. El problema es de los pobres, que tienen el vicio de quejarse por todo y buscan cualquier excusa para criticar y poner en solfa a los gobiernos conservadores.

Así piensan los que insisten en llamarse liberales para evitar que los llamen cosas peores. Es decir, los Aznar, Rajoy, su primo el científico, Marine Le Pen, los Republicanos de Estados Unidos y todos los que han añadido al mundo, el demonio y la carne el cambio climático como principal enemigo. Todos niegan el calentamiento global, reconocido por el 97% de los científicos. Dicen que es un ataque contra la forma de vivir de los países desarrollados. Una especie de caballo de Troya que esconde las verdaderas intenciones de los marxistas. Una trampa, protagonizada por los rojos de siempre, que ahora se disfrazan de verdes y lideran una conspiración para acabar con las libertades.

Que nadie se santigüe pensando que semejante disparate solo puede ocurrírsele a alguien que no está en sus cabales. Así fue como lo enfocó, hace poco, un editorialista del ABC. Dijo que la alcaldesa, roja, de Madrid estaba utilizando la boina de contaminación que se cierne sobre la ciudad como pretexto para imponer, de forma dictatorial, a qué velocidad debemos ir en el coche y donde podemos, o no podemos, aparcar. Una restricción intolerable del libre albedrio y las libertades.

Cuesta creerlo pero hemos vuelto al contubernio y la conspiración judeo-masónica-comunista. Ahora resulta que existe una gran conspiración mundial de la que son cómplices miles de científicos que mienten, a sabiendas de que el cambio climático es un engaño elaborado exprofeso. Insisten en eso, en no reconocer la evidencia porque equivaldría a reconocer la verdad. Hacen exactamente lo mismo que los negacionistas del Holocausto. Inventan datos y fuentes científicas para construir una realidad paralela, alucinatoria y fantasmagórica. Llegan al punto de colocar, prácticamente, a todos los científicos bajo sospecha de actuar al servicio de la izquierda como a los otros del sionismo.

Por si fuera poco, la postura de la derecha se complementa con el socorrido: “si Dios lo quiere”. Con la afirmación peregrina de que haga lo que haga el hombre tiene poco o nada que ver en este asunto pues solo Dios puede controlar el clima.

Dirán que, a estas alturas, no quedarán, apenas, ni tres adultos que se chupen el dedo. Que nadie en su sano juicio creerá semejantes patrañas. Que, hasta, Rajoy ha renegado de su primo y propone una ley de cambio climático para la próxima legislatura, si es que continúa como presidente del Gobierno.

Es cierto que lo propuso. Rajoy hizo la propuesta en clave electoral y por miedo a quedar en ridículo en la cumbre París, pero sigue pensando lo mismo. Si Bertín le hubiera metido un par de goles más en la partida de futbolín y hubiera tenido la oportunidad de hacerle alguna pregunta sobre el cambio climático, Rajoy respondería lo que respondió hace poco con la sabiduría que le caracteriza. Dijo que si ya es difícil saber el tiempo que hará en Pontevedra la próxima semana, imaginen lo que será predecir qué puede ocurrir dentro de un siglo.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España