lunes, 25 de julio de 2016

El Avilés que cerró

Milio Mariño

Harto de escribir de lo mismo, de que después de ocho meses aún estemos a vueltas con la formación de gobierno, había decidido aparcar el tema político, por lo menos, hasta septiembre. Y, en esas estaba mientras tomaba una caña en una terraza de El Parche. Estaba en lo mío, buscando un motivo para escribir este folio y medio que aparece los lunes, cuando caí en la cuenta de que justo enfrente, donde ahora venden montaditos que anuncian en número de cien, había una tienda que vendía calderos de plástico, regaderas, rastrillos, flotadores, juguetes, pinzas de la ropa y cualquier cosa de las que, luego, vendieron las tiendas de revoltijo a un euro y acabaron vendiendo los chinos. Se llamaba Precios Únicos y era única no sé si en los precios pero en todo lo demás seguro.

El recuerdo de aquella tienda me llevó a reflexionar sobre qué queda de aquel Avilés, pues las ciudades, además de los sitios donde vivimos, también son memoria. Están hechas de todas las cosas que recordamos, de nuestros recuerdos de la infancia, la adolescencia o, incluso, la edad adulta. Llámenme sentimental, nostálgico o, simplemente, inculto pero, para mí, las tiendas y los establecimientos antiguos tienen la misma importancia, o más, que los monumentos. Pienso que forman parte de la identidad de nuestras ciudades e incluso de nosotros mismos. Y, por si fuera poco, son un símbolo de resistencia contra esa uniformidad mediocre que todo lo invade y nos ha llevado a que la calle principal de Jerez de la Frontera, o cualquier ciudad de España, tenga los mismos comercios que la avilesina calle de La Cámara.

Vaya usted a donde vaya se encontrará con las mismas tiendas de ropa, las mismas ópticas, perfumerías, zapaterías y hasta los mismos quioscos de chuches. ¿Que ha sido de aquella esencia local? De aquellas tiendas, bares y comercios, con décadas de historia, que nos distinguían de cualquier otro sitio y hacían que fuéramos únicos.

Todo aquello ha ido desapareciendo y, en el mejor de los casos, su desaparición se ha saldado con una breve reseña, en las páginas del periódico local, en la que se daría cuenta de los motivos que propiciaron el cierre, pero dudo que se abordaran las consecuencias de su desaparición por lo que se refiere a la imagen de la ciudad.

Algunos de ustedes, no sé si pocos o muchos, tal vez recuerdan como era Precios Únicos, La Parisién, El Modelo, La Esperanza, Los Álvarez, Verano, el Bar Busto, El Colón, Toldao, Galé, Los Castros, Almacenes Pi, el Marta, el Florida… Yo sí lo recuerdo. Tengo en la memoria un lugar específico donde guardo, como un tesoro, aquel Avilés que digo. Un Avilés por el que sigo paseando entre la añoranza y el extrañamiento.

Hace no recuerdo cuanto, imagino que poco, el portavoz de la Unión de Comerciantes de Avilés y Comarca, decía, en una entrevista, que desde el comienzo de la crisis, en 2007, Avilés había perdido 700 establecimientos. Me parecieron demasiados, pero luego fui sumando… Y quien sabe. La suma apabulla y si le añadimos los cambios en las calles, las aceras, los parques y los jardines, nos pone al día de aquel Avilés que se fue. Habrá quien opine que se fue para bien. No digo nada. Soy consciente de que cuando uno despierta puede elegir la ropa que se va a poner pero no el paisaje con el que se viste su ciudad.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 18 de julio de 2016

Los cuentos son para el verano

Milio Mariño

A casi nadie le sorprendió que Federico Trillo comenzara su discurso diciendo: Por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas. Solo un señor bajito, que estaba en primera fila, puso cara de escéptico. Pero Trillo ni se inmutó. Hizo una pausa, para beber agua, y siguió con su historia. Me encontré con un ciruelo cargadito de manzanas, empecé a tirarle piedras y caían avellanas.

Lo crean o no, la mayoría de los ministros y ex ministros del PP están entre los mejores contadores de cuentos del mundo. Hay quien dice que tienen poca gracia y no hacen reír a nadie, pero con los cuentos pasa como con los chistes malos, la gente no se ríe hasta que los ha oído ya varias veces. Nos pasa a todos. Hace unos días, oí que Trillo volvía con el cuento de que los españoles no habíamos participado en la guerra de Irak y me entró una risa ciega que casi acabo llorando. Me acordaba de Zapatero y de que, nada más ser elegido presidente, ordenó retirar de allí nuestras tropas y no podía parar de reírme. Aunque bueno, para ser sincero, tengo que reconocer que, quizá, me reía más porque también recordaba que había sido la primera vez, en España, que un Presidente de Gobierno cumplía una promesa electoral.

Está bien que en verano nos sigan contando cuentos. Creo que la época es ahora y no en invierno. Tal vez por eso me pareció más divertido el cuento de Trillo que el de Montoro. Ese de que, al parecer, Hacienda no somos todos, no, el otro. El de que no hubo amnistía fiscal.

Los cuentos de Montoro no es que sean malos, es que los cuenta acompañándose con una risita que no le favorece. Debería copiar de Rajoy. Rajoy, además de contar buenos cuentos, acierta en el tono y dispone de un gran repertorio. Creo que lo mismo el cuento de que en el PP no hubo financiación ilegal, como el de que los mil casos de corrupción son casos aislados y el de que España no sufrió ningún rescate y el pufo de los bancos no lo pagamos nosotros, son cuentos geniales. Tiene más pero tampoco vamos a eternizarnos citándolos uno por uno. Sobre todo porque Rajoy en lo que destaca es en la interpretación. Cuenta los cuentos de una manera que el argumento es lo de menos.

Siempre hay algo conmovedor en alguien que cuenta un cuento. Nos lleva a imaginar un mundo de posibilidades que de otra manera sería imposible. Yo discuto mucho con quienes acusan a los contadores de cuentos de falta de veracidad. Opino que se equivocan y no entienden lo principal. El cuento tiene que ser mentira. La verdad está bien para la policía, los jueces, los forenses y los científicos pero para nosotros, para la gente normal, la mentira es lo mejor. Si no fuera por la mentira este mundo sería muy triste. Recuerden que la mentira es la que permite que exista la ficción, la religión, el arte… La que nos ayuda a comprender el mundo y hace la vida un poco más soportable.

Hace poco, el escritor argentino Alberto Manguel, dijo, en una entrevista, que una mentira conocida es más útil que una verdad ignorada. No puedo estar más de acuerdo. Por eso he recordado algunas mentiras que vistas, ahora, en verano hasta pueden resultar divertidas.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

viernes, 15 de julio de 2016

Un bandoleru en Xixón

El mio camentario de los xueves en Noche tras Noche, de la RTPA

El mi lio d'esta selmana vien a petición del oyente. Si ho, como aquellos discos dedicaos que nel sieglu pasáu sirvíen pa felicitar bodes, bautizos y comuniones. Nun foi unu nin dos, fueron tres o cuatro los que me camentaron que-yos gustaben les hestories como la que cunté la selmana pasada, aquella na que falaba de que Mata Hari tuviera en Xixón.

Asina que miré nuna llibretuca, na que guardo dellos apuntes, y aprovechando que tamos na Selmana Negra y que güei pola tarde celebróse una mesa reonda sobre Xusticia, llei y crime, voi camentavos unes cosuques del bandoleru más famosu que conoció Madrid, Luis Candelas, que, por cierto, tamién pasó per Xixón. Y, tamién, como Mata Hari, dempués de pasar pequí, foi deteníu y condergáu a muerte, nesti casu a garrote llaín.

Luis Candelas entrare a robar en casa de Vicenta Mormín, que yera la modista de la reina. Sabíen que fuera él, y él sabía que lo descubrieren, asina que compró una xarré y salió fuxendo de Madrid, camín d’Asturies. Llegó a Uviéu'l 25 de marzu de 1837 y, a l’otru día, siguió viaxe a Xixón. Viaxaba con una mocina, de namás 16 años, llamada Clara María y agospiáronse na fonda La Águila d'Oru. La intención de Candelas yera embarcar, en dalgún mercante, atracáu nel Musel, y fuxir a Inglaterra. Eso en principiu porque depués, ente los sos planes, figuraba visitar Xapón.

Na fonda, Candelas, fíxose pasar per León Cañida, un comerciante de Madrid. A la moza dixera-y que diben a Xixón porque tenía que cobrar una herencia. Pero, depués, reveló-y la so verdadera identidá y díxo-y que diben colar pa Inglaterra. El casu que cuando yá taben nel muelle, dispuestos a embarcar, ella dixo que lo de dir a Inglaterra nada, que lo que quería yera tornar a Madrid.

Luis Candelas camudó, entós, de planes. Nun quería perdela y decidió volver a Madrid. Una decisión fatal porque detuviéronlo cuando facía nueche na venta d'Alcazaren, cerca d’Olmedo. Detuviéronlo, lleváronlo presu a Madrid y condergáronlo a garrote llaín.

Na ficha policial describíen a Luis Candelas como d'estatura regular, pelo negru, güeyos del mesmu color, boca grande y prominente, dientes iguales y blancos, y bien formáu en toes los sos partes. Tenía, namás, 32 años cuando lo mataron. Y desiguida pasó a formar parte de la lleenda popular como un bandíu bonu, unu d'aquellos bandíos que robaben por necesidá pero que nunca enllordió les sos manes de sangre.

La realidá yera distinta. Cierto que Luís Candelas nun matare a naide, pero yera un lladrón de poca monta que procuraba nun facer dañu y robaba a quien podía. Tampoco yera analfabetu nin probe de pidir. Tenía estudios y convertiérase en funcionariu de Facienda, por oposición. Pero la so vida de funcionariu nun-y gustaba. Gustába-y más l'aventura, asina que dexó la oficina y dedicóse a los atracos. Cunten qu'en Xixón tuvo, malpenes, una selmana. Una selmana que resultó negra pos, por amor a la mocina cola que viaxaba, camudó los sos planes de fuxir a Inglaterra y eso costó-y la muerte. Ye, mialma, una hestoria guapa. Una historia d’amor y de fabula, pos nun ye corriente q’un funcionariu de Facienda dexe la oficina. p’atracar y robar a la xente.

Milio Mariño

lunes, 11 de julio de 2016

Llueve sobre Mariano

Milio Mariño

Una semana lloviendo remueve a uno por dentro. Y ya, si es julio, sospechas que no te librarás de una depresión de caballo ni aunque que te metas de todo, incluso supositorios. No lloras porque para eso ya está el cielo reflejando tu estado de ánimo, pero te invade un sentimiento de desesperación e impotencia que temes ponerte a relinchar como un loco, en cuanto te dejen solo.

En esas estaba cuando me puse a escribir este artículo. De modo que pueden imaginar el ánimo para seguir escribiendo sobre la política y los políticos. Sobre eso de que van a intentar, de nuevo, llegar a un acuerdo para que no tengamos que volver a votar en septiembre y se forme gobierno en base al voto mayoritario de quienes han preferido corrupto en mano antes que honrado volando.

Ya sé que las personas que votaron al partido ganador dirán que su voto no significa que respalden la corrupción. Les creo, pero los corruptos no lo han entendido así. Unos se han apresurado a manifestar que se sienten legitimados y otros, imagino que bastantes, sonríen y se frotan las manos, felices de que la corrupción se haya democratizado. Es decir que, por la gracia del voto, haya dejado de ser una contaminación apestosa y se haya convertido en atmosfera imprescindible para la buena marcha del negocio.

Podríamos apelar a la disculpa del miedo o que votamos en verano, pero la realidad obliga a reconocer que hay una mayoría social que está contenta de que las cosas estén como están y no ve necesario que tenga que haber un cambio. Fueron casi ocho millones, los electores que se pronunciaron a favor de que todo siga como está. El resultado es incuestionable, pero que uno lo acate no significa que tenga que admitir que ocho millones de votos hacen respetables a personas que no lo son.

Ni ocho ni dieciocho. Además, si les soy sincero, si les digo lo que pienso, no me cabe otra que confesar que estoy convencido de que los electores se equivocaron. Intentaré explicarlo porque habrá quien se eche las manos a la cabeza y me ponga de vuelta y media. No estoy diciendo que cuestiono el resultado de las urnas y no acepto que los electores voten lo que quieran. Faltaría más. Pero de eso a sostener, a ojos cerrados, que el pueblo es sabio y nunca se equivoca, atribuyendo a los resultados electorales unas virtudes mágicas que no tienen, va un trecho. No comparto la idea de salvarle la cara a la gente y decir que nunca es responsable de nada de lo que nos sucede. El pueblo por supuesto que es soberano pero lo de sabio deberíamos ponerlo en cuestión. Hay datos objetivos y evidencias históricas que demuestran lo contrario. Lo que ocurre es que, a veces, blanqueamos sus errores echándole la culpa a los elegidos en vez de a los electores.

Todo esto que digo, referido al resultado de las elecciones, nadie lo pondría en cuestión si estuviéramos hablando, pongan por caso, de Venezuela y de cuando salieron elegidos Hugo Chavez y Maduro. Si el pueblo se equivocó entonces, también pudo equivocarse ahora. Así que lo dicho, llueve sobre mojado. Lo que valía para otros también vale para nosotros. La culpa es nuestra; de los electores. Y tendremos que aplicarnos lo que dijo George Orwell: "Un pueblo que elige corruptos, impostores y ladrones, no es víctima, es cómplice".

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 4 de julio de 2016

Lo hibrido y la política

Milio Mariño

A igual que ustedes, sabía que hay híbridos vegetales, híbridos animales y, desde hace poco, también automóviles, pero estaba expectante por ver si lo hibrido triunfaba en la política. Dos partidos, Podemos e Izquierda Unida, habían creado un hibrido y las encuestas vaticinaban que el resultado sería espectacular. Lo cual, de confirmarse, hubiera supuesto una alteración de la ley natural pues, según la ciencia, cuando se cruzan dos especies diferentes, del mismo género, la especie nueva siempre resulta estéril.

Y, así resultó. Es decir, se cumplió lo que dice la ciencia. De modo que Pablo Iglesias tiene poco que discurrir para explicar el fracaso. Debería saber que lo hibrido supone un riesgo, pues una cosa son las intenciones y otra el resultado. La cercanía genética no garantiza el éxito. Ahí tienen lo que ocurre con el burro y el caballo. El cruce de estas dos especies se puede hacer sin problemas, la secuencia de los genes tiene una similitud del 98%, pero el hibrido que resulta no es, precisamente, un prodigio. Dependiendo de quien haga de macho, puede salir un mulo o un burdégano.

El ejemplo no esconde ninguna doble intención. Recurro al burro y el caballo para hablarles de dos personajes históricos que tuvieron una querencia especial por lo hibrido, aunque se cuidaron de llevarlo a la política. Me refiero a George Washington y Stalin. Los dos lo intentaron, solo que Washington, quizá por ser de derechas, fue menos ambicioso.

George Washington, además de ser el padre de los Estados Unidos, era muy aficionado a la agricultura, a cultivar marihuana y a experimentar con lo hibrido. Afición que lo llevó a que se le metiera entre ceja y ceja cruzar yeguas americanas con burros españoles. Estaba obsesionado con esa idea, pero se encontró con que el gobierno español había prohibido, no me pregunten por qué, que nuestros burros salieran al extranjero. De todas maneras, tanta fue su insistencia que el Rey de España, Carlos III, le regaló dos burros machos y dos hembras, que fueron embarcados en Bilbao y llegaron a Gloucester, Massachusetts, el 26 de octubre de 1785. Aquellos burros dieron lugar a una dinastía Americana de mulos que, a principios del siglo XX, alcanzó la increíble cifra de seis millones.

El caso de Stalin fue diferente. Stalin encargó al científico ruso Ivanovich Ivanov que consiguiera un hibrido de humano y chimpancé. Un “Humancé”, como dieron en llamarlo. Pero Ivanov fracasó. Lo intentó luego con un humano y un orangután y volvió a fracasar, lo que supuso que Stalin lo deportara a Kazajstán.

Se desconoce cuáles eran las intenciones de Stalin con aquello de crear un híbrido de humano y mono animal. Las malas lenguas aseguran que pretendía una nueva raza que fuera feroz en la guerra y obediente en la paz. Otra teoría (igualmente infundada), sostiene que la intención era mostrar los avances de la biología soviética y fastidiar a los católicos occidentales; especialmente al Papa.

Con lo hibrido hay que tener cuidado. Pablo Iglesias, no sé si conocerá estas historias pero no le hubiera venido mal conocer el estudio de Raquel Godinho sobre la hibridación. Es muy esclarecedor. No tanto por lo que se refiere al burro y el caballo sino al cruce de otras especies como el perro y el lobo. Que son fáciles de cruzar, pero el ejemplar resultante no sirve para mascota porque es indomesticable.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

viernes, 1 de julio de 2016

L’Amuravela

La mio collaboración de los xueves nel programa Noche tras Noche, de la RPA

El mi lio d'esta selmana ye pa camentavos que dempués de San Xuan vien San Pedro, que foi ayeri, y con él L’Amuravela de Cuideiru. Una fiesta que remontase, na menos qu’a 1569, anque'l socesu más importante vivióse en 1.884.

Aquel añu concidió que les eleiciones celebrárense en primavera y ganárenles los conservadores por una mayoría aplastante, pero'l pueblu empezaba a tomar conciencia de que nun tenía sentíu sufrir y callar, aceptando vivir sometíu a la burguesía y la ilesia.

Asina foi qu'el 29 de xunu de 1884, Xuan de la Cuca, que yera'l recitador de L’Amuravela, desenvainó’l sable, llantóse delantre de la imaxe de San Pedro y dixo con voz de truenu:

- ¡Si falta pescáu o pan d’un sablazu vas al suelu, garró llaves del cielu y do-yles a San Xuan!

Dempués de sospresa y el lóxicu revuelu, la reacción foi darréu. El cura paró'l sermón y mandó meter al santu na ilesia, a la par que sentenciaba que nunca más diba celebrase la fiesta.

Los vecinos, pela so parte, retrucaron con división d'opiniones. Dalgunos, los menos, daben-y la razón al cura, pero la mayoría taben con Xuan de la Cuca. Defendíen la so postura y, pa demostralo, cantaben a l’altu la lleva:

- ¡Mientres Cuideiru viva, yá duri la Fuenti'l Cantu, va San Pedru a la Ribera, con todus lus demás Santus!.

L’Amuravela llevaba recitándose en Cuideiru, en presencia de la imaxe de San Pedro, desque en 1569 llegaren unos marineros pixuetos de la conquista de La Florida y saludaren al santu como teníen por vezu saludar al so almirante Don Álvaro, que yera sobrín de Pedro Menéndez.

El ritu repetíase, añu tres añu, de forma escrupulosa. Detrás del tambor y la gaita apaecíen, a llombu de los marineros más populares y meyor puestos, les imaxes de San Pedro, San Francisco y La Virxe del Rosariu, que yeren llevaes en procesión hasta onde taba la llancha. En llegando ellí, a San Pedro, l'únicu que gociaba d'esi fueru, asitiábenlo a popa y recitaben L’Amuravela.

El cura que lo prohibió debía creyer que con quitar que-y dixeren al santu lo que se camentaba na cai acabábense los problemes. Pero, el recitador, como'l mensaxeru, nun tenía culpa de que los marineros tuvieren nuna situación crítica y quixeren que s’oyeren les sos quexes.

Aquel 29 de xunu de 1884, el día que Xuan de la Cuca desenvainó’l sable y alvirtió a San Pedro de que si, en Cuideiru, faltaba pan o pescáu quitaríen-y les llaves del cielu, foi una fecha histórica. Foi l'entamu de munchos años ensin que la imaxe del santu tuviera presente cuando recitaben L’Amuravela. La prohibición duró dende 1885 hasta l’añu 2005. L’Amuravela siguió recitándose col mesmu fervor de siempre pero con San Pedro dientro la ilesia.

Nun sé lo que pensaréis pero como, a la fin, tou se sabe, de pocu debió sirvir qu'a San Pedro lo zarraren pa que nun oyera les quexes. Pa min que siempre debió tar al tantu de los desvelos de los pescadores pixuetos.

Milio Mariño