lunes, 23 de diciembre de 2013

El libro y el cigarrillo no deberían ser electrónicos

Milio Mariño

Hace tiempo, oí decir a un psiquiatra que nuestro sistema mental nos obliga a comprar lo que no necesitamos si lo encontramos a buen precio. Es decir, que el precio, y no la necesidad, es lo que nos mueve a comprar.

No me cabe duda de que es así, y pienso que esa forma de proceder, también la aplicamos a los regalos. Poco importa el regalo siempre que el precio se ajuste a lo que pensamos gastarnos.

Los expertos en marketing están muy al tanto de todo esto, y eso explica que un mes antes de navidades empiecen a promocionar el regalo que se presenta como novedad para sacarnos del apuro a un precio asequible.

Este año, aparte de los libros de memorias de algunos políticos y los famosillos de turno, los promotores del regalo para un apaño habían puesto sus ojos en el cigarrillo electrónico. Y se equivocaron de medio a medio, porque la ministra de Sanidad puede que no se entere de sí en su garaje hay Jaguar o un Seiscientos, pero le basta con un vistazo para descubrir dónde se esconde un fumador empedernido, ya fume en pipa o en esa chuminada de cigarrillo que quema vapor de agua.

Claro, por algo es ministra. A ver si pensaban que por el despiste que tiene con los coches, y las fiestas de cumpleaños, iban a poder darle el cambiazo con los cigarrillos. Ya ocurrió antes y no escarmientan. Obligaron a los bares y restaurantes a disponer de un espacio para fumadores, se gastaron los cuartos para reformar los locales y, en un par de años, decidieron que no se fumaba en ningún sitio cerrado.

Quiere decirse que, a veces, parece como si estuvieran esperando a que inventen algo para prohibirlo. Detesto las prohibiciones, pero en este caso estaría dispuesto a dar mi apoyo a la Ministra si la prohibición se extiende a lo que paso a comentarles.

El cigarrillo electrónico siempre me pareció una gilipollez, un tabaco de fogueo para que los fumadores empedernidos puedan domesticar el mono y no pierdan el tiempo saliendo a fumar a la calle. Seré muy antiguo, pero pienso lo mismo de otro sucedáneo también electrónico: el libro.

No me imagino lo que puede ser, en un futuro, entrar en casa de un amigo y advertir que, en las estanterías, no hay ni siquiera un libro. ¿Cómo qué no? Tengo miles, dirá el desgraciado. Lo que pasa que los tengo, todos, en el ordenador, la Tablet y el dispositivo digital de lectura.

Hombre no me jodas, donde esté un libro de papel: con su textura, su olor, el color y el diseño de las tapas… Ni punto de comparación. Es lo mismo que si comparas un Marlboro con un cigarrillo electrónico. Por eso, y sin que sirva de precedente, pido a Wert que copie de Ana Mato y prohíba que se regalen libros que puedan leerse en una pantalla táctil, como quien fuma, bajo techo, vapor de agua aromatizado.

El precio, es evidente que no juega a mí favor, pero: ¿se imaginan que estas Navidades alguien les regale el archivo de, “El sonido y la furia”, de William Faulkner? Debería estar prohibido. Por todo lo que dije antes y por qué, en Inglaterra, no sé si los jóvenes se avergüenzan de fumar, pero dicen que les da vergüenza leer libros en papel.


Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 16 de diciembre de 2013

Fútbol de banco y de banquillo

Milio Mariño

Corrían los años noventa cuando el Gobierno dictó una nueva Ley del Deporte, estableció un plan de saneamiento, que supuso a las arcas públicas 26.000 millones de pesetas, y obligó a 90 clubes de fútbol a que se constituyeran en sociedades anónimas.

El fútbol se convirtió, entonces, en un gran negocio. Pero los negocios, ya saben, pueden pasar de ser los más rentables a los más ruinosos en menos que canta un gallo. De todas maneras, como la buena o la mala marcha, atañe a quien pone las pelas, decimos allá se las compongan y, si tienen pérdidas, que se jodan. Que pidan cuentas al responsable y se rasquen el bolso.

Nuestra indiferencia, cuando el entramado de los grandes negocios se desploma, es total. Y, en cierta manera, tiene sentido. No parece lógico que, en un Estado social y democrático de derecho, los cascotes de ese desplome caigan sobre la cabeza de los más infelices. Ni lógico ni legal, pero como el nuestro es un Estado de chicha y nabo, donde los piratas son los que mandan, aquí las autoridades privatizan hospitales y sufragan con fondos públicos las deudas de los clubes de fútbol.

Así están las cosas en la Comunidad Valenciana. Lo del cierre de Canal 9 es una broma comparado con la que tienen montada. Dice Fabra que cierra la televisión para no cerrar hospitales, pero no sabemos qué piensa hacer con los clubes de fútbol a los que su antecesor prestó un montón de dinero. Nada menos que 120 millones de euros, aparte de otros avales y créditos, pasaron de las arcas públicas a las del Valencia, Hércules, Elche y Levante. Solo está cumpliendo, y pagando sus deudas, el Levante, los otros clubes han convertido el dinero que les dio Comunidad en acciones, y eso hace que la Generalitat Valenciana tenga el 40% de las acciones del Elche, el 72% de las del Valencia y haya reclamado en los tribunales las que le corresponden del Hércules, donde también será accionista mayoritario.

Por extraño que parezca, la Comunidad Valenciana, en estos momentos, es dueña de dos clubes de fútbol de primera división y uno de segunda. Tres negocios ruinosos que no hemos oído que quieran desprenderse de ellos, como hicieron con la televisión y otros servicios públicos.

Que se hayan desprendido de la televisión y los hospitales y mantengan los clubes de fútbol debe ser, a mi juicio, porque la Generalitat considera que el fútbol es un servicio esencial para la Comunidad. No cabe entenderlo de otra manera pues si bien es cierto que han puesto en venta al Valencia SA, están aguantando el tirón de un club que, a corto plazo, debe 85 millones a Bankia y cuya deuda total supera de largo los 250. El Conseller que lleva el caso dice que dan lo suyo por perdido. Que se conforman con que les den los 250 millones que, el club, debe a otros, pero nadie quiere comprar ese negocio ruinoso. Con todo, no parece, tampoco, que tengan intención de cerrarlo, sigue siendo público a pesar de las pérdidas.

Cabe suponer, entonces, que la Generalitat Valenciana considera que la gente puede vivir sin becas, sin hospitales y sin ley de dependencia pero que pueda vivir sin fútbol es impensable. Sin fútbol la gente podría no saber qué hacer por las tardes y dedicarse a protestar en la calle.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Empeorar para ir a mejor

Milio Mariño

Hay gente muy rara, pero cuesta creer que alguien reforme su casa para dejarla peor que estaba. Mire, he quitado la ducha de hidromasaje y la preciosa mampara de vidrio y las he sustituido por una bañera tipo pileta con unas cortinas de plástico. El baño ha quedado que da pena verlo pero, como es muy incómodo, ahora se duchan menos y ahorro una pasta. De todas maneras, me temo que la reforma no es suficiente, así que ya estoy pensando en cambiar la cisterna, por una de aquellas que se tiraba de la cadena, y sustituir el portarrollos por un clavo para colgar hojas de periódico en vez de papel higiénico.

Una reforma, como esta del baño, fue lo que hizo el gobierno con los derechos laborales. Bajó los salarios, redujo la indemnización por despido y aumentó la precariedad. Reformó lo que había para dejarlo peor. Y quedó contentísimo. Dice que fue un éxito. Que los trabajadores disfrutaban de unos derechos que había que rebajar porque eran un lujo que arruinaba a los empresarios. A unos empresarios que habían amasado sus grandes fortunas mientras estaba vigente la ley que, El Gobierno, se apresuró a reformar. Así que no entiendo nada. No entiendo que la solución sea derribar lo que funcionaba bien para construir sobre los escombros y hacerlo peor. Es el mundo al revés. Es ir para atrás y decir que vamos bien.

El caso que eso de que las cosas deben empeorar para que todo mejore, se lo había oído yo nada menos que a Alfred Pennyworth, el mayordomo de Batman. Aquel viejo guasón que se mostraba asombrado por la candidez de Bruce y le decía que los villanos son muy simples, pues siempre repiten la misma fórmula, tanto en el fondo como en la forma.

Tenía razón. Si nos fijamos en lo que ocurre ahora y lo comparamos con lo que decía Cervantes, en “El Retablo de las maravillas”, vemos que siguen empleando los mismos trucos que en la Edad Media. Unos estafadores aparecen en el pueblo anunciando que presentarán el espectáculo más asombroso que se ha visto nunca pero ponen una condición: que sólo podrán verlo quienes tengan un origen legítimo y no anden en tratos con el demonio. De modo que cuando irrumpe alguien que no participa en el delirio de la farsa y por tanto atestigua que el escenario está vacío, el alcalde lo señala con un anatema terrible que, en aquellos tiempos, significaba condenarlo a la hoguera sin remisión: “¡ Es de ellos, no ve nada!”

Han pasado ya varios siglos pero seguimos en las mismas. Sólo fingiendo o creyendo ver lo que no existe podemos librarnos de que no nos acusen de pertenecer a ese “ellos” infame. El hecho de ver la realidad, y contarla, convierte, a quien se atreve, en un proscrito y un apestado.

De todas maneras, a menos que se participe en el delirio de la farsa, cualquiera puede ver que las reformas son a peor. Pretenden que cuando todo esto acabe, y por todo me refiero a las reformas en marcha, que no se limitan al baño sino al conjunto de la vivienda, la casa se parezca a la que había allá por los años setenta. Solo entonces, cuando se vuelva inhabitable, empezarán las mejoras. Los hijos volverán a reformar el baño para ponerlo como lo tenían sus padres.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 2 de diciembre de 2013

Conocer a Rajoy

Milio Mariño

Nos hemos acostumbrado tanto a las mentiras y los despropósitos que casi nos ha pasado desapercibido que la Audiencia Nacional decidiera, hace unos días, que, aun, cumpliendo los requisitos legales, un discapacitado extranjero no puede acceder a la nacionalidad española si no demuestra primero que conoce a Rajoy.

Los términos de la resolución así lo reflejan y, en previsión de posibles críticas, la Audiencia se apresuró a puntualizar que tener en cuenta la discapacidad del reclamante sería considerar una discriminación positiva no prevista en la ley. Es decir que para evitar posibles sospechas y por si alguien tenía dudas de que nuestra justicia otorga algún trato de favor, la Audiencia dejó muy claro que no entiende de privilegios. Que trata lo mismo a un inmigrante con una discapacidad del 67 por ciento que a un miembro de la casa Real.

Todos somos iguales ante la ley. Y me parece bien. En lo que ya no estoy tan de acuerdo es en la pregunta que la Audiencia eligió para comprobar si un extranjero merecer ser español. Podían haberle preguntado si conocía Los Sanfermines, Las Chirigotas de Cádiz o El Descenso del Sella, pero le preguntaron si conocía a Rajoy.

La pregunta no sé si es cosecha de Jorge Fernández Díaz, en cuyo caso es posible que le parezca normal o quizá disuasoria, pero a mí me parece impertinente y tramposa. Muy similar a lo que resultaría de colocar al inmigrante frente a una valla de siete metros coronada por un ramillete de concertinas. La dificultad y el riesgo son parecidos por qué: ¿Quién conoce a Rajoy? ¿Hay alguien que, realmente, lo conozca…? Sabemos quién es, pero conocerlo…

Insisto en este matiz porque me parece fundamental. Si consultamos el Diccionario de la Real Academia vemos que conocer es un proceso perceptivo directo propio de lo animal, mientras que saber es un proceso indirecto, apoyado en la capacidad de razonar y aprender. Por eso, contando con que es muy difícil ponerse en la piel de nadie, he llegado a la conclusión de que, como muchos de nosotros, el inmigrante discapacitado no conoce a Rajoy, pero sabe quién es. Lo sabe y ha preferido ignorarlo. Lo cual puede ser imperdonable para la Audiencia y el partido que nos gobierna pero, desde luego, no para España. España está llena de españoles que pasan de Rajoy y no por eso deberían retirarles la nacionalidad.

Otro punto a considerar es la obligación de pasar un examen. La Audiencia examina a los inmigrantes que llegan del Tercer Mundo sin un euro en el bolso, pero no hace lo mismo con los que llegan de cualquier sitio y compran una casa o invierten 500.000 euros. Esos, después de la inversión o la compra, son españoles de pleno derecho sin necesidad de pasar un examen y, por tanto, no tienen que demostrar que conocen a Rajoy.

Ya sé que, por mucho que me parezca injusta, la ley es la ley y hay que respetarla. No obstante, injusticias aparte, esta ley tiene su lógica. Una persona con dinero no importa, o importa poco, que conozca a Rajoy. Los pobres, en cambio, sí deberían conocerlo. O, por lo menos, saber quién es. En eso le doy la razón a la Audiencia. Por esa falta de conocimiento, estamos como estamos y tenemos de Presidente a una persona que miente y ha agotado todo su crédito.

Milio Mariño/Artículo de Opinión/Diario La Nueva España

lunes, 25 de noviembre de 2013

El miedo es libre

Milio Mariño

El Gobierno, que ahora cumple dos años, tiene en gran estima a los que no salen a la calle. Dice que en casa se está mejor que en ningún otro sitio, sobre todo en invierno: con la calefacción, los libros, la música, internet y un buen sofá para echar una cabezada mientras vemos el telediario.

Suelo ser crítico con el Gobierno pero, en esto, reconozco que llevan razón. Cada vez salgo menos de casa. Antes tenía que salir para trabajar y ganar dinero, pero ahora, desde que estoy jubilado, solo salgo para divertirme y, sobre todo, para combatir la injusticia.

Para combatir la injusticia salgo aunque sea invierno y caigan chuzos de punta. Y voy a seguir saliendo aunque pongan esas multas que anuncian como amenaza. Tengo la suerte, o no sé si la desgracia, de pertenecer a una generación en la que ya de niños solían asustarnos y meternos miedo con cualquier cosa. Crecimos atemorizados por un miedo que, sin pretenderlo, dio otra intensidad a nuestras vidas y sirvió para agudizar nuestro instinto de supervivencia. Fue como si nos vacunaran. Así es que luego, cuando éramos jóvenes, salíamos a la calle y no temíamos a los grises, ni a las porras ni a las multas gubernativas.

Observando las primeras reacciones, me di cuenta, enseguida, de que en eso se basan los gobernantes de ahora, en que las generaciones que nos precedieron no mamaron el miedo como nosotros. Los que tienen cuarenta años, y de ahí para abajo, crecieron protegidos por sus padres, sus abuelos y la legislación vigente. No saben lo que es el miedo y eso ha servido para que quienes legislan piensen que pueden intimidarlos con una Ley que propone multas cuya cuantía no la establecen en función del salario mínimo, sino sobre el sueldo de los empresarios y los banqueros.

Son tiempos de una inmoralidad que da asco. Tanta ferocidad y tanta saña resulta inconcebible, su misma exageración la anula, y el resultado es que la gente, en vez de asustarse por lo que son capaces de hacer los diputados en el Congreso, les mira con una ternura infinita y lamenta estar gobernada por un atajo de impresentables.

Con todo, el desprecio y la indiferencia hacen mella, de modo que no me extrañaría que, cualquier día, Wert, Gallardón, Fernández Díaz o el ministro de turno, protagonizaran un arrebato de conciencia humana y respondieran ante las cámaras: Ya sé que lo que hago es grotesco pero es que Rajoy me ha empleado de ogro.

Si algo merece ser defendido de forma intolerante es la falta de tolerancia. No se puede tener una vara de medir para los corruptos y otra distinta para sus víctimas y quienes protestan ante la injusticia. Es evidente que se les ha ido la mano, han sustituido la inteligencia por el instinto y han reaccionado como bestias pardas.

El miedo es libre, cada cual coge el que quiere, dirán los que siempre dicen que si no haces nada, nada as de temer. Piensan que el miedo es la mejor solución para evitar las protestas, no reparan en que, muchas veces, también suele ser una fuente de energía que se transforma en coraje. Las pruebas son evidentes: aunque haya fosos fortificados, nidos de ametralladoras o alambradas de siete metros, coronadas con cuchillas asesinas, sigue habiendo gente no les tiene miedo y se juega el tipo.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España


lunes, 18 de noviembre de 2013

Soldadura

Milio Mariño

Me lo recordó un amigo y pensé que no habíamos concedido la debida importancia al hecho de que, cuando se debatían los Presupuestos Generales del Estado, el presidente del Congreso, Jesús Posadas, suspendiera el pleno porque los diputados, y él mismo, percibieron un fuerte olor a soldadura que procedía del sótano.

No me gusta especular, de modo que no me plantee si sus señorías hubieran reaccionado lo mismo si en vez de oler a soldadura oliera a huevos con chorizo, pero me extrañó que reaccionaran como si aquel olor fuera un fenómeno inexplicable y dañino. Pensando, tal vez, que los obreros podían haber inventado un nuevo procedimiento para influir en sus decisiones. Un olor a quemado que impedía a los diputados ser dueños de sus actos y obrar en conciencia. Algo parecido a esos fenómenos “para anormales” que se imponen a la realidad, solo que, en este caso, las voces del más allá llegaban en forma de tufarada de un mundo lejano, y ajeno, del que sus señorías solo tenían noticia por haberlo leído en alguna novela o haberlo visto en algún reportaje de La 2.

Desconozco cuál fue la consideración que los grandes analistas políticos dieron al suceso, pero que los diputados abandonaran el Congreso, por un olor a soldadura, constituye un hecho histórico sin precedentes. No acepto que se banalice y se recurra al análisis simplista de que los diputados utilizan cualquier excusa para largarse de allí corriendo. Sería una ligereza comparar este desalojo con lo ocurrido en el pasado puente de Los Santos, cuando abandonaron el hemiciclo, en tromba, con el pretexto de que perdían el avión. Esto es más serio. De ahí que requiera, como cualquier otro suceso histórico, que se analice y se explique su transcendencia, además de las posibles repercusiones futuras.

Según mis noticias, los primeros en dar la voz de alarma fueron los diputados de ICV y el portavoz del PP, Alfonso Alonso, lo cual entra dentro de lo normal pues, en aquella fecha, el PSOE aún no había celebrado su Conferencia Política y, por tanto, nadie tenía constancia de que hubiera vuelto. Así es que fueron los diputados de IU y los del PP los que, el 11 de noviembre, detectaron el olor, lo mismo que dos meses antes, otro día once, en este caso de septiembre, detectaron una filtración de agua, que también obligó a que se suspendiera la sesión.

Tenemos pues dos incidentes, uno líquido y otro gaseoso, ocurridos el mismo día, de distinto mes, que nos llevan a pensar que tal vez el próximo pueda ser el que falta para completar el estado de agregación de la materia. Es decir, el sólido. De ahí que nadie, ni nosotros, ni los diputados ni los partidos políticos, debería pasar por alto lo que, sin duda, constituye una señal. Primero el Congreso hace aguas y ahora huele a quemado.

Si aplicamos la lógica elemental todo apunta a que, dentro de otros dos meses, podría producirse otro aviso, que sería sólido y, por tanto, de mayores consecuencias. De todas maneras, este análisis se refiere solo a los hechos, no aborda las causas por falta de espacio. Sería necesario otro capítulo para analizar por qué el Congreso hace aguas y si es que el olor a soldadura tiene algo que ver con la percepción generalizada de que se ha roto la unidad y España necesita ser soldada.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 11 de noviembre de 2013

El PSOE remasterizado

Milio Mariño

Las discográficas suelen remasterizar las canciones que fueron éxitos con la esperanza de que los jóvenes se enganchen a la misma música que cautivó y encandiló a sus padres. Algo así quiso hacer el PSOE, este fin de semana, para salir del anonimato y devolver la ilusión a unos electores que están asombrados por la capacidad devastadora que ha demostrado el Gobierno de la derecha en apenas dos años.

El PSOE presentó su Conferencia Política como algo novedoso, pero enseguida se vio que de novedad tenía poco. Fue la canción de siempre, solo que, en este caso, además de la remasterización, se esmeraron con el estéreo, incluyeron algún instrumento nuevo y lo ecualizaron todo para adaptarlo a lo que, creen, es la música que demanda el mercado.

Lo que pretendían era sencillo. Consistía en que, a partir de la Conferencia, la gente percibiera como que siempre fueron buenos y que los malos eran unos monstruos, que nadie sabe de dónde surgieron, de los que por suerte ya se han librado y también nos han librado a nosotros. Todos siguen ahí, no ha desaparecido ninguno, pero para hacernos creer lo contrario echaron mano de algo que siempre ha utilizado la iglesia católica con muy buen resultado. Aquello de que una cosa es el cristianismo y otra el Vaticano. Es decir que no hay que confundir el partido con su jerarquía ni a las bases con sus dirigentes.

El Vaticano lleva casi dos mil años sustentándose y retroalimentándose sin necesidad de aire fresco. El PSOE no lleva tantos pero treinta y cinco no se los quita nadie. Todas las jerarquías y todos los dirigentes repitieron, volvieron a repetir y ahí los tenemos, según ellos, porque las bases los eligieron y piensan que son los mejores. De modo que las bases tienen su parte de culpa, que viene a ser toda.

Decía Gimferrer, en un famoso verso: “Si pierdo la memoria, qué pureza”. Y que alivio, pues las bases están deseando resetear el partido para tener la sensación de inaugurar algo nuevo, para percibir la esperanza de cambio.

Temiendo eso, la jerarquía, el aparato, se cuidó de que los militantes no participaran en la Conferencia, así que soluciones inmediatas ni una. Nada de saltarse el caduco y corrupto estatus establecido; nooooo, eso no. Lo de un nuevo asalto al palacio de invierno ni pensarlo. Que no se le ocurra a nadie acudir a una Conferencia Política, o a un Congreso, con salfumán y un cepillo de cerdas metálicas para limpiar y desinfestar todo lo que huele a podrido. A lo sumo, como concesión máxima, se pasa la bayeta y listo.

Fue lo que hicieron, pero cualquier operación que no sea la refundación tras el desalojo de la casta de mandarines suena a lo que es: un apaño para salir del paso. Y eso vale para el PSOE y para su hermano gemelo, pues ambos son parte de la enfermedad que nos ha traído este desconsuelo. Así es que se acabó el juego; ya no se acepta que la única alternativa sea que el PP haga de poli malo y el PSOE de poli bueno. Ya no son polis, son reos cuya reinserción se antoja casi imposible.

El PSOE remasterizado suena casi lo mismo. Serán pocos, muy pocos, los que compren la vieja canción, aunque hayan mejorado el audio y rediseñado la carátula poniendo, a todo color, conectamos.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

viernes, 8 de noviembre de 2013

El Guardia fatu de Mieres y les ganes de fastidiar

Milio Mariño

Una persona que participaba nun actu cultural y aparcó’l coche frente a la Casa de Cultura, fue multada, el miércoles y el xueves, por un Guardia Municipal de Mieres que, según dixo, nun entendía l'autorización d’aparcamientu, escrita n’asturianu.

Les pallabres n’asturianu, distintes al castellán, yeren "conceyu", "aparcamientu", "estacionamientu" y "payares" (concejo, aparcamiento, estacionamiento y noviembre).

Los portavoces del SIPLA, Sindicatu del Guardia, dixeron que los Guardies Municipales nun tan obligaos a conocer llingües que nun tienen calter oficial.

Eso ya lo sabemos, sabemos que nun tan obligaos, pero hai que ser fatu, mui fatu, pa ser Guardia Municipal en Mieres y nun entender lo que quier dicir Conceyu o aparcamientu. De mou que’l Guardia nun merez que lo sancionen por nun saber asturianu, merez que lo echen a la cai, previu trámite d’una baxa por incapacidá total.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Todo me huele a pasado

Milio Mariño

El espionaje de Estados Unidos, la muerte de los mineros, asfixiados por grisú, y el recuerdo de Manolo Escobar y Lou Reed, fueron sucesos cuya relación no va más allá de su coincidencia en el tiempo, pero, en mi caso, provocaron que hiciera un viaje al pasado y me encontrara con el rock y la copla, la guerra fría, los viejos accidentes mineros y un país triste y atemorizado que ansiaba salir del pozo y parecerse al resto de Europa.

La sensación fue de tristeza, fue que la historia se repite y nos acompaña como una velada amenaza que se convierte en un bumerán sádico para golpearnos de nuevo. En cosa de nada, comprendí que la sabiduría que se atribuye a los viejos es, solo, experiencia. Somos la historia de nosotros mismos. Volvemos a vivir lo que ya hemos vivido. Actuamos como si ascendiéramos por una calle conocida caminando de espaldas. El trayecto es el mismo y la sensación es de bajada pero solo se trata de un cambio de perspectiva.

De este viaje al pasado tiene mucha culpa el otoño y el atardecer adelantado por el absurdo cambio de horario. Se hace de noche enseguida y, para entretener la espera, antes de volver a escuchar las noticias, escucho “Amar y vivir”, ese bolero que dice: “se vive solamente una vez, hay que aprender a querer y a vivir, hay que saber que la vida se aleja y nos deja llorando quimeras”… Dieguito “El Cigala” y Bebo Valdés al piano.

El llanto apenas se oye pero así es como estamos, llorando lo que, hora, nos dicen, era una quimera que casi habíamos alcanzado. Casi habíamos llegado cuando nos despertaron y dijeron que el camino que nos queda será largo y doloroso. Lo dijo el propio Gobierno y el Nobel Paul Krugman. Y eso mismo, que quizá parezca nuevo, ya lo había oído, yo, al comienzo de los años ochenta. Entonces, como ahora, tampoco había dinero para sanidad, ni para educación, ni para otras muchas cosas pero sí que lo había para pertrechar al Estado y espiar a los activistas sociales. Estamos en las mismas. Volvemos el punto de partida pues, a pesar de que no hay dinero para casi nada, el presupuesto del Gobierno para material antidisturbios ha aumentado un 1.780% respecto al del ejercicio anterior. De 173.670 euros ha pasado a 3,26 millones. Debe ser, como decía Paul Krugman, que se preparan para un camino doloroso.

Invierten mucho en dolor. En realidad, es en lo único que invierten. Quieren asegurarse de que, realmente, sintamos dolor. Parten de la premisa de que el dolor es difícil de objetivar. Estar en el paro, vivir con recursos escasos y sufrir medidas injustas, fastidia mucho pero no duele como ellos piensan tendría que doler. Estás tan concentrado en tirar para adelante que apenas sientes dolor. Pones tanto empeño en salir del pozo que aunque te duela no lo notas. Por eso el Gobierno aumenta en un 1780% el presupuesto destinado a porras. Intuye que el dolor que sientes no es suficiente para inmovilizarte y dejarte recluido en tu casa. Todavía es soportable, está en esa fase que te empuja a rebelarte y salir a la calle. Las porras son para eso, para convencerte de que lo mejor que puedes hacer es sufrir en silencio, ensayar nuevos postres caseros y sacar a tu perro de paseo.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España


lunes, 28 de octubre de 2013

Parot para la memoria

Milio Mariño

Por muy demócrata que uno sea, por más que acate la justicia, huya de la venganza e invoque los Derechos Humanos, no puede evitar que se le parta el alma cuando alguien que ha cometido 24 asesinatos sale a muerto por año y abandona la cárcel silbando.

La primera reacción es esa, es quejarnos con amargura y decir que no hay derecho. Luego viene lo de quedarse a solas y pensar que, a fuerza de viejo, uno ya ha pasado por esto. Ha tragado sapos y culebras, tapándose la nariz con los dedos, cuando la Ley de Amnistía de 1.977, todavía vigente y hace poco invocada, que no solo no recortaba condenas, sino que amnistiaba a criminales que no cumplieron ni un día de cárcel y ni siquiera fueron juzgados.

Hay que olvidar, pasar página y seguir adelante, dijeron entonces los que ahora dan voces. Los que discrepan con Gorka Landáburu, mutilado por un paquete bomba en 2001, Roberto Manrique, presidente de las “Víctimas de Catalunya” y Bárbara Durkhop, viuda del senador socialista Enrique Casas, asesinado por ETA en 1984, que más allá del dolor apuestan por el futuro. Una apuesta que me recuerda la serena dignidad de las víctimas del franquismo y refuerza la evidencia de que, en España, todavía hay víctimas de primera, de segunda e inclasificables, que son las olvidadas.

Hoy casi nadie se acuerda de los asesinos, los asesinatos, las torturas y las vejaciones de hace sesenta o setenta años. Dicen, desde el poder, que lo mejor es no remover el pasado. Que el pasado, pasado está. Que los que fueron enterrados en las cunetas prefieren seguir allí, antes de que los lleven a ningún otro sitio.

Lo dice este Gobierno, del PP, lo mismo que dice que no tiene nada que ver con la excarcelación de los presos etarras, que eso es cosa de Estrasburgo y de la Audiencia Nacional. Que si ellos sentencian que hay que excarcelar se excarcela.

Fue lo que dijeron, en público, poniendo cara de palo pero, en privado, nada más conocer la sentencia, gritaron: ¡Gol en Mendizorroza! Menudo peso nos han quitado de encima. Si gestionamos bien la Sentencia y conseguimos que ETA entregue las armas, significaría empatar el partido. Los socialistas consiguieron que la banda dejara de matar y nosotros conseguiremos que se rinda.

A los familiares de las víctimas se les consuela. ¡Qué importa que tengamos que soportar algunos reproches si al final todo va a ser olvidado! ¿Quién se va a acordar, dentro de treinta años, de que ahora están fastidiados? Se acordarán de que hemos conseguido una hazaña.

Así es la historia. Debería ser más amable y más justa pero no siempre lo es. Y no solo eso sino que, para tu asombro, aparecerá alguien que acabará preguntándote qué papel vas a escoger: si el de víctima o el de triunfador. El de la autocompasión y el dolor o el de la superación.

Antes de elegir un camino u otro convendría que no olvidáramos que cuando los etarras salgan a la calle no estarán solos. Se encontrarán con Emilio Hellín, el General Galindo, González Pacheco y un buen número de torturadores y asesinos que también están en libertad. Las víctimas, en este caso, llegaron hasta Argentina para que la juez Servini, siguiendo el criterio de Justicia Universal, pidiera su extradición. Y la juez la pidió, pero Rajoy dijo no.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España


miércoles, 23 de octubre de 2013

Tamos saliendo…

Milio Mariño

La verdá ye que nun sé d'ónde salimos… Y, si salimos, tampoco sé ónde entramos… Lo que sí sé ye que'l Gobiernu nin entra nin sal. Tá tiráu al monte y baxa de xemes en cuando pa esquilmar el rebañu.

Ensin desaxerar una freba esto ye lo que lleo: Seis millones de paraos y xubiendo. Los sueldos polos suelos. Terroristes, violadores y asesinos sueltos. Saquiadores de Bancos y Caxes d'Aforru gociando de los sos saqueos. Partíos corruptos. Políticos cobrando sobresueldos en negru. La Infanta, y el so consorte, gastando’l dineru d'una ONG pa los neños con cancro….

¿Mialma tamos saliendo?... ¿Dalguién cree que podemos salir d’esto….?

martes, 22 de octubre de 2013

A modo de experimento mental

Milio Mariño

(Artículo de Antonio Muñoz Molina, al que me agarro como a un clavo ardiendo después del vapuleo sufrido por mis comentarios sobre Albert Plá) )

A mí siempre me admiran estos que dicen de sí mismos que son provocadores, y en muchos casos viven regaladamente del dinero de todos y reciben palmadas oficiales, y pareciendo tan irreverentes saben siempre muy bien a quién provocan, y acaban estupendamente colocados, en plazas especialmente habilitadas de provocación. Es una tradición ya muy establecida: una parte del arte moderno, del bueno y del malo, consiste en presuntas provocaciones contratadas de inmediato para bienales públicas y pabellones oficiales, costeadas con subsidios que a lo mejor se escatiman a las escuelas o a las bibliotecas.  Cuando voy a ARCO o a un teatro de ópera y me encuentro en medio de un público tan dócilmente dispuesto a sentirse provocado y a celebrarse a sí mismo por su propia audacia, la verdad es que me da la risa. A estas alturas, hasta las señoras del PP con abrigos de pieles van devotamente al Teatro Real a que las provoque Calixto Bieito.

Y ahora propongo un pequeño experimento mental. Imaginemos que un cantante catalán no afiliado al independentismo va a actuar en un teatro municipal en Cataluña. Imaginemos que dicho cantante asegura en público que le da asco ser catalán, con la tranquilidad laboral de que ese desplante le asegurará contratos en sitios afines, en los que se verá como un mérito su anticatalanismo agresivo, portadas en La Razón y entrevistas en Intereconomía. Imaginemos qué posibilidades hay de que el teatro no rescinda su contrato. Imaginemos cuántos defensores de la libertad de expresión de Albert Pla lo serán también de la libertad de expresión de este cantante hipotético.

lunes, 21 de octubre de 2013

La Ley de Educación y el Plan del 53

Milio Mariño

Soy de los que piensan que los Gobiernos, todos los Gobiernos, promueven, en secreto, las manifestaciones de estudiantes como una especie de master en el que los jóvenes reciben porrazos injustos que les sirven para aprender cómo se aplica la ley en la calle y formarse en esa asignatura, no reglada, que es el escepticismo.

A mí también me zurraron. Empezaron zurrándome los profesores de bachiller y luego, cuando era adolescente y me respetaban un poco, ya me zurraban los grises. Pero, con todo, me considero un privilegiado. Ya me gustaría saber qué porcentaje de la población tenía acceso, entonces, a los estudios de bachillerato. Seguramente solo unos pocos, unos elegidos que nos enfrentábamos a dos reválidas, nos levantábamos cuando el profesor entraba en clase, no se nos ocurría tutearlo, teníamos Religión todos los cursos, aprendíamos latín desde muy pronto y al finalizar aquellos estudios sabíamos, entre otras cosas, que Tegucigalpa era la capital de Honduras.

Desde entonces han pasado casi cincuenta años y, como es lógico, la sociedad ha cambiado mucho. Me refiero a la sociedad que había cuando este Gobierno llegó al poder, porque luego empezamos a retroceder y ahora estamos treinta años atrás. Lo cual explica que hayan sacado una nueva Ley de Educación que nos devuelve al Plan del 53, un Plan que duró hasta 1972 y fue por el que yo estudié.

Dice el Gobierno, y no le falta razón, que si es verdad que hemos vuelto treinta años atrás sería ilógico que hicieran una ley para el siglo XXI. No están dispuestos a cometer el mismo error que, en 1.990, cometieron los socialistas, que hicieron una Ley de Educación para aquellos tiempos y no tuvieron en cuenta de dónde veníamos ni dónde estábamos. El calendario ponía aquel año pero, los españoles, no estábamos en 1.990, estábamos mucho más atrasados. Ahí estuvo el error. Y, de ahí viene que estemos los últimos en los rankings internacionales de matemáticas, idiomas y comprensión lectora.

Cierto que habíamos empezando a descontar el retraso, pero llegó la crisis y nos devolvió a mis tiempos de bachillerato. Así es que estamos donde estábamos. En las aulas no se pega, pero, en los puestos de trabajo, el capitalismo pega duro y en la boca del estómago, que es donde, de verdad, hace daño. Otra cosa que ha retrocedido y, en este caso a los tiempos de Franco, son las manifestaciones. Ahora son todas a favor del Gobierno. Los manifestantes no cuentan, solo cuentan los que se quedan en casa y esos, antes, no contaban.

Total que hemos retrocedido nadie sabe hasta dónde. La única esperanza es que allá por el 2016 podamos volver a 1.990, año en el que se promulgó la LOGSE. Ojala, porque como sigamos retrocediendo ya veo a los chavales usando la Enciclopedia Álvarez y haciendo botellón con agua del grifo y moras machacadas, que era como lo hacíamos nosotros.

Todo viene, al parecer, de que habíamos concebido la educación como una posibilidad de ascenso social. Y, es cierto que puede servir para eso. Pero, también, para alterar el destino de cada uno. Los hijos, salvo excepciones, deberían ser lo que fueron sus padres. Que la clase media y, sobre todo, la baja, utilicen educación para progresar socialmente es lo que nos ha llevado al fracaso. Y eso es lo que, el PP, trata de corregir con la Nueva Ley.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España



lunes, 14 de octubre de 2013

Tetas como pancartas

Milio Mariño

Lo curioso de vivir momentos como el de las tres chicas que, la semana pasada, enseñaron sus tetas en el Congreso, es que enseguida aparece gente que lo sabe todo y lo explica todo. Periodistas, políticos y tertulianos que salen en tromba y analizan lo sucedido disfrazando los criterios más peregrinos para que parezca que su opinión tiene sentido. Así es que hemos oído, y leído, opiniones para todos los gustos y alguna que otra a disgusto, como la de unas cuantas señoras, muy de derechas, que se revelaron más feministas que nadie y mostraron su rechazo a la utilización del cuerpo de la mujer para protagonizar cualquier tipo de anuncio, ya sea de coches de lujo, de colonias caras o en defensa del derecho al aborto. Un derecho que, según ellas, es repugnante.

El caso que algunos caballeros y, sobre todo, esas feministas de nuevo cuño, dijeron que es feo y de mal gusto recurrir a las tetas para llamar la atención del público. Y se quedaron tan panchas, como si nunca hubieran recurrido a un escote profundo o no se hubieran cruzado de piernas para atraer las miradas y promocionarse a sí mismas. Pero eso es distinto, responde a la causa noble, y universalmente aceptada, de poner el cuerpo al servicio del ego y de la vanidad personal. Actitud, generalmente, aplaudida en ese teatro alternativo que, ahora, son las tertulias, pobladas de papanatas que pugnan por ser graciosos y no dudan en ofrecer versiones de Perogrullo para acabar reconociendo lo que hasta el más tonto sabía desde el principio. Que las chicas podían haber gritado hasta desgañitarse pero que, si en vez de enseñar sus tetas, hubieran desplegado un par de pancartas no las habría tomado en cuenta ni cristo. De modo que dejémonos de pamplinas. Claro que importan las tetas. Las tetas importan cuando se convierten en un arma política. Todo lo demás, toda la polémica, eso de que desprecian al feminismo, que son una franquicia y mil tonterías, incluida la del ministro tonto de turno, en este caso Fernández Díaz, que dijo: "Se podría haber producido una tragedia, haberse caído ella y haber matado a algún diputado", son ganas de marear la perdiz.

El acto en sí, fue un acto reivindicativo que no debería preocupar a nadie. Lo que sí debería preocuparnos fue la reacción que vino después. Y no me refiero a los tertulianos ni a las feministas de ocasión o los editoriales más o menos casposos, me refiero a que el PP y el PSOE volvieron a coincidir, una vez más, haciendo como que no se enteraban de la protesta. De una protesta que venía de la calle y representaba el sentir de muchas mujeres. Solo Izquierda Unida reaccionó, a mi modo de ver, de forma honesta y valiente, ante la hipócrita actitud de quienes siguen defendiendo que lo políticamente correcto está primero que el sentir de aquellos que representan.

Tampoco comprendo dónde está el escándalo. Que las mujeres enseñen el cuerpo, esgrimiéndolo como arma, viene de viejo. Primero enseñaron los tobillos, luego las rodillas, después el ombligo y ahora las tetas, con sus pezones incluidos. Hay quien dice que fue un destape propio de los primeros años de democracia. Allá quien lo diga. Yo las aplaudo. Pienso que no está la cosa como para que despreciemos a tres luchadoras. El ejército es escaso y la batalla larga.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 7 de octubre de 2013

Cuando lo bueno es malo

Milio Mariño

No sé lo que está pasando. No sé por qué, todo lo que creíamos bueno, ahora resulta que es malo. Reconozco que ya desde siempre, desde que éramos niños, nos venían mintiendo sobre lo bueno y lo malo, pero lo grave es que las mentiras de nuestros padres, las que solían emplear para salir airosos de una situación inesperada o comprometida, se han convertido en el recurso preferido de nuestras autoridades, a la hora de justificar las medidas que más daño nos hacen. Es como si a una persona de cincuenta años le siguieran diciendo que tenga cuidado, que no puede tragarse el chicle porque quedaría pegado a sus intestinos y tardaría siete años en digerirlo.

A mí es lo que me decían cuándo, de niño, me daban chicle. Por eso digo que no sé lo que está pasando, no sé si es que somos víctimas de una fantasía, infantil y delirante, que apuesta por convencernos de que todo lo que creíamos bueno es malo y que solo alcanzaremos la felicidad y el bienestar si transformamos lo bueno en malo y lo malo lo hacemos aún peor. No sé en virtud de qué lógica demente nuestros gobernantes insisten con el argumento de que aquello que considerábamos bueno nos estaba haciendo un daño tremendo. Es decir, que estábamos medio podridos: llenos de pústulas, infecciones de todo tipo y fistulas anales por donde supurábamos el exceso de derechos, y de dinero, que la administración del Estado había tenido a bien regalarnos.

Y nosotros tan tranquilos, creyendo que no era malo que a los jubilados y los enfermos crónicos les pagaran las medicinas y tuvieran el amparo de una Ley de Dependencia a la que podían acogerse en caso de necesidad.

Nuestra ignorancia llegaba al punto de que tampoco creíamos que fuera bueno que a un obrero le rebajaran el sueldo, le aumentaran la jornada y pudieran despedirlo, de hoy para mañana, sin que el empresario tuviera que justificar la medida ni le costara un euro el despido. Pero, al parecer, según el Presidente del Gobierno y la ministra del ramo, que se hayan devaluado los sueldos y hayamos perdido un montón de derechos no solo es bueno, es buenísimo. Tanto es así que de ello depende la recuperación del país.

Ninguna persona sensata hubiera pensado que la solución a la crisis fuera destruir las conquistas sociales, pero cada día que pasa es más evidente que de eso se trata, que consiste en transformar todo lo bueno en malo, incluidos, claro está, servicios públicos tan esenciales como la sanidad y la educación.

Quiere decirse que la solución no estaba, como creíamos, en buscar y encontrar nuevas fórmulas, sino en lo más clásico de la creación española: el timo de la estampita. En dar gato por liebre e insistir en la mentira, la estafa, el sablazo y el choriceo, practicado desde las más altas esferas, tan altas que el brazo de la ley nunca consigue alcanzarlas.

Los halcones del sobresueldo aseguran que ese es el camino. Y no solo eso sino que nos tratan como si fuéramos niños. Manejan el concepto bueno o malo como si no estuviera establecido un criterio universalmente válido para determinar su significado y cierran el círculo con una frase que Balzac solía recordar de su padre: “No estoy dispuesto a seguir discutiendo con gente que no está de acuerdo conmigo”.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi lio Semanal

Milio Mariño

Nun hai meyor cosa que xubilase pronto pa trabayar a destayu. Al mio artículu selmanal en La Nueva España, los rellatos de: Tuvieron nel Paraísu, que toi escribiendo, voi publicando equí tolos sábados y, entá, nun sé si los atrocaré nun llibru, amiesto, dende mañana mesmu, una collaboración selmanal nel Programa, de Marcos Vega, Noche tras Noche, de la RPA, la Radio pública del Principáu d’Asturies.

Asina que si cualquier xueves, a partir de les 9,30 la nueche, ponéis la radio y oyís a unu falar de: Mi lio Semanal, esi que fala soi yo. Dígolo porque, mialma, me paeció que nun taba por demás avisalo.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Donan Pher, el emperador del bolígrafo

Milio Mariño

Nunca hubiera imaginado que donde hubo hornos de acero habría barracas de feria, pero ahí estuvieron, junto al coloso Niemeyer, un escenario fantástico en el que esperaba revivir el olor a manzana de caramelo y algodón de azúcar que recordaba de cuando los caballitos, el tiro al blanco, el vaivén, el tren de la bruja, los coches de choque, la noria y las tómbolas, se instalaban en Las Meanas.

Apenas encontré diferencia. La feria casi parecía la misma, incluidos los feriantes que también parecían los mismos con roulottes más modernas. Eché de menos los grandes árboles de Las Meanas, la pareja de baturros pisando uva y un personaje que me vino a la memoria como si el subconsciente quisiera sumarse a la fiesta y regalarme un recuerdo de propina.

El personaje, algunos quizá lo recuerden, era Donan Pher, un vendedor de bolígrafos que los lunes de mercado acudía a la plaza de abastos y por Pascua y San Agustín se ponía a la entrada de Las Meanas, con su salacot, su traje de explorador, sus gafas de montura metálica, una sombrilla, una mesa atestada de bolígrafos y un tenderete del que colgaba fotos descoloridas en las que aparecía con dos leones y una serpiente pitón, debajo de unas palmeras.

Donan Pher me fascinaba, no conseguía entender como aquel hombre, para mi idéntico a Livingstone, se dedicaba a vender bolígrafos. Lo imaginaba víctima de alguna desgracia que le había obligado a dejar de vivir aventuras, remontando el rio Zambeze, y me daba pena que acabara vendiendo bolígrafos por las ferias de los pueblos. Recuerdo que decía, con machacona insistencia: “Sigo con la enfermedad de vender barato. Ofrezco kilómetros de escritura. El bolígrafo es el mejor amigo del hombre. Podría ser el perro, pero nadie puede llevar un perro en el bolsillo de su chaqueta”.

Al final le perdí la pista. No sé si fue que dejó de venir por Avilés, o yo dejé de verlo, pero un día desapareció y no volví a saber de él hasta esta primavera en Pamplona. Estaba en la terraza del Café Iruña, charlando en una improvisada tertulia, cuando alguien dijo: Así que asturiano, lo mismo que Donan Pher, el Emperador del Bolígrafo. La sorpresa fue de aúpa. Allí me contaron que desde los años cincuenta hasta no sabían cuándo Donan Pher era asiduo de las fiestas de San Fermín. Luego, cuando regresé a casa, me puse a buscar y allá a finales de Mayo, supe algo más.

Donan Pher, (Fernando leído al revés) era Fernando Velázquez López, natural de Pola de Siero y vendedor charlatán que recorría los mercados y fiestas de Asturias, y, por lo visto, también las de Pamplona, ofreciendo bolígrafos de todas clases y colores. Las fotos, con la serpiente Pitón, los leones y el fondo de palmeras, las había hecho en el Zoo de Madrid. El acento, que yo creía extranjero, era un defecto en el habla a consecuencia de una mala prótesis que le había colocado un mal dentista al que acudió para que le arreglara la boca y le pusiera dos dientes de oro.

Descubrir la verdad, lejos de decepcionarme, añadió más encanto a su recuerdo. Un encanto que debieron ver los de Kukuxumusu, que en 1996 lo incluyeron en una curiosa camiseta, homenaje a San Fermín.

Donan Pher, falleció en La Barganiza, Siero, en agosto de 2010, a los 86 años de edad.

Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España






lunes, 9 de septiembre de 2013

País asturiano

Milio Mariño

Conozco a unos cuantos que no estudiaron en Harvard pero, desde que se jubilaron, es como si hubieran adquirido una sabiduría inmensa que les lleva a opinar de todo y a indignarse si les comento una duda. Tú lo que tienes que hacer es dejarte de fantasías, es ir a lo práctico, respondieron cuando les pregunté si el Día de Asturias había que celebrarlo el 8 de septiembre, que es domingo, o al día siguiente, que es lunes y festivo.

Lo propio sería el domingo. El domingo es cuando el obispo de Oviedo dice misa en Covadonga y hay romería en Villaviciosa. Dijeron.

De acuerdo, pero entonces: ¿qué celebramos el lunes? ¿A qué viene que sea fiesta si no celebramos nada?

No supieron contestarme. Se encogieron de hombros, atornillaron la frente con su dedo índice y me dejaron por imposible. Claro que, tampoco, nunca nadie me contesta cuando pregunto si somos un país, una nacionalidad, una patria, una comunidad, un principado, una provincia o una región geográfica.

Depende de a quién pregunte somos una cosa u otra. Ahora, eso sí, todos coinciden en que Asturias nunca fue reconocida como nacionalidad histórica, de modo que lo nuestro, a nivel oficial, debe ser parecido al “nacionalismo getafeño” que decía Julio Camba. “No le den vueltas, una nación se hace lo mismo que cualquier otra cosa. Con un millón de pesetas yo me comprometo a hacer, rápidamente, una nación de Getafe”.

Al final, no sé si por falta de medios o porque Camba no quiso, Getafe no llegó a proclamarse independiente. Si lo hicieron Jumilla, Murcia, Cartagena, Sevilla, Alcoy, Cádiz, Algeciras, Almansa y Andújar, que se proclamaron repúblicas, en tiempos de Pi y Margall, cuando en España triunfaba el nacionalismo. Años después, Asturias también fue independiente, incluso con moneda propia, pero como no lo somos, ni lo vamos a ser, me gustaría que nos llamaran país. País Asturiano, lo mismo que está establecido para el País Vasco. Y no crean que lo digo por aquello de culo veo culo quiero, lo digo porque Asturias, para mí, es país. Es mi país, al margen incluso de connotaciones nacionalistas o políticas, solo por el hecho de que así fue como nuestros antepasados se referían a lo nuestro: Carro del país, vaca del país, manzana del país, fala del país…

Es muy probable que a los nacionalistas, y a los no nacionalistas, no les guste la propuesta. Imagino por donde pueden ir los reproches. País es sinónimo de lugar, es algo propio y peculiar relacionado con el territorio y sus límites geográficos, mientras que nación, o nacionalidad, se refiere a las personas, no a la tierra, y se caracteriza por reconocer que poseen una serie de elementos culturales y étnicos que las distingue de las demás.

Conozco la diferencia, sé que nación, o nacionalidad, no es igual que país. Pero insisto en que me gusta país, no solo por lo que dije sino porque “paisano” y “paisaje” derivan directamente de ahí y, sobre todo, porque el Diccionario de Autoridades traduce la frase latina “ubique ídem” por "todo el mundo es país.

Queda claro que no apuesto por el nacionalismo decimonónico ni por Asturias como Principado Borbónico. La propuesta que hago, además de parecerme adecuada, es económica y previsora. La “P” puede servirnos para lo de ahora y para País Asturiano. Estando en crisis, como estamos, no estaría justificado derrochar el dinero en nuevos letreros.


Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 2 de septiembre de 2013

Cines de barro

Milio Mariño

No sé si será que ya se avecina el otoño o que cuando supe que cerraba “El Marta” recordé aquello que decía Antonio Machado: todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar. Así que cuando pase el tiempo quizá haya quien considere que el cierre del único cine que había en Avilés fue un acontecimiento que mereció ser contado como una catástrofe cultural. Una catástrofe largamente anunciada que, al final, se produjo porque las autoridades cooperaron lo suyo subiendo el IVA de las entradas del ocho al veintiuno por ciento.

Esto que digo, a propósito del Marta y de todos los cines que fueron cerrando, es lo que opina un vagabundo frustrado que dice lo que piensa y se siente impotente ante la soberbia de quienes utilizan subterfugios para culpar a las preferencias colectivas del cierre de tantas salas. Es esa rabia que uno siente cuando percibe que se impone el falaz argumento: “entre todos la mataron y ella sola se murió”. Frase que suena a coartada para dejar impunes a los que dictan la pauta de lo que es y no es rentable.

Con todo, a pesar de la catástrofe, no pierdo la esperanza. Quiero creer que los hijos de nuestros nietos también experimentarán y vivirán aventuras, como nosotros las vivimos: frente a una pantalla grande, a oscuras, con palomitas, junto a nuestro primer amor, haciendo crecer los sueños y las ilusiones.

Los que vivimos aquella época en la que cualquiera podía ir al cine sin salir de su barrio, consideramos que el cine forma parte de nuestra cultura y contribuyó a despejar nuestra mente para que fuera más libre, más soñadora y menos susceptible a las manipulaciones. Pero, quien sabe, a lo peor solo estoy justificando un arrebato de nostalgia, un enternecimiento otoñal muy difícil de evitar cuando alguien de mi edad se enfrenta a la realidad de una epidemia que afecta al cine en pantalla grande hasta el punto de que, en los primeros meses de este año, cerraron 150 cines en España y ya son muchas las capitales de provincia y ciudades de más de cien mil habitantes que no tienen ni un solo local donde poder ver una película.

Si la memoria no me falla, en Avilés y alrededores teníamos un despliegue de cines que era una delicia: Clarín, Palacio Valdés, Florida, Marta y María, Almirante, Chaplin, Ráfaga, Canciller, Las Vegas, Patagonia, Bango, Divad… Que por cierto sobrevivió a un incendio, que se produjo cuando proyectaban “El Coloso en llamas”, pero no pudo sobrevivir a la epidemia que decíamos antes y que algunos ven lógica y coherente, en una sociedad en la que parece que todos sus intereses están en conflicto con los nuestros.

Hoy la realidad está llena de calles con escaparates vacíos y locales cerrados que nos devuelven a un pasado que tal vez fuera mejor. Nos quedamos sin cines y nos vamos quedando sin librerías. Y, como hay quien dice que uno es lo que ve, parece lógico que nuestro papel sea escandalizarnos. Una ciudad sin cines es un estado de ánimo. Por eso Avilés está triste, siente pena de no tener siquiera un cine. Sabe que le han privado de un placer asequible y no acepta lo que, al parecer, es la causa real de la pérdida. Que, tal como se han puesto las cosas, no es negocio que la gente se divierta pagando solo seis euros.


Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 26 de agosto de 2013

Las vacas tristes

Milio Mariño

Fieles a la cita, las vacas vuelven a desfilar por la pasarela del Concurso Exposición de Ganado y enseñan sus tetas a los miles de visitantes que acuden, como todos los años, a ese certamen más que centenario que se celebra, en Avilés, coincidiendo con las fiestas de San Agustín.

Podría decirlo de otra manera pero la realidad es así. Las vacas, además de dar leche, participan en desfiles y tienen que someterse a una preparación más dura incluso que la de algunas top model. Si creen que exagero solo tienen que acercarse por el recinto ferial. Las vacas, no todas pero sí la mayoría, lucen unas tetas que asombran por su tamaño. La explicación es sencilla. Los ganaderos copian de las mujeres que aumentan sus pechos, valiéndose de lo que sea, y recurren a los más sofisticados trucos para que las vacas impresionen al jurado y al público en general.

Ya sé que algunos, y sobre todo algunas, dirán que la comparación no hace al caso. Llevan razón. Las vacas, a diferencia de las mujeres, no aumentan el tamaño de las tetas por su propia voluntad, son víctimas de una violencia doméstica que podría considerarse maltrato animal.

Aprecio mucho a los animales y ese aprecio me llevó a la sensación de que las vacas, en general, parece como que siempre estuvieran tristes. A lo peor es que sufren. Y, aunque cabe la disculpa de que todo el mundo sufre, qué quien no padece del reuma, tiene un pariente en el paro o un hijo que suspendió matemáticas, conviene reflexionar. Las vacas no tienen vanidad, de modo que si por ellas fuera no aceptarían nunca esa tortura de distorsionar sus tetas para conseguir una supuesta belleza que, aparte de cruel, resulta cómica.

El caso que centrados, casi exclusivamente, en otros animales domésticos, como los gatos y los perros, muchos ignorantes, entre los que me cuento, dábamos por cierto que la tristeza de las vacas era de nacimiento. Es decir, que las vacas eran tristes por naturaleza y que su tristeza no se debía a posibles trastornos emocionales o problemas de convivencia. Vivimos una época en que lo cómodo es no complicarse, es aceptar la tristeza como algo innato y no hacer preguntas. Bastantes problemas tenemos como para preocuparnos por las vacas.

Afortunadamente no todos piensan así. Ahí están los científicos, abordando investigaciones que, muchas veces, no trascienden a las primeras páginas de los periódicos para evitar que los ignorantes pongamos el grito en el cielo y repliquemos con la monserga de que investigar ciertas cosas es derrochar el dinero.

Seguro que muchos, y las autoridades por supuesto, juzgaríamos innecesario que se investigara la tristeza de las vacas. Pues bien, un grupo de científicos argentinos, coordinados por Atilio José Mangold, abordó ese problema y llegó a la conclusión de que la tristeza bovina es real y puede curarse.

"La tristeza de las vacas puede y debe curarse porque, aparte del sufrimiento, lleva implícita la muerte de muchos animales", manifestó, en declaraciones a la BBC, Atilio José Mangold, investigador del INTA y responsable de un estudio científico, publicado por la revista BBC Mundo, en el que señala que mediante la administración de un fármaco, llamado “Bio-Jajá”, de cien vacas tratadas, las cien se pusieron contentas. De modo que no caben disculpas. A las vacas hay que tratarlas bien y si, aun así, siguen tristes, darles una pastilla.


Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 19 de agosto de 2013

Comer pescado lejos del mar

Milio Mariño

Hablando con un madrileño, tuve que oír que el pescado que comemos aquí es tan bueno y tan fresco como el que se come en Madrid. Ahí queda eso, y lo curioso es que lo dijo como un halago pues, según él, lo bueno que pueda haber en provincias siempre va para la capital.

Seguro que sí. De todas maneras, como estoy muy de acuerdo con aquello que decía Agustín Moreto, que nadie se sabe librar de un bobo, sino otro bobo, procuré no contradecirlo por miedo a que siguiera halagándome con la fabada madrileña, o el pitu de La Gran Vía.

Lo que sí hice, al volver a casa, fue repasar unas notas en las que había escrito que hasta hace poco, hasta casi los años sesenta del siglo pasado, lo que entendemos por comer pescado, pescado fresco se entiende, solo podían comerlo quienes vivían cerca del mar o a un día o dos de camino. Debió ser por eso, porque a los ricos y los nobles de Castilla les resultaba imposible comer pescado fresco, que el pescado tuvo fama de que alimentaba poco, apenas tenía sabor y no podía compararse con la carne; de ahí que la iglesia lo pusiera como penitencia, en las vigilias y las témporas.

A Madrid llegaba poco pescado y el poco que llegaba era de río. Francisco Martínez Moñino apunta que el menú de palacio, en tiempos de Felipe IV, era de cuarenta platos, pero solo había tres de pescado: empanada de truchas, truchas cocidas y truchas en escabeche.

Quiere decirse, a tenor del menú de palacio, que ni el Rey ni los nobles comían pescado fresco. Comían pescado de río y no en muy buenas condiciones, pues una gacetilla, fechada el 16 de agosto de 1.616, informaba que la Reina había padecido un grave ataque de fiebre que los médicos achacaron a un pastel de anguilas, del que también había comido la Condesa de Berlips, a la que, también, hizo mal.

El problema del pescado era, lógicamente, su transporte. Mucho después de aquel incidente, en 1.728, los antepasados de quienes hoy son dueños de ALSA, tenían un servicio de carruajes que transportaba personas y mercancías entre Asturias y Madrid, pero tardaban más de seis días en hacer el viaje. De modo que por mucho que metieran el pescado entre nieve, que está por ver, era imposible que, a Madrid, llegara pescado fresco.

El ferrocarril y el automóvil redujeron el tiempo de transporte pero la revolución en la conservación de alimentos y, sobre todo, del pescado, llegó con el refrigerador industrial, que fue descubierto en 1.876, aunque no se transformó en lo que luego serían los frigoríficos hasta 1.931, y no llegaría a España hasta 1.952, que fue cuando empezaron a comercializarse las primeras neveras, a un precio exagerado. Un precio que fue reduciéndose aunque, once años después, en 1963, una nevera costaba 9.914 pesetas y un obrero ganaba 1.800 al mes. Así es que hace poco, muy poco tiempo, que la gente de tierra adentro come pescado fresco.

Lo de poco tiempo lo digo yo, que utilizo una forma de medir, tal vez, muy particular. Siempre digo, y es verdad, que aunque solo fuera por unos días, llegó primero el hombre a la luna que una nevera a mi casa. No obstante, lo de comer pescado fresco creo que empecé a comerlo cuando dejé el biberón.


Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

lunes, 12 de agosto de 2013

Sucedió en agosto



Junto a las viejas historias que conocemos hay otras que se contaron en voz baja y fueron, pronto, olvidadas para liberar conciencias y proteger reputaciones, pero esas historias, mal conocidas o ignoradas, están ahí lo mismo que las estatuas están donde están aunque no lo merezcan.

Esto que digo viene a cuento de una historia que sucedió en agosto de 1910, cuando Avilés era una pequeña villa, de 13.000 habitantes, que tenía ferrocarril, telégrafo y alumbrado eléctrico, y había consolidado el despegue económico iniciado a finales del XIX, época en la que se instalaron las empresas importantes y se construyó la dársena de San Juan de Nieva, por donde llegaba el comercio y el capital americano.

Por aquellas fechas ya se habían puesto de moda los terapéuticos baños de mar, de modo que los veraneantes ya venían a Salinas y los indianos aprovechaban el verano para volver a la villa y presumir de dinero.

Sitios donde presumir no había muchos. Estaba por construirse el Gran Hotel y Avilés tenía tres fondas: La Serrana, La Ferrocarrilana y La Iberia. También tenía cafés como el Colón y el Imperial, al que acudían señoritas y era refugio de bohemios y noctámbulos.

El Colón y el Imperial estaban, frente por frente, en la calle La Muralla. En la misma calle pero próxima a Las Meanas, que entonces era una especie de bosque al que acudían los homosexuales y las prostitutas, había una casa de citas regentada por Jesús Gutiérrez, un homosexual que ejercía de "madame" y controlaba la prostitución masculina.

El caso fue que el 31 de agosto de 1910, a las cinco de la mañana, un obrero que pasaba por Las Meanas encontró el cadáver de un hombre al que habían estrangulado. La víctima resultó ser Manuel García, natural de Soto del Barco pero indiano de procedencia pues hacía un par de semanas había vuelto de Cuba con una considerable fortuna.

La policía anotó en su informe que el cadáver llevaba encima unas gafas con montura de oro, unas coplas, una llave, de la Fonda La Ferrocarrilana, un cinturón, con hebilla de plata y las iniciales MG en oro, y una carta de crédito por valor de 35.000 pesetas, de las de entonces.

El tratamiento que la prensa local dio al suceso casi justificaba el asesinato. Decía que Manuel García era un hombre dominado por hábitos contrarios a la naturaleza humana, un degenerado que había sido visto esos días con un chico muy joven que tenía aspecto de marinero. La prensa daba a entender que la condición de homosexual llevaba consigo un final de tragedia y se interesaba poco, o nada, por el autor del crimen.

Algunos testigos afirmaron que la mañana antes de ser asesinado, Manuel García había amenazado, en el café Imperial, a un joven de familia adinerada y muy conocida en Avilés, exigiéndole cierta cantidad de dinero a cambio, probablemente, de silenciar su homosexualidad. Quizá ese joven se tomase la justicia por su mano y acabara con la vida del indiano, o quizá fuera el otro, el joven con aspecto de marinero, el autor del crimen. No lo sabremos nunca; el crimen no fue resuelto.

Más de un siglo después no sé si será razonable pensar que no detuvieron al asesino por falta de pruebas, pero quizá, y sobre todo, porque alguien conocido, y muy influyente en Avilés, andaba de por medio.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España



lunes, 5 de agosto de 2013

San Balandrán fantástico

Milio Mariño

La fantasía vuelve a Avilés, decía un titular de este periódico, refriéndose a la segunda edición de Celsius 232, un festival literario que acaba de concluir con éxito, demostrando que seguimos teniendo la misma necesidad de lo fantástico que quienes vivieron en la Edad Media o nuestros abuelos. Lo único que las historias que se contaban entonces, para mí excelentes, han sido sustituidas por otras del tipo Star Wars, y cosas por el estilo, que no están entre las que prefiero.

Tiene su mérito que un festival de literatura fantástica haya llenado los hoteles de nuestra villa, pero esa literatura de género no trajo, ni mucho menos, la fantasía a Avilés. La fantasía ya estaba aquí. Por eso, coincidiendo con el Celsius, un par de amigos organizamos un viaje fantástico y fuimos a San Balandrán navegando.

Zarpamos de donde zarpaba la lancha de Velilla y estaba más emocionado que si hubiera embarcado en un crucero de lujo. Hacía cincuenta años que no navegaba por la ría de Avilés en lancha motora. Así es que volví al recuerdo de una playa que detrás tenía un pequeño bosque y, allá en la infancia, imaginaba más parecida a la de Crusoe, que a la invadida por aquellas familias que cruzaban la ría con lo estrictamente necesario para pasar un día de playa y no morir de hambre: tortilla, filetes, empanda y fruta. No llevaban bebida, la compraban en el bar a cambio de que les dejaran una mesa, que reservaban colocando encima las bolsas de la comida.

Lo que no sabía entonces, y se ahora, es que frente a la playa había una ciudad sumergida. La ciudad de Argentola, donde, según los antiguos vecinos de Nieva, está enterrado el primer obispo de Oviedo. Es más, decían aquellos vecinos que a dos pasos de la orilla podía verse el reflejo de un campanario cubierto de algas. Y ahí debe seguir, lo que ya no está es la isla. Una isla que las autoridades afirman haber volado con dinamita, en 1953, para facilitar el acceso al antiguo muelle de Ensidesa, cuando todo apunta a que no fue nunca una realidad geográfica sino una isla prodigio, que aparecía y desaparecía como una gigantesca ballena dormida. La isla a la que arribó el santo irlandés Balandrán y sus catorce monjes. Que, aunque gustaron, gozosos, de aquella isla maravillosa, no les fue concedido, por misterioso secreto, quedarse en ella y regresaron a Irlanda, donde murieron, en paz y contentos, después de referir tan extraordinaria aventura.

La ciudad de Argentola, sumergida bajo la ría, y la visita de San Balandrán al lugar que, desde entonces, lleva su nombre, quizá se tomen por fantasías o leyendas pero enlazan con la teoría del ingeniero y geólogo Federico Botella, quien, en una Memoria publicada en 1884, afirmaba qué desde Aveiro, en la costa de Portugal, hasta Avilés, en la de Asturias, hay un cordón de terrenos primitivos, sumergidos, que lícito será aceptar, si no la certidumbre, si una fuerte probabilidad de que hayan pertenecido a la Atlántida.

Pasamos el día en Zeluán y cuando volvíamos, con la mar en calma, el viento suave y el sol naranja acariciando la cúpula del Niemeyer, Avilés no parecía Avilés, parecía una ciudad fantástica. Una obra de arte que ampliaba su transformación estética con dos preciosos veleros, el Sagres y el Saltillo, y una escultura de picos que parecían los pétalos de un sortilegio.

Milio Mariño/Artículo de Opinión/Diario La Nueva España.


lunes, 29 de julio de 2013

Cudillero pinta bien

Milio Mariño

Cudillero es como un dibujo preciso que se difumina en el aire y parece estremecerse cuando las casas se aprietan, para caber todas juntas, en esa especie de embudo que desemboca en la Ribera. Un paisaje con duende que sedujo a muchos pintores engatusándolos para siempre.

Casto Plasencia y Tomás García Sampedro, impulsores de La Colonia de Muros a finales del XIX, participaron de ese embrujo enamorándose de Cudillero, pueblo que según dejó escrito Ortega es un terrible nido hincado en la peña, apto sólo para que de él se lancen al mar sus hombres, como recios cormoranes; el cuello tendido, el ala silbando…

José Ortega y Gasset conoció Cudillero, en el verano de 1914, y quedó tan impresionado por su belleza que pidió a Evaristo Valle que le pintara un cuadro para llevarlo a Madrid y tenerlo como recuerdo. El cuadro, “Escena marinera”, resultó una de las obras más evocadoras del insigne pintor gijonés y gozó de un lugar de excepción en el despacho del filósofo madrileño.

Valle engrosa, por tanto, la larga relación de excelentes pintores que pintaron Cudillero. Como Sir Edgar Thomas Ainger, sexto barón de Wigram y afamado acuarelista inglés, que llegó a Cudillero, en 1901, montado en su bicicleta Raleigh, alojándose en la Fonda El Comercio, a la que no dudó en calificar como un cuchitril. Menos exigentes debieron ser José Robles y Tomás Campuzano, pintores, y también acuarelistas, y Eduardo Chicharro, pintor y poeta, que, aunque era muy joven, eligió Cudillero para pintar y encontrarse a sí mismo.

El valenciano Salvador Martínez Cubells, su hijo Enrique, el conquense Manuel Domínguez y Francisco Esteve Botey, un gran pintor catalán que reunió, en una exposición, un total de 37 obras ejecutadas en Cudillero, forman parte, por méritos propios, de esa extensa relación de pintores que eligieron el pueblo pixueto como inspiración y modelo. También Dionisio Fierros, natural de Ballota, y Jesús Díaz “Zuco”, un “niño de la guerra” que cursó sus estudios de Bellas Artes en Leningrado y Moscú.

Jesús Casaus, fue otro pintor enamorado de Cudillero. Un pintor que, en 1986, realizó el mural “El pescador” de la plaza de La Ribera, por encargo del ayuntamiento. Casaus falleció el 29 de octubre de 2002 en Barcelona y, según su expreso deseo, fue enterrado en Cudillero.

El paisaje, en la pintura, ya no tiene el protagonismo que tuvo pero Cudillero sigue insinuándose cual obra de arte que reclama una especial atención. Igual que aquel cuadro de Valle, “Escena marinera” que muchos años después de que falleciera Ortega, su hijo no dejó que lo restauraran.

El cuadro estaba recubierto por una pátina de suciedad pero la negativa tenía su explicación. El hijo de Ortega y Gasset, José Ortega Spottorno, fundador del diario El País, sabía lo que aquel cuadro representaba para su padre, de modo quería conservarlo como él lo había dejado, pues Ortega era un gran fumador y solía reunirse, en su despacho, con tertulianos que también fumaban lo suyo, como Pío Baroja y Unamuno.

Ortega supo expresar, en “Notas de andar y ver”, lo que muchos pintores expresaron a pinceladas: que Cudillero es un pueblo único y que uno de los mayores encantos que nos ofrece la vida es la mar. La mar y esos cuadros inabarcables que acotan la realidad con el pretexto de que podamos gozarla evocándonos el recuerdo de un paisaje que nos emociona pintado y viéndolo al natural.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

martes, 23 de julio de 2013

Discos dedicaos: Sursum Corda

Milio Mariño

Diz Rajoy que va comparecer nel Congresu, a pitición propia, pa falar de Bárcenas, de la crisis, y del Sursum Corda, qu'amás d’una espresión en llatín ye una canción de Rosendo que fala del “Eterno Barrabás, incitando a la vista gorda”

Eso fadra Rajoy, dedicanos una canción como aquellos discos que se dedicaben pola radio y dalgunos, de la mio edá, alcordaréis de cuando yéramos neños.

Pa Esperanza y José Luis, nel día del so santu, del so padrín Marianin.

El discu, de xuru rayáu, sedrá lo que tamos fartos d’oyer. El Partíu Popular tien una única contabilidá, naide cobró sobresueldos nin dineru negru. Hai que dexar que la xusticia siga’l so cursu. Tou lo que se diz ye falsu, salvo dalguna cosa. Lo qu'importa ye qu'España salga de la crisis…

Córtome un güevu (total pa lo que me sirve) si Mariano nun diz eso. Depués habrá espatexos y aplausos y, a la fin, lo que nos tienen avezaos: muncho ruíu y a poques nueces.

A estes altures namás confío nuna cosa. En que, como dicía'l filósofu francés Daniel Bensaïd, “La revolución llega cuando menos se la espera. La puntualidá nun ye'l so fuerte”. Asina que: ¡Sursum Corda!. ( Pa los que nun estudiasteis llatín, Arriba Corazones)



lunes, 22 de julio de 2013

Dando jabón a Pravia

Milio Mariño

Mientras desayunaba sin prisa, adormilado por una niebla que se volvía cada vez más espesa, recordé que en alguna parte había leído que solo el desayuno entra dentro de lo previsto, todo lo que viene después depende del destino.

No está mal traído. La vida, se mire por donde se mire, está tocada por lo azaroso, que es el disfraz del destino. Aquella mañana pensaba pasarla leyendo pero, de repente, sin saber por qué, me entraron unas ganas locas de escapar de allí como fuera. Total que, queriendo o sin querer, media hora más tarde estaba en Pravia buscando aventuras. Donde, por cierto, lucía un sol espléndido que invitaba a pasear sin rumbo, como lo haríamos por el famoso laberinto de Silo, aquel rey que hizo de Pravia la capital del reino asturiano.

Siempre que voy a Pravia me cuesta imaginar cómo sería cuando Silo y Adosinda establecieron allí su corte. O cuando aparecieron aquellos seis cuervos que graznaban por encima del caballero Arango y este, tomándolos por buen augurio, atravesó el río y venció a los árabes.

Los seis cuervos de su escudo, Silo y Adosinda, la vida efímera de la fábrica de azúcar y la afortunada equivocación de un vasco, aportan un plus de azar y misterio que aderezado con otros sucesos, como el que propició la famosa frase, “Y la música en Pravia”, invitan a plantearse qué es la realidad y cuáles son sus límites en el caso de que los tenga.

“Los músicos que quieran marcharse, que lo hagan. Pero los instrumentos, aquí se quedan, que son del pueblo.” Dijo Santiago López, cuando el alcalde ordenó a la banda municipal que fuera a Siero para amenizar un desfile.

De Pravia podríamos contar muchas cosas. Hoy quiero contarles una que tiene ver con lo que les decía al principio, con el azar y el destino.

Salvador Echeandía Gal, el vasco al que me refería antes, era propietario de una fábrica de perfumes en la madrileña calle de Ferraz y, como buen vasco, le gustaba comer bien, de modo que se hizo cliente y amigo de Agustín Lhardy Garrigues, pintor paisajista y cocinero propietario del restaurante Lhardy de Madrid.

Siempre que Salvador iba por el restaurante, Lhardy se deshacía en elogios hablando de la colonia de Pintores de Muros del Nalón, donde había estado, y de la extraordinaria belleza de la ría de San Esteban de Pravia.

Para promocionar sus productos, Salvador tuvo que viajar a Oviedo y, ya que estaba en Asturias, quiso aprovechar el viaje y conocer la maravilla de la que tanto hablaba su amigo.

Dicen que preguntando se llega a Roma, pero Salvador preguntó por Pravia y no llegó a San Esteban, llegó a Riberas, que también es de Pravia, aunque no está a la orilla del mar sino del Nalón.

Aquella equivocación resultaría trascendental pues el camino que llevaba a Pravia discurría rodeado de prados, donde los campesinos recogían la hierba, que habían puesto a secar, y aquel aroma, de la hierba recién cortada secándose al sol, cautivó de tal manera a Echeandía Gal que nada más llegar a Madrid puso a su hermano Eusebio a investigar cómo convertir el aroma que traía en mente en un producto que pudieran comercializar.

Tardaron dos años. Salvador estuvo en Pravia en el verano de 1903, y en 1905, con la ayuda de su hermano, consiguió recrear aquel “instante asturiano” en un jabón de tocador, Heno de Pravia, que enseguida se hizo famoso y marcó todo un hito.


Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

sábado, 20 de julio de 2013

Coses del branu, l'americanu que fala en suecu

Milio Mariño

Funcionamos como un centauru cuyes dos partes, n'apariencia antagóniques, constitúin la unidá d'unu mesmu y funcionen en base a una negociación constante que suel acabar n'alcuerdu. Un alcuerdu al que llegamos por consensu. Esto ye, independientemente de que'l de fuera, o'l d'adientro, tengan el 49 o'l 51 per cientu.

Pero asocede, dacuando, que la metá d'unu mesmu remóntase y nun hai forma de convencela. Qué ye lo que, imaxino, tuvo d'asocede-y a esi americanu que foi atopáu inconsciente nel cuartu d'un motel del sur de California, con 5 tarxetes d'identificación, 2 teléfonos, un pocu de ropa, semeyes vieyes, 5 raquetes de tenis y falando en suecu. Ensin saber, siquier, nin una palabra d'inglés.

A les autoridaes americanes ye lo que más-yos sospriende, que'l señor, en cuestión, sía americanu de tola vida y, de sópitu, non solo fáigase'l suecu, sinón que fale perfectamente esi idioma y nun tenga nin paxolera idea d'inglés.

Nun ye por lleva-yos la contraria pero a mi paezme normal. Conozo a muncha xente que fala castellán a pesar de qu'el 98 per cientu de les sos neurones diz-y que tendría que facelo n'asturianu. De cuenta que naide debería asustase si, agora que tamos en branu, l’home, la muyer, un fíu o cualquier pariente, espierta del pigazu falando n’asturianu y cagándose en cuantu hai.

viernes, 19 de julio de 2013

Ser xuez y del PP como ser xofer y panaderu

Milio Mariño

Los xueces nun puen pertenecer a partíos nin sindicatos, pero los miembros del Tribunal Constitucional sí. Ye lo que diz el Presidente del nomáu Tribunal, que xustifica la so militancia, nel PP, diciendo que nun perxudica la independencia del Tribunal, nin la suya propia.

Si entramos nun alderique xurídicu, seguru que cualquier Maxistráu atopa rellabicos a los que garrase pa xustificar la so pertenencia a un partíu políticu, a la direutiva del Real Madrid o a la Peña’l Ñabu si fixera falta. Pero nun se trata de ser un ferre y xustificar lo inxustificable. Tratase de cuálos deberíen ser, nun Estáu democráticu, los espacios que deberíen permanecer ayenos a la intrusión partidista; los espacios que nun tienen que ser "ocupaos" polos partíos.

Eso que se diz de la separación de poderes ye un cuentu xino. L'executivu y el llexislativu son unu mesmo. El xudicial depende del executivu, y el que llamamos cuartu poder, la prensa, va tiempu que ye una rodiella al serviciu de cualquier interés qu'unu puea imaxinar, menos al de los ciudadanos.

Resumiendo, la división de poderes ta mui clara: los que manden y los mandaos.

jueves, 18 de julio de 2013

El 18 de xunetu de 2013

Milio Mariño

A mediaos de xunetu de 2013 tomó cuerpu una doble cospiración, facha y civil, contra'l Presidente del gobiernu Mariano Rajoy. La primera respondía al deséu, de los reaccionarios, d'asitiar na presidencia a Esperanza Aguirre, y la segunda, escorría'l propósitu de restaurar l'orde social y económicu, que cayera a tomar pol sacu, por culpa la corrupción, el lladroniciu y la pasividá de les autoridaes.

Dende’l primer momentu los militares asitiáronse a la vera del pueblu ofreciéndose pa lo que fixere falta. Tal foi asina que na madrugada del 18, dellos xenerales ordenaron a Rajoy que fuere al Congresu a presentar la renuncia, y a primer hora de la mañana, el pueblu echóse a la cai pa sofitar y peracabar un Golpe d'Estáu, que consideraben llexítimu, contra un Gobiernu tiranu y corrupto.

Los diputaos Cospedal, Pons y Floriano comparecieron en televisión y negaron que los sublevaos algamaren el poder, pero l'estáu de nervios nel Gobiernu yera estremáu, empezando pol Presidente, al que vieron tatexar y esbabayase tentando fumar un puru pola parte que taba prendíu.

Nesti momentu, el golpe ta trunfando en, práuticamente, tol país menos Ceuta, Melilla y les islles Canaries, on de va con un pocoñín de retrasu.