Milio Mariño
Corrían los años noventa cuando el Gobierno dictó una nueva Ley del Deporte, estableció un plan de saneamiento, que supuso a las arcas públicas 26.000 millones de pesetas, y obligó a 90 clubes de fútbol a que se constituyeran en sociedades anónimas.
El fútbol se convirtió, entonces, en un gran negocio. Pero los negocios, ya saben, pueden pasar de ser los más rentables a los más ruinosos en menos que canta un gallo. De todas maneras, como la buena o la mala marcha, atañe a quien pone las pelas, decimos allá se las compongan y, si tienen pérdidas, que se jodan. Que pidan cuentas al responsable y se rasquen el bolso.
Nuestra indiferencia, cuando el entramado de los grandes negocios se desploma, es total. Y, en cierta manera, tiene sentido. No parece lógico que, en un Estado social y democrático de derecho, los cascotes de ese desplome caigan sobre la cabeza de los más infelices. Ni lógico ni legal, pero como el nuestro es un Estado de chicha y nabo, donde los piratas son los que mandan, aquí las autoridades privatizan hospitales y sufragan con fondos públicos las deudas de los clubes de fútbol.
Así están las cosas en la Comunidad Valenciana. Lo del cierre de Canal 9 es una broma comparado con la que tienen montada. Dice Fabra que cierra la televisión para no cerrar hospitales, pero no sabemos qué piensa hacer con los clubes de fútbol a los que su antecesor prestó un montón de dinero. Nada menos que 120 millones de euros, aparte de otros avales y créditos, pasaron de las arcas públicas a las del Valencia, Hércules, Elche y Levante. Solo está cumpliendo, y pagando sus deudas, el Levante, los otros clubes han convertido el dinero que les dio Comunidad en acciones, y eso hace que la Generalitat Valenciana tenga el 40% de las acciones del Elche, el 72% de las del Valencia y haya reclamado en los tribunales las que le corresponden del Hércules, donde también será accionista mayoritario.
Por extraño que parezca, la Comunidad Valenciana, en estos momentos, es dueña de dos clubes de fútbol de primera división y uno de segunda. Tres negocios ruinosos que no hemos oído que quieran desprenderse de ellos, como hicieron con la televisión y otros servicios públicos.
Que se hayan desprendido de la televisión y los hospitales y mantengan los clubes de fútbol debe ser, a mi juicio, porque la Generalitat considera que el fútbol es un servicio esencial para la Comunidad. No cabe entenderlo de otra manera pues si bien es cierto que han puesto en venta al Valencia SA, están aguantando el tirón de un club que, a corto plazo, debe 85 millones a Bankia y cuya deuda total supera de largo los 250. El Conseller que lleva el caso dice que dan lo suyo por perdido. Que se conforman con que les den los 250 millones que, el club, debe a otros, pero nadie quiere comprar ese negocio ruinoso. Con todo, no parece, tampoco, que tengan intención de cerrarlo, sigue siendo público a pesar de las pérdidas.
Cabe suponer, entonces, que la Generalitat Valenciana considera que la gente puede vivir sin becas, sin hospitales y sin ley de dependencia pero que pueda vivir sin fútbol es impensable. Sin fútbol la gente podría no saber qué hacer por las tardes y dedicarse a protestar en la calle.
Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España.
Corrían los años noventa cuando el Gobierno dictó una nueva Ley del Deporte, estableció un plan de saneamiento, que supuso a las arcas públicas 26.000 millones de pesetas, y obligó a 90 clubes de fútbol a que se constituyeran en sociedades anónimas.
El fútbol se convirtió, entonces, en un gran negocio. Pero los negocios, ya saben, pueden pasar de ser los más rentables a los más ruinosos en menos que canta un gallo. De todas maneras, como la buena o la mala marcha, atañe a quien pone las pelas, decimos allá se las compongan y, si tienen pérdidas, que se jodan. Que pidan cuentas al responsable y se rasquen el bolso.
Nuestra indiferencia, cuando el entramado de los grandes negocios se desploma, es total. Y, en cierta manera, tiene sentido. No parece lógico que, en un Estado social y democrático de derecho, los cascotes de ese desplome caigan sobre la cabeza de los más infelices. Ni lógico ni legal, pero como el nuestro es un Estado de chicha y nabo, donde los piratas son los que mandan, aquí las autoridades privatizan hospitales y sufragan con fondos públicos las deudas de los clubes de fútbol.
Así están las cosas en la Comunidad Valenciana. Lo del cierre de Canal 9 es una broma comparado con la que tienen montada. Dice Fabra que cierra la televisión para no cerrar hospitales, pero no sabemos qué piensa hacer con los clubes de fútbol a los que su antecesor prestó un montón de dinero. Nada menos que 120 millones de euros, aparte de otros avales y créditos, pasaron de las arcas públicas a las del Valencia, Hércules, Elche y Levante. Solo está cumpliendo, y pagando sus deudas, el Levante, los otros clubes han convertido el dinero que les dio Comunidad en acciones, y eso hace que la Generalitat Valenciana tenga el 40% de las acciones del Elche, el 72% de las del Valencia y haya reclamado en los tribunales las que le corresponden del Hércules, donde también será accionista mayoritario.
Por extraño que parezca, la Comunidad Valenciana, en estos momentos, es dueña de dos clubes de fútbol de primera división y uno de segunda. Tres negocios ruinosos que no hemos oído que quieran desprenderse de ellos, como hicieron con la televisión y otros servicios públicos.
Que se hayan desprendido de la televisión y los hospitales y mantengan los clubes de fútbol debe ser, a mi juicio, porque la Generalitat considera que el fútbol es un servicio esencial para la Comunidad. No cabe entenderlo de otra manera pues si bien es cierto que han puesto en venta al Valencia SA, están aguantando el tirón de un club que, a corto plazo, debe 85 millones a Bankia y cuya deuda total supera de largo los 250. El Conseller que lleva el caso dice que dan lo suyo por perdido. Que se conforman con que les den los 250 millones que, el club, debe a otros, pero nadie quiere comprar ese negocio ruinoso. Con todo, no parece, tampoco, que tengan intención de cerrarlo, sigue siendo público a pesar de las pérdidas.
Cabe suponer, entonces, que la Generalitat Valenciana considera que la gente puede vivir sin becas, sin hospitales y sin ley de dependencia pero que pueda vivir sin fútbol es impensable. Sin fútbol la gente podría no saber qué hacer por las tardes y dedicarse a protestar en la calle.
Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España.
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