Las discográficas suelen remasterizar las canciones que fueron éxitos con la esperanza de que los jóvenes se enganchen a la misma música que cautivó y encandiló a sus padres. Algo así quiso hacer el PSOE, este fin de semana, para salir del anonimato y devolver la ilusión a unos electores que están asombrados por la capacidad devastadora que ha demostrado el Gobierno de la derecha en apenas dos años.
El PSOE presentó su Conferencia Política como algo novedoso, pero enseguida se vio que de novedad tenía poco. Fue la canción de siempre, solo que, en este caso, además de la remasterización, se esmeraron con el estéreo, incluyeron algún instrumento nuevo y lo ecualizaron todo para adaptarlo a lo que, creen, es la música que demanda el mercado.
Lo que pretendían era sencillo. Consistía en que, a partir de la Conferencia, la gente percibiera como que siempre fueron buenos y que los malos eran unos monstruos, que nadie sabe de dónde surgieron, de los que por suerte ya se han librado y también nos han librado a nosotros. Todos siguen ahí, no ha desaparecido ninguno, pero para hacernos creer lo contrario echaron mano de algo que siempre ha utilizado la iglesia católica con muy buen resultado. Aquello de que una cosa es el cristianismo y otra el Vaticano. Es decir que no hay que confundir el partido con su jerarquía ni a las bases con sus dirigentes.
El Vaticano lleva casi dos mil años sustentándose y retroalimentándose sin necesidad de aire fresco. El PSOE no lleva tantos pero treinta y cinco no se los quita nadie. Todas las jerarquías y todos los dirigentes repitieron, volvieron a repetir y ahí los tenemos, según ellos, porque las bases los eligieron y piensan que son los mejores. De modo que las bases tienen su parte de culpa, que viene a ser toda.
Decía Gimferrer, en un famoso verso: “Si pierdo la memoria, qué pureza”. Y que alivio, pues las bases están deseando resetear el partido para tener la sensación de inaugurar algo nuevo, para percibir la esperanza de cambio.
Temiendo eso, la jerarquía, el aparato, se cuidó de que los militantes no participaran en la Conferencia, así que soluciones inmediatas ni una. Nada de saltarse el caduco y corrupto estatus establecido; nooooo, eso no. Lo de un nuevo asalto al palacio de invierno ni pensarlo. Que no se le ocurra a nadie acudir a una Conferencia Política, o a un Congreso, con salfumán y un cepillo de cerdas metálicas para limpiar y desinfestar todo lo que huele a podrido. A lo sumo, como concesión máxima, se pasa la bayeta y listo.
Fue lo que hicieron, pero cualquier operación que no sea la refundación tras el desalojo de la casta de mandarines suena a lo que es: un apaño para salir del paso. Y eso vale para el PSOE y para su hermano gemelo, pues ambos son parte de la enfermedad que nos ha traído este desconsuelo. Así es que se acabó el juego; ya no se acepta que la única alternativa sea que el PP haga de poli malo y el PSOE de poli bueno. Ya no son polis, son reos cuya reinserción se antoja casi imposible.
El PSOE remasterizado suena casi lo mismo. Serán pocos, muy pocos, los que compren la vieja canción, aunque hayan mejorado el audio y rediseñado la carátula poniendo, a todo color, conectamos.
Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España
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