El espionaje de Estados Unidos, la muerte de los mineros, asfixiados por grisú, y el recuerdo de Manolo Escobar y Lou Reed, fueron sucesos cuya relación no va más allá de su coincidencia en el tiempo, pero, en mi caso, provocaron que hiciera un viaje al pasado y me encontrara con el rock y la copla, la guerra fría, los viejos accidentes mineros y un país triste y atemorizado que ansiaba salir del pozo y parecerse al resto de Europa.
La sensación fue de tristeza, fue que la historia se repite y nos acompaña como una velada amenaza que se convierte en un bumerán sádico para golpearnos de nuevo. En cosa de nada, comprendí que la sabiduría que se atribuye a los viejos es, solo, experiencia. Somos la historia de nosotros mismos. Volvemos a vivir lo que ya hemos vivido. Actuamos como si ascendiéramos por una calle conocida caminando de espaldas. El trayecto es el mismo y la sensación es de bajada pero solo se trata de un cambio de perspectiva.
De este viaje al pasado tiene mucha culpa el otoño y el atardecer adelantado por el absurdo cambio de horario. Se hace de noche enseguida y, para entretener la espera, antes de volver a escuchar las noticias, escucho “Amar y vivir”, ese bolero que dice: “se vive solamente una vez, hay que aprender a querer y a vivir, hay que saber que la vida se aleja y nos deja llorando quimeras”… Dieguito “El Cigala” y Bebo Valdés al piano.
El llanto apenas se oye pero así es como estamos, llorando lo que, hora, nos dicen, era una quimera que casi habíamos alcanzado. Casi habíamos llegado cuando nos despertaron y dijeron que el camino que nos queda será largo y doloroso. Lo dijo el propio Gobierno y el Nobel Paul Krugman. Y eso mismo, que quizá parezca nuevo, ya lo había oído, yo, al comienzo de los años ochenta. Entonces, como ahora, tampoco había dinero para sanidad, ni para educación, ni para otras muchas cosas pero sí que lo había para pertrechar al Estado y espiar a los activistas sociales. Estamos en las mismas. Volvemos el punto de partida pues, a pesar de que no hay dinero para casi nada, el presupuesto del Gobierno para material antidisturbios ha aumentado un 1.780% respecto al del ejercicio anterior. De 173.670 euros ha pasado a 3,26 millones. Debe ser, como decía Paul Krugman, que se preparan para un camino doloroso.
Invierten mucho en dolor. En realidad, es en lo único que invierten. Quieren asegurarse de que, realmente, sintamos dolor. Parten de la premisa de que el dolor es difícil de objetivar. Estar en el paro, vivir con recursos escasos y sufrir medidas injustas, fastidia mucho pero no duele como ellos piensan tendría que doler. Estás tan concentrado en tirar para adelante que apenas sientes dolor. Pones tanto empeño en salir del pozo que aunque te duela no lo notas. Por eso el Gobierno aumenta en un 1780% el presupuesto destinado a porras. Intuye que el dolor que sientes no es suficiente para inmovilizarte y dejarte recluido en tu casa. Todavía es soportable, está en esa fase que te empuja a rebelarte y salir a la calle. Las porras son para eso, para convencerte de que lo mejor que puedes hacer es sufrir en silencio, ensayar nuevos postres caseros y sacar a tu perro de paseo.
Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España
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