Nunca hubiera imaginado que donde hubo hornos de acero habría barracas de feria, pero ahí estuvieron, junto al coloso Niemeyer, un escenario fantástico en el que esperaba revivir el olor a manzana de caramelo y algodón de azúcar que recordaba de cuando los caballitos, el tiro al blanco, el vaivén, el tren de la bruja, los coches de choque, la noria y las tómbolas, se instalaban en Las Meanas.
Apenas encontré diferencia. La feria casi parecía la misma, incluidos los feriantes que también parecían los mismos con roulottes más modernas. Eché de menos los grandes árboles de Las Meanas, la pareja de baturros pisando uva y un personaje que me vino a la memoria como si el subconsciente quisiera sumarse a la fiesta y regalarme un recuerdo de propina.
El personaje, algunos quizá lo recuerden, era Donan Pher, un vendedor de bolígrafos que los lunes de mercado acudía a la plaza de abastos y por Pascua y San Agustín se ponía a la entrada de Las Meanas, con su salacot, su traje de explorador, sus gafas de montura metálica, una sombrilla, una mesa atestada de bolígrafos y un tenderete del que colgaba fotos descoloridas en las que aparecía con dos leones y una serpiente pitón, debajo de unas palmeras.
Donan Pher me fascinaba, no conseguía entender como aquel hombre, para mi idéntico a Livingstone, se dedicaba a vender bolígrafos. Lo imaginaba víctima de alguna desgracia que le había obligado a dejar de vivir aventuras, remontando el rio Zambeze, y me daba pena que acabara vendiendo bolígrafos por las ferias de los pueblos. Recuerdo que decía, con machacona insistencia: “Sigo con la enfermedad de vender barato. Ofrezco kilómetros de escritura. El bolígrafo es el mejor amigo del hombre. Podría ser el perro, pero nadie puede llevar un perro en el bolsillo de su chaqueta”.
Al final le perdí la pista. No sé si fue que dejó de venir por Avilés, o yo dejé de verlo, pero un día desapareció y no volví a saber de él hasta esta primavera en Pamplona. Estaba en la terraza del Café Iruña, charlando en una improvisada tertulia, cuando alguien dijo: Así que asturiano, lo mismo que Donan Pher, el Emperador del Bolígrafo. La sorpresa fue de aúpa. Allí me contaron que desde los años cincuenta hasta no sabían cuándo Donan Pher era asiduo de las fiestas de San Fermín. Luego, cuando regresé a casa, me puse a buscar y allá a finales de Mayo, supe algo más.
Donan Pher, (Fernando leído al revés) era Fernando Velázquez López, natural de Pola de Siero y vendedor charlatán que recorría los mercados y fiestas de Asturias, y, por lo visto, también las de Pamplona, ofreciendo bolígrafos de todas clases y colores. Las fotos, con la serpiente Pitón, los leones y el fondo de palmeras, las había hecho en el Zoo de Madrid. El acento, que yo creía extranjero, era un defecto en el habla a consecuencia de una mala prótesis que le había colocado un mal dentista al que acudió para que le arreglara la boca y le pusiera dos dientes de oro.
Descubrir la verdad, lejos de decepcionarme, añadió más encanto a su recuerdo. Un encanto que debieron ver los de Kukuxumusu, que en 1996 lo incluyeron en una curiosa camiseta, homenaje a San Fermín.
Donan Pher, falleció en La Barganiza, Siero, en agosto de 2010, a los 86 años de edad.
Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España
Estupendo post que me devuelve a unos tiempos en que aquellos bolígrafos representaban, en manos de este personaje,que tan bien retratas,algo mágico.
ResponderEliminarQue buen post, gracias yo lo veía en el rastro
ResponderEliminarDe niño en los años 60, en las fiestas de San Antolín de Palencia, era un clásico, y me pasabas horas encandilado, eschuchándole en su colorido puesto de bolígrafos y otros artefactos de la época; que por muy poco precio, hacía muy felices a la gente.Descanse en Paz.Fue todo un Personaje
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