lunes, 14 de octubre de 2013

Tetas como pancartas

Milio Mariño

Lo curioso de vivir momentos como el de las tres chicas que, la semana pasada, enseñaron sus tetas en el Congreso, es que enseguida aparece gente que lo sabe todo y lo explica todo. Periodistas, políticos y tertulianos que salen en tromba y analizan lo sucedido disfrazando los criterios más peregrinos para que parezca que su opinión tiene sentido. Así es que hemos oído, y leído, opiniones para todos los gustos y alguna que otra a disgusto, como la de unas cuantas señoras, muy de derechas, que se revelaron más feministas que nadie y mostraron su rechazo a la utilización del cuerpo de la mujer para protagonizar cualquier tipo de anuncio, ya sea de coches de lujo, de colonias caras o en defensa del derecho al aborto. Un derecho que, según ellas, es repugnante.

El caso que algunos caballeros y, sobre todo, esas feministas de nuevo cuño, dijeron que es feo y de mal gusto recurrir a las tetas para llamar la atención del público. Y se quedaron tan panchas, como si nunca hubieran recurrido a un escote profundo o no se hubieran cruzado de piernas para atraer las miradas y promocionarse a sí mismas. Pero eso es distinto, responde a la causa noble, y universalmente aceptada, de poner el cuerpo al servicio del ego y de la vanidad personal. Actitud, generalmente, aplaudida en ese teatro alternativo que, ahora, son las tertulias, pobladas de papanatas que pugnan por ser graciosos y no dudan en ofrecer versiones de Perogrullo para acabar reconociendo lo que hasta el más tonto sabía desde el principio. Que las chicas podían haber gritado hasta desgañitarse pero que, si en vez de enseñar sus tetas, hubieran desplegado un par de pancartas no las habría tomado en cuenta ni cristo. De modo que dejémonos de pamplinas. Claro que importan las tetas. Las tetas importan cuando se convierten en un arma política. Todo lo demás, toda la polémica, eso de que desprecian al feminismo, que son una franquicia y mil tonterías, incluida la del ministro tonto de turno, en este caso Fernández Díaz, que dijo: "Se podría haber producido una tragedia, haberse caído ella y haber matado a algún diputado", son ganas de marear la perdiz.

El acto en sí, fue un acto reivindicativo que no debería preocupar a nadie. Lo que sí debería preocuparnos fue la reacción que vino después. Y no me refiero a los tertulianos ni a las feministas de ocasión o los editoriales más o menos casposos, me refiero a que el PP y el PSOE volvieron a coincidir, una vez más, haciendo como que no se enteraban de la protesta. De una protesta que venía de la calle y representaba el sentir de muchas mujeres. Solo Izquierda Unida reaccionó, a mi modo de ver, de forma honesta y valiente, ante la hipócrita actitud de quienes siguen defendiendo que lo políticamente correcto está primero que el sentir de aquellos que representan.

Tampoco comprendo dónde está el escándalo. Que las mujeres enseñen el cuerpo, esgrimiéndolo como arma, viene de viejo. Primero enseñaron los tobillos, luego las rodillas, después el ombligo y ahora las tetas, con sus pezones incluidos. Hay quien dice que fue un destape propio de los primeros años de democracia. Allá quien lo diga. Yo las aplaudo. Pienso que no está la cosa como para que despreciemos a tres luchadoras. El ejército es escaso y la batalla larga.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

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