Ahora que nos hemos recobrado del
susto es oportuno apuntar que, como en todos los Apocalipsis que nos han precedido
a lo largo y ancho de la historia, en este que patrocina Trump y anuncia la
Unión Europea, también habrá vida después de la tragedia. Cae de cajón. Si no
la hubiera, Úrsula von der Leyen no nos recomendaría un kit de supervivencia. El mundo se iría a la
mierda y nosotros con él. Así que mejor aparcamos los arrebatos y las soluciones
tipo inventos del TBO y nos hacemos a la idea de que estamos en el umbral de un
momento histórico que dará paso al siguiente. Eso es todo.
Acepto que no es poco, pero allá
cada cual como entienda el kit de la cuestión. Sirve lo mismo para los que se
creen muy listos y ya tienen el kit en su mochila como para quienes nos
consideramos gente normal y creemos que nos toman por idiotas.
Anuncian el Apocalipsis y se quedan
tan tranquilos. Si por lo menos dijeran la fecha, nos daría tiempo a fundir
nuestros ahorros y disfrutar a tope hasta que nos llegue la hora. Pero no dan
pistas. Lo cual confirma lo dicho. La invitación a que preparemos un kit de
supervivencia es una forma de meternos miedo para que nos vayamos haciendo a la
idea de que viviremos peor. Ese es el quid y no el otro, pero nos subestiman de
tal manera que ni siquiera se molestan en discurrir algo que tenga sentido. Piensan
que así, por las buenas, vamos a creer que podemos sobrevivir a una catástrofe
bélica, económica, natural o sanitaria con la fotocopia del DNI, un poco de dinero
en efectivo, una caja de paracetamol, un transistor, una linterna, una navaja
suiza y dos o tres botellas de agua.
La culpa es nuestra. Llevamos
demasiado tiempo creyendo todo lo que nos dicen. En lugar de pedirles cuentas y
preguntar a qué viene amenazarnos con el Apocalipsis, nos enzarzamos en
discusiones tontas sobre sí no sería mejor incluir tres latas de fabada, un
rollo de papel higiénico y el cargador del móvil. Es de locos. La histeria se
ha apoderado de nosotros y nos tiene sorbido el coco. Hemos caído en la trampa de
activar el modo automático y ya ni pensamos.
Nos manejan como quieren. Hasta
hace poco, sobrevivir significaba la angustia de muchas familias que hacían
equilibrios, y a veces milagros, para llegar a fin de mes, pero hora, después
del kit, ya significa otra cosa. Ahora, sobrevivir significa que tendremos que
prescindir de lo que considerábamos básico para ir tirando y arreglarnos, solo,
con lo imprescindible.
Menudo descubrimiento dirán los que
venían haciendo eso mismo desde hace años. Exacto, pero el anuncio es otra
vuelta de tuerca. La sugerencia del kit no es inocente, es para que nos vayamos
haciendo a la idea de que, a cambio de seguir vivos, tendremos que vivir peor. Y,
no se lo pierdan, pretenden que les estemos agradecidos por habernos avisado.
Esperaba otra cosa de la Unión
Europea. Creía que sí, de verdad, vaticinan un Apocalipsis y entienden que
estamos al borde de la catástrofe, nos tranquilizarían con un kit de supervivencia
que incluyera empleos y salarios decentes, viviendas accesibles, pensiones
dignas y una sanidad pública sin listas de espera. Sobrevivir con menos igual
no merece la pena.