Todos los veranos, vuelve la
burra al trigo con la historia de que hay vida extraterrestre. Ahora son los
chinos los que dicen haber detectado señales que están estudiando en la
Universidad de Beijing.
Los chinos están en eso, pero aquí
estamos en otras cosas. Estamos tan abrumados por el calor que no me extrañaría
que quienes viven en Andalucía quisieran vivir en Marte, dónde apenas pasan de
los 20 grados y disfrutan de un verano que, allí, dura seis meses. Así que no
creo que a los marcianos les seduzca la idea de recorrer 70 millones de
kilómetros para venir a veranear con nosotros.
Lo más probable es que no vengan.
Eso suponiendo que existan, que no lo tengo yo muy claro, a pesar de lo que
digan los chinos y de las múltiples pruebas que dicen tener los americanos.
Tampoco tengo claro que sean como los pintan: de baja estatura, color verdoso,
con la cabeza desproporcionada, unas enormes pupilas y unos brazos que parecen
tentáculos.
Siempre me pareció que esa descripción,
más que con un extraterrestre, se corresponde con la de un pulpo. Y aquí viene lo bueno porque en un artículo publicado
por la revista “Progress in Biophysics and Molecular Biology”, treinta y tres
investigadores y científicos exponen la teoría de que los pulpos tal vez
provengan del espacio exterior y hayan llegado a la Tierra a través de un
cometa.
No son los únicos. Peter
Godfrey-Smith, en su libro “Other minds”, dice que un pulpo es lo más parecido
que tenemos en la tierra a una mente extraterrestre. Apunta que los
científicos, en sus conclusiones, destacan que a nuestro planeta han llegado, y
siguen llegando, organismos que pueden dar lugar a nuevas líneas evolutivas que
se adaptan a nuestro mundo y prosperan en él, como sería el caso de los pulpos.
Los pulpos, para quien no lo
sepa, tienen tres corazones, sangre azul, nueve cerebros (uno principal y el
resto auxiliares), ocho brazos capaces de moverse de forma autónoma y dos mil
ventosas con las que pueden palpar, oler, degustar y usar herramientas. También
pueden cambiar de forma y de color a voluntad, son capaces de resolver
problemas, aprenden de sus errores y elaboran estrategias. Poseen una gran
inteligencia, una excelente memoria, capacidad para el juego, rasgos estables
de personalidad y conciencia de sí mismos como los humanos, los delfines y los
grandes simios.
Son un prodigio. Y sí, además,
añadimos que la revista “Nature” publicó, en agosto de 2015, un estudio sobre
genoma del pulpo que dio como resultado cientos de genes nuevos que no tienen
homólogos en ningún animal ni en el ser
humano, la sospecha de que son de otro planeta se convierte en una certeza
inquietante. Por eso que cada vez son más los científicos que sostienen la
hipótesis de que la vida no se originó en la Tierra, sino que llegó a través
del espacio.
Si se confirmara que los pulpos
son seres extraterrestres sería una gran noticia. Supondría que ya no
tendríamos por qué sentirnos amenazados ante el riesgo de que fuéramos
invadidos por una civilización marciana que nos tratara como nosotros tratamos
a los indios del Nuevo Mundo tras el descubrimiento de América. Y no solo eso, también sería un aviso
para navegantes. Sabrían, a lo largo y ancho del universo, que nosotros, a los
extraterrestres, los comemos con patatas.
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Milio Mariño