lunes, 8 de agosto de 2022

El reverso del universo

Milio Mariño

Insisten tanto en que la educación ha de ser divertida y el aprendizaje un juego en el que memorizar es lo de menos, que no sé yo si los niños de ahora sabrán de memoria aquella lista de planetas que, en mis tiempos, recitábamos de carrerilla: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Una lista que, para mí, sigue vigente a pesar de que, en el año 2006, los astrónomos recalificaron el universo y decidieron que Plutón ya no era planeta.  

No lo será para ellos, pero yo lo sigo teniendo en mi lista y ahí seguirá hasta que me muera. Lo que uno aprende de niño es eterno. Ahí se queda, en ese amasijo de neuronas que llaman el hipocampo y es quien decide lo que merece ser recordado y lo que acaba en el olvido.

Aquella lista de planetas caló tan hondo en mí memoria que el cerebro ya no quiso saber más nada del Universo. Se conoce que cuando se enfrenta a un asunto complejo prefiere la versión sencilla. En este caso los nueve planetas y no la teoría del Big Band y el gran cúmulo de galaxias que han ido descubriendo y sitúan a miles de millones de años luz de la Tierra.

Agradezco que fuera así. Si la luz recorre 300.000 kilómetros por segundo es lógico que mi cerebro no intente calcular la distancia que nos separa de esas galaxias ni trate de hacerse a la idea de lo que supone, en el tiempo, que el universo naciera hace 13.700 millones de años. Comprendo que cuando oye que hablan en esos términos su respuesta sea provocar una mueca tonta en mi cara seguida de una sonrisa escéptica.

Una mueca tonta, aunque sin sonrisa, fue mi respuesta cuando el pasado doce de julio el presidente Joe Biden apareció en televisión presentando el telescopio espacial James Webb, el mayor observatorio astronómico jamás lanzado al espacio. Un proyecto científico que costó 9.000 millones de euros y será capaz de observar los objetos más lejanos y antiguos del universo, incluidas las primeras galaxias y las primeras estrellas nacidas 100 millones de años después del Big Bang.

Pensar en esas galaxias, que han descubierto y sitúan a 4.600 millones de años luz de la Tierra, solo serviría para complicarme la vida. Estoy servido con mi antiguo Universo de nueve planetas, no necesito que me pongan al día de las últimas teorías de los astrónomos. Eso de que el Bing Band continuará en expansión hasta que llegue un momento, dentro de unos cuantos millones de años, en que esa explosión se detenga y empiece la cuenta atrás. Es decir, que todo  se vaya reduciendo hasta llegar de nuevo al origen del universo.

Presumen de qué es un gran hallazgo, pero me temo que han gastado 9.000 millones de euros para llegar a la conclusión de que todo lo que sube baja, como dice el viejo refrán.  

Si fuera verdad que dentro de unos millones de años el Universo emprende el camino de vuelta y empieza a reducirse hasta quedar en nada, igual tendría que estar preocupado, pero como solo pienso vivir hasta el año 2200 tampoco me preocupa mucho. Si vuelven los dinosaurios que vuelvan. Y, si además de los carnívoros y los herbívoros aparecen otros bichos que comen el plástico y hay que llamarlos plastícoros, pues los llamamos.

 Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


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