lunes, 30 de noviembre de 2015

La corrupción nos droga

Milio Mariño

Nos han inyectado, en vena, tantos casos de corrupción que si les digo que don Agustín Iglesias Caunedo justifica el pago de los viajes a Croacia, Florida y Nueva York con un dinero que le dieron sus tías, seguro que más de uno se apunta a que las tías son las del puticlub y no las del parentesco. Pocos tendrán en cuenta, porque tal vez no lo sepan, que las tías de Caunedo tenían motivos para obsequiar a su sobrino pues, justo ahora, con 44 años cumplidos, acaba de terminar la carrera de derecho en la Universidad Alfonso X El Sabio, que para eso es privada.

Cito lo de Caunedo porque nos hemos vuelto de un escéptico que tanto da que alguien ponga a sus tías por testigo como que justifique que la fortuna que aparece en su cuenta corriente procede de un tío suyo que vive en América. Ya no creemos ni aceptamos nada: ni justificaciones, ni errores ni disculpas. Nos han metido tanta mierda en el cuerpo que no podemos vivir sin la dosis diaria de porquería. Sin la anfetamina de algún chanchullo, los esteroides de la prevaricación y el cohecho, o la testosterona de que cualquier listo le birle a Montoro un par de millones en impuestos.

Así estamos. Con un consumo de corrupción per cápita que la fiscalía no da abasto para facilitarnos la dosis diaria. Cada vez hay menos género y lo que hay es más flojo. Lo último, lo que acaban de sacar estos días, son los fraudes en el deporte y en la industria del cine. El fraude de Marta Domínguez, atleta y senadora del PP, culpable de haberse dopado y haber manipulado su pasaporte biológico. Y el, todavía, presunto fraude de las películas que no las veía ni El Tato y, para pillar subvenciones, presentaban un cargo en taquilla que convertía en obras maestras títulos como: “Los Muertos no se tocan, nene”, o “Don Mendo Rock ¿La venganza?”, que parecen pensados adrede para evitar que alguien cometa la locura de pagar cinco euros por una entrada.

El problema es que no hay actividad ni estamento que no tenga algo encima. Vivimos en un país en el que cada cual anda a lo que pilla porque se ha impuesto que aquí el que no roba es porque no puede. Acaba de definirlo muy bien el Papa Francisco: “La Corrupción es como la droga”. Y no solo eso sino que fue más allá y apuntó que esa práctica llega a convertirse en una dependencia: "Comienza quizás con un pequeño sobre, pero es como la droga, ¡eh!", alertó.

Considerar que la corrupción es una droga, ya ven que no es de cosecha propia. Pero como tampoco quiero que piensen que me aprovecho de lo que dijo el Papa, no haré ninguna insinuación, ni siquiera velada, a propósito del país y el partido político que pudo servirle de inspiración. Tomo nota y añado el detalle a la coincidencia de que Monedero se toque la nariz cuando habla de Albert Rivera.

Al final, tengo que volver a insistir sobre lo mismo. De un modo u otro, todos estamos drogados. Tenemos tanta corrupción en vena que el mono de la dependencia nos empuja a seguir consumiendo, solo que con más garantías higiénicas. Ese va ser el cambio que anuncian para diciembre. Seguiremos inyectándonos lo mismo, pero no usaremos la misma jeringuilla.

Milio Mariño / Articulo de Opinión / Diario La Nueva España



lunes, 23 de noviembre de 2015

Cría cuervos

Milio Mariño

Tengo empacho de París. Pienso que ya está bien de que lleven casi dos semanas machacándonos, una y otra vez, con lo sucedido. Que insistan repasando cómo se desarrollaron los atentados, que repitan hasta la exasperación las mismas imágenes y que vuelvan con las mismas soflamas que hemos oído ya tantas veces. Eso de que no nos ganarán la batalla, no conseguirán atemorizarnos ni doblegarnos, vamos a demostrar que la democracia y la civilización triunfarán frente a la barbarie… Y la traca final: que el Bien prevalecerá sobre el Mal.

Pero bueno… Si, solo, fuera eso aún podría llevarse. Lo malo es que también tenemos que soportar el desfile, televisivo, de un ejército de acreditados “expertos” empeñados en explicarnos hasta dónde llega el entramado de comandos y “lobos solitarios” que acechan en la sombra a la espera de entrar en acción. “Expertos” que, ya puestos, aprovechan para ponernos al tanto de todo tipo de líderes terroristas, organizaciones, redes que reclutan suicidas, imanes, talibanes, mullah fanáticos y el Corán en verso. Ah… Y las Milicias del Estado Islámico, ISIS en inglés y Daesh en árabe, para conocimiento de quienes, en materia de idiomas, solo hablamos asturiano en la intimidad y español por imperativo legal.

Semejante despliegue no es para informarnos, es para meternos miedo. Para acojonarnos y hacernos sentir que estamos en el punto de mira de unos desalmados que nadie sabe de dónde han salido. Ya ven que cosas… Lo saben todo del Norte de África y Oriente Medio y no saben nada de Afganistán, Irak o Siria. No saben que Estados Unidos, Francia, Israel y el Reino Unido invirtieron miles de millones de dólares en combatir la influencia de Rusia en Oriente Medio, para lo cual no sólo captaron a un gran número de jóvenes afganos en los campos de refugiados, sino que además reclutaron a numerosos fanáticos y mercenarios procedentes de la zona en conflicto. Entre ellos al ya fallecido Bin Laden, miembro de una muy adinerada familia saudí, que era de los buenos hasta que se volvió malo. A todos se les adiestró y armó profusamente para expulsar a los rusos. Y la jugada les salió bien, pues la Unión Soviética tuvo que retirarse de Afganistán con el rabo entre las piernas. Luego vino lo de las armas de destrucción masiva, aquel invento del trio calaveras, que no vamos a repetir porque es de sobra conocido.

Por eso que si apelamos a la verdad, pura y dura, resulta que los comandos yihadistas, mártires suicidas, talibanes fanáticos y demás troupe fueron alentados, financiados y adiestrados por los nuestros para que hicieran lo que saben hacer. La cuestión es que debían hacerlo en lugares miserables y dejados de la mano de Dios como Afganistán, Siria o Irak. No aquí, en la hermosa, próspera, pacífica y ejemplar Europa, bastión de la libertad y la democracia. Y menos aún en París, capital de la luz y las libertades.

Se preguntan, ahora, de dónde han salido esos locos y la respuesta, antes de que les recordemos aquello de “cría cuervos”, es meternos el miedo en el cuerpo y mantenernos controlados, temerosos y calladitos. El mejor remedio contra el terrorismo, dicen los gobernantes, es que seamos obedientes y aceptemos que recorten nuestros derechos. Un remedio que, curiosamente, vale para todo. Incluso para evitar que pidamos cuentas y protestemos por las mentiras, los errores y los chanchullos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 16 de noviembre de 2015

Lo que cae del cielo

Milio Mariño

Estamos en crisis y ya veis lo cae del cielo, basura. Bolas negras como esa que cayó en Mula, Murcia, hace un par de semanas y pesaba veinte kilos. Peñazos que si te alcanzan te rompen la crisma o te desgracian para toda la vida. Tiene razón Rubén Blades, si naciste para martillo del cielo te caen los clavos. Los pobres es inútil que luchen contra el destino, ni dios está de su lado.

No es que me haya vuelto más pesimista, la realidad es así de cruda. Habían insistido tanto en que nada cae del cielo, que lo del maná de la Biblia no había que tomarlo en serio, que lo creímos a pies juntillas. Ahí tienen a Juan y Francisco, dos pastores que cuidaban de su ganado, en el campo, y cuando vieron una bola negra, a lo lejos, se acercaron y comprobaron que había caído del cielo, hicieron lo que debían: avisaron a la Guardia Civil. Lo extraño, lo que no acabo de entender, es que la Guardia Civil apareciera con trajes antiradiactivos, en vez de con su uniforme verde de toda la vida. Entiendo menos que, después de examinar el objeto, los guardias descartaran que fuera una bomba y luego, una vez comprobado que no emitía radiación, dijeran que no había peligro, que era basura espacial.

¿Qué está pasando? ¿Cómo es que la Guardia Civil, en los pueblos, dispone de trajes antiradiactivos? ¿Acaso están avisados de que también pueden llovernos peñazos del cielo? Mala espina me da. Vale que no procede esperar que caiga el maná pero lo menos que se puede pedir es que, el cielo, sea neutral. Que se dedique a verlas venir y no a lanzarnos peñazos, como ese de Mula, que no alcanzó a los pastores porque dios no lo quiso. Eso hay que reconocerlo, pero ya sería el colmo que tirara a dar. Sería lo que nos faltaba, sobre todo si tenemos en cuenta que nos llevaron al desierto con la promesa de que el Jehovah económico haría llover, sobre nosotros, el pan de la recuperación. Promesa que no solo no se ha cumplido sino que niegan incluso que se haya hecho. Lo dijo Moisés Rajoy, el pasado 30 de agosto, en el tradicional mitin de Pontevedra, apelando a otra de sus memorables frases: “Esto no es como el agua que cae del cielo sin que se sepa exactamente por qué”. Lo cual cabe interpretar como que Rajoy y su primo, el que le asesora en materia de medio ambiente, son medio lelos, o que tal vez se refiera a la frase de Galeano: Nos mean y dicen que llueve.

La gente sabe a qué atenerse. Nadie espera que el maná caiga del cielo. Pero, ojo, ni el maná ni esas bolas negras que son un misterio. Tiene razón José Vélez, alcalde de Calasparra, cuando muestra su indignación porque la Delegación del Gobierno no le haya informado al respecto de las siete bolas negras que cayeron del cielo, en el término municipal que regenta, el pasado 3 de noviembre.

Reclamábamos la neutralidad del cielo y se me ocurre, para tranquilidad del alcalde, que a lo mejor es eso lo que está sucediendo. Tal vez el cielo esté devolviendo las bolas que ha lanzado el Gobierno. Tiene sentido que no quiera verse involucrado en el engaño, las pinte de negro y las devuelva como basura al país de donde salieron.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 19 de octubre de 2015

Cerdos

Milio Mariño

Como siempre creí que la diferencia entre un genio y el común de los mortales era la habilidad para darse cuenta de algo excepcional que ocurre por casualidad y aprovecharlo para inventar y estudiar cosas nuevas, llevo unos días que no paro de darles vueltas a qué pudo ser lo impulsó a los científicos a considerar que el cerdo es el animal más adecuado para desarrollar órganos humanos en su interior. Me gustaría saber que pasó para qué alguien cayera en la cuenta de que el interior de los cerdos se parece tanto al de los humanos que hay órganos que pueden cumplir su función, indistintamente, en unos y otros.

Lo de atribuir esta práctica a la casualidad fue porque descarto que un científico, o cualquiera en su sano juicio, pudiera pensar, de motu propio, que nuestro interior es intercambiable con el de los cerdos. Tuvo que ser, pienso yo, una de esas casualidades de las que tanto provecho ha sacado la ciencia. Algo parecido a lo que ocurrió cuando Pfizer trabajaba en un fármaco para tratar la angina de pecho y descubrió que el sildenafilo no resultaba como habían previsto, pero provocaba un efecto secundario que hacía que los pacientes tuvieran unas erecciones que no recordaban haber tenido ni a los 18 años, cuando al menor estímulo se les ponía el miembro como una mazorca de maíz transgénico.

Tuvo que ser algo así. Algo que surgió por casualidad: lo mismo que la Viagra, lo de Newton y la manzana, Pasteur y la penicilina o Geim con el celo y el grafeno. No imagino, ni quiero imaginar, que ningún científico pensara en un cerdo como criador y potencial donante de órganos para los humanos.

Son cosas mías, pero confío en que fuera así. No creo que, como dicen en Harvard, los científicos eligieran al cerdo porque genera muchas menos preguntas morales y éticas que otros animales, especialmente los primates, que son quienes más se parecen a nosotros.

Se me ocurrió hablarles del cerdo, como criador y donante de órganos, porque es en lo que andan, ahora, las bioquímicas Charpentier y Doudna, Premio Princesa de Asturias 2015 de Investigación Científica. Ya casi han conseguido borrar el contenido genético porcino para desarrollar órganos humanos en el interior de los cerdos. Están en ello después de que, al parecer, se hayan resuelto los problemas éticos y morales que frenaban la investigación cientifica.

Por lo visto, después de estudiarlo a fondo, los teólogos han resuelto que Dios creó a los animales para ponerlos a disposición del hombre, de modo que sacrificarlos puede estar justificado si se requiere para alcanzar un bien relevante. La otra cuestión que generaba dudas, si el hombre podría perder su identidad divina al introducir en su cuerpo órganos que no son de procedencia humana, también se ha resuelto. Dicen los teólogos que esa identidad reside en el alma, así que no pasa nada porque, al hombre, le trasplanten el páncreas o los riñones de un cerdo.

Los teólogos, cuando quieren, encuentran soluciones. San Antón aparece representado con un cerdo porque los cerdos eran considerados animales impuros y se asociaban con el demonio. Pero, a lo mejor, quien sabe, igual dio la casualidad que los científicos se preguntaron qué hacía el santo con un cerdo a sus pies y de ahí salió la idea de utilizar a los cerdos para fabricar órganos de repuesto. Todo tiene explicación aunque la desconozcamos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 12 de octubre de 2015

Caca, culo, please

Milio Mariño

Cuando doy con una frase ingeniosa lo paso bomba. Celebro encontrarme con una de esas frases que provocan el esbozo de una sonrisa y actúan como un resorte que hace que te cambie el humor. Me sucedió mientras leía que el Ayuntamiento de Mieres enviará a la calle a policías de paisano, en coches camuflados, para vigilar qué los perros estén identificados con el correspondiente chip y que los propietarios recojan los excrementos que los animales van dejando, por ahí, al descuido. Ya estaba yo frunciendo el ceño y preguntándome si no habría otro procedimiento que el muy antiguo de poner multas cuando me acordé de que hace un año el Ayuntamiento de Arousa, justamente para lo mismo, en vez de organizar patrullas de guardias disfrazados que vigilen y multen a los dueños de los perros que no recojan las cacas del suelo, optó por poner en marcha una campaña cuyo eslogan era: “Caca, culo, please”.

Un aplauso para los gallegos, que también amenazaban con poner multas pero no empezaban multando. Empezaban por arrancarnos una sonrisa con ese eslogan que me parece muy ingenioso. Dirán que lo que vale para Arousa no tiene por qué valer para Mieres, por más que Mieres tenga un pueblo que se llama Gallegos. Tal vez, pero tampoco vendría mal que los ediles mierenses abordaran ese problema con un poco de humor que no tiene por qué ser inglés. En Mieres nació Teodoro Cuesta, un maestro del humor, tan ingenioso, o más, que Julio Camba o Wenceslao Fernández Flórez.

Por eso, y por lo que paso a contarles, Mieres tenía fácil montar una campaña en el sentido de concienciar a los vecinos para que hagan lo que tienen que hacer cuando sacan al perro de paseo. Seguro que conocen la frase: ¿Yes de Mieres?… ¿Tienes Perru? De modo que con un poco de ingenio podían haber utilizado esa ventaja para este asunto que comentamos. Pero los políticos locales debieron pensar que la caca de los perros es un asunto tan serio que exige patrullas de guardias disfrazados antes que un eslogan ingenioso y una llamada al civismo. Optaron por la mano dura aunque no sean igual de duros con las cagadas que ellos mismos van dejando en su quehacer político.

Sé que no es para reírse. Soy el primero que no me rio cuando piso una de esas cosas marrones que van dejando los perros y, ahora en otoño, son fáciles de confundir con la seta Níscalo o el champiñón Portobello. Es más, estoy por apostar que, en mi caso, no es aplicable la Ley de Probabilidad de un Suceso pues si el 99 % de los que tienen perro recogen las cacas del suelo, la que corresponde a ese uno que falta no falla que la aplaste con mi zapato. Pero medidas como esta de Mieres o la que anuncian en Sitges me parecen exageradas.

En Sitges, el Ayuntamiento se ha comprometido a crear un registro genético de mascotas, de modo que cuando éstas hagan sus necesidades en la vía pública la caca pueda ser reconocida por su ADN y los dueños de los animales multados. Ahí es nada hacer un análisis de sangre a todos los perros para crear una base de datos de ADN canino. Ya les vale a los ediles de Sitges. Otros que, como los de Mieres, merecen un please de reproche.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


viernes, 2 de octubre de 2015

Cayer del burru y del caballu

La mio collaboración de los xueves nel programa de la RPA Noche tras Noche.

El mi lio d'esta selmana ye polo que seguramente tais pensando… Si por eso. Por qué yá tamos hasta'l campanín del gargüelu d’Artur Mas, Rajoy, Cataluña y tola lliada que traen con ellos. Y como xente falando d’eso… politólogos, filósofos, eruditos y finos analistes de prestíxiu, hai a maza asocedióme que nun vendría mal un puntu vista aldeanu, anque l'enfotu de que daquién faiga casu sía nengunu.

Equí, dende la llomba d’esti requexu que ye Asturies, vese too más cenciello. Vese qu’Artur Mas y Rajoy lleven tiempu acaballando dos besties que, preses de llerza, galopien esbocaes camín del precipiciu. Rajoy va enriba un caballu que cuerre que lu lleva’l diañu, aguiyonáu polos reacionarios del so partíu que piden la intervención del exércitu. Y Mas va xubíu nun burru que los sos rebuznos ponen la piel de pita a los qu'aboguen por un pocu de xeitu y una España del sieglu XXI.

Los que nunca pasaron por ello non lu saben pero los que, dalguna vegada, xubimos al llombu d'un pollín o un caballu sabemos que, cuando la cosa se tuerce y entamen una allocada carrera, hai qu'atinar col momentu xustu de baxase, pos aportunar en pone-yos frenu suel dar como resultáu qu'unu salga volando y acabe nel suelu con un llombazu tremendu. Asina qu’a los dos, a Marianu y Arturu, non yos queda otra que tirase en marcha enantes de que sía tarde. Enantes de que la bestia llegue hasta’l cantu del precipiciu y los esgracie.

Lo d'asitiar a Mas xubíu nun pollín nun ye por afea-y la cabalgadura, ye porque alcuérdame a Lucio Apuleyo, aquel bereber, miembru de l'aristocracia romana, qu'escribió una obra bien entretenía na que rellataba les aventures d'un home encegoláu col poder, que lo lleva a vese tresformáu nun burru.

Poner a Rajoy enriba d'un caballu tampoco ye por da-y meyor acomodu. Ye que, nesti casu, alcordéme de lo que dixo Unamuno. Aquello de: “Llegará un día en que toos esos fidalgos que creyeron na coherencia de les sos idees, caerán del caballu con más dolor entovía que'l mesmu Pablo de Tarsu, aquel xudíu sobeyu que camín de Damascu foi cegáu por un rayu”.

Tal como tan les coses, Más y Rajoy van acabar asina: cayendo del burru y del caballu, nun digo que mañana, porque les besties entovía aguanten un par de carreres, pero d'equí a poco seguru. Lo malo que como, los dos, esfruten mui a gustu nel machitu, nun van saber apease a tiempu y van llevar un sapiazu que da respiegos pensalo.

De toes maneres, tampoco penséis que soi tan inxenuu. Sé que cuenten con ello. Y tamién cuenten con que, dempués del sapiazu, van llevantase del suelu, un pocoñín magullaos pero pensando en volver xubise al caballu y al burru como si nada pasare. Esi ye l’enfotu… Probinos… Lo que nun calcularon ye que cuando atinen a llevantase, sabe dios au tarán el caballu y el burru. 

Milio Mariño / @NTNrpa

lunes, 14 de septiembre de 2015

Alcoa, la caseta y el perro

Milio Mariño

Cuando salía por ahí en bici, hace de esto seis años, siempre que pasaba por delante de Alcoa decía lo mismo: Que pena, cuanto necesita una mano de pintura. Y es que la dejadez, la suciedad y la herrumbre le daban un aspecto que no hacía presagiar nada bueno. Déjate de chorradas, que inviertan en tecnología, apostillaba mi compañero, yendo a lo práctico. Eso por supuesto, pero yo veía la fábrica y no podía evitar acordarme de aquel viejo refrán que decía: Viendo la caseta ya se sabe cómo es el perro.

No creo que está mal traído el viejo refrán del perro. Me atrevería a decir que es de los que ladran poco pero sabe proteger a sus dueños. Seguro que es obediente y disciplinado, de modo que se hará el sordo y seguirá a lo suyo, que es enseñar los dientes y morder cuando llegue el caso.

Pero bueno, volviendo a lo que decíamos, a cómo está Alcoa, por fuera y por dentro, y al estado de permanente amenaza en que tiene sumidos a sus trabajadores avilesinos, me asombra que se tome por nuevo lo que es un viejo procedimiento que emplean las Empresas para hacer lo que siempre acaban haciendo. No es que sea adivino y me adelante a los acontecimientos, es que uno ya es perro viejo, volvemos a lo del perro, y tiene cierta experiencia en casos parecidos. Sabe que entre los trabajadores y las razones empresariales hay trazada una línea que se levanta sobre la falacia de la eficiencia empresarial y la ineficiencia de las instituciones sociales. La culpa del cierre nunca la tiene la Empresa. Cuando no es el coste de la energía, son los impuestos, la baja productividad, la conflictividad, el exceso de huelgas, las cotizaciones a la Seguridad Social, los salarios excesivamente altos, la dificultad de las comunicaciones, las exigencias del protocolo de Kioto, la crisis… Cualquier cosa vale para que empiece la rueda. Los trabajadores culparán a la empresa, la empresa devolverá la culpa y dirá que las instituciones y los trabajadores son los culpables del cierre y estos acabarán pidiendo soluciones al gobierno, que apelará a la responsabilidad de todos, y vuelta a empezar de nuevo. En esta rueda infernal de culpas y excusas podemos estar girando hasta el día del juicio.

Quien parece que aún no sabe cómo va el asunto es la diputada del PP Carmen Maniega, que haciendo honor al significado de su apellido, en asturiano, tuvo la feliz idea de decir que es el momento de planteamientos serios. Que lo que tienen que hacer, el Gobierno central, el del Principado, la empresa y los trabajadores, es sentarse y buscar una solución al problema. Más o menos, como si hasta ahora hubieran estado de broma.

No pretendo hacer leña de lo que dijo Maniega, que seguramente lo dijo con la mejor intención del mundo. Señalo que ya está en marcha la rueda y que lo siguiente será que el Principado culpe a Madrid; Madrid a Oviedo, Oviedo a Soria, al ministro no a la ciudad, y así hasta navidades que será cuando Alcoa diga hasta aquí llegamos y anuncie que cierra. Apunten la fecha porque las Empresas tienen una querencia especial por los días señalados y, en este caso, le viene que ni pintado que estemos con el turrón y el árbol y las Elecciones como regalo.

Milio Mriño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España