lunes, 25 de julio de 2022

La fruta guapa

Milio Mariño

Todo está en crisis menos lo guapo. Lo guapo se ha convertido en la prioridad absoluta de la sociedad actual y la belleza en una especie de religión que asocia lo feo con el demonio y se empeña en ahuyentarlo sustituyendo las misas y los rosarios por la cirugía estética, el botox y el photoshop.

Ya lo anticipaban Los Sirex en aquella exitosa canción que, en 1965, fue la canción del verano. “¡Que se mueran los feos!”. Que no quede ninguno, decían. Suerte que no se cumplió el deseo de los rockeros.  Los feos seguimos aquí y supongo que moriremos a la misma edad que los guapos. La belleza ya supone un trato social más favorable, como para que, encima, los guapos vivan más años.  Imagino que vivirán los mismos, lo que no quita para que la gente cuide su aspecto y utilice la cirugía, los implantes de todo tipo, la cosmética y lo que haga falta para lucir más joven y guapa. ¿Eso alarga la vida? Por supuesto que no, pero mejora la autoestima y aumenta la  sensación de felicidad.

La imagen es importante. Tanto que, aunque no solemos estar de acuerdo en cómo salimos en las fotos, sobre todo en la del DNI, la creencia general es que ahora somos más guapos. Nos vemos mucho mejor que la gente de hace treinta o cuarenta años a pesar de que sigue abundando la gente poco agraciada y la belleza sigue siendo excepción.

Era lo que pensaba. Y lo confirmé hace unos días cuando, mientras paseaba, se me ocurrió hacer una encuesta visual. A los cinco minutos ya lo tenía muy claro: hay más gente fea que guapa.

El caso que mientras iba calle adelante, distraído con la encuesta, tropecé con una frutería que tenía expuesto su género en un escaparte que ocupaba la mitad de la acera. Todo muy bien colocado, en una cascada de cajas en las que la fruta lucía como si estuviera expuesta para un desfile de Christian Dior.

Nunca me había fijado, pero la fruta toda era guapa. Fruta fea: peras con mucha barriga, tomates pálidos, manzanas con pecas, plátanos con manchas negras o cualquier fruta que se saliera de la perfección,  en cuanto a tamaño, color o características de la piel, no había ninguna. Solo había fruta guapa. Algo curioso, sobre todo si tenemos en cuenta que a la hora de comprar fruta debería primar el sentido del olfato y el del gusto por encima de la apariencia visual.

Me enteré luego que la fruta fea, aunque esté perfectamente apta al consumo, tenga el mismo gusto que la guapa, la misma cantidad de vitaminas y todos esos beneficios que atribuimos a la fruta en general, es eliminada sin piedad. Lo cual supone que aproximadamente el 45% de la producción queda fuera del circuito comercial. Un informe de la FAO, señala que se desperdician 300 millones de toneladas de fruta al año, sin que existan motivos nutricionales ni de sabor que justifiquen el despilfarro.

Ni les cuento el tembleque que me entró solo de pensar que podrían hacer con nosotros lo que hacen con los plátanos, las manzanas o las naranjas que no superan el canon estético. No sé si lo harán algún día, pero si lo hicieran la gente acabaría pereciéndose a los melocotones de ahora, que son muy guapos pero apenas tienen sabor ni huelen a nada.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / diario La Nueva España

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