lunes, 11 de julio de 2022

Chorizos de marca no registrada

Milio Mariño

Hará cosa de un mes, la Oficina Española de Marcas y Patentes rechazó la  petición del empresario asturiano Rubén Lavandera de registrar sus chorizos con la marca “Hijoputa”. Le contestaron que, según el artículo 5 de la ley de marcas, no procede registrar marcas que sean contrarias a las buenas costumbres ya que pueden herir la sensibilidad de un amplio sector de la sociedad por ofensivas y malsonantes.

El referido artículo 5 y todos los artículos, excepto el 33 que es el de los caprichos, pueden ser interpretados en un sentido amplio o estricto, de modo que la Oficina de Marcas y Patentes podría haber tenido en cuenta las características del producto, así como el público que se estima como potencial cliente. Algo que, por lo visto, no hizo ya que difícilmente se entiende que la citada oficina tenga registradas otras marcas del mismo empresario como “Licores Hijoputa”, “Pimientos Cojonudos”, “Dulces Chochinos” y “Crema Catalana Artículo 155”, y ahora no admita lo que antes autorizó sin problemas.

La palabra que el empresario eligió para dar nombre a sus chorizos no es de las más brillantes y él sabrá si es comercial, pero de eso a prohibirla hay un trecho que los garantes de las buenas costumbres parecen no haber recorrido. No creo que dieran un paso en el análisis de lo que puede resultar ofensivo o malsonante ya que si lo hubieran dado es muy probable que llegaran a la conclusión de que las palabras dependen de la vigencia social de determinados valores y de que el viento sople según de qué parte. No aceptar, con naturalidad, el uso de algunas palabras nos ha llevado al ridículo de inventar nuevos términos que enseguida cambiamos por otros porque vuelven a sonarnos fatal.

Ejemplos podríamos poner a montones, pero puede servirnos el término “mongólicos”, que se consideró ofensivo y fue sustituido por “subnormales” para, años más tarde, sustituirlo por “retrasados”, de ahí pasar a “deficientes”, luego a “insuficientes”, después a “discapacitados psíquicos” y ahora a Síndrome de Down, que a saber cuánto tiempo se mantendrá porque cabe suponer que pronto inventarán otro término que suene mejor.

La palabra “hijoputa” no me gusta para nada, pero prohibirla como marca de unos chorizos me parece una tontería. Y más tontería si se hizo por lo que sospecho pues no procede entenderla como alusión a ninguna madre, sino a quien va dirigida y a su conducta.

En una sentencia del Juzgado Penal número 6 de Barcelona, la jueza María del Mar Méndez González escribió: “La expresión “hijoputa” no es un insulto sino una definición que puede ser aplicable a cualquier sujeto que hubiera tenido una conducta similar a la de quien se declara ofendido”.

Rubén Lavandera, dice que la palabra propuesta como marca de sus chorizos no es ofensiva sino jocosa y, al mismo tiempo, informativa pues los chorizos son de  sabor recio y rabiosamente picantes, arden en la boca antes de convertir el fuego en un placer exquisito.

No entiendo la censura. Es más, me parece un error. Si la Oficina de Marcas y Patentes exigiera, en defensa de los consumidores, que todos los productos fueran registrados con un nombre que nos orientara sobre sus características, no tendríamos el caso de estos chorizos, ahora peligrosamente anónimos, ni el de una empresa alemana que quiso llamar a lo suyo Ficken (Mierda) y tampoco la dejaron.

Milio Mariño / Mi artículo de los lunes en la Sección de Opinión del diario La Nueva España .


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