lunes, 21 de diciembre de 2015

La bronca de nochebuena

Milio Mariño

Por más que suene a tópico, muchas familias habrán tomado, ya, precauciones para que la cena de Nochebuena no acabe en bronca. Muchas esposas, madres, suegras y abuelas, porque las mujeres son las que están en estas cosas, habrán dictado normas a propósito de lo que podrá, y no podrá, decirse en la mesa. No la armes que te conozco. No se te ocurra hablar de política, ni de fútbol, ni de la mierda de coche que compró tú cuñado, o lo que hiciste en tus años mozos. No vuelvas con eso de que los de derechas son unos fachas, ni cuentes la historia de que las libertades y el bienestar que tenemos se debe a lo que algunos luchasteis cuando erais jóvenes. No mires a los chicos y digas que, ahora, los jóvenes son bovinos y la universidad un páramo donde pastan en rebaño. Olvídate de lo tuyo y de ese conformismo que insistes en denunciar. Haz un esfuerzo y tengamos la fiesta en paz.

Consejos como estos, o muy parecidos, se habrán oído, ya, en muchos hogares y se oirán, más todavía, a medida que se acerque la fecha. Nadie quiere que la cena de Nochebuena acabe en bronca. Yo tampoco, pero pienso que la prevención, en este caso, no es efectiva. Las discusiones, a lo mejor, se evitan, pero el remedio es peor que la enfermedad. Obliga a que prescindamos de ser como somos y exige, incluso, que el tonto de la familia, que en todas las familias lo hay, sea menos tonto de lo que, en él, es habitual. Así que el esfuerzo será tan grande que provocará un incómodo fastidio y hará que la cena parezca una convención de estreñidos. Será como si todos acabaran de conocerse y no hubieran hablado nunca. De modo que la cena podrá estar riquísima pero, en cuanto alguien rompa el silencio con un cumplido, o una frase hecha, habrá codazos y atragantones, por aquello de lo mucho que cuesta tragar ciertas cosas.

El objetivo tal vez se cumpla, a lo mejor nadie discute, pero la realidad se habrá convertido en ficción. Nada será real. Quienes hayan dictado las normas sonreirán felices, pero estarán presidiendo la cena de una familia que no es la suya. Sus buenos propósitos habrán servido para que los presentes incuben un sufrimiento que no podrán aliviar ni frotándolo con alcohol.

Por ahí no vayas, cuidado con ese chiste, ojo con ese tema… Quizá evite que nos portemos como una familia de jabalíes, pero cenar así supone una penitencia que dispara el fuego gástrico y produce efectos indeseables. Lo contrario de lo que quieren los anfitriones, cuya ilusión es que seamos felices y quizá no reparen en que la felicidad no se logra alquilando una personalidad como quien alquila un traje para ir de fiesta. Cada uno tiene que ir con lo suyo: con sus obsesiones, fantasías, deseos y rencores. Con todo lo que lleva puesto porque una cosa es llevarlo con educación y otra dejarlo en el perchero antes de sentarse a cenar.

A mi marido le gustan las lentejas, dijo aquella señora mientras comía langostinos. Y los langostinos, que son muy suyos y no estaban advertidos, montaron la de dios es cristo. Así que ya les digo: por mucho que tomemos precauciones, al final puede liarse. Pero no pasada nada, la Nochebuena tiene estas cosas.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España



lunes, 14 de diciembre de 2015

Empeorar nosotros para que mejore el país

Milio Mariño

Hay gente rara, pero cuesta creer que alguien reforme su casa para dejarla peor que estaba. No parece sensato que alguien llame a un “ñapas” para decirle: Quite la ducha de hidromasaje y la mampara de vidrio y sustitúyalas por una pileta y unas cortinas de plástico. Le advierto que el baño quedará fatal. Lo sé pero, como además de feo será muy incómodo, mi familia se duchará menos y ahorraremos una pasta. De todas maneras, me temo que no será suficiente, así que cambie también la cisterna, por una de aquellas que se tiraba de la cadena, y sustituya el portarrollos por un clavo para colgar hojas de periódico, en vez de papel higiénico.

Eso mismo fue lo que hizo Rajoy con España. Bajó los salarios, redujo la indemnización por despido, aumentó la precariedad, recortó en sanidad y educación, quito derechos… Es decir, reformó lo que había para dejarlo peor. Y quedó contentísimo. Presume de qué fue un éxito. Dice que disfrutábamos de unas condiciones de vida y unos derechos que eran un lujo. Que lo sensato, lo que le convenía a España, era volver a lo de antes. Derribar lo construido y retroceder treinta o cuarenta años. Hacer que España se parezca cada vez menos al resto de Europa y empiece a parecerse al norte de África. Esa fue la solución de progreso que, según Rajoy, hizo que la economía mejore.

La idea, de que las cosas deben empeorar para que todo mejore, se la había oído yo a Alfred Pennyworth, que no es ningún economista famoso sino el mayordomo de Batman. Un viejo guasón que se mostraba asombrado por la candidez de Bruce y le decía que los villanos son todos muy simples y muy parecidos, pues siempre repiten la misma fórmula, tanto en el fondo como en la forma.

Tenía razón. Hemos vuelto a lo que contaba Cervantes en “El Retablo de las maravillas”. Un día aparecen unos estafadores y anuncian el espectáculo más asombroso que jamás se haya visto. Pero ponen una condición: Sólo podrán verlo quienes tengan un origen legítimo y no anden en tratos con el demonio. De modo que cuando irrumpe alguien que no participa en el delirio de la farsa y, por tanto, atestigua que no hay ningún espectáculo, que el escenario está vacío, el alcalde lo señala con un anatema que, en aquellos tiempos, significaba condenarlo a la hoguera: “¡Es de ellos, no ve nada!”

Así estamos. Los villanos ni siquiera se han molestado en cambiar una coma. El argumento es el mismo. Sólo fingiendo y creyendo ver lo que no existe podemos librarnos de que nos acusen de pertenecer a ese “ellos” infame. El hecho de ver la realidad, y contarla, convierte, a quien se atreve, en un apestado ignorante que debe ser condenado a la hoguera.

Oiga una cosa: ¿No había aquí un baño precioso? Sí que lo había pero acabo de reformarlo y tendrá que arreglarse con lo que hay. Y, más le digo: prepárese porque pienso reformar la cocina y no imagina como la voy a dejar.

Esa es la propuesta para los cuatro años que vienen, seguir haciendo reformas hasta que la vivienda sea inhabitable. Solo entonces empezarán las mejoras. Los hijos darán un puñetazo en la mesa y volverán a reformarlo todo para ponerlo como, en principio, lo tenían sus padres.

Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

viernes, 11 de diciembre de 2015

Cuidadín coles cenes d’empresa

La mio collaboración de los xueves nel programa de la RPA Noche tras Noche

El mi lio d'esta selmana ye d’avisu. Cuidadín coles cenes d'Empresa. Muncho cuidáu porque paecen inofensives pero son más peligroses que la gripe aviar. Por eso avisamos… Porque la xente de bona fe aveza a pensar que la cena añal colos compañeros y el Xefe ye como una cena colos amigos. Con xente cola que nun tien denguna rellación llaboral.

Esi ye'l problema, pensar que tamos colos nuestros, dicir qu'un día ye un día y facer lo que daveres nos apetez: comer y beber más qu’otres veces, cuntar chistes, gastar bromes, cantar Asturies Patria quería y acabar nuna discoteca tirándo-y el picáu a esa compañera que ta pa llamber y siempre nos paeció que miraba pidiendo guerra. Tou eso rematáu cola imprudencia de volver a casa, a les tantes, pasáu de copes y conduciendo'l to coche.

Dígolo faciendo referencia a los homes pero sobra dicir que lo que val pal home val pa la muyer porque nun nos estremamos en nada y menos a la hora de facer tontures.

El casu que, claro, igual vos estraña que, nun programa como esti, demos conseyos pa nun meter la pata nes cenes de navidá qu'organicen les empreses. A lo meyor pensáis que lo nueso sedría falar sobre les eleiciones. Pero yá tais viendo que nos importen los oyentes… Que nun quixéramos, por nada del mundu, que dalguién que nos escucha apaeciera nun videu cola camisa esgobetada, la corbata na cabeza y llamando zoquete al so xefe. Menudu desastre. A tomar pol sacu les Navidaes. Por eso pensamos que nun podemos llamanos a andana… Que falar pola radio incluí la obligación y el deber moral d'avisar cuando vemos un peligru que la xente, polo que sía, igual non lu alvierte.

Asina qu’atesteramos: Les cenes d’empresa son más peligroses q’una reciella de xabalís corriendo pola autopista. De mou que, pa los que tengan duldes de como vistise pa dir a la cena d’empresa, el conseyu ye que se vistan como quieran pero que nun se disfracen de hipster, nin de frikis, nin vayan como si fueren a la fiesta de graduación del colexu. Que nun se sienten a la vera del xefe a nun ser qu’esti lo pida, a lo menos, tres veces. Que se porten con naturalidá. Que nun tiren migayos de pan al otru llau de la mesa nin arbeyos faciendo catapulta cola cuyar. Que nun ye bona idea beber una botella vinu colos entrantes anque sía gratis y la pague la empresa. Que nun se ruempan la cabeza pensando si'l móvil se pon al llau del tenedor del pexe ol de la carne, porque lo meyor ya apágalo y dexalo guardáu en bolsu.

Conseyos podíemos dar milenta pero toos s’encierren en dos, como los mandamientos de la santa madre ilesia. En dicir que tou taba mui ricu y que tas encantáu cola empresa y col xefe y los compañeros que tíes. Depués una sorrisa, un apertón de manes, Feliz Navidá, un taxi y pa casa. Nun garantizamos qu’asciendas, pero vas tener más posibilidaes de que nun te despidan el 2 de xineru.

Milio Mariño

lunes, 7 de diciembre de 2015

El calentamiento de la derecha

Milio Mariño

Para la derecha no hay cambio climático. El mundo sigue igual de frio que hace un siglo y es mentira que se caliente. Y, si se calienta, no es problema suyo que la gente se ponga al sol o a la sombra. El problema es de los pobres, que tienen el vicio de quejarse por todo y buscan cualquier excusa para criticar y poner en solfa a los gobiernos conservadores.

Así piensan los que insisten en llamarse liberales para evitar que los llamen cosas peores. Es decir, los Aznar, Rajoy, su primo el científico, Marine Le Pen, los Republicanos de Estados Unidos y todos los que han añadido al mundo, el demonio y la carne el cambio climático como principal enemigo. Todos niegan el calentamiento global, reconocido por el 97% de los científicos. Dicen que es un ataque contra la forma de vivir de los países desarrollados. Una especie de caballo de Troya que esconde las verdaderas intenciones de los marxistas. Una trampa, protagonizada por los rojos de siempre, que ahora se disfrazan de verdes y lideran una conspiración para acabar con las libertades.

Que nadie se santigüe pensando que semejante disparate solo puede ocurrírsele a alguien que no está en sus cabales. Así fue como lo enfocó, hace poco, un editorialista del ABC. Dijo que la alcaldesa, roja, de Madrid estaba utilizando la boina de contaminación que se cierne sobre la ciudad como pretexto para imponer, de forma dictatorial, a qué velocidad debemos ir en el coche y donde podemos, o no podemos, aparcar. Una restricción intolerable del libre albedrio y las libertades.

Cuesta creerlo pero hemos vuelto al contubernio y la conspiración judeo-masónica-comunista. Ahora resulta que existe una gran conspiración mundial de la que son cómplices miles de científicos que mienten, a sabiendas de que el cambio climático es un engaño elaborado exprofeso. Insisten en eso, en no reconocer la evidencia porque equivaldría a reconocer la verdad. Hacen exactamente lo mismo que los negacionistas del Holocausto. Inventan datos y fuentes científicas para construir una realidad paralela, alucinatoria y fantasmagórica. Llegan al punto de colocar, prácticamente, a todos los científicos bajo sospecha de actuar al servicio de la izquierda como a los otros del sionismo.

Por si fuera poco, la postura de la derecha se complementa con el socorrido: “si Dios lo quiere”. Con la afirmación peregrina de que haga lo que haga el hombre tiene poco o nada que ver en este asunto pues solo Dios puede controlar el clima.

Dirán que, a estas alturas, no quedarán, apenas, ni tres adultos que se chupen el dedo. Que nadie en su sano juicio creerá semejantes patrañas. Que, hasta, Rajoy ha renegado de su primo y propone una ley de cambio climático para la próxima legislatura, si es que continúa como presidente del Gobierno.

Es cierto que lo propuso. Rajoy hizo la propuesta en clave electoral y por miedo a quedar en ridículo en la cumbre París, pero sigue pensando lo mismo. Si Bertín le hubiera metido un par de goles más en la partida de futbolín y hubiera tenido la oportunidad de hacerle alguna pregunta sobre el cambio climático, Rajoy respondería lo que respondió hace poco con la sabiduría que le caracteriza. Dijo que si ya es difícil saber el tiempo que hará en Pontevedra la próxima semana, imaginen lo que será predecir qué puede ocurrir dentro de un siglo.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 30 de noviembre de 2015

La corrupción nos droga

Milio Mariño

Nos han inyectado, en vena, tantos casos de corrupción que si les digo que don Agustín Iglesias Caunedo justifica el pago de los viajes a Croacia, Florida y Nueva York con un dinero que le dieron sus tías, seguro que más de uno se apunta a que las tías son las del puticlub y no las del parentesco. Pocos tendrán en cuenta, porque tal vez no lo sepan, que las tías de Caunedo tenían motivos para obsequiar a su sobrino pues, justo ahora, con 44 años cumplidos, acaba de terminar la carrera de derecho en la Universidad Alfonso X El Sabio, que para eso es privada.

Cito lo de Caunedo porque nos hemos vuelto de un escéptico que tanto da que alguien ponga a sus tías por testigo como que justifique que la fortuna que aparece en su cuenta corriente procede de un tío suyo que vive en América. Ya no creemos ni aceptamos nada: ni justificaciones, ni errores ni disculpas. Nos han metido tanta mierda en el cuerpo que no podemos vivir sin la dosis diaria de porquería. Sin la anfetamina de algún chanchullo, los esteroides de la prevaricación y el cohecho, o la testosterona de que cualquier listo le birle a Montoro un par de millones en impuestos.

Así estamos. Con un consumo de corrupción per cápita que la fiscalía no da abasto para facilitarnos la dosis diaria. Cada vez hay menos género y lo que hay es más flojo. Lo último, lo que acaban de sacar estos días, son los fraudes en el deporte y en la industria del cine. El fraude de Marta Domínguez, atleta y senadora del PP, culpable de haberse dopado y haber manipulado su pasaporte biológico. Y el, todavía, presunto fraude de las películas que no las veía ni El Tato y, para pillar subvenciones, presentaban un cargo en taquilla que convertía en obras maestras títulos como: “Los Muertos no se tocan, nene”, o “Don Mendo Rock ¿La venganza?”, que parecen pensados adrede para evitar que alguien cometa la locura de pagar cinco euros por una entrada.

El problema es que no hay actividad ni estamento que no tenga algo encima. Vivimos en un país en el que cada cual anda a lo que pilla porque se ha impuesto que aquí el que no roba es porque no puede. Acaba de definirlo muy bien el Papa Francisco: “La Corrupción es como la droga”. Y no solo eso sino que fue más allá y apuntó que esa práctica llega a convertirse en una dependencia: "Comienza quizás con un pequeño sobre, pero es como la droga, ¡eh!", alertó.

Considerar que la corrupción es una droga, ya ven que no es de cosecha propia. Pero como tampoco quiero que piensen que me aprovecho de lo que dijo el Papa, no haré ninguna insinuación, ni siquiera velada, a propósito del país y el partido político que pudo servirle de inspiración. Tomo nota y añado el detalle a la coincidencia de que Monedero se toque la nariz cuando habla de Albert Rivera.

Al final, tengo que volver a insistir sobre lo mismo. De un modo u otro, todos estamos drogados. Tenemos tanta corrupción en vena que el mono de la dependencia nos empuja a seguir consumiendo, solo que con más garantías higiénicas. Ese va ser el cambio que anuncian para diciembre. Seguiremos inyectándonos lo mismo, pero no usaremos la misma jeringuilla.

Milio Mariño / Articulo de Opinión / Diario La Nueva España



lunes, 23 de noviembre de 2015

Cría cuervos

Milio Mariño

Tengo empacho de París. Pienso que ya está bien de que lleven casi dos semanas machacándonos, una y otra vez, con lo sucedido. Que insistan repasando cómo se desarrollaron los atentados, que repitan hasta la exasperación las mismas imágenes y que vuelvan con las mismas soflamas que hemos oído ya tantas veces. Eso de que no nos ganarán la batalla, no conseguirán atemorizarnos ni doblegarnos, vamos a demostrar que la democracia y la civilización triunfarán frente a la barbarie… Y la traca final: que el Bien prevalecerá sobre el Mal.

Pero bueno… Si, solo, fuera eso aún podría llevarse. Lo malo es que también tenemos que soportar el desfile, televisivo, de un ejército de acreditados “expertos” empeñados en explicarnos hasta dónde llega el entramado de comandos y “lobos solitarios” que acechan en la sombra a la espera de entrar en acción. “Expertos” que, ya puestos, aprovechan para ponernos al tanto de todo tipo de líderes terroristas, organizaciones, redes que reclutan suicidas, imanes, talibanes, mullah fanáticos y el Corán en verso. Ah… Y las Milicias del Estado Islámico, ISIS en inglés y Daesh en árabe, para conocimiento de quienes, en materia de idiomas, solo hablamos asturiano en la intimidad y español por imperativo legal.

Semejante despliegue no es para informarnos, es para meternos miedo. Para acojonarnos y hacernos sentir que estamos en el punto de mira de unos desalmados que nadie sabe de dónde han salido. Ya ven que cosas… Lo saben todo del Norte de África y Oriente Medio y no saben nada de Afganistán, Irak o Siria. No saben que Estados Unidos, Francia, Israel y el Reino Unido invirtieron miles de millones de dólares en combatir la influencia de Rusia en Oriente Medio, para lo cual no sólo captaron a un gran número de jóvenes afganos en los campos de refugiados, sino que además reclutaron a numerosos fanáticos y mercenarios procedentes de la zona en conflicto. Entre ellos al ya fallecido Bin Laden, miembro de una muy adinerada familia saudí, que era de los buenos hasta que se volvió malo. A todos se les adiestró y armó profusamente para expulsar a los rusos. Y la jugada les salió bien, pues la Unión Soviética tuvo que retirarse de Afganistán con el rabo entre las piernas. Luego vino lo de las armas de destrucción masiva, aquel invento del trio calaveras, que no vamos a repetir porque es de sobra conocido.

Por eso que si apelamos a la verdad, pura y dura, resulta que los comandos yihadistas, mártires suicidas, talibanes fanáticos y demás troupe fueron alentados, financiados y adiestrados por los nuestros para que hicieran lo que saben hacer. La cuestión es que debían hacerlo en lugares miserables y dejados de la mano de Dios como Afganistán, Siria o Irak. No aquí, en la hermosa, próspera, pacífica y ejemplar Europa, bastión de la libertad y la democracia. Y menos aún en París, capital de la luz y las libertades.

Se preguntan, ahora, de dónde han salido esos locos y la respuesta, antes de que les recordemos aquello de “cría cuervos”, es meternos el miedo en el cuerpo y mantenernos controlados, temerosos y calladitos. El mejor remedio contra el terrorismo, dicen los gobernantes, es que seamos obedientes y aceptemos que recorten nuestros derechos. Un remedio que, curiosamente, vale para todo. Incluso para evitar que pidamos cuentas y protestemos por las mentiras, los errores y los chanchullos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 16 de noviembre de 2015

Lo que cae del cielo

Milio Mariño

Estamos en crisis y ya veis lo cae del cielo, basura. Bolas negras como esa que cayó en Mula, Murcia, hace un par de semanas y pesaba veinte kilos. Peñazos que si te alcanzan te rompen la crisma o te desgracian para toda la vida. Tiene razón Rubén Blades, si naciste para martillo del cielo te caen los clavos. Los pobres es inútil que luchen contra el destino, ni dios está de su lado.

No es que me haya vuelto más pesimista, la realidad es así de cruda. Habían insistido tanto en que nada cae del cielo, que lo del maná de la Biblia no había que tomarlo en serio, que lo creímos a pies juntillas. Ahí tienen a Juan y Francisco, dos pastores que cuidaban de su ganado, en el campo, y cuando vieron una bola negra, a lo lejos, se acercaron y comprobaron que había caído del cielo, hicieron lo que debían: avisaron a la Guardia Civil. Lo extraño, lo que no acabo de entender, es que la Guardia Civil apareciera con trajes antiradiactivos, en vez de con su uniforme verde de toda la vida. Entiendo menos que, después de examinar el objeto, los guardias descartaran que fuera una bomba y luego, una vez comprobado que no emitía radiación, dijeran que no había peligro, que era basura espacial.

¿Qué está pasando? ¿Cómo es que la Guardia Civil, en los pueblos, dispone de trajes antiradiactivos? ¿Acaso están avisados de que también pueden llovernos peñazos del cielo? Mala espina me da. Vale que no procede esperar que caiga el maná pero lo menos que se puede pedir es que, el cielo, sea neutral. Que se dedique a verlas venir y no a lanzarnos peñazos, como ese de Mula, que no alcanzó a los pastores porque dios no lo quiso. Eso hay que reconocerlo, pero ya sería el colmo que tirara a dar. Sería lo que nos faltaba, sobre todo si tenemos en cuenta que nos llevaron al desierto con la promesa de que el Jehovah económico haría llover, sobre nosotros, el pan de la recuperación. Promesa que no solo no se ha cumplido sino que niegan incluso que se haya hecho. Lo dijo Moisés Rajoy, el pasado 30 de agosto, en el tradicional mitin de Pontevedra, apelando a otra de sus memorables frases: “Esto no es como el agua que cae del cielo sin que se sepa exactamente por qué”. Lo cual cabe interpretar como que Rajoy y su primo, el que le asesora en materia de medio ambiente, son medio lelos, o que tal vez se refiera a la frase de Galeano: Nos mean y dicen que llueve.

La gente sabe a qué atenerse. Nadie espera que el maná caiga del cielo. Pero, ojo, ni el maná ni esas bolas negras que son un misterio. Tiene razón José Vélez, alcalde de Calasparra, cuando muestra su indignación porque la Delegación del Gobierno no le haya informado al respecto de las siete bolas negras que cayeron del cielo, en el término municipal que regenta, el pasado 3 de noviembre.

Reclamábamos la neutralidad del cielo y se me ocurre, para tranquilidad del alcalde, que a lo mejor es eso lo que está sucediendo. Tal vez el cielo esté devolviendo las bolas que ha lanzado el Gobierno. Tiene sentido que no quiera verse involucrado en el engaño, las pinte de negro y las devuelva como basura al país de donde salieron.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España