Hay gente que está de acuerdo con
esa famosa frase, el fin justifica los medios, que atribuyen a Maquiavelo
cuando quien la dijo fue Napoleón. Otros, en cambio, dicen taxativamente que
no. Que no todo vale. Que no es aceptable conseguir lo que queremos si hemos de
hacerlo a cualquier precio.
Son dos maneras distintas de
entender la vida que parecen irreconciliables, pero los teólogos, que suelen
estar a nuestro favor y buscan la forma de librarnos del pecado, dicen que
cuando el fin es lícito los medios también lo son. Invierten la carga de la
prueba y evitan cualquier posible remordimiento apelando a la doctrina del mal
menor. Justifican que elijamos un mal para evitar otro mayor. Lo visten de sentido
común, aun cuando, a veces, tengamos que hacer de tripas corazón y pasar por
alto lo que, de acuerdo con nuestras convicciones, deberíamos rechazar.
Les cuento todo esto porque hay dos
cosas malas que me rondan por la cabeza y, por más que me devano los sesos, no
consigo discernir si son un mal mayor o menor. Se trata del “Fracking” y de la
Energía Nuclear; de la prohibición de la fractura hidráulica en todo el
territorio español y de nuestra postura al respecto de no permitir nuevas
centrales nucleares e incluso exigir el cierre de las que hay.
Todo empezó por culpa de la
energía. A medida que los precios iban subiendo empecé a preguntarme si el
precio no sería un mal mayor y el menor asumir el riesgo que supone abaratarlo
con el “fracking” y las centrales nucleares. Para liar más la cosa, justo
cuando estaba valorando el alcance de uno y otro mal, me enteré de que el gas
licuado que estamos comprando a Estados Unidos, para no depender de Rusia ni de
Argelia, procede precisamente de la explotación hidráulica que aquí hemos
prohibido. Con la energía nuclear pasa otro tanto. Francia, que es nuestro
vecino, nos vende la energía que producen sus 58 reactores nucleares, sin que por
ello nos libremos del peligro de una posible catástrofe, dado que las centrales
las tenemos como quien dice a dos pasos.
Lo primero que me vino a la
cabeza les parecerá de cajón de madera de pino, pero fue algo tan sencillo como:
¿Estamos haciendo lo correcto o hacemos el primo? Prohibimos el fracking y las
nucleares porque entendemos que son un peligro para el medio ambiente y para
nosotros y luego resulta que compramos la energía que se obtiene por esos
procedimientos y la pagamos a precio de oro.
Que me aspen, como dicen en las
películas americanas, si lo entiendo. No conozco a nadie que se muestre contrario
a la protección del medio ambiente, pero otra cosa es si hablamos de las
medidas que se implantan o pretenden
implantar para conseguir ese nirvana verde en el que todos desearíamos vivir.
Si prohibimos el fracking y limitamos
las centrales nucleares, tenemos que ser coherentes, no se sostiene que
compremos fuera lo que prohibimos aquí. Las consecuencias para el medio
ambiente serán las que no deseamos y la energía la pagamos mucho más cara. Salimos
perdiendo por goleada. Así que pueden llamarme egoísta si quieren, pero entre la
preocupación por el futuro del medioambiente y el presente del “mediovivir” elijo
pagar más barata la luz, la gasolina y el gas. Del mal el menos, que dice el
refrán.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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