lunes, 25 de abril de 2022

Compramos fuera lo que prohibimos aquí

Milio Mariño

Hay gente que está de acuerdo con esa famosa frase, el fin justifica los medios, que atribuyen a Maquiavelo cuando quien la dijo fue Napoleón. Otros, en cambio, dicen taxativamente que no. Que no todo vale. Que no es aceptable conseguir lo que queremos si hemos de hacerlo a cualquier precio.

Son dos maneras distintas de entender la vida que parecen irreconciliables, pero los teólogos, que suelen estar a nuestro favor y buscan la forma de librarnos del pecado, dicen que cuando el fin es lícito los medios también lo son. Invierten la carga de la prueba y evitan cualquier posible remordimiento apelando a la doctrina del mal menor. Justifican que elijamos un mal para evitar otro mayor. Lo visten de sentido común, aun cuando, a veces, tengamos que hacer de tripas corazón y pasar por alto lo que, de acuerdo con nuestras convicciones, deberíamos rechazar.

Les cuento todo esto porque hay dos cosas malas que me rondan por la cabeza y, por más que me devano los sesos, no consigo discernir si son un mal mayor o menor. Se trata del “Fracking” y de la Energía Nuclear; de la prohibición de la fractura hidráulica en todo el territorio español y de nuestra postura al respecto de no permitir nuevas centrales nucleares e incluso exigir el cierre de las que hay.

Todo empezó por culpa de la energía. A medida que los precios iban subiendo empecé a preguntarme si el precio no sería un mal mayor y el menor asumir el riesgo que supone abaratarlo con el “fracking” y las centrales nucleares. Para liar más la cosa, justo cuando estaba valorando el alcance de uno y otro mal, me enteré de que el gas licuado que estamos comprando a Estados Unidos, para no depender de Rusia ni de Argelia, procede precisamente de la explotación hidráulica que aquí hemos prohibido. Con la energía nuclear pasa otro tanto. Francia, que es nuestro vecino, nos vende la energía que producen sus 58 reactores nucleares, sin que por ello nos libremos del peligro de una posible catástrofe, dado que las centrales las tenemos como quien dice a dos pasos.

Lo primero que me vino a la cabeza les parecerá de cajón de madera de pino, pero fue algo tan sencillo como: ¿Estamos haciendo lo correcto o hacemos el primo? Prohibimos el fracking y las nucleares porque entendemos que son un peligro para el medio ambiente y para nosotros y luego resulta que compramos la energía que se obtiene por esos procedimientos y la pagamos a precio de oro.

Que me aspen, como dicen en las películas americanas, si lo entiendo. No conozco a nadie que se muestre contrario a la protección del medio ambiente, pero otra cosa es si hablamos de las medidas que se implantan o  pretenden implantar para conseguir ese nirvana verde en el que todos desearíamos vivir.

Si prohibimos el fracking y limitamos las centrales nucleares, tenemos que ser coherentes, no se sostiene que compremos fuera lo que prohibimos aquí. Las consecuencias para el medio ambiente serán las que no deseamos y la energía la pagamos mucho más cara. Salimos perdiendo por goleada. Así que pueden llamarme egoísta si quieren, pero entre la preocupación por el futuro del medioambiente y el presente del “mediovivir” elijo pagar más barata la luz, la gasolina y el gas. Del mal el menos, que dice el refrán. 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España



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