Milio Mariño
Lo que venía siendo un rumor, la lucha entre Soraya Sáez de Santamaría y María Dolores de Cospedal, ha saltado a las páginas de los periódicos porque quienes dirigen esas empresas saben que, en el fondo, seguimos siendo machistas y aun nos ponen las peleas entre mujeres. Por eso, esta semana pasada, los periódicos anunciaron a toda página que estaba disputándose un encarnizado combate, no se sabe a cuantos asaltos, entre la Vicepresidenta del Gobierno y la Secretaria General del PP, dos afamadas luchadoras que venían peleando de tapadillo y se han destapado cada una en su estilo pero las dos con el mismo propósito: ganar el combate y hacerse con el control de partido.
El árbitro y juez único de la contienda, Mariano Rajoy, no parece que actúe con la limpieza e imparcialidad que serían exigibles, pues dicen los cronistas que se ha decantado abiertamente por la representante de Castilla-La Mancha, que entre sus méritos atesora el de crecerse ante el castigo y ser una reconocida encajadora. Todos recordamos cuando estuvo contra las cuerdas y logró zafarse con aquel uppercut del finiquito en diferido que nos dejó asombrados.
En el entorno de las contendientes comentan que, ahora mismo, las apuestas se reparten casi a partes iguales. Se trata de dos luchadoras de estilos muy diferentes, cada una con sus defectos y sus virtudes. María Dolores es más alta y maneja muy bien la derecha mientras que Soraya es pequeña pero muy corpulenta, tira buenos golpes sin descubrir la cara y sabe manejarse a la espera de que la rival se descuide para golpearla en las partes blandas, que es donde los golpes resultan más eficaces.
Las dos, Soraya y María Dolores, tienen partidarios y detractores. Cada una tiene su peña que anima y jalea para que siga peleando y se alce con la victoria. Los seguidores de María Dolores proceden, en su mayor parte, de la vieja aristocracia pepera. Son los que apuestan por cerrar filas en torno a los postulados de la derecha tradicional, los señoritos andaluces, los terratenientes de la ancha Castilla, los empresarios del ladrillo, los obispos, las monjas, las tonadilleras y las señoras de mantilla y peineta.
La peña de Soraya apuesta por la renovación interna. Por olvidar los enrevesados asuntos de corrupción que les traen de cabeza, poner tierra de por medio con Suiza, acabar con los de la boina y los caciques territoriales y presentar nuevas caras, limpias de polvo y paja, que contribuyan a que nadie los relaciones con la indecencia institucionalizada.
Aunque algunos se empeñan en negarlo, como España va de maravilla, no se crean puestos de trabajo pero se reparten los que había, de camareros y limpiadoras, partiéndolos por la mitad para que parezcan el doble, viene muy bien un combate de estas características para que el personal se distraiga viendo pelear a las chicas, mientras Mariano ejerce de árbitro de forma arbitraria como es su costumbre.
Conozco unos cuantos que hubieran deseado otro combate entre Montoro y De Guindos, pero esos pelean a puerta cerrada en el sótano de Moncloa. No lo hacen en público porque dice De Guindos que estaría feo pegarle a un señor con gafas. De todas maneras, cuando se espera que haya buenos combates es a partir del 24 de Mayo. A partir de esa fecha la sede del PP será el Génova Arena.
Lo que venía siendo un rumor, la lucha entre Soraya Sáez de Santamaría y María Dolores de Cospedal, ha saltado a las páginas de los periódicos porque quienes dirigen esas empresas saben que, en el fondo, seguimos siendo machistas y aun nos ponen las peleas entre mujeres. Por eso, esta semana pasada, los periódicos anunciaron a toda página que estaba disputándose un encarnizado combate, no se sabe a cuantos asaltos, entre la Vicepresidenta del Gobierno y la Secretaria General del PP, dos afamadas luchadoras que venían peleando de tapadillo y se han destapado cada una en su estilo pero las dos con el mismo propósito: ganar el combate y hacerse con el control de partido.
El árbitro y juez único de la contienda, Mariano Rajoy, no parece que actúe con la limpieza e imparcialidad que serían exigibles, pues dicen los cronistas que se ha decantado abiertamente por la representante de Castilla-La Mancha, que entre sus méritos atesora el de crecerse ante el castigo y ser una reconocida encajadora. Todos recordamos cuando estuvo contra las cuerdas y logró zafarse con aquel uppercut del finiquito en diferido que nos dejó asombrados.
En el entorno de las contendientes comentan que, ahora mismo, las apuestas se reparten casi a partes iguales. Se trata de dos luchadoras de estilos muy diferentes, cada una con sus defectos y sus virtudes. María Dolores es más alta y maneja muy bien la derecha mientras que Soraya es pequeña pero muy corpulenta, tira buenos golpes sin descubrir la cara y sabe manejarse a la espera de que la rival se descuide para golpearla en las partes blandas, que es donde los golpes resultan más eficaces.
Las dos, Soraya y María Dolores, tienen partidarios y detractores. Cada una tiene su peña que anima y jalea para que siga peleando y se alce con la victoria. Los seguidores de María Dolores proceden, en su mayor parte, de la vieja aristocracia pepera. Son los que apuestan por cerrar filas en torno a los postulados de la derecha tradicional, los señoritos andaluces, los terratenientes de la ancha Castilla, los empresarios del ladrillo, los obispos, las monjas, las tonadilleras y las señoras de mantilla y peineta.
La peña de Soraya apuesta por la renovación interna. Por olvidar los enrevesados asuntos de corrupción que les traen de cabeza, poner tierra de por medio con Suiza, acabar con los de la boina y los caciques territoriales y presentar nuevas caras, limpias de polvo y paja, que contribuyan a que nadie los relaciones con la indecencia institucionalizada.
Aunque algunos se empeñan en negarlo, como España va de maravilla, no se crean puestos de trabajo pero se reparten los que había, de camareros y limpiadoras, partiéndolos por la mitad para que parezcan el doble, viene muy bien un combate de estas características para que el personal se distraiga viendo pelear a las chicas, mientras Mariano ejerce de árbitro de forma arbitraria como es su costumbre.
Conozco unos cuantos que hubieran deseado otro combate entre Montoro y De Guindos, pero esos pelean a puerta cerrada en el sótano de Moncloa. No lo hacen en público porque dice De Guindos que estaría feo pegarle a un señor con gafas. De todas maneras, cuando se espera que haya buenos combates es a partir del 24 de Mayo. A partir de esa fecha la sede del PP será el Génova Arena.
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Milio Mariño