lunes, 12 de marzo de 2018

Culpar a las estatuas

Milio Mariño

Al hilo de lo que sucedió en Barcelona, con la estatua del Marqués de Comillas, se me ocurrió la maldad de preguntarme qué ocurriría con la estatua de Pedro Menéndez de haber sido otra la mayoría que gobierna en el Ayuntamiento. Imagino, no lo sé, que de haber triunfado Ganemos, Podemos o cualquier formación de las que se arrogan la representación de los indignados, es muy probable que en el Parque del Muelle solo quedaran los cañones, si es que quedaba algo.

De todas maneras, aunque lo parezca, no me propongo, ni mucho menos, justificar o defender la conveniencia de mantener una estatua que lleva con nosotros más de cien años. La reflexión viene al caso de un debate que se ha puesto de moda y no, precisamente, por lo ocurrido en Barcelona sino porque se está dando en todas las partes del mundo y con actores de distinto signo político. En Nueva York, por ejemplo, la concejal Melissa Mark-Viverito propuso, hace poco, derribar la estatua de Cristóbal Colón que se levanta en la esquina suroeste del emblemático Central Park. También en Washington andan a vueltas con el destino de una gran rotonda dedicada al descubridor y situada frente a la céntrica Union Station. Allí, la escultura de Colón, que supera los veinte metros, lleva años olvidada y se ha convertido en lugar de encuentro y refugio de los sin techo.

La percepción de la historia es evidente que cambia con el paso del tiempo. Cristóbal Colón ha sido durante siglos el descubridor de América pero ahora, para algunos, se ha convertido en un invasor y un genocida que no merece ningún monumento. Acusaciones que, por lo mismo, también podrían alcanzar a nuestro Pedro Menéndez, de quien se dice que fue un tipo sanguinario que masacró a los hugonotes franceses.

No creo que nadie discuta que lo normal y deseable sería que las estatuas y los monumentos sirvieran para recompensar y perpetuar la memoria de los personajes y las figuras ejemplares. El problema es que la revisión del pasado, con los ojos del presente, suele ser muy arriesgada y hay que hacerla con mucho cuidado. Puede ser, ya lo estamos viendo, que derribemos algunas estatuas pero, con su derribo, no conseguimos blanquear la historia. La historia está ahí. Y no solo las calles, también los museos están llenos de cuadros y bustos de personajes que, hoy, no merecerían nuestra consideración ni nuestro reconocimiento. ¿Qué hacemos? ¿Mandamos todos esos cuadros al sótano o los quemamos en una hoguera?

Borrando un símbolo no se cambia la historia, sólo se causa ignorancia para las futuras generaciones. Otra cosa es que se reconozca, en los libros, quienes fueron y qué hicieron esas personas. Que sepamos la verdad de los personajes, aunque eso no cambie el peso y la influencia que tuvieron en la sociedad y en nuestra cultura.

Si siguiéramos el camino iniciado por Ada Colau, habría que borrar todas las estatuas y monumentos ya que todos son cuestionables y, a todos, se les puede dar otra lectura. Por eso, no deja de ser curioso que nos quejemos de que ISIS está destruyendo monumentos milenarios y que nosotros estemos haciendo lo mismo con nuestra historia. Que estemos construyendo, derribando y reconstruyendo nuestro pasado según los intereses políticos de cada momento. Así es que cabe pedir que si lo que toca es derribar estatuas, al menos que dejen los pedestales. Pueden servirnos en un futuro.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

viernes, 9 de marzo de 2018

Hominos y Muyerones

La mio parrafada de los xueves nel programa Noche tras Noche de la Radio del Principado, RPA

El mi lio d'esta selmana ye pola fuelga de les muyeres nesti xueves, día de la muyer, que ta a puntu de terminar. Fuelga y día que yo llamo d’hominos y muyerones… Pero esclario, por si acasu, non vaya ser que la cosa s’entienda por onde nun ye. Lo de Muyerones ye pola talla de les muyeres en comparanza cola de los homes. Polo muncho que faen y valen en comparanza con nós. Qu'a la vera d’elles quedamos neso, nunos hominos que malpenes podemos valinos por nós mesmos.

El termino muyerones, referíu a lo que digo, nun soi'l primeru n'usalo. Cunta Angelica Huston, nes sos memories, qu'asina foi como reaccionó Jack Nicholson cuando lu informaron de qu'asesinaren a Indira Gandhi. Dixo Muyerón porque nun se-y ocurrió otra cosa pa definir la talla d'aquella muyer esceicional. D'aquella muyer y otres muyeres menos famoses que nun ye ciertu que quieran ser iguales que los homes, quieren siguir siendo muyeres coles sos debilidaes y tou lo qu'ello conlleva. Quieren ser como son y que se-yos reconoza'l papel que realmente desempeñen. El so papel na sociedá y esi doble trabayu, profesional y domésticu, que de cutiu supón el doble de responsabilidaes de les qu'asumimos nós.

Cuando digo muyerones, nun toi falando de la super muyer nin de la muyer sabelotoo, sinón de la muyer corriente, que trabaya no que puede y amás ye madre y asume la mayoría de les xeres doméstiques como si nada.

Seguru qu’alcordáis esa frase, que güei paez risible pero inda se lleva, que diz que detrás de too gran home siempres hai una gran muyer. Una muyer na solombra, faciendo lo que faiga falta pa que l'home trunfe y sientáse bien. La realidá, más o menos maquillada, sigue siendo asina. Munchos, como yo, dicimos que queremos a les muyeres llibres, feministes, combatives y rebeldes. Y ye ciertu que lo queremos pero llueu acutronamos y dexámosnos llevar. Facemos poco porque camude la vida de les muyeres. Ayudamos en cuatro cosines y presumimos d'ello, pero lo gordo siguen faciéndolo elles.

Güei, nun quiero engañavos, lo lóxico yera que la mio muyer tuviera de fuelga y a mi tocárame llimpiar la casa, dir a la compra y facer la comida. Qué menos que respetar y reconocer el derechu de fuelga. Pero…. ¿Sabéis lo que fixi ? Lo que fixi foi que, pola mañanina, cuando tábemos almorzando dixi mui seriu: Sé que tas de fuelga y respétolo… Respétolo tanto que nun pienso facer d'esquirol. Nun pienso facer lo que, de xuru, fadríes tu. Asina que venga, convídote a comer nun restorán pa que festexes el día de la muyer y llueu, si quies, vamos a la manifestación.

A lo meyor, igual pensáis que soi un cínicu, por dicir estes coses… pero nun sé… Qué sé yo. Lo que, mialma, creo que soi ye un Homín… Unu más como la mayoría de los de la mio xeneración…. Dicimos qu’apoyamos a les muyeres y que tamos d'alcuerdu nes sos reivindicaciones pero, a la hora de la verdá, nun-y echamos güevos. Asina qu’aportuno no que dixi al entamu: Hominos y Muyerones.

Milio Mariño

lunes, 5 de marzo de 2018

Las promesas como estafa

Milio Mariño

Cuando escribo este artículo no conozco el resultado de las elecciones italianas que ustedes ya conocerán cuando lo lean, pero estoy al tanto de que las encuestas vaticinan que los obreros y las clases bajas votarán a los partidos de derechas, la burguesía dará su voto a la izquierda moderada y las clases medias se repartirán entre la derecha y los indignados del Movimiento 5 Estrellas. Así es que Berlusconi, a los 81 años y después de que fuera condenado por fraude fiscal, expulsado de su escaño de senador e inhabilitado para ejercer cargos públicos, tiene muchas posibilidades de alzarse con la victoria.

La resurrección de Berlusconi, en Italia, viene a sumarse al triunfo de Trump en EE.UU, Rajoy en España y otros que allá se andan en cuanto a sus méritos para gobernar un país. Se dirá, seguramente, que son elegidos de forma democrática y que la democracia no es el mejor sistema político pero si el menos malo. De modo que toca aguantarse y esperar que cumplan sus promesas y no conviertan el triunfo en una estafa. Al final, es lo que suelen hacer casi todos y, en especial, quienes defienden como principio una sociedad económicamente satisfactoria pero socialmente injusta. En este sentido los partidos de la derecha no engañan, actúan de acuerdo con la lógica del capitalismo. Lo que no es lógico, ni aquí ni en Italia, es que los obreros y las clases bajas los voten. Pero es lo que votan. Y no solo en EE.UU sino en toda Europa.

A lo mejor, que sé yo, lleva razón Fernando Savater cuando dice que lo peor de los políticos es lo mucho que se parecen a quienes los han elegido. Tal vez sea así y resulte que los americanos se parecen a Trump, nosotros a Rajoy y los italianos a Berlusconi. Puede suceder que nos cueste reconocerlo pero que sea esa la explicación de por qué los obreros y las clases bajas votan a los partidos que, por ideología y principios, no llevan como bandera una mayor justicia social. Quisiera creer que no. Que el lio está en lo que prometen. Está en un discurso que no es de derechas ni de izquierdas sino el que mejor convenga para ganar las elecciones y luego ya se verá.

A las pruebas me remito. Lo que Rajoy dice, aquí, que no puede hacer, Berlusconi promete hacerlo en Italia. Los dos son de derechas, pero el discurso no se parece en nada. Así es que no me extraña que los italianos anden liados y pierdan la perspectiva de quienes defienden mejor a unos y otros.

Berlusconi y su coalición de derechas, dicen en Italia que ningún anciano puede vivir, hoy, con una pensión de 500 euros. Que es obligado e indispensable aumentar la pensión mínima, por lo menos, a 1.000 euros. Promesa que promete cumplir si los italianos le dan el gobierno. Y no solo eso, también promete entradas gratuitas al cine para los ancianos, viajes en tren gratis, ciertos días de la semana, dentistas y servicios de odontología gratis y ayudas para todos los ancianos que tengan una mascota.

Conociendo al personaje, no me extrañaría que Berlusconi cumpliera su promesa en lo de las mascotas y el cine gratis pero que las pensiones sigan como están. Al fin y al cabo no creo que haya tanta diferencia entre él y Rajoy.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 26 de febrero de 2018

Los viejos en la calle y los jóvenes en el sofá

Milio Mariño

Cuesta creer que hayan pasado cincuenta años, pero hace ya medio siglo que, por estas fechas, los estudiantes y los obreros franceses empezaran a protagonizar un cambio social que sería determinante para configurar la Europa del bienestar. Aunque la referencia sea mayo -Mayo del 68- unos meses antes, allá por febrero y marzo, surgieron las primeras protestas que llevarían, luego, al acuerdo de incrementar el salario mínimo un 35%, los salarios medios un 12%, la semana laboral de 40 horas y el reconocimiento de las secciones sindicales en el seno de las empresas.

Andando el tiempo, fueron legión quienes se apuntaron el mérito de aquel estallido social. De hecho, soy de los pocos, de mí generación, que no dice que estuvo en París viviendo aquello. Pero no estuve, lo reconozco. Andaba por Sabugo, tomando algún cubalibre que otro y dejando panfletos por las esquinas. Soltábamos cuatro octavillas y salíamos por piernas, antes de que llegaran los chicos de la Brigada Político Social.

Lo que algunos hacíamos entonces era eso, pero que nadie se alarme que no pienso contarles la historia. Soy consciente de que, trasladado al presente, son batallitas de un abuelo que tuvo la suerte de pertenecer a una generación que rompió con todo. Un abuelo que no acaba de resignarse a que sus herederos, los indignados, hayan fracasado y no protagonicen nada nuevo ni se identifiquen con una clase social concreta, a lo mejor porque hoy las diferencias de clase nadie quiere verlas y el debate de las ideas ha pasado a ser irrelevante por obra y gracia de unos dirigentes que disfrutan aferrados a su endogamia.

Batallitas aparte, quienes hace medio siglo teníamos 18 0 19 años, hicimos lo que pudimos. Y, supongo que será por eso, por el paso del tiempo y el peso de los recuerdos, que comparamos el presente con el pasado y llegamos a la conclusión de que, lo que define, hoy, a la juventud es la indiferencia. Es la pérdida del entusiasmo, la apatía, la desgana y la despreocupación. Es haber caído en la dejadez y que, poco a poco, se haya ido gestando una manera de vivir en la que se acepta la sumisión. Al final, los jóvenes se han acomodado tanto a la precariedad, y las desgracias, que hagan lo que hagan con ellos les importa un bledo.

Les importa poco porque viven en una burbuja y todo lo demás les resbala. Una burbuja tonta que hace que crean que el ascenso social y el acceso al bienestar se consiguen por azar o con una educación superior. Creen que todo se arregla con ir a la universidad. Los referentes de la lucha por la dignidad y la primacía del interés general han desparecido. Pasan del compromiso social y del sacrificio. Se dejan arrebatar sus derechos y se refugian escondiéndose detrás del iPod. Les falta el coraje de sus abuelos. Unos abuelos que han vuelto a salir a la calle para luchar contra el recorte de las pensiones.

Acabamos de verlo. Quienes se movilizaban hace cincuenta años vuelven a estar en la calle mientras los jóvenes ni provocándolos se mueven. La CEOE acaba proponer como becarios a los mayores de 45 años y ni una protesta. Es el mundo al revés. Son los viejos protestando y los jóvenes en el sofá, jugando con Twitter y con Wasap.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

viernes, 23 de febrero de 2018

El fielatu del Güerna

La mio parrafada de los xueves nel programa Noche tras Noche de la RPA

El mi lio d'esta selmana ye pol peaxe del Güerna. Un peaxe que polo que tien d'impuestu llámolo fielatu y aprovecho pa camentar lo que munchos nun sabéis, non por ignorancia sinón porque seguru que sois más xovenes. Fielatu yera'l nome que recibíen les casetes de cobru de les tases municipales sobre'l tráficu de mercancíes. Llamábenlo asina pola referencia al fiel o balanza que d'antiguo usábase pa pesar los productos y cobrar les tases correspondientes. Más de cien años, hasta 1961, tuvieron en pie los fielatos, una especie de caseta con un paisanu dientro, que vixilaba’l trasiegu de mercancíes ente los pueblos y les ciudaes.

Por eso llamo fielatu al peaxe del Güerna. Porque agora, a principios de xineru, volvieron xubir el preciu y pasar col coche cuesta 13, 15 euros. Por eso y porque'l Ministeriu de Fomentu diz que va buscar un pactu d'Estáu sobre les autopistes de peaxe y dexa fuera la nuesa. De cuenta que si esa propuesta sal alantre, el peaxe del Güerna va ser de los más vieyos d'España.

Si les coses fueren como en principiu se plantegaron, el peaxe acabaríase dientro de trés años, nel 2021. Pero'l Gobiernu d'Aznar tomó la decisión d'ampliar, na menos, qu'en 29 años la concesión y eso significa que si naide lo remedia tendremos que siguir pagando por pasar pol Güerna hasta l'añu 2.050. Una bicoca pal concesionariu porque l'autopista abrióse al tráficu en 1983 y si se cumplen los plazos van ser 67 años los que taremos pasando por caxa.

Eso si vamos per carretera. Pero resulta que col ferrocarril tamos igual o peor. Yá van 17 años desque empecipiaron la Variante de Payares, que teníen previstu facela en cinco, y l'AVE nun lo vemos nin con prismáticos. Tol mundu nos engaña. Primero foi Zapateru que dixo que si llegaba a Presidente del Gobiernu quitaba'l peaxe del Güerna y dempués Rajoy, que dixo que lo de l'AVE yá taba fechu.

Nin lo ún nin lo otro. Nun tenemos tren d'alta velocidá y si queremos salir d’Asturies per carretera hai qu’apoquinar trece euros. Siguimos lo mesmo o bien paecíu que va cincuenta años por más que se diga que les comunicaciones son vitales p'Asturies. Digo 50 años por dicir daqué porque col tren tamos como nel sieglu XIX. Exautamente lo mesmo.

Nun ye que me quexe por quexame, ye que la realidá clama al cielu. Tamos aisllaos per tierra mar y aire. Per tierra tenemos la historia del tren y la del Güerna. Per mar cerraron, va pocu, la comunicación con Francia, el ferry Xixón-Nantes. Y per aire resulta que retayaron 150 metros la pista del aeropuertu y la mayoría les veces nun funciona’l sistema anti borrina.

Asina tamos. Y pa mi que nun nos van a tomar en serio hasta qu'un día nun garremos toos el coche y nos plantemos delantre del Negrón, p’atrocar el pasu y acabar col fielatu.

Milio Mariño

lunes, 19 de febrero de 2018

Aconsejan ahorrar

Milio Mariño

Hace unos días, poco antes de carnaval, Rajoy se disfrazó con un disfraz de los chinos y pidió que miremos por el dinero, que no lo gastemos todo. Dijo que debemos ahorrar para complementar la pensión y la educación de nuestros hijos.

El consejo no es malo. Es de los que provocan media sonrisa y hacen que muevas la cabeza para espabilar las neuronas. Pero, claro, una persona que gane 800 euros puede tomarlo a mal. No lo tomará, imagino, Javier Tebas, a quien acaban de subir el sueldo casi el doble y pasará a cobrar 1,2 millones de euros al año, más 250.000 por variables. Una subida que, teniendo en cuenta lo que cobraba en 2013, supone multiplicar por cuatro sus honorarios.

Eso sí es subir el sueldo y no lo que hizo el Gobierno el pasado 19 de diciembre cuando, con gran esfuerzo, subió el Salario Mínimo a 735,90 euros. Una cantidad que habría que preguntarle a Rajoy como la distribuiría él para que le permitiera pagar la vivienda, comer y ahorrar para un plan de pensiones.

Apuesto que sabría cómo hacerlo. No soy de los que piensan que quedaría cortado y a expensas de ese tic, en el ojo izquierdo, que lo delata cuando dice una tontería. Hace unos años hicieron la misma pregunta a uno de sus ministros, al famoso Arias Cañete, y recomendó ducharse con agua fría para ahorrar en consumo y en energía.

Los consejos de los Ministros y los Presidentes del Gobierno hay que tomarlos, siempre, con precaución. En pocos años hemos pasado de aquel hay que gastar que decía Zapatero, como recomendación para salir de la crisis, a este hay que ahorrar, que dice Rajoy, para poder sobrevivir cuando seamos viejos.

En realidad, más que consejo, parece una advertencia. Algo así como que espabilemos y tomemos nota porque el gobierno no piensa ocuparse de nuestra vejez, nuestra salud y la educación de nuestros hijos. Eso es cosa nuestra y allá cada cual como lo haga. Lo malo que, para hacerlo, hay que tener dinero. Con dinero en el bolsillo, los ciudadanos pueden atender, incluso, el consejo de los dos presidentes. Pueden gastarlo, si quieren, y ahorrar si les apetece. Cosa que ganando 800 euros resulta imposible porque ya es un milagro que, quien los gana, pueda llegar a final de mes. De modo que el consejo, la advertencia, o como quieran llamarlo, se convierte en una majadería estúpida por lo que tiene de cruel. No hacía falta ensañarse, así, con los jóvenes porque sí lo que trata de decirnos Rajoy es que las pensiones del futuro no darán para vivir y habrá que complementarlas, eso ya lo sabíamos. Lo que no sabemos es como puede ahorrar, y hacerse un plan de pensiones, un joven que hace diez años ganaba 1.000 euros, y era considerado un salario bajo, y ahora supone una meta a la que le cuesta llegar por la temporalidad y la precariedad de los salarios.

Quienes han ahorrado, sin que les dieran consejos, han sido los empresarios. Diez años después de la crisis, la economía española ha culminado la proeza de producir lo mismo con 1,9 millones de trabajadores menos. Un buen ahorro que, para el caso, no cuenta. La solución que se plantea es que quien gana 800 euros no lo gaste todo porque lo va a necesitar cuando sea viejo.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

viernes, 16 de febrero de 2018

El coche y les ciudaes del futuru

La mio parrafada de los xueves nel Programa Noche tras Noche de la RPA.

El mi lio d'esta selmana ye un lio que nun voi vivir pa velo… Trata de lo que dicen que van ser les ciudaes nel futuru, dientro de cincuenta años, pero pensé que podía ser interesante traelo a colación polo que tien de novedá y porque amás yá sabéis que pequí andamos a vueltes cola ciudá grande, cola llamada área metropolitana que van facer na zona central d'Asturies. Daqué paecíu a un trés n'unu, Uviéu Xixón y Avilés, separáu por 30 kilómetros que vien ser nada.

Pos bien, andaba yo a vueltes, cavilando como pue acabar la cosa, cuando atopé un estudiu d'un grupu d'arquitectos sobre les ciudaes del futuru, encabezáu por Nicolás Negroponte, dalguién que, al paecer, ye un auténticu visionariu hasta'l puntu de que nuna conferencia que va pocu dio en Madrid, manifestó ensin cortase un pelu que del futuru yá vien de vuelta, que yá tuvo ellí munches veces.

Cuando t’atopes con un tipu asina, que diz estes coses, lo primeru sospriéndeste pero llueu, en cuanto analices lo que diz, desiguida pienses que nun ye pa tanto, qu'eso mesmu yá lo pensasti tu y nun t'atrevisti a dicilo.

Estos arquiteutos del futuru, lo que vienen dicir ye que yá podemos dir escaeciéndonos del coche y de la ciudá tal como la conocemos. Qu'esi ideal, o suañu, de tener una casina a les afueres, con un xardín, un garaxe y un coche a la puerta, va pasar a ser imposible d'equí a poco y qu'agora mesmu yá casi lo ye.

A eses idees súmense la Fundación Norman Foster y l'urbanista Ricky Burdett, que dicen que'l retu de los arquiteutos nun va ser tanto construyir viviendes sinón onde asitiales. Al paecer, nuna proyección a futuru, pocos o casi naide van querer tener coche y vivir nes afueres.

Vivir nes afueres y llegar hasta'l trabayu, los comercios o la diversión nes grandes ciudaes, conduciendo un coche ye daqué que yá ta vetáu pa la clase media. Ponen como exemplu qu'en ciudaes como Llondres, París o Nueva York, yá naide pue llegar col coche hasta'l centru y aparcar. Bonu, naide que nun tea dispuestu a pagar una media de 70 euros per día d'aparcamientu.

Esi ye’l tema que, 70 euros al día por aparcar, nun ye broma. La cosa ta poniéndose fea. Tantu que, en Oslo, p'amenorgar la circulación pol centru acaben de suprimir los aparcamientos. De mou qu’atentos a la pisada porque esi exemplu seguru que desiguida lo copien y lo planten equí.

Lo del coche y la ciudá, yá lo tenemos mal pero tou apunta que va dir a peor. De toes formes cuesta imaxinar un futuru ensin coches. Pero qué se yo, habrá qu’aceutalo o facer como aquel al que-y entrugaron… Oiga una cosa: ¿A usté qué-y molesta más la inorancia o la indiferencia?... ¿ A quién, a min?.... ¡Nin lo sé nin m'importa!

Milio Mariño