lunes, 26 de febrero de 2018

Los viejos en la calle y los jóvenes en el sofá

Milio Mariño

Cuesta creer que hayan pasado cincuenta años, pero hace ya medio siglo que, por estas fechas, los estudiantes y los obreros franceses empezaran a protagonizar un cambio social que sería determinante para configurar la Europa del bienestar. Aunque la referencia sea mayo -Mayo del 68- unos meses antes, allá por febrero y marzo, surgieron las primeras protestas que llevarían, luego, al acuerdo de incrementar el salario mínimo un 35%, los salarios medios un 12%, la semana laboral de 40 horas y el reconocimiento de las secciones sindicales en el seno de las empresas.

Andando el tiempo, fueron legión quienes se apuntaron el mérito de aquel estallido social. De hecho, soy de los pocos, de mí generación, que no dice que estuvo en París viviendo aquello. Pero no estuve, lo reconozco. Andaba por Sabugo, tomando algún cubalibre que otro y dejando panfletos por las esquinas. Soltábamos cuatro octavillas y salíamos por piernas, antes de que llegaran los chicos de la Brigada Político Social.

Lo que algunos hacíamos entonces era eso, pero que nadie se alarme que no pienso contarles la historia. Soy consciente de que, trasladado al presente, son batallitas de un abuelo que tuvo la suerte de pertenecer a una generación que rompió con todo. Un abuelo que no acaba de resignarse a que sus herederos, los indignados, hayan fracasado y no protagonicen nada nuevo ni se identifiquen con una clase social concreta, a lo mejor porque hoy las diferencias de clase nadie quiere verlas y el debate de las ideas ha pasado a ser irrelevante por obra y gracia de unos dirigentes que disfrutan aferrados a su endogamia.

Batallitas aparte, quienes hace medio siglo teníamos 18 0 19 años, hicimos lo que pudimos. Y, supongo que será por eso, por el paso del tiempo y el peso de los recuerdos, que comparamos el presente con el pasado y llegamos a la conclusión de que, lo que define, hoy, a la juventud es la indiferencia. Es la pérdida del entusiasmo, la apatía, la desgana y la despreocupación. Es haber caído en la dejadez y que, poco a poco, se haya ido gestando una manera de vivir en la que se acepta la sumisión. Al final, los jóvenes se han acomodado tanto a la precariedad, y las desgracias, que hagan lo que hagan con ellos les importa un bledo.

Les importa poco porque viven en una burbuja y todo lo demás les resbala. Una burbuja tonta que hace que crean que el ascenso social y el acceso al bienestar se consiguen por azar o con una educación superior. Creen que todo se arregla con ir a la universidad. Los referentes de la lucha por la dignidad y la primacía del interés general han desparecido. Pasan del compromiso social y del sacrificio. Se dejan arrebatar sus derechos y se refugian escondiéndose detrás del iPod. Les falta el coraje de sus abuelos. Unos abuelos que han vuelto a salir a la calle para luchar contra el recorte de las pensiones.

Acabamos de verlo. Quienes se movilizaban hace cincuenta años vuelven a estar en la calle mientras los jóvenes ni provocándolos se mueven. La CEOE acaba proponer como becarios a los mayores de 45 años y ni una protesta. Es el mundo al revés. Son los viejos protestando y los jóvenes en el sofá, jugando con Twitter y con Wasap.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

viernes, 23 de febrero de 2018

El fielatu del Güerna

La mio parrafada de los xueves nel programa Noche tras Noche de la RPA

El mi lio d'esta selmana ye pol peaxe del Güerna. Un peaxe que polo que tien d'impuestu llámolo fielatu y aprovecho pa camentar lo que munchos nun sabéis, non por ignorancia sinón porque seguru que sois más xovenes. Fielatu yera'l nome que recibíen les casetes de cobru de les tases municipales sobre'l tráficu de mercancíes. Llamábenlo asina pola referencia al fiel o balanza que d'antiguo usábase pa pesar los productos y cobrar les tases correspondientes. Más de cien años, hasta 1961, tuvieron en pie los fielatos, una especie de caseta con un paisanu dientro, que vixilaba’l trasiegu de mercancíes ente los pueblos y les ciudaes.

Por eso llamo fielatu al peaxe del Güerna. Porque agora, a principios de xineru, volvieron xubir el preciu y pasar col coche cuesta 13, 15 euros. Por eso y porque'l Ministeriu de Fomentu diz que va buscar un pactu d'Estáu sobre les autopistes de peaxe y dexa fuera la nuesa. De cuenta que si esa propuesta sal alantre, el peaxe del Güerna va ser de los más vieyos d'España.

Si les coses fueren como en principiu se plantegaron, el peaxe acabaríase dientro de trés años, nel 2021. Pero'l Gobiernu d'Aznar tomó la decisión d'ampliar, na menos, qu'en 29 años la concesión y eso significa que si naide lo remedia tendremos que siguir pagando por pasar pol Güerna hasta l'añu 2.050. Una bicoca pal concesionariu porque l'autopista abrióse al tráficu en 1983 y si se cumplen los plazos van ser 67 años los que taremos pasando por caxa.

Eso si vamos per carretera. Pero resulta que col ferrocarril tamos igual o peor. Yá van 17 años desque empecipiaron la Variante de Payares, que teníen previstu facela en cinco, y l'AVE nun lo vemos nin con prismáticos. Tol mundu nos engaña. Primero foi Zapateru que dixo que si llegaba a Presidente del Gobiernu quitaba'l peaxe del Güerna y dempués Rajoy, que dixo que lo de l'AVE yá taba fechu.

Nin lo ún nin lo otro. Nun tenemos tren d'alta velocidá y si queremos salir d’Asturies per carretera hai qu’apoquinar trece euros. Siguimos lo mesmo o bien paecíu que va cincuenta años por más que se diga que les comunicaciones son vitales p'Asturies. Digo 50 años por dicir daqué porque col tren tamos como nel sieglu XIX. Exautamente lo mesmo.

Nun ye que me quexe por quexame, ye que la realidá clama al cielu. Tamos aisllaos per tierra mar y aire. Per tierra tenemos la historia del tren y la del Güerna. Per mar cerraron, va pocu, la comunicación con Francia, el ferry Xixón-Nantes. Y per aire resulta que retayaron 150 metros la pista del aeropuertu y la mayoría les veces nun funciona’l sistema anti borrina.

Asina tamos. Y pa mi que nun nos van a tomar en serio hasta qu'un día nun garremos toos el coche y nos plantemos delantre del Negrón, p’atrocar el pasu y acabar col fielatu.

Milio Mariño

lunes, 19 de febrero de 2018

Aconsejan ahorrar

Milio Mariño

Hace unos días, poco antes de carnaval, Rajoy se disfrazó con un disfraz de los chinos y pidió que miremos por el dinero, que no lo gastemos todo. Dijo que debemos ahorrar para complementar la pensión y la educación de nuestros hijos.

El consejo no es malo. Es de los que provocan media sonrisa y hacen que muevas la cabeza para espabilar las neuronas. Pero, claro, una persona que gane 800 euros puede tomarlo a mal. No lo tomará, imagino, Javier Tebas, a quien acaban de subir el sueldo casi el doble y pasará a cobrar 1,2 millones de euros al año, más 250.000 por variables. Una subida que, teniendo en cuenta lo que cobraba en 2013, supone multiplicar por cuatro sus honorarios.

Eso sí es subir el sueldo y no lo que hizo el Gobierno el pasado 19 de diciembre cuando, con gran esfuerzo, subió el Salario Mínimo a 735,90 euros. Una cantidad que habría que preguntarle a Rajoy como la distribuiría él para que le permitiera pagar la vivienda, comer y ahorrar para un plan de pensiones.

Apuesto que sabría cómo hacerlo. No soy de los que piensan que quedaría cortado y a expensas de ese tic, en el ojo izquierdo, que lo delata cuando dice una tontería. Hace unos años hicieron la misma pregunta a uno de sus ministros, al famoso Arias Cañete, y recomendó ducharse con agua fría para ahorrar en consumo y en energía.

Los consejos de los Ministros y los Presidentes del Gobierno hay que tomarlos, siempre, con precaución. En pocos años hemos pasado de aquel hay que gastar que decía Zapatero, como recomendación para salir de la crisis, a este hay que ahorrar, que dice Rajoy, para poder sobrevivir cuando seamos viejos.

En realidad, más que consejo, parece una advertencia. Algo así como que espabilemos y tomemos nota porque el gobierno no piensa ocuparse de nuestra vejez, nuestra salud y la educación de nuestros hijos. Eso es cosa nuestra y allá cada cual como lo haga. Lo malo que, para hacerlo, hay que tener dinero. Con dinero en el bolsillo, los ciudadanos pueden atender, incluso, el consejo de los dos presidentes. Pueden gastarlo, si quieren, y ahorrar si les apetece. Cosa que ganando 800 euros resulta imposible porque ya es un milagro que, quien los gana, pueda llegar a final de mes. De modo que el consejo, la advertencia, o como quieran llamarlo, se convierte en una majadería estúpida por lo que tiene de cruel. No hacía falta ensañarse, así, con los jóvenes porque sí lo que trata de decirnos Rajoy es que las pensiones del futuro no darán para vivir y habrá que complementarlas, eso ya lo sabíamos. Lo que no sabemos es como puede ahorrar, y hacerse un plan de pensiones, un joven que hace diez años ganaba 1.000 euros, y era considerado un salario bajo, y ahora supone una meta a la que le cuesta llegar por la temporalidad y la precariedad de los salarios.

Quienes han ahorrado, sin que les dieran consejos, han sido los empresarios. Diez años después de la crisis, la economía española ha culminado la proeza de producir lo mismo con 1,9 millones de trabajadores menos. Un buen ahorro que, para el caso, no cuenta. La solución que se plantea es que quien gana 800 euros no lo gaste todo porque lo va a necesitar cuando sea viejo.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

viernes, 16 de febrero de 2018

El coche y les ciudaes del futuru

La mio parrafada de los xueves nel Programa Noche tras Noche de la RPA.

El mi lio d'esta selmana ye un lio que nun voi vivir pa velo… Trata de lo que dicen que van ser les ciudaes nel futuru, dientro de cincuenta años, pero pensé que podía ser interesante traelo a colación polo que tien de novedá y porque amás yá sabéis que pequí andamos a vueltes cola ciudá grande, cola llamada área metropolitana que van facer na zona central d'Asturies. Daqué paecíu a un trés n'unu, Uviéu Xixón y Avilés, separáu por 30 kilómetros que vien ser nada.

Pos bien, andaba yo a vueltes, cavilando como pue acabar la cosa, cuando atopé un estudiu d'un grupu d'arquitectos sobre les ciudaes del futuru, encabezáu por Nicolás Negroponte, dalguién que, al paecer, ye un auténticu visionariu hasta'l puntu de que nuna conferencia que va pocu dio en Madrid, manifestó ensin cortase un pelu que del futuru yá vien de vuelta, que yá tuvo ellí munches veces.

Cuando t’atopes con un tipu asina, que diz estes coses, lo primeru sospriéndeste pero llueu, en cuanto analices lo que diz, desiguida pienses que nun ye pa tanto, qu'eso mesmu yá lo pensasti tu y nun t'atrevisti a dicilo.

Estos arquiteutos del futuru, lo que vienen dicir ye que yá podemos dir escaeciéndonos del coche y de la ciudá tal como la conocemos. Qu'esi ideal, o suañu, de tener una casina a les afueres, con un xardín, un garaxe y un coche a la puerta, va pasar a ser imposible d'equí a poco y qu'agora mesmu yá casi lo ye.

A eses idees súmense la Fundación Norman Foster y l'urbanista Ricky Burdett, que dicen que'l retu de los arquiteutos nun va ser tanto construyir viviendes sinón onde asitiales. Al paecer, nuna proyección a futuru, pocos o casi naide van querer tener coche y vivir nes afueres.

Vivir nes afueres y llegar hasta'l trabayu, los comercios o la diversión nes grandes ciudaes, conduciendo un coche ye daqué que yá ta vetáu pa la clase media. Ponen como exemplu qu'en ciudaes como Llondres, París o Nueva York, yá naide pue llegar col coche hasta'l centru y aparcar. Bonu, naide que nun tea dispuestu a pagar una media de 70 euros per día d'aparcamientu.

Esi ye’l tema que, 70 euros al día por aparcar, nun ye broma. La cosa ta poniéndose fea. Tantu que, en Oslo, p'amenorgar la circulación pol centru acaben de suprimir los aparcamientos. De mou qu’atentos a la pisada porque esi exemplu seguru que desiguida lo copien y lo planten equí.

Lo del coche y la ciudá, yá lo tenemos mal pero tou apunta que va dir a peor. De toes formes cuesta imaxinar un futuru ensin coches. Pero qué se yo, habrá qu’aceutalo o facer como aquel al que-y entrugaron… Oiga una cosa: ¿A usté qué-y molesta más la inorancia o la indiferencia?... ¿ A quién, a min?.... ¡Nin lo sé nin m'importa!

Milio Mariño

lunes, 29 de enero de 2018

Matar a los viejos

Milio Mariño

La semana pasada, dos chavales de 14 años, que deberían estar en el instituto, asaltaron una vivienda en Bilbao y mataron a dos ancianos. Eso la semana pasada porque, en diciembre, otros dos adolescentes, de 13 y 16 años, asaltaron a un hombre, también en Bilbao, que acabó muriendo.

Tres muertes, causadas por cuatro niños, en apenas un mes es motivo para alarmarse y estar preocupados. No obstante, la explicación que dieron las autoridades fue que se trata de hechos puntuales y que la ciudad es segura. Solo reconocieron que la edad de los presuntos culpables, y la violencia que emplearon, puede ser motivo de alarma, pero matizaron que ambos casos suponen la constatación de un fracaso social en el que están implicados muchos estamentos de la sociedad y no solo el factor policial.

Dejando a un lado el factor policial, en el que prefiero no entrar, coincido con lo apuntado. Creo que la sociedad es culpable. No les oculto que en mi opinión debe pesar que ya me considero viejo. En casa me riñen y dicen que no diga eso, pero tengo 69 años y vivo de una pensión. De modo que llevo tiempo oyendo que soy un problema y una carga para el Estado. Carga en cuanto al costo de las pensiones, la mayor esperanza de vida, nuestras enfermedades y lo que, al parecer, hacemos con nuestros votos.

Como estoy atento a ese discurso, no se me olvida que Christine Lagarde dijo hace poco que los viejos vivimos demasiado y somos un riesgo para la economía global. Que hay que hacer algo ya, pues el coste del envejecimiento es enorme y resulta insoportable para los Gobiernos, las empresas y las compañías aseguradoras.

Desconozco qué es lo que propone la “joven” directora del FMI, pero imagino que no será nada bueno. Sus declaraciones vienen a sumarse al runrún social de que los viejos hemos salido mejor parados de la crisis y estamos hipotecando el futuro de los más jóvenes.

Es lo que se oye. Han ido desmantelando el antiguo paradigma de la vejez y lo han sustituido por esa idea de que los viejos sobramos. Así es que cada día se nos trata más como a parásitos sociales que como a integrantes de la sociedad. Y el primero es el Estado. El Estado insiste en responsabilizarnos de la incertidumbre que presenta el futuro y nos señala como culpables de las desgracias que nuestra presunta longevidad, ocasionará a las generaciones que vienen detrás.

Pueden buscar dónde quieran, en editoriales, artículos de opinión o dónde les apetezca, pero, hoy en día, no encontrarán ni una sola alabanza de la vejez. Los viejos somos señalados como una carga insoportable que solo genera problemas. Una carga para todos. Para el Estado, la familia y la sociedad en general. De modo que alcanzar, hoy, la jubilación equivale a convertirse en un enemigo público. Todavía no se dice en voz alta, pero la opinión soterrada es que los viejos duran una eternidad y deberían palmarla ya. El cambio de valores de la sociedad supone que se ha pasado de respetar a los viejos a despreciarlos, con las consecuencias que ello conlleva. Eso pensamos algunos. Pensamos que, en este aspecto, el mundo ha evolucionado, a peor. Pero no me hagan caso, son reflexiones de un viejo a quien riñen en casa por decir que lo es.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

viernes, 26 de enero de 2018

Falando de reis y osos

La mio parrafada de los xueves en Noche tras Noche

El mi lio d'esta selmana ye por dos noticies que casi coincidieron nel tiempu y, en principiu, paez que nun tienen que ver. Per un llau, el rei Felipe VI vieno a celebrar el so 50 cumpleaños n'Asturies y fíxolo visitando les instalaciones que la Central Llechera Asturiana tien, en Granda, na Pola de Siero. Y per otru, resulta que la visita real casi coincidió cola muerte de la osa Tola, que la probe morrió, fai güei ocho díes, de muerte natural pos yá tenía 29 años, que según los espertos son munchos años pa lo que ye la vida d'un osu.

Foi una coincidencia… Pero como yá me conocéis y sabéis que me gusta xuntar les coses, por aquello d'a ver lo que pasa… Pos xunté la presencia del rei y lo que signifiquen los osos p’Asturies y pa la familia real.

Xuntándolo asina, primero taría aquel desgraciáu incidente protagonizáu pol Rei Favila, que la so muerte dalgunos atribúin a un osu pardu, pero que según los espertos nun hubo tal osu… Al paecer foi'l so cuñáu Alfonso, amarutáu con una piel d'osu, quien lo cosió a puñalaes.

Otra custión que tendría que ver con reis y osos foi lo que-y asocedió al padre del rei Felipe, al Rei eméritu Juan Carlos, con aquel osu pardu llamáu Mitrofán, a quién según el xefe de guardabosques rusu Serguei Starostín, enfilaron con miel y vodka pa que'l rei pudiera cazalo, ensin peligru nengunu, nuna viesca de Rusia.

Yeren otros tiempos… Yá sé que d’esto últimu nun fai tantu, pero'l mundu evoluciona y les coses camuden hasta’l puntu de qu'agora los osos muerren, como quien diz, na cama… Y los reis celebren el so cumpleaños afalagando una vaca. Foi lo que fixo'l rei Felipe na Pola de Siero. Afalagó una vaca y dixo que quería dar el so sofitu a los ganaderos asturianos.

Y mialma que lo celebramos. Celebrámoslo anque temos un pocu murnios pola muerte de la osa Tola.

Tola morrió fai güei ocho díes na so osera de Proaza. Foi una osa que se fixo famosa primero porque quedó güérfana, con cinco meses, cuando dos cazadores furtivos mataron a la madre. Depués la fama aumentó cuando tolos medios, incluyida la televisión, sopelexaron aquel romance col osu cántabru Furaco. Un romance qu'acabó cola retresmisión del actu sexual qu'apaeció en tolos telediarios ensin que les televisiones se cortaren nin un pelu. Ye más llegaron a poner a Tola como exemplu, en comparación cola so hermana Paca, que se negó a pasar pol aru y nun aceptó los requilorios del machu cántabru.

Asina qu’esta selmana pasada tuvimos de funeral y de cumpleaños. Tuvimos con un rei que vieno a Asturies a afalagar una vaca y con una osa que coló pal cielu. La vida ye eso. Ye un amiestu de llutu y fiesta… de rises y de sollutos.

Milio Mariño

lunes, 15 de enero de 2018

Días tontos

Milio Mariño

Nunca sabe uno cuando surge ese día estúpido en el que hace lo que no debería hacer. Aquello que luego no acierta a explicarse cómo fue que lo hizo y si pudiera retroceder seguro que no volvería a hacerlo. Debe ser, imagino, que hay alguna fuerza interior que puede más que la razón y, en un momento dado, nos obliga a elegir lo que no queremos. Algo así debe ser porque no se me ocurre otra cosa para explicar esos errores que, a veces, cometemos y pueden costarnos, incluso, la vida. Solemos echarle la culpa al azar, o la mala suerte, pero lo cierto es que no sabemos qué mueve ese impulso que nos desvía de adoptar la decisión correcta y nos empuja a cometer la imprudencia. Ahí están esos casos, en apariencia, absurdos que han sucedido hace poco y demuestran que muchas personas sensatas pueden tener un momento tonto y que ese momento puede acabar en tragedia.

Nuestras decisiones no siempre se guían por la racionalidad. De la estupidez nadie se libra. Eso decía Carlo M. Cipolla, que analizaba el comportamiento humano, asegurando que siempre subestimamos las consecuencias de nuestros actos estúpidos. Creo que lleva razón, de ahí que no estaría mal que nos planteáramos si no habremos dejado de cuidar de nosotros mismos hasta el punto de despreocuparnos, casi, del todo y exigir a las autoridades que nos impidan que hagamos cualquier tontería.

¿Es suficiente con una cinta de plástico, avisando del peligro, o hay que poner una valla de tres metros para que nadie pueda pasar al otro lado? ¿Basta con avisar de que nevará de forma copiosa o hay que requisar las llaves del coche a quien esté dispuesto a emprender el viaje sin tomar precauciones y aun a riesgo de quedar atascado en la nieve? ¿Deben movilizarse todos los medios para rescatar a una pandilla de amigos que apuesta por subir a L’Angliru, la noche del seis de enero, en camisa y playeros, o conviene advertirles de que el 112 no está para sacarlos del atolladero cuando la broma no sale como pensaban?

Cada caso tendrá sus matices y admitirá, seguramente, varias interpretaciones pero eso no quita para que reflexionemos sobre la necesidad de fijar límites en cuanto a la responsabilidad que nos corresponde y lo que cabe exigir a las autoridades.

Todo indica que nuestra sociedad parece haber optado por desafiar al riesgo, antes que por prevenirlo. La realidad demuestra que somos más propensos a asumir mayores riesgos que a respetar las advertencias, las cautelas y las limitaciones. Hemos evolucionado hasta tener una especie de confianza suicida en que, hagamos lo que hagamos, nunca pasará nada. Y, si pasa, para eso somos una sociedad moderna y civilizada, para que las autoridades mitiguen las consecuencias y lo más grave que se produzca sea un susto sin trascendencia.

Una explicación bondadosa, para este tipo de conducta, tal vez haya que buscarla en el alto grado de confianza que depositamos en las autoridades. Es como si pensáramos que cualquiera puede tener un día tonto y también sería mala suerte que, precisamente, ese día no estuvieran ahí para salvarnos. Pero puede ser que no estén o no lleguen a tiempo. Así es que conviene hacer caso a las advertencias y cuidar de nosotros mismos. Un día tonto puede tenerlo cualquiera pero si estamos avisados sería imperdonable que nos pasáramos de la raya.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España