lunes, 17 de abril de 2017

Humor clandestino

Milio Mariño

No hay gracioso, profesional o amateur, que estos días pasados no se haya apuntado a la campaña de chistes sobre Carrero Blanco, el Valle de los Caídos y el Franquismo. El contenido daba lo mismo, lo importante era la dimensión heroica de enfrentarse a los jueces que han decidido judicializar cualquier referencia a esa broma de que España fuera una dictadura durante cuarenta años.

Lo curioso del caso es que los chistes que han merecido la atención de los jueces son chistes malos. Chistes que, a quienes ya somos mayores, nos hacen poca o ninguna gracia, tal vez, por lo que dice la catedrática de biología molecular Natalia López. Porque el sentido del humor necesita una buena gestión de las emociones y los jóvenes, que son quienes más se han prodigado, tienden a procesar las emociones de una manera desproporcionada; esperando muchísima recompensa de cosas que no son para tanto.

De todas maneras, que los chistes me hayan parecido malos, no quiere decir que aplauda que a sus autores los metan en la cárcel. Los jueces deberían saber que sobre los mecanismos del humor hay muchas teorías. A veces, basta con ver algo que no tiene sentido, o no esperábamos, para que nos riamos a carcajadas. Por ejemplo: si en un entierro resbalan los que llevan al muerto y acaban patas arriba, en el suelo, apuesto que se ríen desde el cura hasta los parientes en primer grado. Es lo que suele pasar con las situaciones negativas, que muchas veces somos incapaces de inhibir la risa porque el humor emerge del dolor o de algo que no es, para nada, correcto. Parece un contrasentido, pero así es como funciona nuestro cerebro. Coge algo horrible y lo convierte en estúpido.

Esto que se dice, del humor y el dolor, no es nuevo, todos lo sabemos, de modo que no creo que sea exagerado pedir que los jueces también lo sepan y tengan la misma madurez que el resto de los ciudadanos. Acepto que, debido a su exposición prolongada a la extravagancia de algunos casos, estén más expuestos a las diarreas mentales, pero se les supone al tanto de que humor y enaltecimiento del terrorismo no hacen buena pareja, a pesar de que ambos partan del absurdo. Por eso no se entiende que se empeñen en juntarlos. Es como si alguien hubiera pensado que puede ser una coartada para recordarnos el olvidado olor de la censura.

Las histéricas reacciones, a cuenta de esos chistes, tienen un aire viejuno que nos lleva a sospechar que el pasado, para algunos, todavía pesa más que el futuro. Un futuro en el que sería impensable que tuviéramos que volver al humor clandestino. A los viejos chistes que contábamos en voz baja para no acabar en la cárcel.

En esas estamos. Esa parece la pretensión de la Audiencia Nacional y de algunos jueces y fiscales. Por lo visto, un porcentaje elevado de su abnegado trabajo consiste en vigilar y perseguir los chistes que circulan por la red, a pesar de que, atendiendo al Código Penal y a nuestra Constitución, no sólo no constituyen delito sino que no pueden constituirlo.

Pero fíate y no corras. Yo, por si acaso, cierro este artículo con aquello que dijo La Codorniz. “Regla de tres: bombín es a bombón como cojín es a X. Nota de la redacción: si nos cierran la edición, nos importa tres X”.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 13 de marzo de 2017

Del hazte oír al hazlos callar

Milio Mariño

Un día de la semana pasada se quejaron los de Hazte Oír y al siguiente los de la Asociación de la Prensa de Madrid. En los dos casos se aludía a la libertad de expresión. Y en los dos hay materia, de sobra, para hablar del tema, y del revuelo que se formó, sin que, a mí juicio, fuera para tanto. Lo digo en el sentido de acudir al Código Penal y pretender que los jueces impidan que alguien ejerza la libertad de expresarse. Y lo digo, también, en base a esa frase que atribuyen a Voltaire: "Aborrezco tus opiniones, pero aborrecería más que te impidieran expresarlas".

La tendencia, al parecer, no va por ahí. Ahora, lo que se lleva es exigir libertad para las ideas, pero solo para las que coincidan con las nuestras o las que consideremos, socialmente, admisibles. Las otras, las que nos irritan o nos incomodan, pedimos que las supriman. Que intervenga el juez y las silencie de un plumazo.

No hace tanto, las ideas y declaraciones públicas con las que no estábamos de acuerdo, las discutíamos y si había que combatirlas las combatíamos. Ahora no. Ahora nos ahorramos el esfuerzo de rebatirlas y pasamos a condenarlas directamente, que es mucho más cómodo. La prueba la tienen en ese autobús, con mensaje, que sacaron a la calle los ultra católicos de Hazte Oír. A mí, el mensaje, me parece estúpido, ridículo y ofensivo pero, por más que lo leo y lo vuelvo a leer, no encuentro nada que se asemeje a un delito. Y menos, aún, ningún motivo legal que justifique que pongan una mordaza a los autores.

Puedo pensar, y lo pienso, que es una pena que todavía haya gente con una mentalidad así sobre la identidad de género, pero si esa gente quiere pintar un autobús, con sus proclamas, está en su derecho. La democracia les ampara. Hace nada, tuvimos ocasión de oír lo que dijo ese cavernícola polaco que afirmó, en el Parlamento Europeo: “Las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas y menos inteligentes”. Eso dijo, y la solución no creo que sea taparle la boca e impedir que hable.

Con el aborto sucede algo parecido. Hay quienes piensan que es un asesinato y quienes pensamos que es un derecho de las mujeres. ¿Qué hacemos, mandamos a la cárcel a quienes no piensen como nosotros?

En cualquier caso, si digo lo que es obvio, que tenemos que respetar todas las ideas, no estoy diciendo que tengamos que cruzarnos de brazos. Las ideas que consideremos dañinas y reprobables tenemos que rebatirlas. Tenemos que cargar contra ellas, lo cual no significa que, aunque nos asqueen, no debamos respetar el derecho de las personas a defenderlas en público. La solución, creo yo, no puede ser, nunca, recurrir a la mordaza. Y en esto enlazo con la triste y desafortunada ley, todavía vigente, que impuso el PP y bautizamos con ese nombre.

Nuestra sociedad debe ser lo bastante madura, y lo es, como para convivir con mensajes hirientes sin tener que forzar la intervención de un juez. Sobran las prohibiciones y las medidas paternalistas. Y no porque los de Hazte oír merezcan la menor consideración o condescendencia sino porque la libertad de expresión supone un ejercicio de responsabilidad del que haríamos dejación si recurrimos al feo y anti democrático: hazlos callar.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 27 de febrero de 2017

Los otros mundos

Milio Mariño

Cuando me enteré de que la NASA anunciaba el descubrimiento de siete nuevos planetas, en los que puede haber vida, pensé dos cosas: Que a la Iglesia se le había acabado el chollo y que Cyrano de Bergerac era más genial, todavía, de lo que me pareció cuando leí, por primera vez, su obra maestra “El otro mundo”.

Lo de la Iglesia, no vayan a pensar que se la tenía jurada y estaba esperando el momento, tiene su explicación. Hace poco el Papa Francisco se preguntaba, en público, si habría que evangelizar a los marcianos si un día se presentaran aquí. “Si mañana viniese una expedición de marcianos… marcianos, ¿eh?... Verdes, con la nariz y las orejas largas, como los pintan los niños… Y uno de ellos dijese: Quiero bautizarme. ¿Qué sucedería?”, dijo Francisco.

Más allá del humor y la retranca del Papa, que se lo toma con una filosofía digna de elogio, cabe preguntarse si el hallazgo de alienígenas inteligentes no socavaría los fundamentos de la religión cristiana. Yo creo que sí. Tengan en cuenta que el cristianismo se basa en una relación no ya privilegiada sino exclusiva de Dios con el hombre. Dios se hizo hombre y, ese hombre, figura a la diestra del Padre, como juez y rey universal. ¿Qué papel jugarían entonces otros seres inteligentes, si los hubiera? ¿Gozarían de la misma consideración divina que tenemos nosotros?

Se me antoja difícil que la iglesia pueda responder a esa pregunta de un modo racional. Por eso que, cuando leí lo de los nuevos planetas, me acordé de Cyrano de Bergerac y de su obra “El otro Mundo”. Una obra que, tras permanecer censurada por la Iglesia durante doscientos años, fue descubierta a principios del siglo pasado.

Cyrano, además de buen espadachín y reconocido libertino, fue un escritor, poeta, dramaturgo y filósofo francés, del siglo XVII, que describió la aparición de la vida en el Universo sin la intervención de dios alguno. No dio por sentado que nuestro mundo y todos los demás mundos sean el trabajo de un Creador Supremo. El suyo es un cosmos en el que hay tantos planetas como estrellas. Planetas habitados por seres racionales, en un universo pleno de inteligencia, que le sirve de escenario para reflexionar sobre la naturaleza y posición humana. El resultado de tales reflexiones elimina a Dios y adopta la razón como única guía, desmontando la excepcionalidad y preeminencia de nuestra especie y el papel que desempeña la religión.

Para Cyrano, el profeta Elías ya admite la existencia de otros mundos al hablar, en sus revelaciones bíblicas, de que el Jardín del Edén fue trasladado, por Dios, de la Tierra a la Luna cuando Adán y Eva fueron expulsados. Dato que le sirve a Cyrano para reinterpretar diversos episodios bíblicos como, por ejemplo, que la serpiente que tentó a Eva tenía forma de pene, y tal vez lo fuera.

No sé ustedes pero, ahora que la NASA acaba de considerar, posible, la existencia de otros mundos habitados, yo me apunto a esos otros mundos, de alienígenas inteligentísimos, a los que Cyrano dice haber viajado utilizando, como medio de propulsión, el rocío embotellado. No estaría mal que esos nuevos planetas estuvieran habitados, como decía el filósofo, por culturas más avanzadas y refinadas que la nuestra y sus habitantes se alimentaran de aromas, durmieran en colchones de flores y usaran la poesía como moneda.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 20 de febrero de 2017

Las Firmas del Banco de España

Milio Mariño

Habrán leído, supongo, que los jefes de los principales departamentos del Banco de España, con el visto bueno de su director, Luis María Linde, han estado pidiendo firmas, entre sus subordinados, para respaldar a tres altos cargos que han sido imputados por autorizar una presunta estafa. Yo también lo leí y me pareció que en cualquier país civilizado, en un país normal, si el Director del Banco Nacional hubiera hecho una cosa así no duraría ni veinticuatro horas en el cargo.  Pero estamos en España… “Un país tropical, bendecido por Dios y hermoso por naturaleza, más que belleza… Y, en febrero, hay carnaval”…

 Seguro que les suena. Es una samba que canta Sergio Mendes. Una samba que tararea el Ministro de Justicia, Rafael Catalá, cantando eso de que prevaricar no es corrupción y acompañándose con un solo guitarra que incluye once nuevos indultos, que son los primeros de 2017.

Menudo par de cantantes, el director del Banco de España y el Ministro de Justicia. Uno recogiendo firmas para apoyar a los presuntos corruptos y el otro diciendo que prevaricar hay que situarlo en el limbo de lo legal. Visto lo visto, estamos a un paso de que legalicen la corrupción. Sería más sano, para nuestra salud mental, que la legalizaran ya de una vez pues así, por lo menos, dejaríamos de comernos el tarro con escándalos como este y otros por el estilo.

A mí, lo de la recogida de firmas de los altos cargos del Banco de España me pareció conmovedor. Estuve por llamar y decir: ¿Dónde hay que firmar?  Sí, porque cuando me pasan cualquier reivindicación casi nunca me niego. Firmo para lo que haga falta: Para que desbloqueen la venta de la vacuna contra la varicela en las farmacias, para que pongan dos farolas en una rotonda… O para que en el metro de Bilbao habiliten un vagón solo para solteros. No lo tomen a broma que esta última petición la pasaron a la firma hace ahora un año. Por eso les digo que casi todo me parece bien. Lo malo fue que, cuando ya estaba decidido a firmar, leí que el Director del Banco de España pedía retrasar la edad de jubilación, más allá de los 67 años, y me eché para atrás. No me convenció ni el simpático de Rajoy diciendo esa gracia de que: “En política no hay absurdo imposible"

Ni en política, léase Ministerio de Justicia, ni en el Banco de España, que hizo y hace la vista gorda cuando se trata de los demás bancos. Fabricantes de chicharros financieros, tramposos de las clausulas suelo, caníbales de recursos públicos, vendedores de humo disfrazado de preferentes y desvergonzados que tienen la cara dura de repartirse dividendos con el dinero del FROB y autoconcederse salarios, y planes de pensiones, que un trabajador normal tardaría quinientos años en cobrar.

Por eso decía, y reitero, que en un país normal el Banco de España habría suspendido, en sus funciones, a los imputados por corrupción. Habría actuado de forma ejemplar, reconciliándose con el sentir de la sociedad. Pero no. Lo que hizo, tan alta institución, fue desafiar a la justicia. Fue pedir firmas para apoyar las malas prácticas que, según el juez, hicieron los directivos del Banco. Una reacción pueril que causa sonrojo. Sí, porque viene a ser como añadir gasolina a la enorme hoguera del caso Bankia.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 13 de febrero de 2017

Pote de berzas

Milio Mariño

Nuestra vulnerabilidad, frente a los embaucadores y los mentirosos, lejos de disminuir, ha ido en aumento. Cada vez estamos más expuestos a noticias falsas, sesgadas o incompletas, trasmitidas por los medios y multiplicadas por las redes sociales. Se me dirá que la mentira, en dosis mayores o más pequeñas, siempre ha estado presente en la praxis de los partidos políticos y en buena parte de las instituciones del Estado. Es verdad, pero aunque la mentira haya estado ahí, creo que nunca como ahora se había generalizado tanto. Hemos pasado de una mentira, digamos, “circunstancial”, a la que podríamos llamar “mentira orgánica”. Una mentira organizada que se difunde con apariencia de veracidad.

Lo peor de todo es que esconden la verdad porque se supone que no nos conviene. La esconden por nuestro bien, pero como, al final, todo se sabe la sensación es que la mentira campa a sus anchas y cada cual intenta vendernos su moto.

Ante este estado de cosas, creo que no podemos permanecer indiferentes y aceptar lo que nos llega. Tenemos que analizar las noticias con sentido crítico y denunciar lo que creemos que es gato por liebre, porque ya no se trata, siquiera, de ser valientes sino de ser, simplemente, dignos y no convertirnos en cómplices.

Esta semana pasada, sin ir más lejos, aparecieron varias noticias que fueron presentadas como verdades y son berzas descomunales. La primera, la última encuesta del CIS, que daba un pestazo a cocina que todo el mundo sabía que habían cocinado berzas. Como de costumbre porque el Centro de Investigaciones Sociológicas se ha convertido en un chigre que prepara el plato del día y lo anuncia en una pizarra que deja a la vista. De primero, pote de berzas. Estupendo. Alegría en La Gestora del PSOE. El partido sube en intención de voto y Javier Fernández, pese a ser el menos conocido de los políticos, sale, según el CIS, como el político mejor valorado.

Es lo que dice la encuesta. Por supuesto, pero cabe la sospecha de que los cocineros debieron recibir la orden del chef, de pagar favor por favor, y cumplieron como está mandando. “Cocinaron” los resultados de forma que no se viera que quienes valoraron muy bien Javier Fernández fueron los votantes del PP. Los votantes socialistas le dieron un suspenso. Aunque claro, eso no aparece en los titulares. En los titulares aparece que el PSOE sube en intención de voto y Javier Fernández es el político mejor valorado.

Otra berza para meter en el pote es la rocambolesca historia de ese lápiz de memoria que podría contener datos relativos a la investigación de la familia Pujol y fue encontrado por el inspector jefe de la Sección Primera de la Brigada Central Anticorrupción, mientras ordenaba los cajones de su despacho. Ya son dos los pendrives que aparecieron por casualidad. El que había, que no se sabe de dónde salió, y el que encontraron en un cajón. Circunstancia que puede ayudar para que la defensa de Jordi Pujol solicite, y obtenga, la anulación del juicio por la forma, presuntamente ilícita, en que se consiguieron los pendrives.

Por si fuera poco, sumen al pote de berzas la guerra de declaraciones de los comisarios jubilados Eugenio Pino, Marín Blas-Aranda y José Manuel Villarejo. Menudo potaje. Y, para que no falte de nada, añadan como compango lo que le dijo Rajoy a Trump.

MIlio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 6 de febrero de 2017

Mejor que no trabajen

Milio Mariño

Después de pasar por alto el último dato del paro, que volvió a registrar un aumento de 57.247 personas en enero, me llamó la atención que esta semana pasada se publicaran varias noticias referidas a empleos en los que se cobra por hacer nada. Ahí tienen el caso de Penélope Fillon, esposa del líder de la derecha francesa, Françoise Fillón, que al parecer contrató a su mujer y a dos de sus hijos, que habrían recibido un total de 900.000 euros, de los fondos públicos, como asistentes parlamentarios, sin que se hubieran encontrado evidencias de que hicieran ningún trabajo. Algo parecido a lo de Valencia, donde, por lo visto, un tal Carles Recio, lleva 10 años cobrando como jefe de la Unidad Bibliográfica de la Diputación, sin ocupar su puesto. Lo que si hace es fichar. Ficha con su huella dactilar a las 7.30 de la mañana, se marcha, y vuelve a fichar entre las 15.30 y las 16.00, percibiendo por ello la bonita cifra de 50.000 euros anuales.

No es por llevarles la contraria, pero creo que algunas personas es mejor que no trabajen. Ya sé que estarán pensando que trato de hacerme el gracioso. Nada de eso, la reflexión está hecha después de meditarlo a fondo. Después de analizar todas las variables y elegir la que más nos conviene a los ciudadanos. ¿Acaso sería mejor que quienes son contratados bajo esas premisas trabajaran doce horas diarias? ¿Creen, de veras, que saldríamos beneficiados por el hecho de que el ex director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, contratado recientemente por Red Eléctrica de España, se partiera el culo trabajando para esa empresa?

Sinceramente, creo que no. Pero hay más casos. Ahí está Ana Mato, que no ve un jaguar en un garaje y ha sido recolocada como Jefa del Foro Europeo para la Juventud.  José Ignacio Wert está en París, como embajador ante la OCDE, en una lujosa mansión, en Los Campos Elíseos, que nos cuesta 775.000 euros anuales. Y qué me dicen de los ex ministros Fernández Díaz y José Manuel Soria, que no están donde quería Rajoy que estuvieran por una autentica carambola. Si están Ángel Acebes en Bankia, Aznar en Endesa, Borrell en Abengoa, Felipe González en Gas Natural, Ana Palacio en HC Energía…  Y no sigo porque sería un peñazo detallarles la relación completa de los 47 ex altos cargos de la política que ocupan puestos de relevancia en empresas de todo tipo.

Entiendo que alguien se indigne pensando que Carles Recio, después de fichar en la Diputación de Valencia, igual se daba media vuelta y se metía en cualquier cafetería para disfrutar de un chocolate con churros y leer tranquilamente la prensa. Es muy probable que fuera eso lo que hiciera. Pero… ¿Que daño nos causa si dedica su tiempo a ponerse ciego de churros y leer el periódico? Ninguno ¿No será más dañino, y perjudicial para nosotros, que Felipe González se aburra, en su despacho de Gas Natural, y se dedique a pensar maldades?

Por eso insisto y no habrá quien me aparte de lo que les dije al principio. A ciertas personas, sobre todo  a ex altor cargos de la política, esposas, hijos y familiares, es mejor que les paguemos por hacer nada. Si trabajan salimos peor. Les pagamos por su trabajo y, encima, pagamos las consecuencias.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

lunes, 30 de enero de 2017

Ganan los malos

Milio Mariño

A riesgo de parecer insensato, llevo unos días que no saben lo que me divierte ver la cara que ponen algunos cada vez que aparece Trump, sentado en su despacho de cortinas doradas, firmando alguna alcaldada. Ponen cara de no creérselo porque habían insistido en que una cosa era la campaña electoral y otra ser presidente de la nación más poderosa del mundo. Intentaban tranquilizarnos con aquello de que las bravatas y los despropósitos quedarían en papel mojado porque el peso del cargo haría que Trump entrara en razones. Pero lleva, solo, una semana y el comienzo es como para echarse las manos a la cabeza. ¿Qué hace este energúmeno?

Hace lo que prometió y algunos tomaban a broma. De ahí la incredulidad y el asombro de quienes constatan que las primeras medidas confirman que Trump se ha propuesto ser el malo de la película. El antihéroe que presume de caer antipático al sistema y ser muy querido por la gente que está harta de lo políticamente correcto y de los mindundis que nunca resuelven nada. De modo que se ha propuesto hacer de lo suyo, de patán duro y desagradable, porque eso le ha dado el triunfo.

Decía que me divierte porque los de derechas de toda la vida, los que veían a Obama como un peligroso izquierdista, han agotado las escusas y no saben dónde meterse. De todas maneras no han perdido la esperanza. Siguen confiando en que pasará como en las películas, que después de muchos enredos y vicisitudes, Trump se volverá bueno y confirmará que los buenos siempre son los que ganan. No siempre porque aunque solo sea para chincharlos les recuerdo lo que pasó con Caín y Abel. Abel era el bueno pero ganó el malo y lo curioso es que de ese malo descendemos todos. De modo que los malos también ganan. Sobre todo cuando las cosas vienen mal dadas. Lo explica muy bien Guillermo Fouce, doctor en psicología social y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, quien asegura que el peor neoliberalismo, el más déspota y cruel con los débiles, se acentúa en épocas de crisis, amparado por la creencia de que la ética es un lujo que podemos permitirnos cuando todo va bien pero que, cuando la cosa se tuerce, lo fundamental es que los problemas se resuelvan sin que importe mucho lo que haya que hacer para resolverlos.

Viendo lo que está pasando en EE.UU, hay quien opina que parece como una vuelta a los años treinta del siglo XX. Yo creo que no. Yo creo que volvemos a mucho antes, a la época de los indios. A cuando los yanquis declararon la guerra a las tribus nativas. Al famoso general Custer, apodado “Cabellos Largos” y a los del Séptimo de Caballería que murieron con las botas puestas. Que es como puede acabar este Donald “Flequillo Rubio”, que se ha propuesto tratar a los emigrantes como sus antepasados a los pieles rojas de las montañas.

Lo preocupante es que, al igual que en EE.UU, los malos también pueden ganar en Europa. Tienen muchas posibilidades. Ahora lo que no sé es si los malos ganan porque los buenos, que siempre son más, están distraídos o no saben hacer bien lo suyo. Para mí que va a ser lo segundo. Que los buenos son malos haciendo de buenos y no son buenos haciendo de malos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España