lunes, 11 de noviembre de 2013

El PSOE remasterizado

Milio Mariño

Las discográficas suelen remasterizar las canciones que fueron éxitos con la esperanza de que los jóvenes se enganchen a la misma música que cautivó y encandiló a sus padres. Algo así quiso hacer el PSOE, este fin de semana, para salir del anonimato y devolver la ilusión a unos electores que están asombrados por la capacidad devastadora que ha demostrado el Gobierno de la derecha en apenas dos años.

El PSOE presentó su Conferencia Política como algo novedoso, pero enseguida se vio que de novedad tenía poco. Fue la canción de siempre, solo que, en este caso, además de la remasterización, se esmeraron con el estéreo, incluyeron algún instrumento nuevo y lo ecualizaron todo para adaptarlo a lo que, creen, es la música que demanda el mercado.

Lo que pretendían era sencillo. Consistía en que, a partir de la Conferencia, la gente percibiera como que siempre fueron buenos y que los malos eran unos monstruos, que nadie sabe de dónde surgieron, de los que por suerte ya se han librado y también nos han librado a nosotros. Todos siguen ahí, no ha desaparecido ninguno, pero para hacernos creer lo contrario echaron mano de algo que siempre ha utilizado la iglesia católica con muy buen resultado. Aquello de que una cosa es el cristianismo y otra el Vaticano. Es decir que no hay que confundir el partido con su jerarquía ni a las bases con sus dirigentes.

El Vaticano lleva casi dos mil años sustentándose y retroalimentándose sin necesidad de aire fresco. El PSOE no lleva tantos pero treinta y cinco no se los quita nadie. Todas las jerarquías y todos los dirigentes repitieron, volvieron a repetir y ahí los tenemos, según ellos, porque las bases los eligieron y piensan que son los mejores. De modo que las bases tienen su parte de culpa, que viene a ser toda.

Decía Gimferrer, en un famoso verso: “Si pierdo la memoria, qué pureza”. Y que alivio, pues las bases están deseando resetear el partido para tener la sensación de inaugurar algo nuevo, para percibir la esperanza de cambio.

Temiendo eso, la jerarquía, el aparato, se cuidó de que los militantes no participaran en la Conferencia, así que soluciones inmediatas ni una. Nada de saltarse el caduco y corrupto estatus establecido; nooooo, eso no. Lo de un nuevo asalto al palacio de invierno ni pensarlo. Que no se le ocurra a nadie acudir a una Conferencia Política, o a un Congreso, con salfumán y un cepillo de cerdas metálicas para limpiar y desinfestar todo lo que huele a podrido. A lo sumo, como concesión máxima, se pasa la bayeta y listo.

Fue lo que hicieron, pero cualquier operación que no sea la refundación tras el desalojo de la casta de mandarines suena a lo que es: un apaño para salir del paso. Y eso vale para el PSOE y para su hermano gemelo, pues ambos son parte de la enfermedad que nos ha traído este desconsuelo. Así es que se acabó el juego; ya no se acepta que la única alternativa sea que el PP haga de poli malo y el PSOE de poli bueno. Ya no son polis, son reos cuya reinserción se antoja casi imposible.

El PSOE remasterizado suena casi lo mismo. Serán pocos, muy pocos, los que compren la vieja canción, aunque hayan mejorado el audio y rediseñado la carátula poniendo, a todo color, conectamos.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España

viernes, 8 de noviembre de 2013

El Guardia fatu de Mieres y les ganes de fastidiar

Milio Mariño

Una persona que participaba nun actu cultural y aparcó’l coche frente a la Casa de Cultura, fue multada, el miércoles y el xueves, por un Guardia Municipal de Mieres que, según dixo, nun entendía l'autorización d’aparcamientu, escrita n’asturianu.

Les pallabres n’asturianu, distintes al castellán, yeren "conceyu", "aparcamientu", "estacionamientu" y "payares" (concejo, aparcamiento, estacionamiento y noviembre).

Los portavoces del SIPLA, Sindicatu del Guardia, dixeron que los Guardies Municipales nun tan obligaos a conocer llingües que nun tienen calter oficial.

Eso ya lo sabemos, sabemos que nun tan obligaos, pero hai que ser fatu, mui fatu, pa ser Guardia Municipal en Mieres y nun entender lo que quier dicir Conceyu o aparcamientu. De mou que’l Guardia nun merez que lo sancionen por nun saber asturianu, merez que lo echen a la cai, previu trámite d’una baxa por incapacidá total.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Todo me huele a pasado

Milio Mariño

El espionaje de Estados Unidos, la muerte de los mineros, asfixiados por grisú, y el recuerdo de Manolo Escobar y Lou Reed, fueron sucesos cuya relación no va más allá de su coincidencia en el tiempo, pero, en mi caso, provocaron que hiciera un viaje al pasado y me encontrara con el rock y la copla, la guerra fría, los viejos accidentes mineros y un país triste y atemorizado que ansiaba salir del pozo y parecerse al resto de Europa.

La sensación fue de tristeza, fue que la historia se repite y nos acompaña como una velada amenaza que se convierte en un bumerán sádico para golpearnos de nuevo. En cosa de nada, comprendí que la sabiduría que se atribuye a los viejos es, solo, experiencia. Somos la historia de nosotros mismos. Volvemos a vivir lo que ya hemos vivido. Actuamos como si ascendiéramos por una calle conocida caminando de espaldas. El trayecto es el mismo y la sensación es de bajada pero solo se trata de un cambio de perspectiva.

De este viaje al pasado tiene mucha culpa el otoño y el atardecer adelantado por el absurdo cambio de horario. Se hace de noche enseguida y, para entretener la espera, antes de volver a escuchar las noticias, escucho “Amar y vivir”, ese bolero que dice: “se vive solamente una vez, hay que aprender a querer y a vivir, hay que saber que la vida se aleja y nos deja llorando quimeras”… Dieguito “El Cigala” y Bebo Valdés al piano.

El llanto apenas se oye pero así es como estamos, llorando lo que, hora, nos dicen, era una quimera que casi habíamos alcanzado. Casi habíamos llegado cuando nos despertaron y dijeron que el camino que nos queda será largo y doloroso. Lo dijo el propio Gobierno y el Nobel Paul Krugman. Y eso mismo, que quizá parezca nuevo, ya lo había oído, yo, al comienzo de los años ochenta. Entonces, como ahora, tampoco había dinero para sanidad, ni para educación, ni para otras muchas cosas pero sí que lo había para pertrechar al Estado y espiar a los activistas sociales. Estamos en las mismas. Volvemos el punto de partida pues, a pesar de que no hay dinero para casi nada, el presupuesto del Gobierno para material antidisturbios ha aumentado un 1.780% respecto al del ejercicio anterior. De 173.670 euros ha pasado a 3,26 millones. Debe ser, como decía Paul Krugman, que se preparan para un camino doloroso.

Invierten mucho en dolor. En realidad, es en lo único que invierten. Quieren asegurarse de que, realmente, sintamos dolor. Parten de la premisa de que el dolor es difícil de objetivar. Estar en el paro, vivir con recursos escasos y sufrir medidas injustas, fastidia mucho pero no duele como ellos piensan tendría que doler. Estás tan concentrado en tirar para adelante que apenas sientes dolor. Pones tanto empeño en salir del pozo que aunque te duela no lo notas. Por eso el Gobierno aumenta en un 1780% el presupuesto destinado a porras. Intuye que el dolor que sientes no es suficiente para inmovilizarte y dejarte recluido en tu casa. Todavía es soportable, está en esa fase que te empuja a rebelarte y salir a la calle. Las porras son para eso, para convencerte de que lo mejor que puedes hacer es sufrir en silencio, ensayar nuevos postres caseros y sacar a tu perro de paseo.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España


lunes, 28 de octubre de 2013

Parot para la memoria

Milio Mariño

Por muy demócrata que uno sea, por más que acate la justicia, huya de la venganza e invoque los Derechos Humanos, no puede evitar que se le parta el alma cuando alguien que ha cometido 24 asesinatos sale a muerto por año y abandona la cárcel silbando.

La primera reacción es esa, es quejarnos con amargura y decir que no hay derecho. Luego viene lo de quedarse a solas y pensar que, a fuerza de viejo, uno ya ha pasado por esto. Ha tragado sapos y culebras, tapándose la nariz con los dedos, cuando la Ley de Amnistía de 1.977, todavía vigente y hace poco invocada, que no solo no recortaba condenas, sino que amnistiaba a criminales que no cumplieron ni un día de cárcel y ni siquiera fueron juzgados.

Hay que olvidar, pasar página y seguir adelante, dijeron entonces los que ahora dan voces. Los que discrepan con Gorka Landáburu, mutilado por un paquete bomba en 2001, Roberto Manrique, presidente de las “Víctimas de Catalunya” y Bárbara Durkhop, viuda del senador socialista Enrique Casas, asesinado por ETA en 1984, que más allá del dolor apuestan por el futuro. Una apuesta que me recuerda la serena dignidad de las víctimas del franquismo y refuerza la evidencia de que, en España, todavía hay víctimas de primera, de segunda e inclasificables, que son las olvidadas.

Hoy casi nadie se acuerda de los asesinos, los asesinatos, las torturas y las vejaciones de hace sesenta o setenta años. Dicen, desde el poder, que lo mejor es no remover el pasado. Que el pasado, pasado está. Que los que fueron enterrados en las cunetas prefieren seguir allí, antes de que los lleven a ningún otro sitio.

Lo dice este Gobierno, del PP, lo mismo que dice que no tiene nada que ver con la excarcelación de los presos etarras, que eso es cosa de Estrasburgo y de la Audiencia Nacional. Que si ellos sentencian que hay que excarcelar se excarcela.

Fue lo que dijeron, en público, poniendo cara de palo pero, en privado, nada más conocer la sentencia, gritaron: ¡Gol en Mendizorroza! Menudo peso nos han quitado de encima. Si gestionamos bien la Sentencia y conseguimos que ETA entregue las armas, significaría empatar el partido. Los socialistas consiguieron que la banda dejara de matar y nosotros conseguiremos que se rinda.

A los familiares de las víctimas se les consuela. ¡Qué importa que tengamos que soportar algunos reproches si al final todo va a ser olvidado! ¿Quién se va a acordar, dentro de treinta años, de que ahora están fastidiados? Se acordarán de que hemos conseguido una hazaña.

Así es la historia. Debería ser más amable y más justa pero no siempre lo es. Y no solo eso sino que, para tu asombro, aparecerá alguien que acabará preguntándote qué papel vas a escoger: si el de víctima o el de triunfador. El de la autocompasión y el dolor o el de la superación.

Antes de elegir un camino u otro convendría que no olvidáramos que cuando los etarras salgan a la calle no estarán solos. Se encontrarán con Emilio Hellín, el General Galindo, González Pacheco y un buen número de torturadores y asesinos que también están en libertad. Las víctimas, en este caso, llegaron hasta Argentina para que la juez Servini, siguiendo el criterio de Justicia Universal, pidiera su extradición. Y la juez la pidió, pero Rajoy dijo no.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España


miércoles, 23 de octubre de 2013

Tamos saliendo…

Milio Mariño

La verdá ye que nun sé d'ónde salimos… Y, si salimos, tampoco sé ónde entramos… Lo que sí sé ye que'l Gobiernu nin entra nin sal. Tá tiráu al monte y baxa de xemes en cuando pa esquilmar el rebañu.

Ensin desaxerar una freba esto ye lo que lleo: Seis millones de paraos y xubiendo. Los sueldos polos suelos. Terroristes, violadores y asesinos sueltos. Saquiadores de Bancos y Caxes d'Aforru gociando de los sos saqueos. Partíos corruptos. Políticos cobrando sobresueldos en negru. La Infanta, y el so consorte, gastando’l dineru d'una ONG pa los neños con cancro….

¿Mialma tamos saliendo?... ¿Dalguién cree que podemos salir d’esto….?

martes, 22 de octubre de 2013

A modo de experimento mental

Milio Mariño

(Artículo de Antonio Muñoz Molina, al que me agarro como a un clavo ardiendo después del vapuleo sufrido por mis comentarios sobre Albert Plá) )

A mí siempre me admiran estos que dicen de sí mismos que son provocadores, y en muchos casos viven regaladamente del dinero de todos y reciben palmadas oficiales, y pareciendo tan irreverentes saben siempre muy bien a quién provocan, y acaban estupendamente colocados, en plazas especialmente habilitadas de provocación. Es una tradición ya muy establecida: una parte del arte moderno, del bueno y del malo, consiste en presuntas provocaciones contratadas de inmediato para bienales públicas y pabellones oficiales, costeadas con subsidios que a lo mejor se escatiman a las escuelas o a las bibliotecas.  Cuando voy a ARCO o a un teatro de ópera y me encuentro en medio de un público tan dócilmente dispuesto a sentirse provocado y a celebrarse a sí mismo por su propia audacia, la verdad es que me da la risa. A estas alturas, hasta las señoras del PP con abrigos de pieles van devotamente al Teatro Real a que las provoque Calixto Bieito.

Y ahora propongo un pequeño experimento mental. Imaginemos que un cantante catalán no afiliado al independentismo va a actuar en un teatro municipal en Cataluña. Imaginemos que dicho cantante asegura en público que le da asco ser catalán, con la tranquilidad laboral de que ese desplante le asegurará contratos en sitios afines, en los que se verá como un mérito su anticatalanismo agresivo, portadas en La Razón y entrevistas en Intereconomía. Imaginemos qué posibilidades hay de que el teatro no rescinda su contrato. Imaginemos cuántos defensores de la libertad de expresión de Albert Pla lo serán también de la libertad de expresión de este cantante hipotético.

lunes, 21 de octubre de 2013

La Ley de Educación y el Plan del 53

Milio Mariño

Soy de los que piensan que los Gobiernos, todos los Gobiernos, promueven, en secreto, las manifestaciones de estudiantes como una especie de master en el que los jóvenes reciben porrazos injustos que les sirven para aprender cómo se aplica la ley en la calle y formarse en esa asignatura, no reglada, que es el escepticismo.

A mí también me zurraron. Empezaron zurrándome los profesores de bachiller y luego, cuando era adolescente y me respetaban un poco, ya me zurraban los grises. Pero, con todo, me considero un privilegiado. Ya me gustaría saber qué porcentaje de la población tenía acceso, entonces, a los estudios de bachillerato. Seguramente solo unos pocos, unos elegidos que nos enfrentábamos a dos reválidas, nos levantábamos cuando el profesor entraba en clase, no se nos ocurría tutearlo, teníamos Religión todos los cursos, aprendíamos latín desde muy pronto y al finalizar aquellos estudios sabíamos, entre otras cosas, que Tegucigalpa era la capital de Honduras.

Desde entonces han pasado casi cincuenta años y, como es lógico, la sociedad ha cambiado mucho. Me refiero a la sociedad que había cuando este Gobierno llegó al poder, porque luego empezamos a retroceder y ahora estamos treinta años atrás. Lo cual explica que hayan sacado una nueva Ley de Educación que nos devuelve al Plan del 53, un Plan que duró hasta 1972 y fue por el que yo estudié.

Dice el Gobierno, y no le falta razón, que si es verdad que hemos vuelto treinta años atrás sería ilógico que hicieran una ley para el siglo XXI. No están dispuestos a cometer el mismo error que, en 1.990, cometieron los socialistas, que hicieron una Ley de Educación para aquellos tiempos y no tuvieron en cuenta de dónde veníamos ni dónde estábamos. El calendario ponía aquel año pero, los españoles, no estábamos en 1.990, estábamos mucho más atrasados. Ahí estuvo el error. Y, de ahí viene que estemos los últimos en los rankings internacionales de matemáticas, idiomas y comprensión lectora.

Cierto que habíamos empezando a descontar el retraso, pero llegó la crisis y nos devolvió a mis tiempos de bachillerato. Así es que estamos donde estábamos. En las aulas no se pega, pero, en los puestos de trabajo, el capitalismo pega duro y en la boca del estómago, que es donde, de verdad, hace daño. Otra cosa que ha retrocedido y, en este caso a los tiempos de Franco, son las manifestaciones. Ahora son todas a favor del Gobierno. Los manifestantes no cuentan, solo cuentan los que se quedan en casa y esos, antes, no contaban.

Total que hemos retrocedido nadie sabe hasta dónde. La única esperanza es que allá por el 2016 podamos volver a 1.990, año en el que se promulgó la LOGSE. Ojala, porque como sigamos retrocediendo ya veo a los chavales usando la Enciclopedia Álvarez y haciendo botellón con agua del grifo y moras machacadas, que era como lo hacíamos nosotros.

Todo viene, al parecer, de que habíamos concebido la educación como una posibilidad de ascenso social. Y, es cierto que puede servir para eso. Pero, también, para alterar el destino de cada uno. Los hijos, salvo excepciones, deberían ser lo que fueron sus padres. Que la clase media y, sobre todo, la baja, utilicen educación para progresar socialmente es lo que nos ha llevado al fracaso. Y eso es lo que, el PP, trata de corregir con la Nueva Ley.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España