lunes, 23 de mayo de 2022

Silenciar los suicidios

Milio Mariño

Hace un par de semanas supimos de dos jóvenes que se quitaron la vida aquí mismo: uno en el Cabo Busto y otro en San Juan de Nieva. Dos suicidios sobre los que la prensa y los medios volvieron a pasar de puntillas, como viene siendo costumbre, a pesar de que los expertos insisten en que silenciar un suicidio no es la mejor prevención ni sirve prácticamente de nada. La prueba es que se considera un tema tabú, se oculta a la opinión pública, y el número de suicidios sigue creciendo hasta duplicar el de los fallecidos por accidente de tráfico.

El balance, a nivel general, es muy negativo pero todavía es peor lo nuestro, pues Asturias, que no figura como la primera en nada, está a la cabeza  de la tasa de suicidios en España. En los tres últimos  años, se han suicidado en Asturias 403 personas. Una cifra alarmante ante la que no vale el silencio, encogerse de hombros o considerar lo ocurrido como inevitable.

La respuesta, interesada y simplista, es ignorar que la gente se suicida. Fingir que no sabemos que haya ese problema y, en último caso, cuando se habla de algún suicidio, echarle la culpa a la persona que se ha quitado la vida, a la que acusamos de no haber sabido resistir el sufrimiento, no haberse esforzado lo suficiente y no importarle el calvario por el que pasarán sus familiares y amigos. Reaccionamos con pena y lamentamos lo sucedido pero, al mismo tiempo, sentimos rabia e indignación porque, en el fondo, reconocemos nuestro fracaso. Por eso buscamos excusas y recurrimos al determinismo como causa objetiva. Pasamos por alto que quienes se suicidan no quieren morir, quieren dejar de sufrir. Ignoramos, a propósito, que son personas que aman la vida y desean poder disfrutarla, pero por más que lo intentan no consiguen que el sufrimiento desaparezca.

La Fundación Española para la Prevención del Suicidio, señala que en España se suicidan once personas cada día. Lo cual nos deja en muy mal lugar como sociedad. Sobre todo porque quienes acaban suicidándose no son marcianos que vengan de otro planeta. Son personas con las que convivimos a diario y a las que, seguramente, hemos oído comentar a menudo que su dolor es tan insoportable que no les queda otra salida que acabar de una vez. Pero, claro, como siempre estamos atareados y siempre vamos con prisa, la falta de atención que suelen encontrar en nosotros es casi total.

No parece que les presten más y mejor atención en la sanidad pública. Una instancia en la cualquiera que vaya con un brazo roto o un cólico de riñón recibe un diagnóstico y un tratamiento adecuados. La cosa cambia si uno llega con un problema mental porque lo más probable es que no haya ningún especialista para tratarlo. Lo tratará cualquier médico, que hará lo que pueda, le dará el alta y lo devolverá a su casa con una caja de pastillas y buenas palabras. Es lo que hay. La salud mental no está considerada como parte del sistema público de salud, está en otra onda y casi se considera un lujo. Ocupa el último lugar en cuanto a recursos.

El panorama está así de crudo. Nos asusta hablar del suicidio, de modo que no sé hasta cuando seremos cómplices de un silencio que está pidiendo a gritos que dejemos de hacernos los sordos.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


1 comentario:

  1. Tengo la impresión desde hace mucho tiempo...años..., de que hay en este PLANETA un problema de raíz, al que no queremos mirar, tal vez por ""impopular, porque no se ve políticamente correcto y no daría muchos réditos ... ( votos). Se necesita una planificación demográfica a nivel MUNDIAL ( somos una plaga de ""humanoides"") y no hay recursos para cumplir con las expectativas y promesas que se hacen o hacemos.... NO hay RECURSOSS:...

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Milio Mariño