lunes, 9 de mayo de 2022

Las suegras y beber vino

Milio Mariño

Hace ya unos cuantos años que Ortega, el filósofo, dijo: “No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa”. Puede parecer un juego de palabras, pero es un diagnóstico muy certero que da en la diana. No sabemos lo que nos pasa y ese no saber nos lleva a encogernos de hombros y aceptar todas las noticias que vengan sin que nos preguntemos si son verdaderas o falsas. Lo metemos todo en el mismo saco y nos abarrotamos de tonterías. No dejamos sitio para la cordura.

Volvió a pasar hace poco con ese bulo de que el gobierno quiere prohibir el vino y las declaraciones del Papa sobre las suegras. Las dos noticias aparecieron a un tiempo y la gente iba de una en otra con cara de circunstancias. No sabía si se trataba de la misma historia o eran historias distintas. Por un lado estaba la supuesta prohibición del vino, que la gente asociaba con lo que dicen los curas sobre la sangre de Cristo, y por otro el Papa, que es el vicario de Cristo en la tierra, aconsejando a las suegras que tengan la boca cerrada y metan la lengua donde les quepa.

Fueron tantas las críticas, en uno y otro sentido, que algunos pensaron que lo del vino y lo de las suegras había salido del mismo sitio. Del Gobierno, por supuesto. Pero no fue así, fue una casualidad como otra cualquiera. Si el Papa, en vez de hablar de las suegras, hubiera hablado de los cuñados y los hubiera mandado callar para siempre no se habría suscitado ninguna polémica. Ya puestos, también podía haber hablado de los primos, que dentro del escalafón familiar nunca gozaron de buena fama hasta que supimos que, quienes lo son del alcalde, de primos nada. Creíamos que sí lo eran, pero han espabilado y están aprovechando las oportunidades de modo que, con una llamada de teléfono, pueden hacerse ricos y vivir sin dar un palo al agua.

Esto de que nos hagamos un lío con las noticias que aparecen juntas tiene nombre. Los expertos lo llaman “El sesgo de disponibilidad”. Una dinámica que nos lleva a guardar, sin poner filtros, toda la información que nos llega y propicia que nos olvidemos de pensar objetivamente.

Respeto lo que dicen los expertos pero no descarto que todo obedezca a un plan inconfesable y siniestro. Mezclar el vino con las suegras puede ser un recurso fantástico para distraernos. Es como mezclar vodka con Valium. Así nos olvidamos de todo e incluso de que suben los precios. Por eso que, a lo mejor, no fue casualidad lo del vino y menos lo de reñir a las suegras. Lo del vino dicen que fue la ultraderecha, pero cuesta entender que el Papa se metiera en ese jardín y soltara, sin venir a cuento: “Hoy en día la suegra es un personaje mítico, no digo que son el diablo, pero siempre se dice que son malas”.

También puede ser lo que decía Ortega, que no sabemos lo que nos pasa. Que no lo sabe nadie, ni siquiera el Papa, que es el representante de Dios en la tierra. No cabe pensar otra cosa. Es imposible que hablara por experiencia. Ningún Pontífice tiene suegra, al menos de forma oficial, así que hablaría de oídas. Motivo, más que suficiente, para exigirle que pida disculpas.

Milio Mariño / Artículo de opinión / Diario La Nueva España

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