Hace ya unos cuantos años que Ortega,
el filósofo, dijo: “No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos
pasa”. Puede parecer un juego de palabras, pero es un diagnóstico muy certero que
da en la diana. No sabemos lo que nos pasa y ese no saber nos lleva a encogernos
de hombros y aceptar todas las noticias que vengan sin que nos preguntemos si
son verdaderas o falsas. Lo metemos todo en el mismo saco y nos abarrotamos de
tonterías. No dejamos sitio para la cordura.
Volvió a pasar hace poco con ese
bulo de que el gobierno quiere prohibir el vino y las declaraciones del Papa sobre
las suegras. Las dos noticias aparecieron a un tiempo y la gente iba de una en
otra con cara de circunstancias. No sabía si se trataba de la misma historia o eran
historias distintas. Por un lado estaba la supuesta prohibición del vino, que
la gente asociaba con lo que dicen los curas sobre la sangre de Cristo, y por
otro el Papa, que es el vicario de Cristo en la tierra, aconsejando a las
suegras que tengan la boca cerrada y metan la lengua donde les quepa.
Fueron tantas las críticas, en
uno y otro sentido, que algunos pensaron que lo del vino y lo de las suegras había
salido del mismo sitio. Del Gobierno, por supuesto. Pero no fue así, fue una casualidad
como otra cualquiera. Si el Papa, en vez de hablar de las suegras, hubiera
hablado de los cuñados y los hubiera mandado callar para siempre no se habría
suscitado ninguna polémica. Ya puestos, también podía haber hablado de los
primos, que dentro del escalafón familiar nunca gozaron de buena fama hasta que
supimos que, quienes lo son del alcalde, de primos nada. Creíamos que sí lo
eran, pero han espabilado y están aprovechando las oportunidades de modo que,
con una llamada de teléfono, pueden hacerse ricos y vivir sin dar un palo al
agua.
Esto de que nos hagamos un lío
con las noticias que aparecen juntas tiene nombre. Los expertos lo llaman “El
sesgo de disponibilidad”. Una dinámica que nos lleva a guardar, sin poner filtros,
toda la información que nos llega y propicia que nos olvidemos de pensar
objetivamente.
Respeto lo que dicen los expertos
pero no descarto que todo obedezca a un plan inconfesable y siniestro. Mezclar el
vino con las suegras puede ser un recurso fantástico para distraernos. Es como
mezclar vodka con Valium. Así nos olvidamos de todo e incluso de que suben los
precios. Por eso que, a lo mejor, no fue casualidad lo del vino y menos lo de
reñir a las suegras. Lo del vino dicen que fue la ultraderecha, pero cuesta
entender que el Papa se metiera en ese jardín y soltara, sin venir a cuento: “Hoy
en día la suegra es un personaje mítico, no digo que son el diablo, pero
siempre se dice que son malas”.
También puede ser lo que decía
Ortega, que no sabemos lo que nos pasa. Que no lo sabe nadie, ni siquiera el
Papa, que es el representante de Dios en la tierra. No cabe pensar otra cosa.
Es imposible que hablara por experiencia. Ningún Pontífice tiene suegra, al
menos de forma oficial, así que hablaría de oídas. Motivo, más que suficiente,
para exigirle que pida disculpas.
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Milio Mariño