Milio Mariño
En un país donde los pobres son maltratados y siguen votando a quien los maltrata, es entendible que triunfe una película en la que una mujer acepta ser maltratada por un sádico millonario. La película, “Cincuenta sombras de Grey”, no la vi pero sé de qué va por el libro. Me lo regalaron estas navidades y leí hasta la mitad. No pude acabarlo porque suelo atragantarme con la literatura de supermercado que utiliza tópicos como el del chico malo que deja de ser maltratador cuando se enamora de una chica que lo convence con su candidez.
El libro quizá está indicado para ponerlo en práctica más que para disfrutar leyendo. De todas maneras, aparte de que no me entusiasma ese género, cuando me apetece una historia con morbo recurro a Internet, donde cualquiera puede encontrar libros como “Gaviotas que ensucian su propio nido”, de Carlos Alberto Biendicho, un ex-militar y ex-seminarista, ya fallecido, que presumía de ser el único líder gay que tenía el PP y que, en su libro, desvela que a Mariano Rajoy Brey lo sacaron cinco veces del armario aunque, visto el resultado, ni a la quinta consiguieron que no volviera a entrar.
Comparar a Brey con Grey tal vez les parezca aprovecharse de la fonética para escribir un artículo. Cinco sombras no son cincuenta, pero como Mariano tampoco es Christian la exigencia alcanza con que coincida en lo fundamental: en que el protagonista sea un hombre obscuro pero lo suficientemente bueno como para que una mujer pueda cambiarlo. Y ahí sí que encajan Grey y Brey porque, para mi sorpresa, la mayoría de los periodistas que conocieron a Rajoy cuando, con 31 años, llegó a Madrid coinciden en que les caía simpático por su fama de crápula en la noche madrileña. Al parecer era tan aficionado a la juerga que, además de vivir la noche, hacía frecuentes viajes a Cuba en compañía de amigos golfos como Gerardo Lorenzo, Ángel Peláez o el director de un periódico de Madrid que luego protagonizaría un video subido de tono. Todo eso, la soltería de Rajoy y a su afición por el cachondeo nocturno, hizo que Fraga forzara su matrimonio para acallar los rumores.
Rajoy se casó con “Viri” el 28 de diciembre de 1996, día de los inocentes. Tenía 41 años y las alusiones que se hacían, entonces, a su supuesta homosexualidad venían de su entorno, de gente como Jiménez Losantos que, desde los micrófonos de la Cope, había empezado a llamarlo “Maricomplejines”. Después fue Alfonso Guerra, quien lo calificó de “mariposón”. Y la cosa pasó a mayores cuando el 1 de marzo de 2004, la revista Zero publicó la foto de Rajoy en portada con el siguiente titular: “¿Podría sacarse del armario a un presidente del Gobierno?” Posteriormente, el periodista y crítico de arte Marcelo Soto, en un artículo titulado “Héroes del Silencio”, decía: “Vuelan más que rumores sobre la orientación sexual de Mariano Rajoy.”
Lo más reciente, a propósito de las sombras de Brey, es una entrevista publicada por La Vanguardia, el 18 de noviembre de 2011, en la que Rajoy manifiesta: “Dicen tres cosas de mi que no son ciertas: Que soy homosexual, que soy un vago y que me tiño el pelo. Lo crean o no, el color de mi pelo lo marca la naturaleza”.
Las sombras siguen ahí. A lo mejor todo es falso… Salvo alguna cosa.
En un país donde los pobres son maltratados y siguen votando a quien los maltrata, es entendible que triunfe una película en la que una mujer acepta ser maltratada por un sádico millonario. La película, “Cincuenta sombras de Grey”, no la vi pero sé de qué va por el libro. Me lo regalaron estas navidades y leí hasta la mitad. No pude acabarlo porque suelo atragantarme con la literatura de supermercado que utiliza tópicos como el del chico malo que deja de ser maltratador cuando se enamora de una chica que lo convence con su candidez.
El libro quizá está indicado para ponerlo en práctica más que para disfrutar leyendo. De todas maneras, aparte de que no me entusiasma ese género, cuando me apetece una historia con morbo recurro a Internet, donde cualquiera puede encontrar libros como “Gaviotas que ensucian su propio nido”, de Carlos Alberto Biendicho, un ex-militar y ex-seminarista, ya fallecido, que presumía de ser el único líder gay que tenía el PP y que, en su libro, desvela que a Mariano Rajoy Brey lo sacaron cinco veces del armario aunque, visto el resultado, ni a la quinta consiguieron que no volviera a entrar.
Comparar a Brey con Grey tal vez les parezca aprovecharse de la fonética para escribir un artículo. Cinco sombras no son cincuenta, pero como Mariano tampoco es Christian la exigencia alcanza con que coincida en lo fundamental: en que el protagonista sea un hombre obscuro pero lo suficientemente bueno como para que una mujer pueda cambiarlo. Y ahí sí que encajan Grey y Brey porque, para mi sorpresa, la mayoría de los periodistas que conocieron a Rajoy cuando, con 31 años, llegó a Madrid coinciden en que les caía simpático por su fama de crápula en la noche madrileña. Al parecer era tan aficionado a la juerga que, además de vivir la noche, hacía frecuentes viajes a Cuba en compañía de amigos golfos como Gerardo Lorenzo, Ángel Peláez o el director de un periódico de Madrid que luego protagonizaría un video subido de tono. Todo eso, la soltería de Rajoy y a su afición por el cachondeo nocturno, hizo que Fraga forzara su matrimonio para acallar los rumores.
Rajoy se casó con “Viri” el 28 de diciembre de 1996, día de los inocentes. Tenía 41 años y las alusiones que se hacían, entonces, a su supuesta homosexualidad venían de su entorno, de gente como Jiménez Losantos que, desde los micrófonos de la Cope, había empezado a llamarlo “Maricomplejines”. Después fue Alfonso Guerra, quien lo calificó de “mariposón”. Y la cosa pasó a mayores cuando el 1 de marzo de 2004, la revista Zero publicó la foto de Rajoy en portada con el siguiente titular: “¿Podría sacarse del armario a un presidente del Gobierno?” Posteriormente, el periodista y crítico de arte Marcelo Soto, en un artículo titulado “Héroes del Silencio”, decía: “Vuelan más que rumores sobre la orientación sexual de Mariano Rajoy.”
Lo más reciente, a propósito de las sombras de Brey, es una entrevista publicada por La Vanguardia, el 18 de noviembre de 2011, en la que Rajoy manifiesta: “Dicen tres cosas de mi que no son ciertas: Que soy homosexual, que soy un vago y que me tiño el pelo. Lo crean o no, el color de mi pelo lo marca la naturaleza”.
Las sombras siguen ahí. A lo mejor todo es falso… Salvo alguna cosa.
Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España
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