Varios estudios, el último de la
Universidad de Northwestern, han llegado a la conclusión de que cada vez somos
más tontos. Diagnóstico que comparto con una salvedad: deberían excluir a los
de mi generación. Creo que los tontos vinieron luego. Son posteriores y fáciles
de reconocer porque no se interesan por la filosofía, han perdido la capacidad
de atención y el sentido crítico, leen poco, entienden que la cultura juega un
papel secundario y están, todo el día, pendientes del móvil.
Que nadie se asuste. Los abuelos
hacemos autocrítica siempre a nuestro favor y sin miedo al ridículo. Ya lo
están viendo, para presumir de listos no nos hace falta ni serlo. Basta con no
sucumbir a las tonterías que van surgiendo. La más reciente, referida a las elecciones al Parlamento Europeo, es que 800.000
españoles, en su mayoría jóvenes menores de 24 años y también en su mayoría
hombres, han votado por un YouTuber ultraderechista que se autodefine como
analfabeto académico, dice que su objetivo es asegurarse el aforamiento, para
protegerse ante las numerosas denuncias que recibe por difundir bulos, y anuncia
que sorteará el sueldo de eurodiputado entre sus seguidores.
Si dijéramos que quienes han
votado por esa opción política son tontos sería una generalización injusta y
una falta de respeto. Ahora bien, negar que es de tontos votar semejante
disparate es negar la evidencia. No lo han visto así algunos analistas
políticos, pues justifican a esos votantes diciendo que no es cuestión de
inteligencia sino de que, especialmente los jóvenes, están tan quemados, sufren
tanto para conseguir un empleo mal pagado, tienen tan difícil acceder a una
vivienda y la vida les ofrece tan pocas alegrías, que es lógico que canalicen
su frustración y su rebeldía votando una opción que suponga vengarse y hacer
daño al sistema.
Casi me convencen. Los estudios
que señalan que cada vez somos más tontos deben referirse, exclusivamente, a
los que lucharon y luchamos para que España saliera del pozo y fuera una
democracia moderna y boyante. Por lo visto cometimos la estupidez de no darnos
cuenta de que si te cabreas, si te hierve la sangre y estas hasta las narices
de una sociedad en la que unos pocos viven la mar de bien mientras que la
mayoría tiene dificultades para vivir, lo inteligente no es que luches por
cambiar las cosas, es que votes a un cantamañanas que carece de cualquier
principio moral o ético que no sea beneficiarse a sí mismo.
Empeñados por justificar a
quienes, al parecer, votaron de broma frente a los que tomamos las elecciones en
serio, algunos articulistas se acordaran de personajes como Jesús Gil, Ruiz
Mateos, El Dioni o Chikilicuatre. Por lo visto, héroes del inconformismo que
también se enfrentaron al poder establecido y obtuvieron cierto respaldo y
comprensión popular.
El voto chufla, votar para reírse
de la democracia y que vuelva la vieja política de los energúmenos que
resuelven los problemas a bofetadas, no es rebeldía, es hacer el idiota y votar
contra uno mismo.
¿Confirma eso que los jóvenes
cada vez son más tontos?. Tengo mis dudas. Es cierto que un buen número de los
que asistieron a los conciertos de Taylor Swift en Madrid usaron pañales
absorbentes para aguantar a pie firme sin ir al baño, pero no alcanza para
condenarlos. Aunque sea de tontos mearse encima, al menos, no salpicaron a
nadie.