Cuando leí que los hosteleros asturianos
exigían a las autoridades una regulación más estricta de las “fiestas de prao”,
pensé que algo raro debía estar pasando para que hicieran una cosa así.
España es un país de bares y
Asturias la comunidad española con más bares por habitante. Un record que nadie
sabe cuánto puede durar porque los bares de toda la vida, esos lugares
históricos de animadas tertulias y parroquianos jugando al mus, están en
crisis. Igual no es como para considerar que son una especie en peligro de extinción,
pero no pinta bien. Se reproducen poco, apenas hay bares nuevos, y el número de
muertes aumenta sin parar. Según SADEI, el año pasado cerraron en Asturias 224
bares, a los que hay que sumar otros 215 que lo hicieron el año anterior.
Viendo estos datos los hosteleros
debieron entrar en pánico, pero nada indica que las “fiestas de prao” sean
competencia desleal ni la causa de que cierren tantos bares. Pedir que regulen,
aún más, las fiestas populares no arregla el problema. Las asociaciones de
vecinos y comisiones de festejos, que trabajan para que las romerías no acaben
desapareciendo, ya tienen que hacer frente a sinfín de trámites y permisos, pólizas
de seguros e informes de todo tipo.
Los bares son una institución muy
querida y no deberían ponerse en contra de las “fiestas de prao”. Deberían
hacer hincapié en lo suyo y apelar a la famosa canción: “Bares, qué lugares tan
gratos para conversar”… que cantaba Gabinete Caligari, allá por 1986, a ritmo
de pasodoble pop. La música era agradable y, en cuanto a la letra, comparto la
idea de que los bares son lugares gratos para conversar y fueron la primera red
social antes de que apareciera Washapp. Dudo que alguien pueda sostener, con
pruebas, que los cierres que se están produciendo sean debidos a causas ajenas
y no a la selección natural que impone la especie.
Si aceptaran jugar a las
adivinanzas les pasaría lo que a mí, que no fui capaz de adivinar cuántos bares
puede haber en Avilés. Calculando que serán muchos, la cifra que digan apuesto
que será inferior a la real. Ahí va el dato: en el censo del año pasado, Avilés
figura con 798 bares, uno por cada 94,6 habitantes.
Así, de primeras, parece una oferta
excesiva. La media en España es de un bar por cada 175 habitantes, pero en
otros países el ratio es bastante mayor: en Inglaterra hay un bar por cada 500 y
en Francia uno por cada 350.
No es extraño, por tanto, que en
Europa apenas entiendan ni vean con buenos ojos nuestra relación con los bares.
Dicen que nos quejamos de lo cara que está la vida, pero que los hogares
españoles destinan un 15% de sus ingresos al consumo en bares y restaurantes.
Un porcentaje que es el doble que Francia y más del triple que Alemania.
Envidia cochina. Nuestros sueldos
son más bajos, pero nos las arreglamos para salir todos los días de bares y
disfrutar como verderones. Debe pasarles, supongo, como a nosotros con el
vecino, que no sabemos de dónde saca el dinero pero vive como un rey. Así que tengamos
la fiesta en paz. Sería lamentable que creáramos un conflicto donde no lo hay.
Los bares y las “fiestas de prao”, lejos de ser incompatibles, son
complementarios.
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Milio Mariño