Como si se tratara de una
fantasía propia del Celsius 232, que se acaba de celebrar en Avilés, resulta que ya
existen en el mercado robots concebidos para que sean pareja, del hombre o la
mujer, en las relaciones sexuales. La empresa Real Doll ha puesto a la venta una
muñeca tamaño mujer que cuesta 14.000 dólares y es capaz de hablar, recitar a Shakespeare,
contar chistes y realizar las prácticas sexuales que le pidan. Está hecha con
elastómero termoplástico, un componente que emula la sensación de tocar piel humana,
y dispone de un sofisticado programa de inteligencia artificial al que solo hay
que pedirle que nos haga lo que deseamos. Bueno, no todo porque, según sus
creadores, se trata de una máquina tan avanzada que interrumpe sus funciones si
la otra parte se comporta de forma abusiva.
Me parece estupendo. Los robots deben
tener una ética y regirse por unos principios. Esa muñeca sexual no sé si exigirá, a quien quiera
hacer el amor con ella, que use condón, pero lo más probable es que sea una
exigencia que ya la traiga de serie. Seguro que estará hecha a prueba de tipos
como Naim Darrechi, el “tiktoker” mentiroso que presume de engañar a sus
parejas y lo cuenta como una hazaña. Las personas tienen que protegerse y los
robots también. Yo no tengo una de esas muñecas, pero en mi casa hay un robot
aspirador qué si lo maltratas, si tropiezas con él o, sin querer, le das una
patada cuando va por el pasillo, emite un gruñido como si se enfadara, deja de aspirar, vuelve a su base
y allí se queda.
Ahora no es como antes. Nuestra
relación con los robots y las máquinas ha evolucionado tanto que asombra. Estamos
en otra época. Una época que será muy distinta porque lo que anuncian que viene es una relación
mayor y más complicada. Los robots acabarán colándose en nuestra cama y entre
nuestras sábanas, como la cosa más natural. El sextech, la unión entre la
tecnología y el sexo, hará posible un mañana que nos permitirá explorar
universos íntimos que no imaginábamos ni en sueños. Según los expertos, en el año
2050, serán más frecuentes las relaciones sexuales entre humanos y robots que
entre personas. Uno de cada cinco jóvenes tendrá sexo con un robot de forma
habitual.
No es ciencia ficción es lo que está
por llegar. Si los años 70 del siglo pasado trajeron una nueva sexualidad que
desafió arraigados tabúes, estamos en los albores de una revolución mucho mayor.
Una revolución que nos lleva a reflexionar sobre si esos cambios, lo de dormir
con un robot en la cama, supondrán que se acabe la vida en pareja.
Soy optimista. Pienso que lo
mismo cambia la idea que ahora tenemos de vivir en pareja, pero los hombres y
las mujeres seguirán viviendo juntos. Lo único que, a lo mejor, lo de vivir el
uno para el otro, no consiste en compartir cama y darse un atracón de sexo los
sábados por la noche, sino en compartir un proyecto de vida con roles
complementarios. Pues qué sé yo…Que él sepa, por ejemplo, preparar como nadie
un potaje de garbanzos y que a ella se le dé bien el bricolaje y usar el
taladro. El amor sano y duradero, tal vez no se entienda en torno al placer del
sexo sino al confort de vivir juntos compartiendo gastos.