Hastiados por el vocerío y la
inmundicia de la política, una de las cosas que podríamos hacer este verano
sería pasar unos días en una isla desierta. Menudo lujo, quien pudiera, dirán
ustedes. Pues cualquiera. La prisa y las lágrimas que no se lloran impiden que
veamos lo que nos rodea, pero desde aquí mismo, donde vivimos, podemos acceder
a una isla desierta con suma facilidad. A un paso de nuestros domicilios, sin
navegar mar adentro, disponemos de tres islas que están ahí desde que el mundo
bajó del cielo.
La Deva, la Ladrona y la Herbosa
son islas cercanas que aportan la magia de lo desconocido y el misterio de la
curiosidad insatisfecha. La Ladrona, en la misma playa de Santa María del Mar, es
una isla que pasa el tiempo y no acaba de emanciparse del todo. A marea baja
sigue unida a la costa por un rosario de rocas que emergen entre las olas. Luce
majestuosa como una perla verde sobre el pecho de la nostalgia. Allí, en lo que
tiene de isla, es donde Dolores Medio sitúa uno de los personajes de su novela
“Juan sin tierra”. En la novela, el personaje dice de ella que es una isla que
te llama y te llama con su voz de sal y de algas, con la canción salada de una
mujer que tiene pechos de roca, cola de sirena y promete lo que no puede darte.
En “Juan sin tierra” se reproduce
lo que a nivel popular se decía de La Ladrona, que es una isla que roba vidas. De
ahí viene su nombre. Lo que ocurría, en realidad, era que las corrientes marinas
arrastraban hasta su orilla los cadáveres de los ahogados. Pero la leyenda puede
más que la realidad. Se llegó a decir, incluso, que a los pies de La Ladrona
había una fosa terrible con un calamar gigante que se alimentaba de los
incautos que osaban acercarse.
La Ladrona nunca pareció preocuparse
por las habladurías de la gente ni porque su vecina, La Deva, tuviera mejor
fama. Frente al Playón de Bayas, la isla más grande del litoral asturiano
recibe su nombre de una deidad prerromana. Deva es nombre de diosa, la diosa
del agua, y tal vez por eso, y por su imponente presencia, fue admirada por grandes
pintores y excelentes poetas. Rubén Darío, el premio Nobel de literatura Seamus
Heaney y el pintor Joaquín Sorolla, se cuentan entre sus admiradores y nos
hacen partícipes de una belleza que ha sido inmortalizada en varios lienzos y
poemas como “Pequeños cánticos de Asturias”, del afamado escritor irlandés.
La Herbosa es otra isla vecina que
asoma un poco más lejos. Está en las inmediaciones del Cabo Peñas y fue testigo
de algunos naufragios y sucesos curiosos como el protagonizado por el corsario inglés
Capitán Fool, que al mando de su buque “Stag”, abordó a la delegación asturiana,
encabezada por el conde de Toreno, que el 6 de junio de 1.808, acudía a
Inglaterra para solicitar la intervención británica en favor de Asturias y
contra el invasor Napoleón. Consumado el abordaje, y después una dura
negociación, el capitán Fool aceptó, previo pago de 500 guineas, llevar a los
asturianos al puerto inglés de Falmouth.
Islas ya ven que tenemos, solo
falta que alguien se atreva. Aunque si quieren un consejo: solo con mirarlas
vale la pena.
Mi artículo de Opinión de los lunes en La Nueva España
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Milio Mariño