Que Iñigo Errejón haya decidido fundar
un nuevo partido y presentarse a las próximas elecciones es algo que, para
muchos, era muy necesario. Según el Ministerio del Interior en España hay 4.772
partidos, pero, de todos ellos, solo 61 se presentaron a las elecciones del pasado
28 de abril. Con lo cual la oferta se redujo bastante y es muy probable que
hubiera gente que se vio obligada a abstenerse porque, entre esos 61 partidos,
no encontró ninguno que encajara con su perfil ideológico. No todos tienen tan claro el voto como las
monjitas de los conventos que, por más que digan que no les interesa la
política, siempre saben a quién votar y acuden a las urnas, aunque ese día
caigan chuzos de punta.
No es lo común. Los electores, en
general, suelen ser exigentes a la hora de dar el voto. Quieren que haya alternativas
que se ajusten a lo que piensan para, así, no romperse la cabeza y votar con
comodidad. Les da lo mismo que esa exigencia obligue a que algunos líderes políticos
tengan que dejar la formación que venían representando y fundar un nuevo partido.
Ahí está Llamazares que, después de llevar algo de más de tres décadas en Izquierda
Unida, tuvo que montar Actúa, porque quienes le seguían se lo exigieron, al ver
que no iba como cabeza de lista por Asturias.
Con Errejón ha pasado algo
parecido. Errejón siempre dijo que era partidario de que las fuerzas
progresistas se unieran, pero las bases exigieron que se separara y concurriera
a las elecciones con un nuevo partido cuyo objetivo es favorecer la unidad.
Esto de lo que hablamos, esto de que
un dirigente abandone el partido y funde una nueva formación política, que ocurre
sobre todo en los partidos de izquierdas, es algo natural y sencillo por más
que siempre haya interesados que traten de darle vueltas y buscar contradicciones
donde no las hay. Los partidos surgen por la demanda de los electores. No se
trata de personalismos ni caprichos de personas que digan aquí se hace lo que
yo digo y si no se hace fundo yo mi partido. Podrá parecerlo, pero no es así.
Que Podemos esté formado por En Mareas, Compromís, Barcelona en Comú, Elkarrekin, Adelante
Andalucía, Equo, IU, Unidad Popular, Anticapitalistas y no sé si alguien más no
obedece a que, quienes están al frente de cada una de esas organizaciones, se
nieguen a someterse a las estructuras de un partido tradicional, con su
“aparato” y su jerarquía. Obedece a la idea de que haya un mayor pluralismo sin
que tengan que ver, para nada, los intereses personales o el afán de
protagonismo.
La explicación oficial va por ahí.
Es lo que suelen decir y yo me lo creo porque soy optimista y no veo malicia en
seguirles la corriente y usar la ironía. Pero claro, si me preguntan por qué algunos
partidos acaban a trozos mi opinión es distinta. Para mí, lo que ocurre no es
que surjan diferencias ideológicas insalvables o haya enfoques políticos radicalmente
distintos. Lo que, de verdad, provoca que alguien, como ahora Errejón, funde un
nuevo partido es la falta de mimos. Si Errejón se hubiera sentido mimado no se
habría embarcado en esta nueva aventura. De modo que la mejor receta, para
evitar que los partidos se rompan, es que haya más mimos y menos debates
políticos.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España