Cuando habíamos logrado vivir como
si el verano no se acabara nunca, como si la vida transcurriera en un eterno esperar
por el lejano otoño, resulta que llegó septiembre con su circo de todos los años. Ya
saben: el cole, el trabajo y la vuelta al tajo de unos políticos enfrentados
que prometen que harán lo imposible por conseguir un acuerdo y evitar que haya elecciones.
Así que en esas estamos. Según el
calendario, llegó septiembre, pero seguimos como hace dos meses. Como si
estuviéramos en julio, sin el Sella y el Xiringüelo de por medio. Sin festejos
y ya casi sin tiempo, de modo que sumen al lio de formar Gobierno, el lío más gordo
de otras elecciones, la sentencia sobre el juicio del Procés y la sacudida
europea por ese Brexit a las bravas que propone Boris Johnson. Menuda la que
nos espera. Habrá que prepararse para un bombardeo informativo sin precedentes. Para la caricatura del adversario, el eslogan victimista, la
ocurrencia del listo de turno y, hasta, para que cada cual haga suyo el
pronóstico del tiempo. Se puede esperar cualquier cosa. Incluso que le
pregunten a Pedro Sánchez por su propuesta para lograr un acuerdo y que éste responda:
“Manzanas traigo”.
Ya sé que es una frase hecha para
cuando a uno le preguntan y quiere escabullirse sin decir nada, pero a mí me ha
venido a la cabeza como la mejor explicación del momento que vivimos. Creo que lo
explica todo. Pedro Sánchez estaría diciendo que tiene sobre la mesa la cosecha
de un manzano que le ha dado 123 manzanas preciosas de un color entre rojo y
rosa. Manzanas que están todas en un cesto, dispuesto para que lo lleven al
mercado del Congreso. Quien quiera que las compre y quien no que se abstenga.
En principio así están las cosas,
pero Pablo Iglesias también pone en valor lo suyo y dice: aquí tengo yo otras
42 manzanas, de piel tersa y más rojas que las tuyas, que podríamos echar en
ese cesto y juntar una cosecha de izquierdas que diera para un gobierno. Parece
lo propio. Sería juntar manzanas con manzanas, nada de mezclar frutas
distintas. Es mejor que en el cesto haya solo manzanas que, por ejemplo,
manzanas y naranjas. La naranja, además de que no liga bien con la manzana, es
una fruta agria. Un cítrico con sabor ácido que dejaría mal sabor de boca.
La propuesta tiene sentido. Podrá
discutirse la calidad y coloración de las 42 manzanas que ofrece Pablo, pero todo
apunta a que ese no es el problema. El problema es el miedo de Pedro Sánchez a
que esas manzanas, que lucen frescas, rojas y apetecibles, tengan el bicho
dentro. Tengan ese gusano que no se ve, pero suele salir al cabo de un tiempo.
Con lo cual se echaría a perder la primitiva cosecha y quedaría patente que
hubiera sido preferible que las manzanas permanecieran en dos cestos, sin
mezclarse, aunque para el computo se sumaran todas juntas.
No sé si la metáfora servirá para
explicar el momento y la situación política en la que estamos, pero se nos fue agosto
y Pedro Sánchez sigue en La Moncloa, indiferente al paso de los días y
contemplando su cesto de manzanas. Para mí que sigue pensando “Manzanas traigo”,
aunque, por aquello de que quedaría feo, no lo diga así de claro.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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