A veces, el azar nos depara
sorpresas que son como un equipaje a propósito para andar por la vida mejor.
Esta reflexión viene a cuento porque justo ahora, en pleno período de la
declaración de la renta, acaba de aparecer un libro escrito por Carlos Cruzado
y José María Mollinedo, dos técnicos del Ministerio de Hacienda que se han atrevido
a poner negro sobre blanco: “Los Ricos no pagan IRPF”.
El libro, aunque lo parezca, no es de ficción.
Es un ensayo que analiza la evolución de los impuestos en España, desde que se
instauró la democracia hasta nuestros días.
Conviene leerlo. No contiene recetas
mágicas que nos ayuden a pagar menos impuestos. No va de eso. Analiza la
ineficacia de un sistema tributario que se diseñó en los años 70 y al que le
han ido poniendo parches que no añaden más justicia. La idea era que sirvieran
para dar alcance a un fraude que les lleva mucha ventaja y no se deja coger ni
aunque le prometan impunidad. Un ejemplo esclarecedor fue lo que ocurrió con la
amnistía fiscal de Montoro, aprobada en 2012 por el Gobierno de Mariano Rajoy.
Al margen de que la citada
amnistía acabó siendo inconstitucional, cinco años después de que se aprobase,
la mayoría de los que se acogieron a ella continuaban defraudando, una vez regularizado
el fraude anterior. Les perdonaron la penitencia, pero se olvidaron del
propósito de enmienda y volvieron a pecar. La gratitud les duró lo justo para
convencerse de que seguirían recibiendo la misma comprensión y el mismo trato
de favor.
Ejemplos así no ayudan mucho ni
apuntalan la idea de que Hacienda somos todos. La gente corriente, los pobres
para entendernos, actuamos movidos por el miedo más que por una utópica
concienciación. El razonamiento es sencillo: Quienes tienen mucho dinero defraudan
y no les pasa nada, pero tú eres un pobre diablo y si no pagas van a por ti y te
crujen vivo.
Que te crujen es seguro. La
Agencia Tributaria tiene al 80% de sus efectivos persiguiendo al pequeño y
mediano contribuyente. Solo el 20% de sus técnicos e inspectores trabaja en el
seguimiento de las grandes fortunas y los presuntos grandes defraudadores.
Además de que son pocos, se las tienen que ver con asesores expertos y sociedades
creadas exprofeso para evadir y eludir impuestos.
La lógica elemental induce a
pensar que si Hacienda quisiera perseguir el fraude, debería centrarse en las empresas,
las multinacionales y las grandes fortunas, que son las que tienen la mayor
parte del dinero en España. Centrarse en los pobres es ir a lo fácil. Así que
eso de que Hacienda somos todos, tururú que te vi morena.
No sé si saben aquello de que un
elefante, aunque sea pequeño, siempre será un animal grande. Pues en esas estamos;
con el grande no hay quien pueda. Según un informe de la Fundación La Caixa, el
fraude fiscal en el IRPF se situó en 7.101 millones de euros en 2017, que es el
último año con datos disponibles.
Tantos miles de millones es
imposible que puedan escaquearlos los que viven a duras penas. Que son,
precisamente, los que más vigila Hacienda. Así que por mucho que digan que
Hacienda somos todos, al final resulta que Hacienda somos otros. Somos los que
cobramos un sueldo o una pensión y, aunque queramos, no podemos defraudar ni un
céntimo.
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Milio Mariño