lunes, 8 de abril de 2024

La justicia es cosa seria

Milio Mariño

Estaba con las noticias del telediario cuando en esto que vi a Dani Alves alejándose de la cárcel en un bonito todo terreno. Quedé que no daba crédito, sentí tanta rabia que me puse a buscar palabras para escribir un artículo. Abrí el ordenador, pensé un poco y escribí: preocupación por la deriva de la justicia. Debería darte vergüenza, dije después de leer lo que había escrito.

Pocas veces escribimos lo que pensamos. Siempre hay algo que nos aparta de la primera idea. En este caso, supongo que sería la autocensura y el miedo a que me cayera un puro si decía lo que pensaba. En alguna parte de mi cerebro debía sobrevivir el recuerdo de que Pedro Pacheco, cuando era alcalde de Jerez, había dicho que la justicia es un cachondeo y le habían caído cinco años de cárcel. Al final no llegó a cumplirlos, pero el susto le sirvió de escarmiento. El alcalde hizo aquel comentario a raíz de una sentencia que le prohibía derribar el chalé que Bertín Osborne había construido de forma ilegal.

La justicia es cosa seria, no es cachondeo, pero la gente la está tomando a broma porque no cree que sea igual para todos. Cree que es blanda con los de arriba y dura con los de abajo. Ha llegado al convencimiento de que la ideología, la condición social y el dinero mediatizan algunas sentencias. Asiste, todos los días, al bochornoso espectáculo de unos jueces que siguen en el cargo cinco años después de que concluyera su mandato y a las intrigas, disputas y codazos por hacerse un hueco en el estrellato judicial. Por si fuera poco, los periódicos reproducen sentencias que se dictan en uno u otro sentido dependiendo de si los jueces son progresistas o de derechas. Hay que añadir, además, otras sentencias que, jurídicamente, tal vez sean impecables, pero, objetiva y moralmente, parecen injustas y parciales.

A nivel de calle, la justicia no pasa por un buen momento. Un informe de la Unión Europea, publicado en 2023, señala que los españoles están entre los europeos que peor percepción tienen de la independencia judicial. Les sobran motivos.  La justicia española se ha ganado a pulso el desprestigio con un palmarés sin igual. Basta recordar algunas decisiones como absolver a todos los acusados del caso Bankia, la sentencia que se conoce como doctrina Botin, hecha a medida del banquero para salvarle de 12 años de cárcel y una multa millonaria, el caso Gürtel, Bárcenas y el inidentificable M. Rajoy, las tarjetas Black, Jaume Matas, Urdangarín y la Infanta, La Manada, Jordi Pujol y familia, el Caso Kitchen, Lezo, Púnica, Rodrigo Rato, Zaplana… Resumiendo, gente de bien que ha robado o defraudado a manos llenas y sigue paseando por la calle y presumiendo de honradez. Algunos es verdad que han acabado en la cárcel, pero entran y salen como quien va de visita turística.

Los ojos vendados de la justicia pretenden simbolizar que es igual para todos. El problema es que, a veces, la venda se cae y asoma el plumero; ese lado vergonzoso que considera justo que con dinero se pueda reparar cualquier daño. Ha vuelto a suceder con el caso de Dani Alves: la justicia ha puesto precio a la libertad sexual de las mujeres. Quien tiene dinero paga y no va a la cárcel. Y no es cachondeo, es algo muy serio.


Milio Mariño / Artículo de Opinnión / Diario   La Nueva España

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