El Congreso y el Senado han
creado sendas comisiones parlamentarias para investigar la compra de material
sanitario durante la pandemia. Sería una buena noticia si no fuera que no
servirán para nada. Son puro teatro. El PP y el PSOE nos regalarán unas cuantas
sesiones de insultos y todo quedará como estaba.
Investigarán lo que ya sabemos,
que España es un reino en el que hay súbditos y listillos, que son los que se
hacen ricos sin dar un palo al agua. Les basta con tener un poco de labia, un
teléfono móvil y algún familiar o amigo que esté cerca del poder, o en el poder
mismo, y les facilite un negocio que les permita llevarse un pellizco.
Así es como el fiscal del Tribunal Supremo, Juan
Ignacio Campos, dice que el Rey Emérito hizo su fortuna: “mediante el cobro de comisiones
y otras prestaciones de similar carácter en virtud de su intermediación en
negocios empresariales internacionales". La fiscalía del Supremo envió a
Suiza una comisión rogatoria en la que se describe a Juan Carlos I como un
"consumado comisionista internacional". Hablan, claro está, de la
Champions League de los comisionistas, pero hay otras ligas menores en las que
también se mueve mucho dinero y el modus operandi viene a ser el mismo.
En principio, ser comisionista no
es delito a no ser que se trate de un cargo público. Circunstancia que saben
los cargos públicos, que echan mano de familiares y amigos que son los que cobran por facilitar
una obra a un determinado empresario, recalificar un terreno, comprar
mascarillas o lo que la administración
necesite en un momento determinado.
Afortunadamente, no todos los políticos son
comisionistas, pero los comisionistas necesitan de los políticos. Recordarán
que, en tiempos de Esperanza Aguirre, había en Madrid un charco en el que, a su
pesar, crecían algunas ranas. Pues bien en ese charco siguieron creciendo ranas,
de modo que su sucesora Isabel Díaz
Ayuso las recibió en herencia. Regaló un contrato al amigo rana de su hermano y
su hermano se llevó una comisión de cientos de miles de euros. Luego, el
hermano le dijo a su futuro cuñado que esos negocios eran una costumbre familiar
pues de algo parecido habían participado su padre y su madre, y el cuñado
siguió con la tradición, embolsándose una pasta, defraudando a Hacienda y
comprando un par de pisos que reformó, como está mandado, sin permiso del
Ayuntamiento.
El Ayuntamiento estaba en otras
cosas. El alcalde, Martínez Almeida, aún no ha explicado uno de los casos más
escandalosos de la compra de mascarillas, como es que su primo ayudó a dos
comisionistas que se llevaron 6 millones de euros por un material que resultó inservible.
Dice Martínez Almeida que el primo fue él porque su familiar y el comisionista
le timaron, pero que se considere víctima no le exime de su responsabilidad.
El caso Koldo es más de lo mismo.
Los comisionistas ganan y los ciudadanos perdemos. Pero, resuelvan lo que
resuelvan en el Congreso y el Senado, todo
indica que no les pasará nada. Seguirán dedicándose a esos chanchullos que
apestan y seguirán apestando. Lo único que quedará claro es que si eres buena
gente, es imposible que tengas acceso a ese tipo de negocios. El propio sistema
te lo impide. Solo llegan a la planta noble los que carecen de escrúpulos.
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Milio Mariño