Hay animales que no votan. Algunos,
los que se tienen por racionales, igual sí, pero los otros, de momento, todavía
no. Por eso cuesta entender que, en esta campaña para las elecciones de
Castilla y León, los candidatos que aspiran a presidir la Junta, y los líderes
de sus partidos, se dedicaran a visitar granjas e insistieran en hacerse videos
y fotos con animales como las vacas, las ovejas y los cerdos. Que son,
precisamente, de los que no votan y, además, desprecian a los políticos. Se ve
muy claro en un video en el que aparece Pablo Casado acariciando a una vaca y
la vaca no le hace ni caso. Lo ignora, sigue rumiando y cuando el político
insiste, la vaca se da la vuelta y compone una peineta con el rabo como si
fuera de izquierdas.
Desconozco si el desplante de esa
vaca hizo mella en el ánimo del líder de la derecha, pero Casado no tiene por
qué preocuparse. La misma reacción, o muy parecida, también se dio con otros animales
y otros políticos, de modo que no creo que se trate de una cuestión de
ideología sino más bien de indiferencia. Parece ser que las vacas y, por
añadidura, las ovejas y los cerdos, no quieren participar en las fanfarrias que organizan los partidos
políticos cuando se avecinan las elecciones. Por lo visto han decidido no
prestar atención a quienes saben que solo los utilizan para la foto y luego no
les dan el pienso ni el forraje que les prometieron. Los tienen ya muy calados;
no tragan con sus promesas.
Esta historia, esto de cómo reaccionan
las vacas y las ovejas cuando se les acerca un político, tal vez merezca un
estudio. Hay quien dice que, según para qué cosas, los animales son más
inteligentes que las personas. Y, por supuesto, tienen memoria. Algunos, como
el elefante, una memoria envidiable y otros que en general les alcanza para recordar
lo que solemos olvidar con frecuencia. También razonan. A su manera, claro; que
no está exenta de una lógica aplastante, pues jamás atentan contra sí mismos ni
contra su entorno. Son coherentes. Nunca, ni en broma, las ovejas van a votar
al lobo ni las gallinas al zorro. Y, más les digo. Estoy convencido de que si los
animales aceptan la monarquía es por desidia, no porque crean en ella. Si
hubiera elecciones, apuesto que el león sería destronado como rey de la selva.
El reinado le viene por una herencia de la Edad Media, ahora tendría difícil revalidarlo.
Habrán observado que los animales me
gustan, pero, sobre todo, lo que más admiro es su sinceridad. Creo que contrasta con la
hipocresía de los políticos y con ese empeño por hacer el ridículo cada vez que
visitan una granja en víspera de elecciones. Un empeño que no tiene límites
como lo prueba ese eslogan grotesco que acaba de lanzar el PP: "Más
ganadería y menos comunismo".
Semejante barbaridad solo se
entiende desde la perspectiva de quienes consideran que, salvo ellos mismos, el resto somos
ganado. Nunca pensé que llegaríamos a estos niveles de manipulación y simpleza.
Así que no sé qué decir. Tal vez venga bien recordar aquello que dijo Aristóteles. Aquello de que
el hombre es un animal político. Pero cuidado: también dijo que los animales no
humanos están de sobra capacitados para saber lo que les conviene. Y, por lo
visto, lo saben mejor que nosotros.
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