Cuando vi a Margarita Robles
dando explicaciones de por qué había ordenado que la fragata Blas de Lezo zarpara
rumbo al Mar Negro, pensé: se parece a Gila. Me vino a la cabeza aquella
parodia sobre la guerra que hacía que nos riéramos a carcajadas. ¿Es el
enemigo?... Que se ponga. Decía Gila mientras esperaba, con el teléfono en la
mano, la respuesta de un enemigo imaginario. Igual que Margarita, que se
inventa un enemigo y quiere convencernos de que Ucrania viene a ser como el
jardín de nuestra casa al que se acerca un vecino malvado que está juntando
azadas, palas y rastrillos, con intención de intimidarnos o quién sabe si de
traspasar la linde y arrebatarnos un cacho.
Margarita, mi amor… ¿Por qué nos
metes en ese jardín? Con lo bien que la fragata estaba en Ferrol por qué la
mandas al Mar Negro con 220 soldados a bordo. Como se te ocurre decir que
España irá a la guerra por salvar a Ucrania. España no eres tú, somos nosotros
y, que yo sepa, no estamos en guerra con nadie. A lo mejor, que sé yo, igual lo
dijiste para presumir de fragata y meter miedo a Rusia, pero menuda la que has
liado. Putin está temblando.
Conviene tomarlo a risa, pero es
para llorar. Es como si no hubiera servido de nada aquella desgraciada foto de
las Azores en la que aparecía un señor bajito y con bigote que llegó a creerse
que era Superman. Volvemos a las andadas de hacer el ridículo y exponernos a
represalias, cuando lo lógico y lo sensato hubiera sido que fuéramos prudentes
y no hooligans de un conflicto en el que nos hemos metido sin que nadie nos
llamara.
Usted es que apoya a Putin, dirán
los patriotas de pacotilla. Pues no señor. Ni a Putin, ni a Maduro, ni a Kim
Jong-un, ni a ninguno de los muchos, de izquierdas y de derechas, que tengo en
mi lista de indeseables. Apoyo que se respeten y se cumplan los acuerdos que
los americanos establecieron con Mijail Gorvachov y Borís Yeltsin, cuando se
negoció que la OTAN no se extendería hacia el Este de Europa. El objetivo,
entonces, era garantizar la seguridad de una nueva Rusia que estaba empezando a
nacer. Pero ese acuerdo ya fue incumplido en 2004, cuando Estonia, Letonia y
Lituania se integraron en la Alianza. Luego vinieron Bulgaria, Eslovaquia,
Eslovenia, Rumanía y Albania. Y, ahora, Ucrania. De modo que es comprensible
que Rusia se plante y diga: Hasta aquí hemos llegado.
Europa sabe, perfectamente, que
ese era el acuerdo. Hacer que se cumpla es tan necesario como garantizar que
Rusia respete las fronteras de Ucrania. La solución pasa por atenerse al
acuerdo y no hacer trampas que justifiquen el envío de tropas. Si se sigue por
ese camino, si por contentar a Estados Unidos, Europa entrara en conflicto y llegara
a enfrentarse con Rusia el error sería gigantesco y las consecuencias
gravísimas.
No lo dicen, pero el miedo se
palpa. Si Rusia quisiera podría merendarse a la OTAN y a Europa con una
facilidad asombrosa. A su poderío militar hay que sumar el de sus aliados: China,
Irán, La India, Vietnam, Corea, Siria…
¿Qué pinta España subiéndose a
ese carro si no tenemos ni medio tortazo? Pues sí que estamos como para iniciar
una guerra. Justo lo que nos faltaba.
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Milio Mariño