lunes, 31 de enero de 2022

La guerra de Margarita

Milio Mariño

Cuando vi a Margarita Robles dando explicaciones de por qué había ordenado que la fragata Blas de Lezo zarpara rumbo al Mar Negro, pensé: se parece a Gila. Me vino a la cabeza aquella parodia sobre la guerra que hacía que nos riéramos a carcajadas. ¿Es el enemigo?... Que se ponga. Decía Gila mientras esperaba, con el teléfono en la mano, la respuesta de un enemigo imaginario. Igual que Margarita, que se inventa un enemigo y quiere convencernos de que Ucrania viene a ser como el jardín de nuestra casa al que se acerca un vecino malvado que está juntando azadas, palas y rastrillos, con intención de intimidarnos o quién sabe si de traspasar la linde y arrebatarnos un cacho.

Margarita, mi amor… ¿Por qué nos metes en ese jardín? Con lo bien que la fragata estaba en Ferrol por qué la mandas al Mar Negro con 220 soldados a bordo. Como se te ocurre decir que España irá a la guerra por salvar a Ucrania. España no eres tú, somos nosotros y, que yo sepa, no estamos en guerra con nadie. A lo mejor, que sé yo, igual lo dijiste para presumir de fragata y meter miedo a Rusia, pero menuda la que has liado. Putin está temblando.

Conviene tomarlo a risa, pero es para llorar. Es como si no hubiera servido de nada aquella desgraciada foto de las Azores en la que aparecía un señor bajito y con bigote que llegó a creerse que era Superman. Volvemos a las andadas de hacer el ridículo y exponernos a represalias, cuando lo lógico y lo sensato hubiera sido que fuéramos prudentes y no hooligans de un conflicto en el que nos hemos metido sin que nadie nos llamara.

Usted es que apoya a Putin, dirán los patriotas de pacotilla. Pues no señor. Ni a Putin, ni a Maduro, ni a Kim Jong-un, ni a ninguno de los muchos, de izquierdas y de derechas, que tengo en mi lista de indeseables. Apoyo que se respeten y se cumplan los acuerdos que los americanos establecieron con Mijail Gorvachov y Borís Yeltsin, cuando se negoció que la OTAN no se extendería hacia el Este de Europa. El objetivo, entonces, era garantizar la seguridad de una nueva Rusia que estaba empezando a nacer. Pero ese acuerdo ya fue incumplido en 2004, cuando Estonia, Letonia y Lituania se integraron en la Alianza. Luego vinieron Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Rumanía y Albania. Y, ahora, Ucrania. De modo que es comprensible que Rusia se plante y diga: Hasta aquí hemos llegado.

Europa sabe, perfectamente, que ese era el acuerdo. Hacer que se cumpla es tan necesario como garantizar que Rusia respete las fronteras de Ucrania. La solución pasa por atenerse al acuerdo y no hacer trampas que justifiquen el envío de tropas. Si se sigue por ese camino, si por contentar a Estados Unidos, Europa entrara en conflicto y llegara a enfrentarse con Rusia el error sería gigantesco y las consecuencias gravísimas.

No lo dicen, pero el miedo se palpa. Si Rusia quisiera podría merendarse a la OTAN y a Europa con una facilidad asombrosa. A su poderío militar hay que sumar el de sus aliados: China, Irán, La India, Vietnam, Corea, Siria…

¿Qué pinta España subiéndose a ese carro si no tenemos ni medio tortazo? Pues sí que estamos como para iniciar una guerra. Justo lo que nos faltaba.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Milio Mariño