domingo, 2 de enero de 2022

Este año será mejor

Milio Mariño

Pasaron las navidades y seguimos vivos. Quedan los Reyes Magos, pero la gente se está haciendo republicana de Papa Noel y el seis de enero cada vez se celebra menos. Así que se acabaron las comilonas, las borracheras justificadas, cenar con los cuñados y cuñadas plastas, y las prisas, los empujones y el griterío. Queda atrás todo un año y estrenamos otro nuevo. El 2022 nada menos.

Digo nada menos porque soy muy mayor, si fuera adolescente diría que ya era hora, que el 2021 duró como año y medio. El tiempo es igual para todos, pero pasa más rápido cuantos más años cumplimos. En mí caso, ya no es que corra, vuela. Pasa volando, de modo que o lo cojo al vuelo o quedo en tierra lamentándome de que la vida se acaba y si no espabilo me faltará tiempo para disfrutarla.

Dándole vueltas a esto, recordé que en algún libro, no sé de quién, leí que el tiempo somos nosotros. Que nosotros somos los responsables de lo que ya somos y de lo que, todavía, podemos ser. Por eso que el problema no es tanto que pensemos en lo que está por venir como que volvamos con lo que pudo haber sido y no fue. Con lo que no hicimos por cobardía, miedo al ridículo o a saber qué.

Nuestro pasado es como un regalo que desenvolvemos de vez en cuando. Un regalo que abrimos con ilusión, aun sabiendo que no vamos encontrar nada nuevo ni ninguna sorpresa. Estos días son propicios para eso, para desenvolver el pasado y reflexionar sobre como llevamos la vida y si podríamos llevarla mejor. El resultado da igual, no importa lo que encontremos. Ya podemos estar muy, o poco, satisfechos que siempre que llegan estas fechas nos invade el propósito de enmienda sin que medie la reflexión de que la vida es lo que es y no lo que pudo haber sido y no fue. Pasamos por alto que no sirve de nada mortificarnos con la pregunta: ¿Y si hubiera hecho?…

La pregunta responde por si misma, significa que no lo hice, de modo que lo hecho, hecho está; no tiene vuelta de hoja ni hay posibilidad de cambiarlo. Ocurre lo que ocurre, no lo que podría haber ocurrido.

Nos enfrentamos al mismo dilema cuando nos preguntamos qué haremos y como nos irá en este año que acabamos de estrenar. No lo sabemos porque imposible saberlo. Una vez que empieza, el año toma vida propia y de poco sirven las predicciones y los propósitos. Lo mismo nos pasa a nosotros. Volveremos a tener nuestras dudas y volverá a ocurrir lo que ocurra, sin que podamos evitarlo.

 Ahora mismo, los datos no son muy buenos, pero nuestro afán de supervivencia nos lleva a ser optimistas y soñar con que se acabará lo malo. Se acabarán todas las crisis: la del virus, la económica y, por añadidura, la nuestra.

Soñar con que este año será mejor que el 2020 y el 2021 no es nada descabellado. Hay tantas probabilidades de acertar  y que el sueño se cumpla  como de que nos equivoquemos. Hasta ahora ninguno de los pronósticos que se hicieron se ha cumplido. Quien sabe, a lo mejor siendo menos inteligentes y más utópicos, cerrando los ojos y apretando los puños con fuerza, igual nuestros deseos se cumplen y  este año es mejor que los anteriores.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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