Me gustan esas películas porque la trama se
articula en torno a los giros de un guión que no para de sorprendernos y nos
mantiene en vilo, de modo que nunca sabes si lo que estás viendo ayudará al
desenlace o será un señuelo para despistarte. Así que, lógicamente, no soy de
los que destripan el argumento y cuenta de qué va la película. Claro que
también hay excepciones. Hay películas que, por mucho que me resista, acabo
contándolas aunque no quiera.
No suele pasarme, pero está
pasándome con una película que trata de un personaje que aparentaba ser una
persona respetable, un padre de familia ejemplar, campechano y muy simpático, y
resulta que ocultaba millones de euros en Suiza, recibía transferencias de
dinero dudoso y había tenido varias amantes a las que hacía regalos millonarios.
El personaje, es decir el
protagonista, vivía a cuerpo de rey, protegido por los medios de comunicación y
los sucesivos gobiernos, que tapaban todos sus escándalos hasta que no pudieron
seguir tapándolo y optaron por disculparlo. Apelaron a que somos humanos y que,
como tal, podemos equivocarnos. Él mismo llegó a reconocer que se había
equivocado y dijo que no mataría a más elefantes cojos ni a osos borrachos.
Pero después se supo que, además de participar en cacerías amañadas y tener varias
amantes, lo gordo, de verdad, era su afición por el dinero.
Estos detalles vamos
conociéndolos al principio; luego la película da un giro y el personaje se
encuentra con que su propio hijo, a quien había dejado el poder y toda la
herencia, lo echa de casa, lo manda a un país muy lejano y le quita la paga.
La película pasa entonces al
terreno de la incertidumbre, al suspense puro y duro, ya que el protagonista
amenaza con volver del exilio, el gobierno dice que allá se las compongan el
padre y el hijo, y el conflicto entra en una fase en la que nadie asume
responsabilidades ni acepta las consecuencias.
Llegados a este punto, los
espectadores se dividen entre los que creen que el personaje es un buen hombre,
acaso un poco vivalavirgen pero simpático e ingenuo hasta la candidez, y
quienes consideran que es un caradura que se ha reído de todos y debería ser
juzgado por sus fechorías.
No descarto que la historia les
suene, pero, de todas maneras, quiero mantener el suspense y no pienso revelar
nada más. Allá ustedes si creen que la película está basada en uno de esos
guiones de Hollywood que ni los guionistas saben cómo cerrar. ¿Volverá el
protagonista para celebrar su cumpleaños en compañía de la familia, incluido el
fiscal? ¿Inventarán una cuarentena, amañada por el CNI, para quitarse el marrón
y justificar que no vuelva?. Piensen lo que quieran. Sufran la incertidumbre de
equivocarse o acertar si piensan que la película “El rey del suspense” es, o no
es, una historia real.
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Milio Mariño