Estos días terribles, de viento,
lluvia y frio que estamos viviendo, no coinciden con el pronóstico emitido por
el Servicio Meteorológico Nacional, que hace un mes anunció para estas fechas menos
lluvia de lo normal y temperaturas normales o superiores a las normales.
Los meteorólogos, a veces, fallan.
En esta ocasión, fallaron quienes predicen el tiempo sirviéndose de satélites,
estaciones meteorológicas y superordenadores que cuestan una millonada, y
acertó Jorge Rey, un chaval de Burgos, de 14 años, que se ha convertido en un
auténtico fenómeno de la predicción, pues es capaz de pronosticar y acertar las
condiciones meteorológicas de los próximos días, e incluso del año que viene,
sin necesidad de recurrir a la tecnología. Utiliza el método que le enseñó Rafa,
un pastor de la zona que le ha mostrado cómo interpretar las señales que usan los
agricultores y los ganaderos desde tiempos inmemoriales para adivinar si llueve
o escampa. Cosas como observar el vuelo de los pájaros, mirar la forma de las
nubes, la humedad de las piedras, el trasiego de las hormigas… Y, hasta el reúma si se tiene y si no el ajeno,
ya que varios estudios científicos indican que la mayoría de los pacientes con
artrosis son susceptibles de predecir fenómenos meteorológicos.
Viendo como han venido estos días
podríamos echarnos unas risas a propósito de la tecnología y la previsión del
tiempo, pero no sería justo. Una cosa son los aparatos y otra los que presumen
de entender del asunto. Por eso suscribo lo que dijo Groucho en “Sopa de ganso”:
¿A quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos?
Si creemos todo lo que nos dicen es
más fácil que nos engañen. Que nos mientan y nos manipulen los que se llaman
expertos y siempre están dispuestos a darnos consejos y decirnos por dónde ir. Da
igual el tema que sea, los expertos predicen cómo va a evolucionar el tiempo, la
vida, la pandemia, la economía mundial y la nuestra y hasta nos aconsejan cuando
vamos en coche, indicándonos el mejor camino para volver a casa.
¿De verdad merece la pena hacer
caso a la multitud de consejos que recibimos todos los días? ¿No deberíamos ser
más críticos y pensar por nuestra cuenta?
Las preguntas invitan a la
reflexión, sobre todo, porque los expertos se han instalado en el cientificismo
prepotente y desprecian a quienes ponen algún reparo o contradicen sus
predicciones. Empiezan modulando su discurso y se muestran conciliadores, pero
si insistimos en hacer preguntas o ponemos en duda sus consejos, enseguida cambian
de tono y optan por descalificarnos tachándonos de ignorantes.
En mi opinión, por desgracia, más
que por suerte, los expertos se han hecho con el poder y lo ejercen hasta el
punto de que los Gobiernos les confían la responsabilidad última de sus decisiones.
Hace tiempo que las decisiones políticas se toman en función de lo que digan los
expertos y al final son ellos quienes mandan.
Aquello que llamábamos sabiduría popular, las creencias y experiencias de los abuelos, ya no cuenta. Ahora, todo el saber lo acaparan los expertos. Los expertos lo saben todo. De modo que lo que propongo no es que no les hagamos caso, sino que a lo hora de salir a la calle y decidir si cogemos, o no, el paraguas, además de lo que digan ellos, echemos un vistazo al cielo.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España
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