lunes, 13 de diciembre de 2021

El papel de los prospectos

Milio Mariño

Entre las cosas que anuncian para el año nuevo está el principio del fin de los prospectos de los medicamentos. A partir de enero los medicamentos que vayan a los hospitales ya no llevarán un folleto impreso, llevarán un código QR que se podrá leer con el móvil. La idea es que dentro de dos o tres años esta fórmula se aplique con carácter general y los prospectos de papel acaben desapareciendo.

La propuesta es de Farmaindustria, la patronal que aglutina a las principales empresas del sector farmacéutico y, al parecer, va en serio. Ya cuenta con la aprobación de la Agencia Española del Medicamento y hace un mes convocaron a los periodistas para explicarles las ventajas del futuro prospecto digital frente al actual  impreso.

Explicaron el proceso, pero se cuidaron de decir cuánto ahorrarán eliminando el papel. Dijeron que los prospectos solo sirven para obstaculizar el acceso a las pastillas y recalcaron que la iniciativa de digitalizarlos responde al  propósito de implantar un sistema más cómodo, más eficaz y, sobre todo, menos contaminante, ya que imprimirlos significa que cada año se utilicen alrededor de 2.600 toneladas de papel y miles de litros de tinta.

Visto así, que las farmacéuticas se preocupen por el medio ambiente, me parece bien. Claro que me parecería mejor si, además de por el medio ambiente, se preocuparan por el ambiente de las personas. Sobre todo de las personas de edad avanzada, que son las que más usan los medicamentos y, por lo general, no se desenvuelven como quisieran con las nuevas tecnologías.

Yo mismo, por citar a los burros primero, veo un código QR y es como si viera un jeroglífico chino. No sé cómo, ni qué, hay que hacer para resolverlo. Normal. Uno ya tiene sus años y no solo lo nota a la hora de subir escaleras sino por cosas, para otros, tan sencillas como usar el teléfono móvil.

Esta preocupación también la tuvieron los periodistas y, cuando preguntaron a Farmaindustria cómo pensaba resolver el problema de los mayores, la respuesta fue qué quienes tengan dificultades con el código QR consulten al farmacéutico. Ahí es nada, las consultas serán tan numerosas que los farmacéuticos tendrán que abrir consultorios y acabarán convirtiéndose en algo parecido a los psicólogos argentinos.

Debo advertir, para ser honesto, que soy de los que no leen los prospectos. No los leo, en parte porque no me gusta leerlos y me resulta imposible volver a plegarlos como estaban, y en parte porque si leo los efectos secundarios, seguro que acabo por no tomar el medicamento. Pero, que actúe de esa manera, no me impide reconocer que estoy actuando de forma equivocada, pues los prospectos incluyen las características principales de los fármacos, la dosificación, los efectos adversos, las contraindicaciones, y en general, toda la información necesaria para hacer un uso correcto del medicamento.

Sé que, en un futuro no muy lejano, la tecnología resolverá muchos problemas, sobre todo en materia de salud, pero ahora mismo las personas con más edad tienen muchas dificultades para acceder al mundo digital. Por eso que no estaría mal que en vez de suprimir los prospectos de papel redujeran su contenido a la información imprescindible y los editaran en letras más grandes. Solo por un tiempo. Solo por el tiempo necesario para que esta generación, que es la del mundo analógico, acabe en el otro mundo.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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