Entre las cosas que anuncian para
el año nuevo está el principio del fin de los prospectos de los medicamentos. A
partir de enero los medicamentos que vayan a los hospitales ya no llevarán un
folleto impreso, llevarán un código QR que se podrá leer con el móvil. La idea
es que dentro de dos o tres años esta fórmula se aplique con carácter general y
los prospectos de papel acaben desapareciendo.
La propuesta es de Farmaindustria,
la patronal que aglutina a las principales empresas del sector farmacéutico y,
al parecer, va en serio. Ya cuenta con la aprobación de la Agencia Española del
Medicamento y hace un mes convocaron a los periodistas para explicarles las
ventajas del futuro prospecto digital frente al actual impreso.
Explicaron el proceso, pero se cuidaron
de decir cuánto ahorrarán eliminando el papel. Dijeron que los prospectos solo
sirven para obstaculizar el acceso a las pastillas y recalcaron que la iniciativa
de digitalizarlos responde al propósito
de implantar un sistema más cómodo, más eficaz y, sobre todo, menos
contaminante, ya que imprimirlos significa que cada año se utilicen alrededor
de 2.600 toneladas de papel y miles de litros de tinta.
Visto así, que las farmacéuticas
se preocupen por el medio ambiente, me parece bien. Claro que me parecería mejor
si, además de por el medio ambiente, se preocuparan por el ambiente de las
personas. Sobre todo de las personas de edad avanzada, que son las que más usan
los medicamentos y, por lo general, no se desenvuelven como quisieran con las
nuevas tecnologías.
Yo mismo, por citar a los burros
primero, veo un código QR y es como si viera un jeroglífico chino. No sé cómo, ni
qué, hay que hacer para resolverlo. Normal. Uno ya tiene sus años y no solo lo
nota a la hora de subir escaleras sino por cosas, para otros, tan sencillas
como usar el teléfono móvil.
Esta preocupación también la
tuvieron los periodistas y, cuando preguntaron a Farmaindustria cómo pensaba
resolver el problema de los mayores, la respuesta fue qué quienes tengan
dificultades con el código QR consulten al farmacéutico. Ahí es nada, las
consultas serán tan numerosas que los farmacéuticos tendrán que abrir
consultorios y acabarán convirtiéndose en algo parecido a los psicólogos
argentinos.
Debo advertir, para ser honesto,
que soy de los que no leen los prospectos. No los leo, en parte porque no me
gusta leerlos y me resulta imposible volver a plegarlos como estaban, y en
parte porque si leo los efectos secundarios, seguro que acabo por no tomar el
medicamento. Pero, que actúe de esa manera, no me impide reconocer que estoy
actuando de forma equivocada, pues los prospectos incluyen las características
principales de los fármacos, la dosificación, los efectos adversos, las contraindicaciones,
y en general, toda la información necesaria para hacer un uso correcto del medicamento.
Sé que, en un futuro no muy
lejano, la tecnología resolverá muchos problemas, sobre todo en materia de
salud, pero ahora mismo las personas con más edad tienen muchas dificultades
para acceder al mundo digital. Por eso que no estaría mal que en vez de
suprimir los prospectos de papel redujeran su contenido a la información
imprescindible y los editaran en letras más grandes. Solo por un tiempo. Solo por
el tiempo necesario para que esta generación, que es la del mundo analógico, acabe
en el otro mundo.
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Milio Mariño