lunes, 14 de febrero de 2022

Asumir el error es acertar

Milio Mariño

Aún permanece en el aire, aunque ya lejano y como a retazos, el ruido de la polémica que se suscitó entorno al error de Alberto Casero, el diputado del PP que se equivocó al votar y votó lo que su partido no quería que votara. Ocurrió hace más de una semana, pero hay quien se empeña en seguir dándole vueltas a una historia que tiene poco recorrido y se explica por sí misma: El error humano existe. Son cosas que pasan y pueden pasarle a cualquiera. Lo estrambótico, en este caso, es que el diputado reconoce que ha cometido el error y luego acusa a la Presidenta del Congreso y al sistema informático de ser los responsables de las consecuencias de su equivocación.

Quienes sostienen este despropósito se apoyan en un argumento que niega lo que es obvio: Todos nos equivocamos. Pero, lejos de reconocerlo, montan un escándalo e insisten en el empeño de “sostenella y no enmendalla”. Se empecinan en su postura y no se les ocurre otra cosa que anunciar una demanda y plantear que sean los jueces quienes decidan si es posible cometer un error y luego borrarlo de nuestra existencia como si nunca lo hubiéramos cometido.

La pretensión es tan absurda que, en buena lógica, sería imposible que prosperara, pero miedo me da que los jueces entren en el asunto porque cabe la posibilidad de que hagan un pan como unas tortas. No sería el primer disparate ni el último. Hace poco, un magistrado del País Vasco, apeló al derecho de creación artística para justificar, en una sentencia, que no se puede impedir el acceso de una persona no vacunada a un karaoke.

¿Creación artística un karaoke? ¿Estamos locos o qué? Pues qué se yo, lo mismo a lo loco se vive mejor, como cantaba Celia Cruz en aquella canción. Y ya que estamos de canciones y de errores se me ocurre la célebre y muy popular, de Serrat, “Se equivocó la paloma”.

El error de la paloma, aquello de que por ir al norte fue al sur, tiene fácil solución. Cambia de rumbo y listo. Lo malo es cuando la paloma se equivoca y te caga encima. Cierto que, a nivel popular, se considera que la cagada de una paloma trae buena suerte, pero no creo que nadie se alegre si lleva las manos a la frente y las retira llenas de mierda.

Con los errores es lo que pasa, que no hay vuelta de hoja, solo cabe aceptarlos. Aceptar el error es el único camino para nuestra liberación. No lo digo yo, lo dicen, entre otros, Federico Zukerfeld y Loreto Garín Guzmán, fundadores del Grupo Etcétera y animadores del “errorismo”, una corriente filosófica que defiende que reconocer el error y perder el temor a equivocarnos, a fallar o al fracaso, conduce a una superación de nuestras limitaciones personales. "Si no estás preparado para equivocarte, nunca llegarás a nada".

El “errorismo” se ha constituido como una corriente crítica al éxito y la perfección. Hace hincapié en que aceptar el error nos humaniza y desenmascara la crueldad. Justo lo contrario de lo que están haciendo con el error de Alberto Casero. Que viene a ser como lo que hizo aquel tendero que colocó un cartel en el escaparate de su tienda que decía así: “Con mucho gusto le cambiamos cualquier artículo defectuoso por otro de igual calidad”.

 

Milio Mariño / Artículo en la Sección de Opinión del diario La Nueva España


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