lunes, 21 de febrero de 2022

Albert Rivera, la injusticia de un despido

Milio Mariño

En mi opinión, esa famosa frase de que el trabajo es salud debió ser obra de algún caradura que no trabajó en su vida. Alguien que, seguramente, era rico y no necesitaba trabajar doce horas al día para cobrar un salario de miseria y sobrevivir a duras penas.

 Opinar así del trabajo no supone ningún problema, pero decirlo ya es otra cosa. Siempre que sale el tema y opino de esa manera me miran como quien mira un paisaje y se encuentra con que en lo alto de la colina, en lugar del toro de Osborne, aparece la cabra de la legión. Noto el estupor en sus caras por más que esté demostrado que trabajar deteriora nuestra salud. Por eso nos pagan. Si fuera tan saludable como ir al gimnasio tendríamos que pagar nosotros.

Pero, poco importa que uno lleve razón. Si la lleva y lo que dice atenta contra el sistema queda como Cagancho en Almagro. Queda fatal. Da lo mismo que un experto como Jeffrey Pfeffer, profesor de la Universidad de Stanford y autor de 15 libros, diga: "El trabajo está matando a la gente y a nadie le importa”.

El profesor demuestra que el sistema actual de trabajo hace que muchas personas enfermen y que, incluso, lleguen a morir. Lo publica en un estudio en el que se recoge que quienes trabajan más enferman y mueren antes que quienes no dan un palo al agua. Apunta que hay una diferencia de 16 años en las expectativas de vida de, por ejemplo, un trabajador manual, un peón, y el director de un Banco.

Critico las bondades que atribuyen al trabajo porque debo ser de los pocos, sino el único, que condena el despido de Albert Rivera. Imagino que ya estarán al tanto de que a Albert Rivera lo despidieron hace unos días por, según dice la empresa, no hacer nada. Lo cual viene siendo una aspiración muy humana desde tiempos inmemoriales. No quiero decir que todos, pero la mayoría aspiramos a trabajar lo menos posible. Que lo consigamos es otra cosa, pero el deseo es escapar de la maldición bíblica: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Por eso defiendo a Albert Rivera, porque me parece legítimo que procure trabajar poco o nada. Eso por un lado y, por otro, porque siempre he defendido a cualquier trabajador despedido. Defensa que, en este caso, cuenta con argumentos más que de sobra ya que el bufete de abogados no contrató a Albert Rivera por su trabajo sino por lo que representaba su nombre. De modo que el despido me parece una gran injusticia.

Habrá quien diga que le está bien empleado. Que siempre se mostró partidario del despido libre y ahora sufre en sus carnes lo que deseaba para nosotros. Respeto todas las opiniones, pero yo no soy de esos. A mí no me gustan las injusticias. Creo que son un mal en sí mismo, afecten a quien afecten. Da lo mismo que el perjudicado sea un político famoso que un trabajador anónimo.

Además, por sí no fuera bastante, está el agravio comparativo. No creo, ni mucho menos, que a Felipe González en Gas Natural, Aznar en Endesa, Josep Piqué en Vueling o Ángel Acebes en Iberdrola, les exijan que trabajen a destajo. Hombre, por favor. Así que insisto: el despido de Albert Rivera me parece una injusticia de libro.


Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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