lunes, 8 de diciembre de 2014

Otra vez Mas y Rajoy sin mojarse

Milio Mariño

Quizá porque soy adicto a los sucesos para anormales, albergaba cierta esperanza de que al igual que Manuel Fraga se bañó en Palomares, cuando aquello de las bombas americanas, Rajoy hubiera aprovechado su viaje a Cataluña para bañarse en la Barceloneta. La ocasión era para mojarse. Para demostrar que por mucho que Mas nos bombardee con su nacionalismo de pacotilla, el Mediterráneo sigue siendo un mar de cultura que no está contaminado por quienes piden la independencia a sabiendas de que sería malo para España y peor para los catalanes. Ya sé que estamos en diciembre y podía correr el riesgo de un choque térmico pero, a Rajoy, le hubiera venido de perlas un subidón de adrenalina porque siempre la tuvo, y la tiene, muy por debajo del mínimo.

Pero no fue posible. La idea de mojarse no entraba en sus planes. Rajoy viajó a Cataluña para asistir a un acto del PP que duró apenas dos horas. No estuvo más tiempo porque tenía que volver a Madrid por un compromiso: la boda de su asistente personal, Jaime González Castaño.

Falta saber si un presidente francés, ruso o americano haría otro tanto pero, lo que está claro es que, para Rajoy, donde esté una boda que se quiten las razones de Estado. Así que la estancia resultó tan corta que solo tuvo tiempo de saludar y abrir el armario donde guarda el cadáver de los Puyol, las restricciones crediticias, las resoluciones del Tribunal Constitucional y la imputación del Fiscal Torres Dulce.

No le dio tiempo a más. Y eso contando con que el viaje había sido anunciado quince días antes y nada menos que desde Australia. Había levantado tantas expectativas que Rajoy solo tenía dos opciones: demostrar su talla política o hacer el ridículo. No defraudó. Optó por lo segundo. Por repetir cuatro bravuconadas, haciéndose el gallito delante de los de su partido, meternos en el lio de judicializarlo todo y dejar que pase el tiempo para que el marrón se lo coma su sustituto. Esa es su estrategia y la clave de su política. Aguantar el año escaso que le queda y el que venga detrás que arree. Sólo así se explica su cachaza endémica y la falta de liderazgo, en los asuntos más importantes y de forma más descarada en el caso de Cataluña. La única alternativa es repetir lo mismo, es dejar que pase el tiempo como si estuviéramos en los minutos basura de un partido que vamos perdiendo por uno a cero y hay que aguantar como sea para ver si luego, en el partido de vuelta, con otro árbitro y otra alineación, que pinta peor que esta, se consigue igualar y pasar de penalti.

Estamos en lo de siempre. Otra vez Mas y Rajoy sin mojarse. Amagando con una imputación del Fiscal General del Estado que tenía que haber sido en su momento; antes del 9-N. ¿No se sabía, desde hacía tiempo, que Mas estaba usando datos protegidos por la ley para hacer la consulta, o que había cursado órdenes a los directores de las escuelas para que cedieran las llaves a los voluntarios?

Por supuesto que se sabía. La única explicación posible es que Rajoy permitió que todo siguiera adelante para evitar meterse en un lio. Y se metió, y nos metió, en un lio mayor. Lo cual es muy típico de Rajoy.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España

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