Milio Mariño
Apuesto un polvorón de canela a que habrá miles de matrimonios que estos días saldrán a mirar escaparates y volverán a casa con la sensación de que aquí no ha pasado nada. Que la Navidad es como siempre. Que sigue habiendo cosas buenas pero muy caras y otras algo peores a un precio más razonable. Las muy baratas no se pararán a mirarlas porque son tan malas que no piensan comprarlas.
Ese será el balance. Lo malo que irán pasando los días, se acercarán la nochebuena y los reyes y no les saldrán las cuentas. Y entonces les entrará la neura, empezarán a darle vueltas, y llegarán a la conclusión de que no son lo que fueron otros años por estas fechas. No son aquel matrimonio que disfrutaba la navidad sin el agobio de que no les alcanza el dinero. Siguen siendo los mismos, solo que ahora se ven obligados a vivir por debajo de sus posibilidades.
La realidad es así de cruda. Tan cruda que el matrimonio no entenderá que el Gobierno diga que las cosas marchan muy bien. Algo debe fallar porque no es posible que todo vaya muy bien y a ellos les vaya mal. Saben que tendrán que arreglarse, no queda otra, pero lo cierto es que el padre sigue cobrando la misma pensión que hace tres años y los hijos, los dos casados, uno está en el paro y al otro le han recortado el sueldo por debajo de los mil euros. De modo que por mucho que miren escaparates y se empapen del espíritu navideño, estas navidades serán peores que las de antaño.
Así están las cosas en millones de hogares. Y en otros están incluso peor. El índice de pobreza alcanza, ya, al 25% de la población con la particularidad de que la llamada pobreza severa, la que afecta a las personas que tienen que vivir con menos de 307 euros al mes, representa el 6,5%, una tasa que casi duplica la de 2007 (3,5), según datos recogidos en el informe anual del Observatorio de la Realidad Social.
Es lo que hay. Pero Rajoy ha vuelto a insistir en que las cosas marchan muy bien, demostrando que está más perdido que un vegetariano en la feria de capones de Villalba. Bueno, a no ser que se refiera a que el número de ricos aumentó de forma considerable, un 13%, el último año. Seguro que se refiere a eso, aun contando con que las cifras, para que a uno le consideren rico, no están muy claras. Los de Credit Suisse opinan que una persona es rica cuando tiene un patrimonio de más de un millón de euros y unos ingresos anuales superiores a 120.000. Pero hay lio. Hay más discrepancias para determinar quién es rico que para fijar el umbral de pobreza.
El umbral de pobreza ha pasado de 15.900 euros al año por hogar, (dos adultos y dos menores), en 2009, a 14.700 euros en 2012. Es decir que aun ganando 1.200 euros menos que hace tres años, los que eran pobres entonces han dejado de serlo. Un disparate que no se le ocurre ni al que asó la manteca. Pero no me hagan caso. Recuerden que ni la economía, ni la política, ni la vida tienen lógica. Así que igual es verdad que ganando menos nos alejamos de la pobreza.
Apuesto un polvorón de canela a que habrá miles de matrimonios que estos días saldrán a mirar escaparates y volverán a casa con la sensación de que aquí no ha pasado nada. Que la Navidad es como siempre. Que sigue habiendo cosas buenas pero muy caras y otras algo peores a un precio más razonable. Las muy baratas no se pararán a mirarlas porque son tan malas que no piensan comprarlas.
Ese será el balance. Lo malo que irán pasando los días, se acercarán la nochebuena y los reyes y no les saldrán las cuentas. Y entonces les entrará la neura, empezarán a darle vueltas, y llegarán a la conclusión de que no son lo que fueron otros años por estas fechas. No son aquel matrimonio que disfrutaba la navidad sin el agobio de que no les alcanza el dinero. Siguen siendo los mismos, solo que ahora se ven obligados a vivir por debajo de sus posibilidades.
La realidad es así de cruda. Tan cruda que el matrimonio no entenderá que el Gobierno diga que las cosas marchan muy bien. Algo debe fallar porque no es posible que todo vaya muy bien y a ellos les vaya mal. Saben que tendrán que arreglarse, no queda otra, pero lo cierto es que el padre sigue cobrando la misma pensión que hace tres años y los hijos, los dos casados, uno está en el paro y al otro le han recortado el sueldo por debajo de los mil euros. De modo que por mucho que miren escaparates y se empapen del espíritu navideño, estas navidades serán peores que las de antaño.
Así están las cosas en millones de hogares. Y en otros están incluso peor. El índice de pobreza alcanza, ya, al 25% de la población con la particularidad de que la llamada pobreza severa, la que afecta a las personas que tienen que vivir con menos de 307 euros al mes, representa el 6,5%, una tasa que casi duplica la de 2007 (3,5), según datos recogidos en el informe anual del Observatorio de la Realidad Social.
Es lo que hay. Pero Rajoy ha vuelto a insistir en que las cosas marchan muy bien, demostrando que está más perdido que un vegetariano en la feria de capones de Villalba. Bueno, a no ser que se refiera a que el número de ricos aumentó de forma considerable, un 13%, el último año. Seguro que se refiere a eso, aun contando con que las cifras, para que a uno le consideren rico, no están muy claras. Los de Credit Suisse opinan que una persona es rica cuando tiene un patrimonio de más de un millón de euros y unos ingresos anuales superiores a 120.000. Pero hay lio. Hay más discrepancias para determinar quién es rico que para fijar el umbral de pobreza.
El umbral de pobreza ha pasado de 15.900 euros al año por hogar, (dos adultos y dos menores), en 2009, a 14.700 euros en 2012. Es decir que aun ganando 1.200 euros menos que hace tres años, los que eran pobres entonces han dejado de serlo. Un disparate que no se le ocurre ni al que asó la manteca. Pero no me hagan caso. Recuerden que ni la economía, ni la política, ni la vida tienen lógica. Así que igual es verdad que ganando menos nos alejamos de la pobreza.
Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España
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Milio Mariño