Milio Mariño
Cuando vi a Jaume Matas entrando en la cárcel de Segovia no me pareció un preso que fuera a cumplir condena sino un turista que acababa de bajar del avión y entraba en el hotel para pasar unas vacaciones. Esa fue la imagen. Y con esa imagen me fui a la cama, pensando en las ideas disparatadas que pasan por nuestra cabeza de forma fugaz. Casi siempre sucede así, pero hay veces que insisten en quedarse y preparan una liada de mucho cuidado. Eso fue lo que pasó, que debí dormirme pensando que los corruptos entran en la cárcel como quien va de vacaciones y acabé soñando que estaba en Barajas rodeado de gente que me impedía llegar a los mostradores.
Para mi sorpresa, las puertas de embarque no estaban atendidas por azafatas sino por parejas de la Guardia Civil con su uniforme reglamentario, incluido el tricornio. Nadie parecía advertir aquel cambio, pero lo que más me llamó la atención fue que la gente no preguntara por destinos como Mallorca, Ibiza o Canarias. Preguntaba por vuelos que no sabía que existieran: Soto del Real, Perogordo, Topas, Picassent e incluso Villabona, que fue lo que me mosqueó y me puso en la pista de que pasaba algo raro.
Para alejarme del barullo se me ocurrió ir al bar, pero cuando iba de camino caí en la cuenta de que eran gente conocida. Hombres y mujeres que, por esos caprichos del sueño, tenían más cara que espalda y deambulaban con una despreocupación y un descaro que, seguramente también por tratarse de un sueño, me parecía de lo más normal, pues nadie sabe cómo es por la espalda ni imagina como lo verán los que lo ven por detrás.
Haciendo memoria, creí reconocer a varios diputados y cargos públicos que, junto con empresarios, familiares y amigos, comentaban los escándalos de corrupción, los sobornos y los cohechos, las fugas de capital, la financiación ilegal y todo tipo de delitos económicos, fraudes, estafas y puertas giratorias.
Por el tono de la conversación parecían encantados. Es más, hablaban de Gürtel, Palma Arena, los Eres, Aizoon, Banca Catalana, ITV, Pokemon, Estevill, Pallerols, el Palau, etcétera como si no fueran asuntos pendientes de la justicia sino agencias de viaje que despachaban billetes para pasar un tiempo a la sombra.
Resultaba curioso que los políticos y los empresarios vistieran con ropa informal y algunos, incluso, con chándal, mientras que quienes iban a despedirlos llevaban traje y corbata como si fueran los amos aunque se veía muy claro que eran criados. No paraban de sonreír y darles ánimos. Decían que lo mejor en verano era estar a la sombra. Que, a la sombra, se estaba muy fresquito y que, para navidades, ya estarían todos en casa.
Al final del sueño, supongo que poco antes de despertarme, salió en pantalla que el vuelo de Asturias se había suspendido por causas técnicas. Estuve dando vueltas hasta que me cansé y fui a pedir explicaciones. No sé preocupe ya hemos resuelto otras crisis y esta la tenemos, prácticamente, resuelta. Viajará en autobús. Pero oiga, yo he comprado un billete de avión. Lo sabemos. Usted quería viajar por encima de sus posibilidades. Nuestra misión es devolverlo a la realidad. Así que ya está cogiendo el autobús porque, de lo contrario, me veré obligado a llamar a seguridad.
No les digo más, desperté cuando sentí el primer toletazo.
Cuando vi a Jaume Matas entrando en la cárcel de Segovia no me pareció un preso que fuera a cumplir condena sino un turista que acababa de bajar del avión y entraba en el hotel para pasar unas vacaciones. Esa fue la imagen. Y con esa imagen me fui a la cama, pensando en las ideas disparatadas que pasan por nuestra cabeza de forma fugaz. Casi siempre sucede así, pero hay veces que insisten en quedarse y preparan una liada de mucho cuidado. Eso fue lo que pasó, que debí dormirme pensando que los corruptos entran en la cárcel como quien va de vacaciones y acabé soñando que estaba en Barajas rodeado de gente que me impedía llegar a los mostradores.
Para mi sorpresa, las puertas de embarque no estaban atendidas por azafatas sino por parejas de la Guardia Civil con su uniforme reglamentario, incluido el tricornio. Nadie parecía advertir aquel cambio, pero lo que más me llamó la atención fue que la gente no preguntara por destinos como Mallorca, Ibiza o Canarias. Preguntaba por vuelos que no sabía que existieran: Soto del Real, Perogordo, Topas, Picassent e incluso Villabona, que fue lo que me mosqueó y me puso en la pista de que pasaba algo raro.
Para alejarme del barullo se me ocurrió ir al bar, pero cuando iba de camino caí en la cuenta de que eran gente conocida. Hombres y mujeres que, por esos caprichos del sueño, tenían más cara que espalda y deambulaban con una despreocupación y un descaro que, seguramente también por tratarse de un sueño, me parecía de lo más normal, pues nadie sabe cómo es por la espalda ni imagina como lo verán los que lo ven por detrás.
Haciendo memoria, creí reconocer a varios diputados y cargos públicos que, junto con empresarios, familiares y amigos, comentaban los escándalos de corrupción, los sobornos y los cohechos, las fugas de capital, la financiación ilegal y todo tipo de delitos económicos, fraudes, estafas y puertas giratorias.
Por el tono de la conversación parecían encantados. Es más, hablaban de Gürtel, Palma Arena, los Eres, Aizoon, Banca Catalana, ITV, Pokemon, Estevill, Pallerols, el Palau, etcétera como si no fueran asuntos pendientes de la justicia sino agencias de viaje que despachaban billetes para pasar un tiempo a la sombra.
Resultaba curioso que los políticos y los empresarios vistieran con ropa informal y algunos, incluso, con chándal, mientras que quienes iban a despedirlos llevaban traje y corbata como si fueran los amos aunque se veía muy claro que eran criados. No paraban de sonreír y darles ánimos. Decían que lo mejor en verano era estar a la sombra. Que, a la sombra, se estaba muy fresquito y que, para navidades, ya estarían todos en casa.
Al final del sueño, supongo que poco antes de despertarme, salió en pantalla que el vuelo de Asturias se había suspendido por causas técnicas. Estuve dando vueltas hasta que me cansé y fui a pedir explicaciones. No sé preocupe ya hemos resuelto otras crisis y esta la tenemos, prácticamente, resuelta. Viajará en autobús. Pero oiga, yo he comprado un billete de avión. Lo sabemos. Usted quería viajar por encima de sus posibilidades. Nuestra misión es devolverlo a la realidad. Así que ya está cogiendo el autobús porque, de lo contrario, me veré obligado a llamar a seguridad.
No les digo más, desperté cuando sentí el primer toletazo.
Milio Mariño / Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España
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