lunes, 5 de mayo de 2025

El apagón alumbró la cordura

Milio Mariño

Una semana después, desconocemos qué pudo pasar. El apagón que nos dejó siete horas sin luz no parece que fuera culpa del chachachá, pero tampoco lo descarten. Buscar culpables en base a razones inverosímiles es el recurso que emplean quienes utilizan el mondongo cerebral para manipular la realidad y darle una bofetada a quien tengan en el punto de mira.

Pedro Sánchez se las lleva todas. Esta vez le han atizado por el apagón y las consecuencias. Lo consideran culpable de que los trenes hayan parado en los túneles, muchas personas quedaran atrapadas en los ascensores y hasta de que un tendero de Madrid intentara aprovecharse y vender por 50 euros una radio vieja que tenía en el escaparate y ponía 17 en la etiqueta.

La casuística de damnificados daría para mil páginas y estaría incompleta. Me refiero a damnificados de verdad. También hubo de los otros, pero incluso sumándolos todos fueron más los que entendieron la situación, mantuvieron la calma y se portaron con un civismo ejemplar. No había motivos para temer nada grave y menos para que las Comunidades gobernadas por el PP pidieran al Gobierno Central que decretara el estado de alarma y se hiciera cargo de la situación. Y, si no había motivos para una medida así, imaginen los que había para que la Presidenta de la Comunidad de Madrid pidiera al Gobierno que movilizara al Ejército y lo desplegara en las calles para mantener el orden. Una petición propia de alguien que hizo frente a una catástrofe sanitaria firmando un protocolo que dejó sin asistencia médica a miles de ancianos y que, incluso, defiende la gestión de Mazón, en la Dana, desde su puesto de mando en El Ventorro.

Alarmismos aparte, el apagón acabó resolviéndose de forma aceptable. Conviene tenerlo en cuenta porque, en los momentos críticos, cuando lo más importante era tranquilizar a la ciudadanía y no intentar sacar rédito político, hubo quien pidió la intervención del ejército, en previsión de que nos dedicáramos al saqueo y el pillaje. Era lo que pensaban quienes estaban mandándonos un recado que venía a decir algo así como: si no han tenido suficiente para desengañarse ahí tienen: la pandemia, el volcán de La Palma, las inundaciones de Valencia, la muerte del Papa, y ahora esto. Qué más quieren. La única forma de que no sigan ocurriendo desgracias es que gobernemos nosotros.

La gente sana y bien intencionada pensará que las Comunidades Autónomas que pidieron al Gobierno que se hiciera cargo de la situación, fue porque no se consideraban capaces de hacer frente al problema. Ni lo sueñen. Lo hicieron porque preveían que ocurriría un desastre y querían imputárselo a Pedro Sánchez.

Las malas artes acaban descubriéndose. Hubo quien trató de envenenar la situación y consiguió que sacáramos lo mejor de nosotros. Ahora que pasó todo convendría que reflexionáramos sobre las intenciones de quienes intentaron generar más alarma y se encontraron con unos valores que muchas veces permanecen ocultos, pero emergen cuando son necesarios.  

Que el apagón acabara resolviéndose bien tal vez no fuera mérito del Gobierno. Si tenemos en cuenta que en otros países hubo apagones masivos y tardaron días en resolverlos, algún mérito hay que darle. Pero a quien corresponde colgarse medallas es a la sociedad española, una sociedad que demostró un civismo que dejó boquiabiertos a quienes pretendían sacar rédito de la desgracia.

 

Milio Mariño / Artículo de Opinión / Diario La Nueva España


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