El miedo tiene muy mala fama, dicen
que no sirve de nada, pero es útil para muchas cosas. Lo fue para el Estado de
Bienestar. Solemos presumir de haberlo conquistado nosotros, pero tuvo que ver,
y mucho, la guerra fría y el miedo de los políticos y los poderosos a la Unión
Soviética. No hubieran cedido lo que cedieron si no se hubieran visto obligados
a ofrecer un modelo social alternativo al de los países de la órbita comunista.
Así que es cierto que el miedo guarda la viña. Tan cierto como que cayó el
muro, despareció la Unión Soviética y ancha es Castilla. Los poderosos ya no
tienen por qué hacer concesiones. No tienen miedo ni se sienten amenazados. Y eso
se nota.
Vaya que si se nota. El miedo es
un arma muy poderosa. Vean, si no, como se portan, ahora, los seguros médicos
en Estados Unidos. Falta saber cuánto puede durar, pero se han vuelto más
amables y mucho más comprensivos después de que a Brian Thompson, CEO de la
aseguradora UnitedHealthcar, lo hayan matado a tiros en la puerta del Hotel
Hilton de Manhattan.
Sucedió el pasado 9 de diciembre.
Un chico joven, Luigi Mangione,
perteneciente a una familia rica, se tomó la justicia por su mano y
acabó con la vida del jefe de una empresa de medicina privada que, en 2023, obtuvo
un beneficio neto de 33.000 millones de dólares.
En Estados Unidos no hay un sistema de salud
público y gratuito. Allí, la salud es un asunto privado, de modo que la gente
debe elegir entre malvivir con la salud en precario, pero conservando la
vivienda y algunos ahorros, o tener la salud mínimamente atendida, a costa de acabar
en la ruina.
No era el caso del joven Mangione.
Su problema no era el dinero, podía pagar, de sobra, la medicina privada. Su problema
fue una espondilolistesis que le provocaba fuertes dolores de espalda. Lo
operaron, pero no se recuperó y tuvo que pagar y seguir pagando porque, para
las empresas de medicina privada, la salud es un negocio. Si no tienes dinero no
te atienden, pero si ven que lo tienes multiplican las pruebas y aprovechan para
sacarte hasta el último céntimo.
Luigi Mangione se hartó y dijo
basta. Acabó con la vida de Brian Thompson y, ahora, en Estados Unidos se
debaten entre dos posturas. Los que consideran que es un héroe, una especie de
Robin Hood de los pobres, y los que le acusan de terrorista, pues dicen que su
asesinato ha contribuido a infundir miedo en la población.
El miedo depende de quien lo
venda. La acción de Mangione no está causando miedo en la población sino en un
pequeño grupo de altos directivos de las empresas que hacen negocio con la
salud. Unos directivos que, ellos, si causan miedo cuando no atienden o expulsan
de sus clínicas a quienes no pueden pagar. Pero ese miedo no se considera
terrorismo. Está legalizado. Es legal que lo sufran los pobres.
Aquí, en España, quienes no son
ricos, muchos millones de personas, también tienen miedo de que la salud deje
de ser un derecho y lo conviertan en un asunto privado. Sería terrorífico que, cuando
enfermamos, el Estado se desentienda y nos abandone a nuestra suerte. Quienes
defienden esta idea ya sabemos cómo lo justifican: Total... iban a morir igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Milio Mariño