En la historia de España cincuenta
años dan para poca cosa; para un par de suspiros y alguna nostalgia. Más en los
jóvenes que en los viejos porque los mayores de 65 años aborrecen la dictadura mientras
aumenta el número de jóvenes que desprecian el sistema que tenemos y suspiran
por el que padecieron sus abuelos. Les han dicho que las cosas están peor ahora
que cuando gobernaba Franco y cómo piensan poco y su preocupación es
entretenerse, asumen el relato y se suman a los que aseguran que todo iría mejor
sin tantas libertades.
Una pena. Santo Tomás decía que los
necios y los insensatos son infinitos. Y, para corroborarlo, añadía que hay veinte
clases de tontos, siendo la principal la que nos asemeja al asno, un animal
estulto que cuando tiene un deseo relincha.
Por lo visto, hay orejas que
prefieren el relincho a la música. Pensábamos que el franquismo se esfumaría
con el tiempo y resulta que están encandilando a los jóvenes con la promesa de
volver a la España negra que, para algunos, era la España feliz.
Es absurdo y pueril pero, al
parecer, funciona. En todos los países la memoria ha acabado por imponerse al
olvido, pero aquí somos fieles al famoso eslogan: España es diferente. En
Alemania tuvo que pasar mucho tiempo antes de que se volviera a hablar del nazismo.
Al final se acabó hablando y hasta se eligió un día, el 27 de enero, para recordar
a las víctimas. Aquí nada, aquí todavía hay miles de personas enterradas en las
cunetas y las víctimas de la dictadura siguen sin poder levantar la voz porque
solo reciben desprecios.
En esas estábamos, cuando el
Gobierno anunció, para este año 2025, una serie de actos culturales que servirán,
según sus palabras: “para homenajear a todas las personas y colectivos que
transformaron un país gris y aislado, tras cuatro décadas de dictadura, en una
de las democracias más plenas del mundo”.
No cabía esperar mucho entusiasmo,
pero si un cierto consenso sobre algo tan obvio como lo que supuso la dictadura
de Franco. Cabe recordar que todavía no hace 50 años, en la mañana del sábado
27 de septiembre de 1975, dos meses antes de que muriera el dictador, pelotones
de fusilamiento compuestos por policías y guardias civiles, que se habían
presentado voluntarios, fusilaron a los cinco últimos condenados a muerte.
Aquella madrugada de fusilamientos hizo que Luis Eduardo Aute compusiera y
cantara: “Al alba”.
Enfrentarnos, de una vez, con lo ocurrido, analizar
de forma racional el pasado, sería una buena forma de superar la relación
traumática con ese triste período de nuestra historia, pero lo mismo cincuenta
años son pocos. Hay tiempos a nuestra espalda que creíamos superados, pero estábamos
en un error. Miles de buitres callados van extendiendo sus alas, como cantaba
Aute en aquella bella canción. Ahora ser nazi o fascista, lo presentan como una
opción tan legítima como cualquier otra. No es verdad. Y los demócratas tenemos
la obligación de avisar.
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Milio Mariño